viernes, 31 de agosto de 2018

TIPOS DE AMIGOS FALSOS





Los amigos falsos son como el reverso oscuro de la Luna. Al principio nos deslumbran con sus hechizos y amables atenciones, pero poco a poco vamos intuyendo ese otro lado donde habitan las oquedades de un carácter interesado. Esa afectividad yerma y desolada que casi sin darnos cuenta, nos minan el ánimo. Son perfiles que sin duda debemos saber identificar lo antes posible, sobre todo por nuestra salud emocional.

Suele decirse aquello de que la amistad es el mejor ingrediente de la vida. También lo es el amor, no hay duda, pero lo que confiere un buen amigo trasciende, en ocasiones, los vínculos de las relaciones afectivas y familiares. Así, ese tejido construido a base de complicidades, experiencias comunes y de una confianza intensa, es lo que nos aporta una fuente de energía eterna y ante todo, calidad de vida.

No obstante, es inevitable dar, de vez en cuando, con uno de esos especímenes tan comunes en nuestros contextos sociales, donde el interés y el egoísmo se camuflan bajo el revestimiento de la más luminosa amistad. Y caemos, por supuesto que caemos. Porque en nuestra inocencia natural no dudamos ni un momento que el propósito cardinal de toda buena amistad es aportar felicidad, apoyo y bienestar.

Hasta que finalmente ocurre, aparecen las decepciones, las pequeñas mentiras, los desprecios constantes y las más sibilinas manipulaciones. Lo queramos o no, estamos ante uno más de esos amigos falsos al que no vimos llegar, pero al que debemos dejar ir lo antes posible por salud y por nuestra propia  dignidad…

1. Tipos de amigos falsos: el alpinista social

Uno de los primeros amigos falsos que solemos encontrar de forma temprana en nuestra vida es el “alpinista social”. Los vemos en las clases de primaria, de secundaria, en la universidad y por supuesto, en nuestros entornos laborales.
Son aquellos que construyen lazos de amistad solo por un fin: escalar posiciones en el contexto social. Así, es común que en su época escolar busquen la cercanía de los alumnos más populares o los que mejor nota obtienen. Más tarde, y en un contexto laboral, no dudarán en humillar y manipular a diestro y siniestro para ir escalando posiciones.

2. El amigo que está en los buenos momentos y se vuelve invisible en los malos

A la mayoría nos sonará sin duda esta tipología de falsa amistad. Hablamos de esas personas que siempre están cerca en los días de calma y bienestar, lo que se apuntan a cualquier plan, a cualquier fiesta, escapada o propuesta de última hora. Sin embargo, cuando surge algún problema o situación donde más agradeceríamos su apoyo e interés, desaparecen como el viento al cerrar una ventana…

3. El buscador de errores, el que te juzga

Si hay algo que caracteriza a la amistad más saludable es aquella que nos procura bienestar en cada momento. Ello hace que nos sintamos bien con su cercanía, que tengamos la seguridad de que no seremos juzgados ni criticados y que al pasar unas horas con esa persona, nos iremos mejor de lo que hemos llegado.
Sin embargo, esto no ocurre con los amigos falsos; con ellos es común que nos volvamos a casa mucho peor que antes. De hecho, una tipología que suele abundar es esa que tiene como afición buscarnos fallos, llamarnos la atención en cada error que cometemos (o no) y juzgarnos un día sí y otro también. Este tipo de dinámica genera un considerable desgaste emocional.

4. El que te envidia callada o descaradamente

“Es que tú todo lo haces bien”, “a ti esas cosas no te pasan como a mí”, “siempre tienes mucha suerte”… Este y otro tipo de frases son las que nos suelen repetir esos amigos falsos que en lo más interno de su ser, nos envidian.
No obstante, lo que hay en ellos es una baja autoestima, la cual les aboca a este tipo de interacciones muy poco saludables para ambas partes.

5. El que quiere que las cosas te vayan bien pero no mejor que a él

Este rasgo de la falsa amistad es tan curioso cómo común a la vez. Se manifiesta del siguiente modo: tenemos a personas que nos animan a que nos superemos, a que consigamos cosas, sin embargo, cuando esto ocurre lejos de sentirse felices por nosotros se distancian o muestran incomodidad.
Tras ese tipo de situaciones lo que hay, una vez más, es una marcada baja autoestima. Siempre se sentirán más cómodos con nosotros mientras estemos a su altura y en sus mismas condiciones. Sin embargo, cualquier atisbo de éxito o de superación les pone en evidencia, les sume en la contradicción y en la incomodidad.

6. El rival disfrazado de “mejor amigo”
Si te compras un móvil, no lo dudes, uno de tus amigos buscará adquirir uno mucho mejor. Si te apuntas al gimnasio, cuidado, él o ella también lo hará para superar tus marcas. Su objetivo: ser mejor que tú en cualquier cosa que hagas, en cualquier propósito que te marques o en cualquier logro que consigas.
Estos amigos falsos actúan como nuestra némesis, esa sombra perseguidora y vengativa que intentará ser mejor que nosotros en cualquier ámbito de nuestra vida.

7. El que te manipula

El amigo manipulador es ese espécimen discreto pero implacable que casi sin que nos demos cuenta, nos ancla los hilos de una marioneta para manejarnos a su antojo durante un tiempo. Se valdrá del victimismo a veces, otras del chantaje emocional y otras del engaño y de infinitas estrategias maquiavélicas para tenernos en la palma de su mano y conseguir así, lo que desea en cada momento.

Así, el tiempo que le permitamos esta serie de acciones al manipulador dependerá del afecto que le tengamos, de si es ese amigo de siempre, esa amiga de la infancia con quien tantas cosas hemos vivido… ¿Cómo dar fin a ese vínculo emocional que nos ha acompañado durante tantos años? Puede costar, pero pocas cosas son tan destructivas como arrastrar el influjo de alguien que en realidad, no nos quiere o nos quiere mal.

Para concluir, como ya podemos intuir hay muchos más tipos de amigos falsos: el que critica, el que traiciona, el que escampa chismes… Podríamos describir múltiples tipologías, sin embargo, lo más importante de todo ello es que además de identificarlos, sepamos manejarlos.

A veces, no hay que recurrir obligatoriamente a romper ese lazo. En ocasiones basta con dejar las cosas claras, poner límites e incluso por qué no, favorecer el crecimiento personal y la autoestima de ese amigo para que sea capaz de crear relaciones más saludables.
Valeria Sabater

jueves, 23 de agosto de 2018

LUCES Y SOMBRAS




Luces y sombras habitan en nuestro interior. Forman parte de lo que somos, de lo que no queremos ser y de lo que puede que seamos. Son la lucha entre lo que reconoceremos, lo que evitamos, lo que admitimos y lo que ignoramos o no queremos ver. Y en este pequeño, pero costoso equilibrio, tratamos de pasar nuestros días sin que ninguna de las partes domine nuestra vida.

Cuando la verdad nos dice que el equilibrio entre lo que conocemos y lo que no admitimos es difícil de lograr. Para poder vivir con nosotros mismos tenemos que tomar una buena dosis de aceptación de la realidad: estamos hechos de luces y sombras y por eso mismo habrá partes de nosotros que no querremos aceptar.

La aceptación de nuestras sombras puede implicar dolor pero también implica evolución, cambio y aceptación de nuestro yo. Implica, por lo tanto, conocerse a uno mismo y desarrollar una sana autoestima ante la vida. No todo son luces, no las luces siempre iluminan nuestra vida, las luces en ocasiones nos ciegan el camino y las sombras puede que nos den las respuestas.

“No es posible despertar la conciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad”

Carl Jung


¿Eres consciente de tus propias sombras?
Carl Jung definía a nuestras sombras como el conjunto de las frustraciones, experiencias vergonzosas, dolorosas, temores o inseguridades que se alojan en lo inconsciente. La sombra contiene todo lo negativo de la personalidad que el yo no está siempre en condiciones de asumir y que, por lo mismo, puede llegar a frenar la manifestación de nuestra autentica forma de ser y de sentir.

La maldad, el egoísmo, la envidia, la cobardía, los celos, la avaricia y muchas de nuestras emociones y nuestros miedos son nuestras sombras. Muchas veces nos damos cuenta de ellas cuando nos llevan a conflictos con los demás. En otras ocasiones se expresan en sentimientos de culpa o hasta en expresiones inexplicables, reflejando una imagen en la que no nos reconocemos.

Incluso, somos capaces de proyectar estas sombras en los otros con tal de no asumir que estos sentimientos, juicios o ideas nos pertenecen. Estamos programados desde pequeños para esconder los fracasos, la desesperación y lo negativo de nuestras vidas. Así, solo por el hecho de ser humanos, guardamos sombras en nuestro interior, al igual que luz.

“Un hombre que no ha pasado el infierno de sus pasiones nunca las ha superado. Hasta donde podemos discernir, el único propósito de la existencia humana es encender una luz en la oscuridad del mero ser”

Carl Jung

¿Alguna vez te has cegado siguiendo tu propia luz?

Las luces que nos componen, que nos rodean y que nos iluminan desde el interior son todas aquellas cualidades, virtudes, emociones, comportamientos o deseos que nos gusta mostrar. Son las máscaras  con las que nos disfrazamos en cada ocasión como si fueran nuestra única y verdadera identidad.
Podemos elegir ser bromistas, inteligentes, comprensión, sociables, tímidos o valientes, podemos elegir qué queremos mostrar ante el gran escenario social. 

Actualmente, las luces de nuestra personalidad las hacemos brillar más con el uso de las apariencias en las redes sociales. Vivimos una segunda vida en las que las sombras no solo se esconden, sino que hacemos como si no existieran. Esto que en un principio puede parecer una ventaja, una manera de protección ante las miserias de nuestra vida, en realidad se convierte en el epicentro de la expresión del narcisismo moderno.

Nos dejamos cegar por nuestras luces, nos obsesionamos tanto porque sean nuestro verdadero foco de expresión hacia el exterior, que dejamos de ser humanos para ser máquinas de sonrisas en las fotos que guardan grandes vacíos en el interior.

Por eso resulta tan importante conocer nuestras sombras, porque nos ayudan a mantener el equilibrio interior. Somos falibles, sentimos celos, envidia o culpa, pero también nos recomponemos. Somos humanos y aceptarlo viviendo la realidad y no una historia de cuento, nos ayudará a desarrollar una autoestima sana y a vivir una vida mejor y más plena.

No niegues tus sombras, acéptalas; no te ciegues con las luces, busca tu equilibrio interior.

viernes, 17 de agosto de 2018

DAR POR SENTADO





Pequeños gestos que mejoran el día a día. Grandes entregas que marcan el curso de la vida. La ayuda puede adoptar mil formas distintas. Puede ser esa persona que nos facilita la jornada, desde un discreto segundo plano, para que todo fluya mejor. O puede ser esa persona que hace un gran sacrificio con una sonrisa en los labios, sin dejar entrever el verdadero costo de los que nos ofrece.

Todos en algún momento hemos ayudado a alguien. Y nos hemos sentido bien por ello. El desgaste emocional comienza cuando nuestra ayuda no es reconocida, cuando damos y damos, sin recibir nada a cambio, cuando los demás no se dan cuenta de todo lo que hacemos por ellos e incluso presuponen que es nuestra obligación.

“Síndrome de dar por sentado”: Cuando a fuerza de ayudar, nos volvemos invisibles.

A menudo, las personas caen en lo que podríamos llamar el “Síndrome de dar por sentado”, que consiste en obviar el valor de las cosas buenas en la vida.
Estas personas dan por sentado que nuestra ayuda y apoyo simplemente están ahí, que tienen derecho a ello, y no lo aprecian en su justa medida.

El “Síndrome de dar por sentado”, está relacionado con la capacidad de adaptación, un proceso mediante el cual las personas se acostumbran rápidamente a los entornos, las situaciones y las relaciones. En la práctica, es probable que esa persona se haya sentido emocionada la  primera vez que la ayudaste, y te haya agradecido ese gesto, pero luego lo asumió como algo natural, se activó el mecanismo psicológico de la desensibilización, y esa ayuda pasó de ser una novedad a convertirse en algo familiar.

Obviamente, la capacidad de adaptación es importante, sobre todo para evitar el sufrimiento innecesario provocado por los cambios drásticos, pero juega en contra de las relaciones. Debemos pensar en las relaciones y en la ayuda como una planta que debe ser cuidada todos los días. Si asumimos que la planta siempre estará ahí y no necesita nuestros cuidados, un día simplemente se secará.

Cuando esto sucede, la persona se sentirá desorientada, como si de repente su estructura de apoyo se hubiera venido abajo. De hecho, eso es precisamente lo que ha pasado: a fuerza de no cuidar una relación que le aportaba auténtico valor, el vínculo se ha roto y ha perdido una importante fuente de ayuda. Solo entonces valora lo que hasta ese momento había dado por sentado. Aunque quizá es demasiado tarde.

Dar mucho y recibir poco, cansa

Dar mucho y recibir poco, agota. Aunque es importante ayudar a cambio de nada, también necesitamos recibir sin tener que pedir. De hecho, el psicólogo Adam Grant, de la Universidad de Pensilvania, explicaba que podemos imaginar las relaciones interpersonales como una línea, en uno de sus extremos se encuentra el dar y brindar ayuda, en el otro extremos se encuentra el recibir y obtener ayuda.

En algunas fases de la vida, podemos estar en un punto más cercano a uno de los extremos, como cuando debemos cuidar a una persona querida, pero en sentido general, lo ideal sería encontrarnos en un punto intermedio, donde podemos dar sin que ello se convierta en una hemorragia energética, porque también recibimos apoyo y ayuda.

Ni siquiera se trata de que la persona a quien ayudamos nos “devuelva el favor”. No se trata de un quid pro quo, sino de establecer ese profundo y muchas veces indestructible vínculo emocional basado en el agradecimiento y el reconocimiento. Al contrario, cuando ayudamos y el otro se vuelve demandante o menosprecia nuestra contribución, esa ayuda se convierte en una carga psicológica.

Ayudar también tiene límites.

Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no te consideres obligado a llevársela”. Recomendaba Pitágoras haces siglos. Este filósofo y matemático griego sabía que existe un límite a la entrega, el sacrificio y la ayuda; un límite más allá del cual terminamos drenados emocionalmente, sobre todo cuando las otras personas no reconocen lo que hacemos por ellas.

Siglos más tarde, los experimentos psicológicos han comprobado el consejo pitagórico. En un estudio realizado en la Universidad de Columbia Británica dieron a los participantes una suma de dinero. A la mitad les pidieron que lo gastaran en ellos mismos y a la otra mitad que lo destinaran a los demás. Al final, quienes habían gastado dinero en los otros dijeron sentirse más felices que quienes habían gastado el dinero en sí mismos. Sabemos, sin rastro de dudas, que ser compasivos y ayudar a los demás nos beneficia psicológicamente. Con ciertos límites.

¿Qué podemos hacer?

1. Desarrolla una preocupación empática. Existen diferentes tipos de empatía, hay una empatía que te atrapa dentro del sufrimiento ajeno y otra que te permite conectar pero gestionando ese malestar, de manera que los problemas de los demás no te arrastren. Recuerda que por mucho que puedas ayudar, las decisiones finales nunca estarán en tus manos  y, por ende, tu implicación emocional también debe limitarse a lo que puedes hacer

1. Desarrolla una preocupación empática. Existen diferentes tipos de empatía, hay una empatía que te atrapa dentro del sufrimiento ajeno y otra que te permite conectar pero gestionando ese malestar, de manera que los problemas de los demás no te arrastren. Recuerda que por mucho que puedas ayudar, las decisiones finales nunca estarán en tus manos y, por ende, tu implicación emocional también debe limitarse a lo que puedes hacer. 

2. No te extralimites ayudando. A veces la ayuda, aunque bien intencionada, puede hacer daño generando actitudes egocéntricas, demandantes o dependientes en el otro. Por eso, la ayuda siempre debe ser dosificada pensada para que el otro crezca, no para que se produzca una dependencia.

3. No te pierdas. La filósofa Ayn Rand sostenía que si queremos desarrollar una buena salud mental, debemos cultivar el egoísmo racional, que o es más que ocuparnos de satisfacer nuestras necesidades e intereses ya que en  muchas ocasiones los relegamos a un segundo o tercer plano, para terminar sufriendo las consecuencias.

miércoles, 15 de agosto de 2018

PERSONAS CARENTES DE EMPATÍA






Hay personas que son una luz en nuestro camino y otras que se convierten en oscuridad que entorpece nuestro andar. Del mismo modo, existen personas que harían por nosotros lo inimaginable, y otras que no moverían un dedo por nuestro bienestar. Lo cierto es que cada uno de nosotros se relaciona de diferente manera en cada contexto. Por consecuencia, hay relaciones que enriquecen nuestro camino y otras que no tanto, estas últimas pueden darse con personas carentes de empatía.

¿Alguna vez has notado que hay personas que no comprenden que cometas errores? ¿Te has relacionado con personas que no tienen en cuenta tus pensamientos y sentimientos? Se trata de personas que no cuentan con empatía, personas a las que no les interesa ponerse en el lugar del otro.

La empatía es la capacidad de comprender la visión de la realidad del otro al percibir y ser conscientes de sus sentimientos. Ocurre que hay personas que no cuentan con esta cualidad, por lo que pasaremos a contar cómo son esas personas, qué trastornos pueden estar asociados a ellos y cómo relacionarse con ellos.

Cosas que no hacen los carentes de empatía.

Las personas desinteresadas en los demás, no podrían llegar a tener ciertas actitudes, porque no cuentan con la capacidad o el interés de comprender y percibir los sentimientos del otro. Hay casos de personas desinteresadas que carecen de empatía, Estas son algunas de las cosas que estas personas no hacen:

Preocuparse por ti. No te prestan atención, o porque están centrados en sí, o porque no les importa lo que te sucede.

Sensibilizarse. Aunque les cuentes lo que piensas y sientes no muestran interés en percibir y comprender lo que te sucede.

Confiar. Al no percibir lo que pensamos y sentimos, los carentes de empatía no se sienten seguros de esperar algo de nosotros.

Creer en los sentimientos de los demás. Las personas desinteresadas en los demás dudan de nuestras emociones. Por ello, se muestran fríos ante las mismas.

Tener compasión. No sienten un impulso por aliviar el dolor o el sufrimiento de otros seres.
Si tienes en mente estas características podrá ser más fácil ver en tu entorno quienes no son empáticos. Ten en cuenta que para todo tipo de relaciones hay matices, hay personas que cuentan con poca capacidad de empatía o demasiada.

Carentes de empatía, egoístas.

Las personas carentes de empatía, no se ponen en los zapatos del otro. Por lo cual, desatienden los sentimientos y pensamientos de los demás. Una de las características más sobresalientes en los desinteresados en los demás es el egoísmo.

Así, los carentes de empatía pueden ser muy egoístas, pues piensan en el bienestar propio y dejan a un lado las necesidades de los demás. Entonces, aprovechan la situación para salir beneficiados. De este modo, sacan provecho nuestro.

Además, llevan al límite el hecho de que las relaciones tienen que ser recíprocas, Entonces solo dan si reciben algo a cambio. Así, no dan detalles desinteresadamente. Se relacionan de manera utilitaria, haciendo de la manipulación una forma de vida.

Los carentes de empatía pueden resultarnos personas frías, ya que experimentamos con ellas situaciones desagradables en las que nos sentimos poco comprendidos porque están mirando solo su bienestar. Se trata de personas poco amistosas que no conectan con los demás.

Trastornos asociados a los carentes de empatía.

Todos podemos ser carentes de empatía alguna vez. Sin embargo, hay personas que suelen llevar esta característica por bandera. Algunos trastornos psicológicos están estrechamente relacionados con la falta de empatía, estos son algunos de ellos:

Trastorno narcisista de la personalidad. Las personas son egocéntricas, presentan una preocupación extrema por ellos. Y dejan a un lado a los demás. La falta de empatía en este trastorno de personalidad tiene que ver con que no ven más allá de ellos mismos.

Psicopatía. Consiste en que las personas que no pueden adaptarse a las normas sociales y les cuesta conectar con los demás, por lo que se entiende que son carentes de empatía.

Trastorno límite de la personalidad. La persona suele tener inestabilidad emocional, por lo cual le cuesta mantener relaciones estables. Poseen mayor dificultad para entender y predecir cómo se sienten los otros.

Ahora bien, cuando haces un esfuerzo por explicarle a estas personas la razón por la que te duelen sus reacciones, suelen no comprenderlo e incluso hacerte sentir culpable dándole la vuelta, insistiendo en que eres tú quién se ha portado mal. Ten cuidado, la falta de empatía puede llegar a causar mucho dolor en quienes sí la tienen.

¿Cómo enfrentar a los carentes de empatía?

A algunas personas carentes de empatía no solo les cuesta comprendernos, si no que nos manipulan para obtener lo que desean, te damos algunas ideas para hacer frente a estas personas:

Pon límites. Tú decides hasta qué punto pueden llegar las personas contigo, no las dejes pasar de ahí.

Elije bien a tus amigos. Si sientes que no ve más allá de sus necesidades, no lo elijas. Te causara malestar.

Aplica la asertividad. Comunica lo que quieres decir de la mejor manera. Así quedara claro lo que sientes. De este modo, no confundirás a un carente de empatía.

Aléjate si no sientes una  conexión emocional. Si no percibes que fluye una conexión de tus pensamientos y sentimientos con los de los otros, aléjate. Puedes estar ante un carente de empatía.

Ahora bien, los extremos no nos llevan a ninguna parte. A veces nos podemos equivocar y ver solo nuestros intereses, lo que no significa que no seamos empáticos. Lo importante es saber elegir qué personas tenemos cerca. Y, en quienes depositamos nuestra confianza, porque así sabremos con quienes podemos contar en los momentos difíciles.

Las personas carentes de empatía son verdaderos desinteresados por los demás. Entonces, no son capaces de ponerse en nuestra piel para entendernos. Además, no ven más allá de su mundo, así se mantienen en su zona de confort.

Huye de las personas que le dan la vuelta a tu discurso para hacerte sentir culpable. Solo intentan llevarte a su terreno para conseguir lo que desean. Entonces, son personas controladoras, y frías, que ni expresan verdaderamente lo que sienten, no comprenderán la situación por la que estás pasando.
María Alejandra Castro.


jueves, 9 de agosto de 2018

ARROGANCIA




Que levante la mano quienes se sienten a gusto con las personas arrogantes.
Si hiciéramos esta pregunta en un grupo de personas, no debería sorprendernos de que nadie levantase la mano.

A la mayoría de la gente no le gustan las personas arrogantes, entre otras cosas porque nos hacen sentir mal, nos menosprecian y generan la sensación de inferioridad. Se hecho, la arrogancia es una creencia de superioridad y autoestima exagerada que se manifiesta con afirmaciones excesivas y presuntuosas.

Sin embargo, la actitud arrogante se desarrolla muy temprano en la vida. Un estudio realizado en la Universidad de Yale descubrió que los niños pequeños de entre 5 y 7 años ya muestran cierto pensamiento arrogante pues creen que pueden saber más que  los adultos. En algún momento a lo largo del desarrollo abandonamos esa postura egocéntrica y nos formamos una imagen más objetiva de nosotros mismos y del mundo.

Al parecer, la persona arrogante no da ese paso madurativo, sigue creyendo que puede ganar siempre y, lo que es aún peor, cree que merece ganar siempre. Esto nos indica que, en la base de la arrogancia se esconde una actitud infantil y un problema de autoestima. De hecho, creerse superiores suele ser un mecanismo de defensa que demuestra que en realidad esa persona no tiene tanta confianza en sí misma.

Al respecto, Fulton John Sheen dijo que: “la arrogancia es la manifestación de la debilidad, el miedo secreto hacia los rivales”.

¿Cómo es una persona arrogante? 
La persona arrogante puede parecer atractiva y agradable al inicio, ya que suele transmitir una imagen de seguridad y confianza. Por eso, es normal que caigamos en sus redes, hasta que nos damos cuenta de que todo comienza a girar a su alrededor y dejamos de sentirnos bien en su compañía ya que cada vez nos sentimos más pequeños y menos apreciados.

Deseo exagerado de recibir elogios.
Un rasgo distintivo de la gente arrogante es que buscan constantemente la admiración de los demás. La arrogancia se alimenta de los halagos, por lo que estas personas siempre intentaran sacar a colación sus logros, ya sean reales o ficticios. Por eso, no les gustan las personas seguras que se muestran indiferentes y no caen rendidas a sus pies.
Hablar constantemente de sí mismo. 
La arrogancia está íntimamente vinculada al egocentrismo. Por eso, el tema preferido de una persona arrogante versa sobre sí misma. Esta persona intentará acaparar la conversación para atraer la atención sobre sí. Cuando el tema cambia, intentara reconducirlo hacia sus logros, aunque ello implique interrumpir a los demás. Obviamente, esta persona no muestra mucha empatía, asume las relaciones interpersonales en un solo sentido los demás deben dar y ella solo debe limitarse a recibir.

No reconocer los errores ni aceptar las criticas. 

La gente arrogante defiende su autoestima a capa y espada, por lo que no suele reconocer sus errores. Nunca se equivocan y siempre encuentran una justificación cuando les hacen notar algún error o defecto. La culpa siempre es de otra persona o de las circunstancias, no asumen sus responsabilidades. Por supuesto, tampoco aceptan las críticas. Cuando ven venir una crítica, asumen una actitud defensiva y ni siquiera escuchan lo que les dicen. 

El perdón no existe en su vocabulario.

Dado que las personas arrogantes no hacen nada mal, les resulta muy difícil pedir perdón  o disculparse. Para ellos, el problema siempre radica en la otra persona, por lo que no es extraño que aunque se hayan equivocado, esperen o incluso demanden una disculpa. Esa actitud arrogante es una de las que más problemas generan en sus relaciones interpersonales y la que hace saltar todas las alarmas. 

Intolerancia hacia lo diferente.

Las personas arrogantes critican a los demás, enfatizan los errores y debilidades de quienes no cumplen con sus altos estándares. El problema es que su autoestima se apuntala sobre los “defectos” ajenos ya que necesitan hacer sentir inferiores a los demás para sentirse superiores. En la base de esa intolerancia se encuentra un pensamiento arrogante y dicotómico. A menudo estas personas piensan que las cosas solo se pueden hacer de un modo, lo cual revela una falta de profundidad y perspicacia para apreciar la diversidad. De hecho, la peor arrogancia es la que proviene de la ignorancia. 

 Sobre-compensar las debilidades.

En el cuadro que dibuja cómo es una persona arrogante no puede faltar el temor a que los demás descubran sus puntos débiles, por lo que adoptará una estrategia para sobrecompensarlos con actitudes arrogantes. Por eso, suelen hablar alto, quieren imponer sus ideas sin dar lugar al diálogo y ocultan sus inseguridades tras comportamientos que denotan poder. “El saber y la razón hablan, la arrogancia y la ignorancia gritan”, dijo Arturo Graf. 

Actitud intimidante

Se ha comprobado que la gente arrogante también es socialmente dominante. Estas personas no tienen reparos para expresar su ira, sobre todo contra los más débiles emocionalmente, hasta el punto que llegan a usar estrategias de intimidación para imponer sus puntos de vista y hacer valer su “superioridad”. A menudo la actitud arrogante e intimidante se sustenta en técnicas de intimidación intelectual

¿Cómo tratar a una persona arrogante? 
Si permites que las personas arrogantes entren en tu vida y les das demasiada importancia, pueden terminar haciendo añicos tu autoestima, haciéndote sentir inferior y de escasa valía. Sin embargo, dado que no puedes escapar de ellas, lo más inteligente es aprender a lidiar con sus actitudes arrogantes. 

 No cedas el control.  Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento. Por tanto, se trata de detectar los mecanismos psicológicos que pone en marcha la persona arrogante y no permitir que hagan mella en ti. Aprende a darle a cada comentario o actitud, la importancia que merece, ni más ni menos. No culpes al otro por hacerte sentir inferior, en su lugar pregúntate qué botón ha tocado en tu interior que necesitas reforzar. Puedes aprovechar esa experiencia para conocerte mejor y crecer. 

No le sigas el juego. La soberbia se alimenta de los elogios y la admiración. Por tanto, la actitud arrogante se combate eliminando el combustible que le permite crecer. Eso significa que no debes dejarte impresionar por sus supuestos logros y capacidades. También significa que no debes permitir que te haga sentir poca cosa. Para tratar con una persona arrogante debemos ser conscientes de que todos somos diferentes, tenemos distintas capacidades y debilidades. Y eso no nos hace mejores ni peores que los demás. 

Defiende tu postura. Es importante saber qué batallas merece la pena luchar y cuáles solo nos reportarán un malestar innecesario. Cuando valga la pena, mantente firme en tu postura. Si ves que no es posible mantener una discusión civilizada, puedes zanjar el tema diciendo que respetas su postura, pero no la compartes. 

Haz que se mire al espejo. Si las palabras o actitudes de la persona arrogante te han dañado, no tengas miedo en colocarla delante de un espejo, en el sentido figurado. Explícale lo que piensas de su actitud y los efectos que ha tenido sobre ti. No se trata de asumir un tono recriminatorio y acusativo sino de expresar tu opinión y sentimientos, de manera que esa persona pueda darse cuenta del daño que causa con su actitud arrogante. 

Ríete. El sentido del humor es una excelente coraza contra las personas que, de manera consciente o inconsciente, quieren hacernos daño. Por tanto, usa el sentido del humor como un arma a tu favor para proteger tu integridad psicológica. Encontrarle el lado absurdo a los comentarios y actitudes de las personas prepotentes te ayudará a no sentirte intimidado. 

miércoles, 8 de agosto de 2018

LA LEY DEL ESPEJO




“solo entendiendo la razón por la cual no te gusta lo que ves en otra persona podrás avanzar”


La Ley de la Vibración sería la ley más importante de este Multiverso. Esta ley viene a decir que todo vibra, todo en este universo tiene una vibración. Y todo tiene una vibración determinada.

Dos aspectos de esta ley que trabajan con la base de que todo vibra serían 
La ley del espejo,  que nos muestra a través de los demás, aquello de lo que necesitamos ser conscientes para aligerar la carga que llevamos a la espalda. Que en su mayoría, son asuntos no solucionados. Y la Ley de la Atracción que nos dice que vibraciones similares se atraen. Como un imán.
§  

¿Qué es un espejo? ¿Para qué sirve?

Básicamente, un espejo es una superficie que devuelve la imagen de aquello que se refleja en él..
Lo que se refleja en el podemos ser nosotros mismos, preparándonos para salir de casa, por ejemplo.  Justo en este momento comprobamos cual es la imagen que enseñamos al mundo. Y si no nos gusta, nos retocamos el pelo, nos cambiamos la ropa, los accesorios…
Lo que se refleja en él puede ser lo que tenemos detrás. Usando el escudo como Perseo, que no iba a mirar a los ojos a Medusa.
Sitúate frente a un espejo. Mira tu pelo, te acabas de despertar, tu pelo esta despeinado. Cierra los ojos, y mantenlos cerrados ¿Qué sucede? ¿Tú desapareces? ¿Tú pelo sin peinar desaparece? ¿Tu pelo se peina solo? Lo que tienen los espejos, es que si te pones frente a ellos, y cierras los ojos, se sigue reflejando lo que pasa. Y esto, es lo que nos pasa en la vida diaria, vamos con los ojos cerrados y no vemos los espejos.
Pero, al igual que ya sabemos cómo usar el espejo del baño para comprobar cuál es la imagen que mostramos al mundo;
Podemos usar los espejos del mundo para nuestro desarrollo personal.
Para qué sirve la ley del espejo
 Gracias a los espejos del mundo, podemos ir quitándonos todo el peso de nuestras mochilas. Esas, que llevamos a la espalda, y que llegado el momento, pesan tanto que no nos dejan movernos. Nosotros decimos que es la edad, que determinadas cosas a determinada edad no se pueden cambiar. Se puede.
Mediante la observación y posterior aceptación de los espejos podemos ir vaciando las mochilas poco a poco.

¿Cómo reconocer los espejos? ¿Este espejo es realmente mío?

Nuestros espejos se muestran en nuestro día a día de una forma muy sencilla. Cuando algo nos molesta de otra persona, es un espejo.
Tenemos que recordar que todas las personas que nos rodean, todas las cosas que nos rodean, no están allí por casualidad, están por causalidad. Están para mostrarnos algo.  Todas las personas que nos rodean todas las pequeñas cosas que nos molestan de ellos, es algo que nos molesta de nosotros mismos.
No tiene por qué ser conocidos. También pueden ser completos desconocidos, que te enseñan algo. Personas que se te cruzan el tu camino.
Recuerda, nuestra mochila se proyecta hacia fuera para que la limpiemos. Y nos da pistas para que sepamos por donde mirar.

 Algo que me molesta en otro es algo que está en mí. 

Es algo que está en mí. Que no me gusta. Y que no lo sé. Si yo lo supiera y si estuviera aceptado, o fuera consciente no, no me molestaría.
Los espejos se nos suelen presentar de distintos modos.
Si vas por la calle, estás en el trabajo, con la familia...sabremos que estamos delante de un espejo cuando sintamos una reacción desmedida contra algo, si algo te afecta de tal forma que tienes sentimientos negativos como humillación, impotencia, frustración, odio, rabia.
Alguien te dice: ¿Pero cómo te coges semejante enfado por esa chorrada? O algo similar
¡Uy! qué mala espina me da, eso sigue siendo el espejo, por mucho que siguiendo la evolución de la persona resulte que ese instinto es correcto. Eso que no te gusta lo tienes dentro de ti. Y puede salir.
Estas hablando con un amigo y de repente te ves dándole un consejo. Mira, donde puedes aplicar ese consejo en tú vida. Lo mismo si hablas de un tercero.
También puedes sentarte tranquilamente en el sofá y responder a preguntas como las que escribo a continuación. Pregúntate:
¿Qué es lo que más odia?
¿A quién no puedes perdonar?
¿Qué es lo que menos te gusta de ti? (Criticate un poco, pero solo como ejercicio)
¿De qué te quejas?
¿Qué cosas etiquetas como malo?

Trabajando con  la ley del espejo

Para usar el espejo, en tu día a día, no se necesita mucho. Estar atento a las situaciones y ya pasado el momento reflexionar sobre ello.
Esta ley, te recuerdo que

nos enseña a autobservarnos para avanzar cambiando patrones de comportamiento.

Técnica 1

Hay veces que con hacerle una reflexión sobre tema es suficiente para avanzar
Hay veces en las que toca aplicar un cambio de comportamiento, una nueva acción, después de la reflexión. Una de mis frases preferidas es la de Eisntein definiendo la locura. Locura es hacer siempre lo mismo y esperar obtener distintos resultados. Y esto es algo que aplicar con la ley del espejo.

Técnica 2

Te recuerdo que estamos usando el espejo para vaciar la mochila que no nos deja avanzar. Y eso implica que en algún momento nos vamos a tropezar con algo que tenemos metido al fondo de la mochila. Muy al fondo. Algo que queremos olvidar, porque recordarlo duele.
Pero eso es lo que estamos haciendo, sacando a la luz las cosas de nuestra mochila porque eso es lo que hace el espejo  ILUMINAR.
Cuando estas cosas aparecen, me suelen llevar más tiempo limpiarlas puesto que los recuerdos van saliendo poco a poco, a veces envueltos con un montón de sentimientos.
Estos espejos suelen ser dobles. Es decir, yo repito un patrón que hicieron conmigo. Probablemente a la que la persona que me lo hizo se lo hizo, o lo vivió también. Y para sanar esto tengo que perdonar, y cambiar mi patrón de comportamiento.
1.- Reflexionar sobre asunto
2.- Perdonar Yo no necesito saber porque la otra persona hizo lo que hizo. A veces ni siquiera tengo que hablar con ella para perdonar. Puede que esté lejos, que no sepa como localizarla, que no crea que haga falta o que no quiera.

Paso 1: Reflexionar sobre el asunto

Esta vez para reflexionar sobre el asunto cojo papel, lápiz y a veces, una caja de kleenex….
Suelo empezar con algo tipo mapa mental, es decir, escribo la palabra clave en el centro y desde allí, añado palabras clave, sobre todo para no cortar el proceso de pensamiento.
Tienes que localizar a la persona que espejas. Busca a las personas que en tu vida estén pasando lo mismo que tú, ahora o cuando era pequeño.
Una vez localizada, toma un folio en blanco, escribe lo que sientes por esa situación. Desahógate. En serio. Aunque salgan insultos, plásmalo… No te cortes. Esta hoja es solo para tus ojos.
Esto te puede llevar un tiempo. No pasa nada. El que marca el ritmo aquí eres tú.
No hace falta que escribas lo siguiente, pero puedes reflexionar sobre porque esa persona hizo lo que hizo. Intenta ponerte en la piel del otro. Entender su situación. Eso no quiere decir que lo juzgues como bueno o malo. Sino, solamente busca el porqué, intenta ver la situación desde fuera, como si estuvieras escribiendo una novela, y estuvieras presentando a los personajes. . ¿Qué habrías hecho en su lugar? ¿Qué podrías haber pedido en esos momentos que no pediste?
Esta reflexión nos lleva a perdonar y a cambiar los patrones de comportamiento.

Paso 2: Perdonar y cambiar patrones

Una vez reflexionado sobre el tema, eres tú quien decide si quiere sacar el tema con esa persona. Y disculparte. Sí. Disculparte por la parte que tú sientes incorrecta. O contarle como te hubiera gustado que se resolviera la situación. Hablar de un tema que tienes pendiente.
Antes de nada, tienes que sentarte contigo mismo y reflexionar si puedes mantener esa conversación. Es decir, si no tienes una idea clara de cómo se puede cambiar el patrón. Quizá es mejor que postergues esa charla, ya que lo que buscas es zanjar el tema. No avivar las ascuas.

Paso 3: Cortando lazos

Este tercer paso solo lo recomiendo si esa realmente crees que no tienes forma, (ni ganas) de contactar con esa persona o paso ya hace mucho, mucho tiempo. Y por supuesto, solo después de haber realizado los dos primeros pasos. Un lazo energético es una conexión energética con otra persona. ¿Recuerdas cuando contestas al teléfono y la persona que llama es en la que estabas pensando? Pues bien, esa conexión es un lazo energético.
Solamente cortaremos los lazos energéticos cuando no podamos contactar con la otra persona. Bien porque ya está muerta. O bien porque pese a nuestros esfuerzos, no nos coge el teléfono, ni el correo, no somos capaces de localizarla…
Los lazos energéticos que vamos a cortar son los que unen el chakra del corazón. Es decir, iría de tu chakra a su chakra.
Así que sentamos, tranquilamente, sin que nada nos interrumpa. Cerramos los ojos y respiramos profundamente.
Repensamos la situación con la otra persona. Aquello que sentimos que no hicimos nosotros, aquello nos hizo él.  Cuéntatelo a modo de resumen.
Visualiza el lazo con esa persona y agárralo con una mano.
Con la otra mano, coge unas tijeras (imaginarias)
Cuando estés listo. Di
“Lo siento. Perdona. Gracias por lo que me has enseñado. Y adiós”
Y corta el lazo.

Conclusión

La ley del espejo como ves es realmente sencilla de usar y de reconocer, ahora bien, he de reconocer que a veces las lecciones que nos enseña son duras. Se necesitas honestidad con uno mismo y constancia. En esos momentos especialmente duros, recuerda todo el potencial que tienes dentro. Recuerda tus sueños…. Te aseguro que el esfuerzo vale la pena.
Fuente: Nexo

sábado, 4 de agosto de 2018

SUPRESIÓN Y REPRESIÓN






La supresión y la represión, son las formas más comunes de tapar los sentimientos y dejarlos a un lado. En la represión, esto sucede inconscientemente;  en la supresión, ocurre de modo consciente. No queremos que nos molesten nuestros sentimientos y, además, no sabemos qué hacer con ellos.
Sorteamos el sufrimiento que nos producen y tratamos de seguir funcionando lo mejor posible. 

Elegimos los sentimientos que serán suprimidos o reprimidos en conformidad con los programas conscientes e inconscientes que llevamos con nosotros por costumbre social o educación familiar. Luego, la presión de los sentimientos suprimidos se manifiesta como irritabilidad, cambios de humor, tensión en los músculos del cuello y la espalda, dolores de cabeza, calambres, trastornos menstruales, colitis, indigestión, insomnio, hipertensión, alergias y otras condiciones somáticas.

Reprimimos un sentimiento cuando nos produce tanta culpa y miedo que ni siquiera podemos afrontarlo. Apenas amenaza con emerger es lanzado instantáneamente al inconsciente. Más adelante, el sentimiento reprimido será gestionado de diversas maneras para asegurar que siempre se mantenga fuera de la conciencia.

De los mecanismos utilizados por la mente para mantener el sentimiento reprimido, la negación y la proyección son quizá los más conocidos, ya que tienen a ir juntos y a reforzarse mutuamente. La negación deriva en bloqueos importantes de las emociones y la maduración. Generalmente, va acompañada por el mecanismo de la proyección. Como consecuencia de la culpa y el miedo, reprimimos el impulso o el sentimiento y negamos su presencia en nosotros.

En lugar de sentirlo, lo proyectamos sobre el mundo y los que nos rodean. Experimentamos la sensación de que les pertenece a “ellos”. Entonces ellos se convierten en el enemigo, y la mente busca y encuentra justificación para reforzar la proyección. La culpabilidad se sitúa en las personas, los lugares, las instituciones, los alimentos, las condiciones climáticas, los acontecimientos astrológicos, las condiciones sociales, el destino, Dios, la suerte, el diablo, los grupos étnicos, los extranjeros, los rivales políticos y otras cosas fuera de nosotros mismos.

La proyección es el principal mecanismo utilizado en el mundo de hoy. Es el responsable de todas las guerras, los disturbios y los desórdenes civiles. Incluso se anima  a odiar al enemigo para convertirse en un “buen ciudadano”. Mantenemos nuestra autoestima a costa de los demás y, con el tiempo, esto deriva en descomposición social. El mecanismo de la proyección subyace a los ataques, la violencia, la agresión y demás formas de destrucción social.
Dr. David R. Hawkins.