sábado, 21 de diciembre de 2013

LA SOMBRA.



Llamamos sombra (según C.G. Jung), a  la suma de todas las facetas de la realidad que no reconocemos o no queremos reconocer en nosotros, y por consiguiente descartamos. La sombra es nuestro mayor enemigo;  la tenemos pero no sabemos que la tenemos, por lo tanto no la conocemos.

El ser humano proyecta  las manifestaciones que salen de su sombra en el mundo exterior, porque tiene miedo de encontrar  en si  mismo la fuente de toda desgracia. Todo lo que rechaza la persona pasa a su sombra, que acaba siendo la suma de todo lo que no quiere. Pero la negativa de afrontar y asumir la realidad no conduce al bienestar deseado, por el contrario, tiene que ocuparse de aspectos de la realidad que ha rechazado. Esto sucede a través de la proyección, ya que cuando uno rechaza en su interior un principio determinado, cada vez  que lo encuentra en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de angustia y repudio.

Hemos de tener claro, que el mundo exterior está formado por los mismos arquetipos que el mundo interior. La Ley de la resonancia dice que sólo podemos conectar con aquello con lo que estamos en resonancia. Así que la “proyección” significa, que con la mitad de todos los principios, fabricamos un exterior, puesto que no los queremos en nuestro interior. Así tenemos que; si la sombra es aquello que no queremos asumir, resulta que la sombra y el exterior son idénticos, porque si la viéramos en nosotros, ya no sería la sombra.

Los principios rechazados que ahora aparentemente nos atacan desde el exterior, los combatimos con el mismo encono con que los habíamos combatido dentro de nosotros, intentando borrar del mundo aquello que valoramos negativamente, pero como esto es imposible, se convierte en una lucha constante lo que hace que nos ocupemos con intensidad de aquella parte de realidad que rechazamos.  Rechazo y lucha significan; entrega y obsesión, el ser humano sólo pueden molestarle aquellos principios externos que no ha asumido.

Queda claro entonces que no hay un entorno que nos marque, nos moldee o nos influya; el entorno hace las veces de espejo en el que nos vemos a nosotros mismos y también, muy especialmente a nuestra sombra. Todos los engaños de este mundo son insignificantes comparados con el que el ser humano comete consigo mismo durante toda su vida. La sinceridad con uno mismo es una de las más duras exigencias que el hombre puede hacerse, por eso el conocimiento de uno mismo es tan difícil.

En resumen: el ser humano, como microcosmos, es réplica del universo y contiene latente en su consciencia la suma de todos los principios del ser. La trayectoria del individuo a través de la polaridad exige realizar con actos concretos estos principios que existen en él en estado latente, a fin de asumirlos gradualmente. Porque el discernimiento necesita de la polaridad y ésta, a su vez, constantemente impone en el ser humano la obligación de decidir. Cada decisión divide la polaridad en parte aceptada y polo rechazado. La parte aceptada se traduce en la conducta y es asumida conscientemente. El polo rechazado pasa a la sombra y reclama nuestra atención presentándosenos aparentemente procedente del exterior. Una forma frecuente y específica de esta ley general es la enfermedad, por la cual una parte de la sombra se proyecta en el físico y se manifiesta como síntoma. El síntoma nos obliga a asumir conscientemente el principio rechazado y con ello  vuelve el equilibrio al ser humano. El síntoma es concreción somática de lo que nos falta en la consciencia. El síntoma, al hacer aflorar elementos reprimidos, hace sinceros a los seres humanos. De esa forma trasmutamos, experimentamos y reconocemos nuestra Unidad con el Todo y completamos nuestro camino evolutivo.

Carmen.

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