LOS DOCE TRABAJOS DE HERCULES.

INTRODUCCIÓN
A 
LOS 12 TRABAJOS DE HERCULES.
Hércules es el héroe más conocido de la mitología clásica. Hijo de Zeus, es el último héroe que este engendro en una mujer mortal, al enamorarse de Alcmena, hija de Electrión, a la que encontrándose ella en Tebas, engaña presentándosele con la figura corporal de su marido. Su historia, hijo de mujer humana y del Rey de los Dioses, nos hace reflexionar sobre nuestra propia naturaleza; rodeados de materia y de naturaleza material somos mortales, sin embargo, todos somos en esencia espíritus inmortales.

Estamos acostumbrados a la forma pero nuestra finalidad es experimentar, conocer y unificar que somos parte del Universo. Esto se consigue mediante un proceso de introspección y allí, en nuestro interior reconoceremos nuestro verdadero Ser.

En la historia de Hércules encontraremos pruebas, derrotas y logros que se nos presentan en  esta vida. Los 12 trabajos que Hércules realizo, representan la disciplina del hombre que avanza en su camino evolutivo. Él representa al encarnado, aun no perfeccionado, que con determinación toma en sus manos su naturaleza inferior y voluntariamente la sujeta a la disciplina que hará que resurja su divinidad.

Investigaremos la historia de Hércules a medida que pasaba por los 12 signos del Zodiaco. 

En cada signo él expresaba sus características, y en cada signo, lograba un conocimiento nuevo de sí mismo, y a través de ese conocimiento demostraba el poder del signo y adquiría los dones que el mismo confería. En cada uno de los signos lo encontraremos venciendo sus tendencias naturales, controlando y gobernando su destino.

Los 12 trabajos de Hércules  representan  la historia de un año solar de 12 meses, y son las 12 cualidades con las que tenemos que trabajar en nosotros. Se pueden tardar 12 meses, 12 años o 12 vidas en experimentarlos , Hércules tardo 12 años. 

Comenzó a trabajar en el sendero ocultista bajo la guía de un Maestro que fue instruido por Júpiter.

Combinando esta historia astrológica y simbólica de la vida diaria y las pruebas de los tiempos actuales, contaremos la historia de las tareas que emprendió Hércules, y las pruebas a las que le sometió el Rey Euristeo, estudiando luego el significado del signo en el cual lugar, pues hay un vinculo estrecho entre los dos, y hay que tener en cuenta que el trabajo se hizo posible gracias a las características conferidas a Hércules en el signo en particular.

Los seres humanos estamos inmersos en la forma y vivimos bajo la influencia del aspecto materia, por lo que seguimos necesariamente el sendero de la ilusión y de las apariencias; pero el alma, sigue el verdadero Camino, invierte el procedimiento habitual y, es entonces cuando el alma despierta comprendiendo que ha llegado el día de manifestarse y demostrar sus capacidades. Se da cuenta de que esta equipado con todos los poderes divinos, sin embargo, hasta ahora, no sabia como usarlos, simbólicamente ha cortado para sí mismo un garrote, con su propio esfuerzo, y con el asciende a la cruz ,la  cruz fija de los cielos, en el cual permanecerá en espíritu hasta que el último trabajo sea realizado.


Los siete regalos.


Antes de comenzar los 12 trabajos Hércules fue bendecido por su Maestro, y muchos Ángeles y Dioses respondieron a su ruego aportándole un “arma” eficaz para vencer en las  pruebas, para lo cual debía utilizarlas correctamente.

LA CORAZA

Vulcano, el dios del fuego, le dio a Hércules una coraza. si la energía de Vulcano  es estimulada en nosotros nos impulsa a progresar en el Sendero. Vulcano a nuestro lado nos aporta la aspiración ardiente, ya que es el dios del fuego, y este nunca se apaga hasta que nos demos cuenta de que nosotros mismos somos el fuego. La coraza es el escudo protector que evita que nos desviemos del Sendero.

LA ESPADA.

Luego Mercurio visito a Hércules y le dio una espada muy brillante; es la espada del discernimiento con la que podamos ver claramente el programa del Alma y el programa de la personalidad. Estamos atrapados por los programas de nuestra mente, por los sentidos y por nuestro cuerpo, más de lo necesario. Muchas veces nos vemos envueltos en asuntos sin importancia, discusiones innecesarias y somos críticos respecto a los demás, juzgando y criticando a los que no están presentes, ya que si estuvieran no tendríamos valor para hacerlo. También escuchamos lo que debemos, lo que repercute negativamente en nuestro cuerpo mental, apartándonos del programa del Alma que estamos intentando incorporar en nosotros. Por muy sabios que seamos, actuamos de modo contrario cuando no tenemos discernimiento en el momento adecuado. La espada representa el Buddhi, la Luz del Alma, y es lo que nos ayuda en nuestro viaje hacia la Verdad.

LOS DOS CABALLOS.

Neptuno le regala a Hércules dos caballos. El caballos tiene un profundo simbolismo en las Escrituras, generalmente se refiere a la “mente”. En un aspecto el caballo representa los sentidos y el correr para satisfacerlos. En otro aspecto representa la energía vital. También representa la expansión y la contracción de la Luz, hay periodos en los que la Luz se expande y periodos en los que se contrae, eso es lo que ocurre cuando uno aprende a exteriorizarse y a interiorizarse manteniéndose en sintonía con la Naturaleza, ya que esta tiene esa doble cualidad expansión y contracción, de esa forma sabemos cuando actuar y cuando permanecer en silencio.  Los dos caballos gemelos representan la doble capacidad de sintonizar con el interior y con el exterior, cuando el tiempo favorezca la acción actuaremos, y cuando el tiempo no favorezca la acción no actuaremos. Hacer las cosas a tiempo es la esencia del éxito.

EL ARCO Y LA FLECHA.

El dios solar Apolo le dio a Hércules un arco con flechas. Siempre que  nos encontremos con un arco y una flecha en las escrituras hemos de relacionarlo con Sagitario; el discípulo es la flecha, la meta es la Consciencia Maestra. El arco es la clave para lanzar la flecha hacia círculos superiores. El discípulo es el fuego de la materia (fuego por fricción), el Maestro es el fuego Eléctrico, el arco es el medio para llegar al fuego, El arco es  el medio o la llave maestra y representa a la Palabra Sagrada. “OM”,  la Palabra Sagrada es el arco. Así el dios solar le concedió el arco y las flechas a Hércules; es decir, que inicio a Hércules en la Palabra Sagrada.

LA TÚNICA.

 Minerva, la diosa de la sabiduría, comenzó a tejer una hermosa túnica para Hércules. Tejer la túnica representa la formación del cuerpo etérico en el ser humano; es el cuerpo de Luz que se va formando en nosotros cuando trabajamos en la presencia del Maestro espiritual consiguiendo alcanzar una evolución adecuada, entonces este cuerpo se formara por completo. Todos estos conceptos se hacen realidad cuando se trabaja adecuadamente, dicen que para ello necesitamos trabajar durante 12 años siguiendo las instrucciones de un Maestro de Sabiduría.

LA MAZA.

Llegado el momento, el mismo Hércules comenzó a preparar un arma, el arma era una maza, la cual dicen que fue cortada del árbol de la vida. La maza es el símbolo de la residencia del hombre en el sistema cerebro-espinal. Es decir que Hércules comenzó a experimentar su mismo ser en presencia del Maestro y en presencia de los ángeles. La historia dice que la maza era la especialidad de Hércules. Esa maza es la que hay que formar dentro del ser, más que formarla, la tenemos que experimentar, porque ya existe.

Estos son los 6 regalos que Hércules obtuvo en presencia del Maestro, que era el séptimo regalo.

La historia de Hércules demuestra la importancia de estar centrados en la consciencia del YO SOY.  La comprensión de que formamos parte de un Todo y de que lo que actúa a través de nosotros es el Todo como un Océano Cósmico, hará que superemos muchas limitaciones y que expresemos muchas virtudes que tenemos en nuestro interior sin esfuerzo.



TRABAJO I.

Aries



LA CAPTURA DE LAS YEGUAS DEVORADORAS DE HOMBRES

Este primer Trabajo de Hércules se centra en la energía de Aries. El cual esta regido por el planeta Marte, aquí Hércules tiene que empezar a ganar control en el mundo del pensamiento, y reconocer el gran poder que tiene su mente y el daño que puede causar con ella si no esta educada; por consiguiente, tiene que aprender como usarla correctamente.

Este Primer Trabajo encierra la fuerza del impulso (Marte), y este impulso puede ser de tres tipos: el impulso de empezar cosas (ego); el impulso de lograr la liberación de la forma (Alma) para crear un mundo mejor; el impulso de la resurrección (Mónada).

EL MITO.

El Primer gran Portal estaba abierto de par en par. Una voz llego a través de ese portal: “Hércules, hijo mio, sal. Pasa por el Portal y entra en el camino. Realiza tu trabajo y vuelve a mi, relatando el hecho”.

Con gritos de triunfo Hércules se lanzo, corriendo entre los pilares del Portal con arrogante confianza y seguridad de poder. Y así el trabajo empezó; el primer acto de servicio había comenzado.

El hijo de Marte, Diomedes, de ardiente fama, gobernaba las tierras más allá del Portal, allí, en los pantanos criaba caballos y yeguas para la guerra. Los caballos eran salvajes y feroces las yeguas, los hombres temblaban al oírlos pues asolaban la tierra produciendo gran daño, matando a los hijos de los hombres que se cruzaban en su camino y engendrando constantemente caballos más salvajes y malignos.

“Captura estas yeguas y detén estos actos malvados”, fue la orden que llego a los oídos de Hércules. “Ve, libera esta tierra lejana y a los que viven en ella”.

“Abderis”, grito Hércules, “Adelántate y ayúdame en esta tarea”, llamando al amigo a quien amaba profundamente y quien le seguía siempre en sus pasos mientras iba de un lugar a otro. Y Abderis se adelanto y tomó su lugar al lado de su amigo y con el enfrento la tarea. Trazando todos los planes con cuidado, los dos siguieron a los caballos mientras recorrían las praderas y los pantanos. Finalmente Hércules arrincono a las yeguas salvajes dentro de un campo donde no podían escaparse, y allí las atrapo y las maniato. Luego dio un grito de alegría por el triunfo logrado.

Era tan grade su deleite en la proeza realizada que considero por debajo de su dignidad agarrar las yeguas o conducirlas por el camino hacía Diomedes. Llamó a su amigo y le dijo: “Abderis, ven acá y conduce estos caballos a través del Portal”. Y entonces volvió la espalda y orgullosamente marchó hacia adelante.

Pero Abderis era débil y temía a la tarea. No pudo retener las yeguas, o ponerles los arneses y conducirlas a través del Portal tras las huellas de su amigo. Se volvieron contra él; le desgarraron y le pisotearon; le mataron y huyeron a las más salvajes tierras de Diomedes.

Más prudente, desconsolado, humilde y desanimado, Hércules volvió a su tarea. Busco de nuevo a las yeguas de lugar en lugar, dejando a su amigo agonizando sobre la tierra. Nuevamente atrapó a los caballos y los condujo a través del Portal. Pero Abderis yacía muerto.

El Maestro lo examinó con cuidado y envió a los caballos al lugar de reposo, para ser domados. La gente de esa tierra, liberada del temor, dio la bienvenida a quien les había liberado, aclamando a hércules como salvador. Pero Abderis yacía muerto. El Maestro se volvió hacía Hércules y dijo: “El primer trabajo está terminado; la tarea esta hecha, pero mal hecha. Aprende la verdadera lección de esta tarea y luego pasa a otro servicio para tu prójimo. Sal a la región custodiada por el segundo Portal y encuentra y haz entrar al toro sagrado al Lugar Sagrado.

El significado de la prueba es que Hércules tenía que empezar en el mundo del pensamiento a ganar control mental. Durante eras las yeguas madres del pensamiento habían estado engendrando caballos guerreros y, a través de los pensamientos equivocados, palabras equivocadas e ideas erróneas, habían estado devastando la comarca. Cualquiera de nosotros puede comprobar que posee estas devastadoras yeguas madres; si durante un día entero ponemos atención a nuestros pensamientos y a las palabras que hablamos, que son el resultado de nuestros pensamientos, descubriremos que las yeguas madres de nuestros pensamientos están constantemente siendo alimentadas por el egoísmo y la ilusión. Hércules, El alma, y Abderis, la personalidad se necesitaban al unísono para guardar a esos caballos devastadores, pero Abderis (personalidad), no era lo suficientemente fuerte, y lo que había estado ocurriendo a la gente de la vecindad, le ocurrió a Abderis; ellos lo mataron. Este es un ejemplo del trabajo de la gran ley, que pagamos el precio de nuestra propia naturaleza y de las palabras y acciones equivocadas,

El significado práctico del poder del pensamiento, esta bien explicado en las palabras de Thackeray:

“Siembra un pensamiento, y cosecha una acción.

Siembra una acción, y cosecha un hábito.

Siembra un hábito, y cosecha un carácter.

Siembra un carácter y cosecha un destino”.



TRABAJO II.

TAURO.




“LA CAPTURA DEL TORO DE CRETA”

La consumación del trabajo emprendido en el signo de Tauro, es la glorificación de la materia y la subsiguiente iluminación a través de su medio.

Tauro es una de las constelaciones más interesantes en el zodiaco, en ella se encuentra la magnífica estrella fija Aldebarán, que es una de las razones por las que se considera a esta constelación, como confiriendo iluminación. Tauro esta regido por el planeta Venus, símbolo del amor terrenal y celestial. En este signo se encuentran Las Pléyades, y entre ellas Alcione, que es el Sol central de nuestro universo, alrededor de ella gira nuestro Sol acompañado de sus planetas. Las Pléyades son el símbolo del alma alrededor de la cual gira la rueda de la vida. Tenemos también que recordar que el signo de Tauro es el opuesto a Escorpio, y estos dos signos constituyen el campo de un estupendo esfuerzo por parte de Hércules; pues en uno lucha con el problema del sexo, (Escorpio), y en otro tiene que vencer la gran ilusión de la materia, (Tauro).

EL MITO

Aquel que preside habló el Maestro del hombre cuya luz brillaba entre los hijos de los hombres que son los hijos de Dios.

“¿Dónde está el hombre que se mantuvo con poder delante de los Dioses, recibió sus dones y entro por el primer portal abierto de par en par para trabajar en su tarea?”.

“El descansa, oh, Gran Presidente, y reflexiona acerca de su fracaso, se lamenta por Abderis y busca ayuda dentro de sí mismo.”

“Está bien. Los dones del fracaso garantizan el éxito, cuando son correctamente comprendidos. Que proceda a trabajar una vez más, que entre por el segundo Portal, volviendo prontamente”.

El segundo Portal estaba abierto de par en par, y desde la luz que velaba la escena distante, una voz emergió y dijo: “Pasa a través del Portal. Sigue tu camino. Realiza tu trabajo y vuelve a mí, informándome sobre el hecho”.

Solo y triste, consciente de la necesidad y consumido por profunda pena. Hércules pasó lentamente entre los pilares del Portal a la luz que brillaba donde estaban los toros sagrados. En el horizonte se levantaba la hermosa isla donde moraba el toro, y donde hombres arrojados podrían entrar en ese vasto laberinto que los atraía hasta el aturdimiento; el laberinto de Minos, Rey de Creta, el guardián del toro.

Cruzando el océano hacia la soleada isla, Hércules emprendió su tarea de buscar y encontrar al toro, y conducirlo al Lugar Sagrado donde moran los hombres de un solo ojo. De un lugar a otro persiguió al toro, guiado por la fulgurante estrella que brillaba sobre la frente del toro, una brillante lámpara en un sitio oscuro. Está luz, moviéndose a medida que el toro se movía, lo conducía de un lugar a otro. Solo, buscaba al toro, solo lo perseguía hasta la guarida, solo lo capturó y monto sobre su lomo. A su alrededor permanecían las Siete Hermanas (Pléyades). Estimulándole  en su camino y, en la resplandeciente luz, el conducía al toro a través de la brillante agua hasta la isla de Creta sobre la tierra donde moraban los tres Ciclopes.

Estos tres hijos de Dios esperaban su regreso, vigilando su progreso a través de las olas. Él condujo al toro como si éste fuera un caballo, y con las hermanas cantando a medida que marchaba, lo acercó a la tierra.

“Viene con fuerza” dijo Brontes, y fue a encontrarlo en la ribera.

“Conduce en la luz”, dijo Steropes, “su luz interior será más brillante”, luego se avivo la luz en repentina llama.

“Viene deprisa”, dijo Arges, -“esta conduciendo a través de las olas”.

Hércules se acercó, empujando al toro sagrado sobre el camino, arrojando la luz sobre el sendero que conducía de Creta al Templo del Señor, dentro de la ciudad de los hombres de un solo ojo. Sobre la tierra firma, a la orilla del agua, estos tres se pararon y se apoderaron del toro, quitándoselo así a Hércules.

“¿Qué tienes tú ahí?”, dijo Brontes, deteniendo a Hércules sobre el camino.”

“El toro sagrado, oh, Dios”.

“¿Quién eres tú?, dinos ahora tu nombre”, dijo Steropes.

“Yo soy el hijo de Hera, un hijo de hombre y sin embargo un hijo de Dios. He realizado mi tarea”, “Lleva ahora el toro al Lugar Sagrado y sálvalo de una esperada muerte. Minos deseaba su sacrificio”.

“¿Quién te dijo que buscaras y salvaras así al toro?”, dijo Arges, moviéndose hacia el Lugar Sagrado.

“Dentro de mi sentí el impulso y busque a mí Maestro. El me envió al Camino, y tras larga búsqueda y muchos dolores, encontré al toro. Ayudado por su sagrada luz, lo conduje a través del divino mar a este Lugar Sagrado.

“Ve en paz, hijo mio, tu tarea está hecha”.

El Maestro lo vio venir y salió a su encuentro en el Camino.  “Viniste con las manos vacías, oh, Hércules”, dijo el Maestro. “Tengo las manos vacías, porque he cumplido la tarea a la cual fui asignado. El toro sagrado está a salvo, en lugar seguro con los Tres. ¿Y ahora qué?.

“Dentro de la luz tu verás luz; camina en esa luz y allí ve la luz. Tu luz debe resplandecer más brillante. El toro está en el Lugar Sagrado”.

Y Hércules se tendió sobre la hierba y descanso de su trabajo. Luego el Maestro se volvió hacia Hércules y dijo: “El segundo trabajo está cumplido, y la tarea fue fácil. Aprende de está tares la lección de la proporción. Fuerza para realizar la ardua tarea; buena voluntad para hacer la tarea que no somete a esfuerzo tus poderes; así son las dos lecciones aprendidas. Levántate  pronto y busca la región, guardada por el tercer Portal, encuentra las manzanas de oro. Tráemelas aquí”.

El Tibetano.



La lección que se debe aprender en este signo, es lograr justa comprensión de la ley de atracción y justo uso y control de la materia. Aquí podemos advertir que Minos, Rey de Creta, que poseía el toro sagrado, también poseía el laberinto en el cual vivía el Minotauro, y el laberinto ha sido siempre el símbolo de la gran ilusión. La palabra “laberinto”, viene de una vieja palabra inglesa que significa aturdir, confundir, enredar. La isla de Creta con su laberinto, estaba separada de la tierra firme, y la ilusión y el aturdimiento son características del YO separado, pero no del alma en su propio plano. El toro simboliza para Hércules el deseo animal en el mundo de las formas, que es el mundo de la gran ilusión, donde Hércules es una unidad separada, dividida de la tierra firme, por el mundo de la ilusión y el laberinto, que es donde él vive. El toro del deseo tiene que ser asido, dominado y perseguido de un lugar a otro en la vida del Yo separado, hasta que llegue el momento en que se pueda cabalgar sobre él. Montar a un animal en los mitos antiguos, significa control

El toro no es matado, es montado y guiado, bajo el poder del hombre.


TRABAJO III

GÉMINIS.




“RECOGIENDO LAS MANZANAS DE ORO DE LAS HESPÉRIDES”



EL MITO.

Lejos, en una región distante, crecía el árbol sagrado, el árbol de la sabiduría,  en él crecían las manzanas de oro de las Hespérides. La fama de estas dulces frutas había llegado a tierras distantes, y todos los hijos de los hombres, quienes se sabían que eran asimismo  los hijos de Dios, las deseaban. Hércules, También sabía de esas frutas, y cuando salió la orden de buscarlas buscó al Maestro, preguntándole el camino para ir y encontrar el árbol sagrado y recoger las manzanas.

“Dime el camino. Oh Maestro de mi alma. Yo busco las manzanas y las necesito rápidamente para mi provecho. ¡Muéstrame el camino más rápido y YO iré!". "No es así, hijo mío”, replico el Maestro, “el camino es largo. Sólo dos cosas te confiaré, y luego a ti te corresponderá probar la verdad de lo que digo Recuerda que el árbol sagrado está bien custodiado. Tres hermosas doncellas aprecian el árbol protegiendo bien su fruto. Un dragón de cien cabezas protege a las doncellas y al árbol. Guárdate bien de la fuerza demasiado grande para ti, de los engaños demasiado sutiles para tu comprensión. Vigila bien. La segunda cosa que te diría es que tu búsqueda te llevará donde te encontrarás con cinco grandes pruebas en el camino. Cada una te proporcionará el ámbito para la sabiduría, la comprensión, la destreza y la oportunidad. Vigila bien. Me temo, hijo mío, que tú fracasarás  en reconocer estos puntos sobre el Camino. Pero sólo el tiempo lo mostrará. Dios te acompaña en tu búsqueda". 

Hércules salió al Camino, seguro de sí mismo, de su sabiduría y fuerza. Pasó a través del tercer Portal, yendo rectamente al norte. Anduvo por toda la tierra buscando el árbol sagrado, pero no lo encontró. A todos los hombres que vio les preguntó, pero ninguno le pudo conducir a él, nadie conocía el lugar. El tiempo paso, no obstante, buscaba todavía de lugar en lugar y volviendo muchas veces sobre sus pasos hacía el tercer Portal. Triste y desanimado buscaba, por doquier.

El Maestro, vigilando desde lejos, envió a Nereo para ver si podía ayudar. Éste, vino repetidas veces en forma variable y con diferentes palabras de verdad, pero Hércules no respondía, ni sabía que el mensajero era para él. Aunque era hábil con la palabra y sabio con la profunda sabiduría de un hijo de Dios, Nereo fracasó, pues Hércules estaba ciego. No reconoció la ayuda tan sutilmente brindada. Presentado de nuevo al fin con tristeza al Maestro, Nereo hablo del fracaso. “La primera de las cinco pruebas menores ha pasado”, respondió el Maestro, “y el fracaso caracteriza esta etapa. Que Hércules prosiga”.

No encontrando el árbol sagrado en el camino del norte, Hércules volvió hacía el sur y en el lugar de la oscuridad continuó con la búsqueda. Al principio soñó con un éxito rápido, pero Anteo, la serpiente, le encontró en ese camino y lucho con él, venciéndole en todas las ocasiones. “Ella custodia el árbol”, dijo Hércules, “esto se me dijo; el árbol debe estar muy cerca de ella, debo acabar con su guardián y así, destruyéndolo, abatir el árbol y coger el fruto”. Sin embargo, a pesar de luchar con mucha fuerza, no triunfo. “Dónde está mi falta?” dijo Hércules.  “¿Por qué Anteo puede vencerme?”. Si aun cuando niño yo destrocé una serpiente en mi cuna. Con mis propias manos la estrangule. ¿Por qué fracaso ahora?”. Luchando nuevamente con todo su poder, asió la serpiente con ambas manos, elevándola en el aire y alejándole del suelo. ¡He aquí la hazaña fue hecha¡. Anteo, vencido, dijo: “Yo vengo otra vez con diferente apariencia en el octavo portal. Prepárate de nuevo para  luchar”.

El Maestro contemplando desde lejos, vio todo lo sucedido, y habló al Gran Presidente en la Cámara del Concilio del Señor, refiriéndole la hazaña. “La segunda prueba ha pasado. El peligro ha sido superado. El éxito obtenido en esta ocasión marca su sendero”. Y el Gran Presidente respondió: “Que siga adelante”.

Feliz y confiado, Hércules continuó, seguro de si mismo y con nuevo ánimo para la búsqueda. Se volvió hacia el oeste ahora y, al volverse, encontró el desastre. Entró sin pensar en la tercera gran prueba y el fracaso le encontró y demoró su avance por largo tiempo. Pues allá encontró a Busiris, el gran engañador, hijo de las aguas, pariente cercano de Poseidón. Su trabajo es conducir a los hijos de los hombres al error, a través de palabras de aparente sabiduría. El afirma conocer la verdad y con rapidez ellos creen. Habla bellas palabras diciendo: “Yo soy un Maestro. A mi me ha sido dado el conocimiento de la verdad y debéis hacer sacrificio por mi. Acepten el camino de la vida a través mío. Yo sé pero nadie más. Mi verdad es justa. Cualquier otra razón es errada y falsa. Escuchen mis palabras; permanezcan conmigo y serán salvos”.

 Y Hércules obedeció, y diariamente, debilitándose su entusiasmo por el camino primitivo (la tercera prueba) no procuraba nuevamente conseguir el árbol sagrado. Su fuerza se agotó. Él amó, adoro a Busiris, y acepto todo lo que éste dijo. Su debilidad crecía día tras día, hasta que llego un día en que su amado maestro le amarró  a un altar y lo mantuvo atado durante un año. De pronto un día, cuando estaba luchando para liberarse, y lentamente, viendo a Busiris por cuya causa estaba en ese trance, vinieron a su mente unas palabras dichas por Nereo hacia largo tiempo: “La verdad está en ti mismo. En ti hay un poder, una fuerza que yace allí, el poder que es la herencia de todos los hijos de los hombres que son los hijos de Dios”. Quieto yació prisionero en el altar, atado a sus cuatro esquinas por un año entero. Entonces, con la fuerza que es la fuerza de todos los hijos de Dios, rompió sus ataduras, asió al falso maestro (que había parecido ser tan sabio) y lo ató al altar en su lugar. No le dijo nada, pero le dejo allí para aprender.

El vigilante Maestro, desde lejos, advirtió el momento de la liberación, y volviéndose hacia Nereo le dijo: “La tercera gran prueba ha pasado. Tú le enseñaste como encontrar la salida y a su debido tiempo él supo encontrarla. Que siga adelante en el sendero y aprenda el secreto del éxito”.

Aleccionado, y sin embargo con un alivio lleno de interrogantes, Hércules, continuó con su búsqueda y recorrió mucho camino. El año que pasó inclinado en el altar le había enseñado mucho. Retornó con mayor sabiduría a su senda. Repentinamente, detuvo sus pasos. Un grito de profundo dolor hirió sus oídos. Algunos buitres dando vueltas sobre una roca distante llamaron su atención; entonces nuevamente se oyó el grito. ¿Debía él proseguir su camino, o debía buscar a aquel que parecía estar en necesidad y así retrasar sus pasos?. Reflexiono sobre el problema de la demora; un año se había perdido y sintió la necesidad de apresurarse. Otra vez se oyó un grito rasgar los aires y Hércules, con pasos rápidos, se apresuró a ir en ayuda  de su hermano. Encontró a Prometeo encadenado a una roca, sufriendo horribles agonías de dolor, causado por los buitres que picoteaban su hígado, matándolo así poco a poco. Él rompió la cadena que le sujetaba y liberó a Prometeo, persiguiendo a los buitres hasta su distante guarida y cuidando del hombre enfermo hasta que se hubo recuperado de sus heridas. Entonces, con mucha pérdida de tiempo, nuevamente comenzó a ponerse en camino.

El Maestro, mirando desde lejos, habló a su aspirante a discípulo estas claras palabras, las primeras palabras que le decían desde que emprendió la búsqueda: “La cuarta etapa en el camino hacia el árbol sagrado ha pasado. No ha habido retraso. La regla en el sendero elegido que apresura todos los éxitos es, “Aprende a vivir”.

En todos los caminos continuó la búsqueda, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste; busco el árbol sagrado, pero no lo encontró. Llegó un día en que, cansado de viajar y con temor; oyó el rumor de un peregrino que pasaba por el camino, “cerca de una montaña distante, el árbol sería encontrado”. La primera verdadera afirmación que se le daba hasta ahora. Por lo tanto, volvió sus pies hacía las altas montañas del este y en brillante y soleado día, vio el objeto de su búsqueda y apresuro entonces sus pasos. “Ahora tocaré el árbol sagrado”, gritó en su alegría, “venceré al dragón que le custodia; veré las hermosas doncellas de grande fama, y cogeré las manzanas".

 Pero nuevamente fue retenido por sentimiento de profunda pena. Atlas le hacía frente, tambaleante bajo la carga de los mundos sobre su espalda. Su rostro estaba marcado por el sufrimiento; sus miembros curvados por el dolor; sus ojos cerrados por la agonía; el no pedía ayuda; no vio a Hércules sino que permaneció encorvado por el dolor, por el peso de los mundos. Hércules, temblando, observó y estimó la medida de la carga y el dolor. Olvidó su búsqueda. El árbol sagrado y las manzanas desaparecieron de su mente; solo buscó ayuda al gigante, y eso sin tardanza; se arrojó hacia adelante y ansiosamente quitó la carga de los hombros de su hermano levantándola sobre su propia espalda, echándose a los hombros la carga de los mundos. Cerro los ojos, asegurándose con esfuerzo, y ¡he aquí¡ la carga desapareció, y él se hallo libre, y también Atlas. Delante de él estaba parado el gigante y en su mano sostenía las manzanas de oro, ofreciéndolas, con amor, a Hércules. La búsqueda había terminado.

Las tres hermanas sostenían aún más manzanas de oro, y lo instaban también a recibirlas en sus manos, y Eglé, esa hermosa doncella que es la gloria del Sol poniente, le dijo, poniendo una manzana en su mano, “El Camino hacia nosotras está siempre marcado por el servicio. Actos de amor son hitos en el Camino”. Luego Erytheia, que cuida la puerta que todos debemos pasar ante el Grande que Preside, le dio una manzana, y en su costado, con luz, estaba escrita la dorada palabra Servicio. “Recuerda esto”, dijo, “no lo olvides”. Y finalmente llegó Hesperis, la maravilla de la estrella vespertina, y le dijo con claridad y amor, “Sal y sirve, y anda por el camino de todos los servidores del mundo, de aquí en adelante y por siempre jamás”.

“Entonces yo restituí estas manzanas para aquellos que siguen la misma ruta”, dijo Hércules, y regreso de donde vino.

Entonces se paró ante el Maestro y rindió debida cuenta de todo lo que había acontecido. El Maestro le expreso su regocijo y luego, señalando con el dedo, indicó el cuarto Portal y le dijo: “Pasa a través de ese Portal. Captura la gama y entra una vez más en el Lugar Sagrado”.

El Tibetano.


Géminis tiene dos estrellas, llamadas por los griegos, Cástor y Pólux, o los Gemelos. Estas personifican a dos grupos mayores de estrellas, Las Siete Pléyades, y las Siete Estrellas de la Osa Mayor, que son las dos constelaciones en el norte alrededor de las cuales nuestro universo parece girar. Estos dos grupos de estrellas representan a Dios, el macrocosmos, mientras que en Géminis, Cástor y Pólux eran vistas como símbolos del hombre, el microcosmos. Eran también llamadas Apolo y Hércules: Apolo, significando el soberano, el Dios Sol; y Hércules, “aquél que viene a trabajar”. Ellos representan, por lo tanto, los dos aspectos de la naturaleza del hombre, el alma y la personalidad, el hombre espiritual y el ser humano a través del cual esa entidad espiritual está funcionando; Cristo encarnado en la materia. Dios trabajando a través de la forma. Cástor era considerado como mortal y Pólux como inmortal. El objetivo de este Trabajo es completar las dos naturalezas; la material y la Espiritual: Géminis, los Gemelos, Cástor y Pólux. Por ello es tan prolongada la búsqueda que Hércules emprende. A veces está atento a la voz de Nereo, el Alma, mientras que otras, decide bajo la influencia del yo inferior o ego. Géminis es un Signo de Aire, función psíquica del Pensamiento, y simboliza el conocimiento, la razón, la cultura, las escuelas, los colegios, las universidades… Simboliza también la medición de las relaciones, el comercio como intercambio, el dinero… Simboliza además el lenguaje como medio para entenderse, para interpretar lo abstracto…

El tercer trabajo de Hércules trata de la mente y de su funcionamiento, nuestras costumbres, espejismos e ilusiones. A nivel interno simboliza la Ley de la Atracción que mantiene juntos a los extremos polares; el Ego y el Alma.

 El Árbol representa al árbol de la Ciencia del Bien y del Mal el  cual esta lleno de Manzanas de Sabiduría, así que para llegar a él tendremos que ser merecedores de Su Sabiduría. Al preguntar Hércules por la dirección el Maestro le dice que no puede decírsela, ya que a cada cual le corresponde hallarla: podemos ser ayudados, pero nunca sustituidos.

En su búsqueda: el “Norte” simboliza “el silencio”. El “Sur” simboliza “el amor y la compasión”. El “Oeste” simboliza “la fuerza”. El “Este” simboliza “la sabiduría y la luz”.

A pesar de los fracasos y del tiempo que tardo en llegar a la sabiduría, Hércules obtiene las manzanas de oro. El signo opuesto de Géminis es Sagitario, y al equilibrar los opuestos se complementan, Sagitario es el Arquero, que lanza su flecha y se dirige sin impedimento a la meta.

¡No hay desviaciones ni fracaso!. Sólo hay un constante ir hacía adelante.


IV TRABAJO DE HÉRCULES
CANCER.

LA CAPTURA DE LA CIERVA. 

 EL MITO.
El Gran Presidente dijo al Maestro:

“Proporciona una prueba que evoque su elección más sabia. Enviemos a Hércules a trabajar en un campo en el cual él deba decidir qué voz, entre las muchas voces, despertará la obediencia de su corazón. Que sea una prueba de gran simplicidad en el plano exterior, y, además que, en el plano interior de la vida, despierte la plenitud de su sabiduría y la rectitud de su poder de elección. Que proceda con la cuarta prueba”.

Delante del cuarto gran Portal, permanecía Hércules; al principio había profundo silencio, él no pronuncio palabra ni emitió ningún sonido. Más allá del Portal, el paisaje se extendía en contornos despejados, y en el horizonte lejano, se levantaba el Templo del Señor, el Santuario del Dios-Sol. Sobre una colina cercana estaba parado un esbelto cervatillo. Y Hércules, que es un hijo de hombre y no obstante un hijo de Dios, miró y escuchó y, escuchando, oyó una voz. La voz salía de ese brillante círculo de la Luna que es el hogar de Artemisa. Y Artemisa, el Hada, habló palabras de advertencia al hijo del hombre: “La cierva es mía, por tanto no la toques”, dijo ella. “Durante eras yo la alimenté y la cuidé cuando joven. La cierva es mía, y mía debe permanecer”.

Entonces surgió Diana, la cazadora de los cielos, la hija del Sol, saltando hacía la cierva y reclamando también la posesión. “No es así”,-dijo Artemisa-, “La cierva es mía y mía debe permanecer. Demasiado joven hasta hoy, ahora puede ser útil. La cierva de astas de oro es mía y mía permanecerá”.

Hércules, de pie entre los pilares del Portal, escuchó la querella y se asombró por el hecho de que las dos doncellas disputaran por la posesión de la cierva de astas de oro.
Mientras esto contemplaba, otra voz asaltó su oído y, con dominante acento dijo: “La cierva no pertenece a ninguna doncella ¡oh Hércules!, sino al Dios cuyo Santuario tú ves en aquél monte distante, Ve y rescátala, y llévala a la seguridad del Santuario para dejarla allí. Una cosa simple de hacer, ¡oh hijo del hombre!, pero-y medita bien mis palabras-, siendo un hijo de Dios, tú puedes coger a la cierva. Ve”.

A través del Cuarto Portal salió Hércules, dejando detrás los muchos dones recibidos por los Dioses para que no lo molestaran en la veloz persecución que tenía por delante. Desde cierta distancia, las doncellas observaban, Artemisa, el Hada, inclinándose desde la Luna, y Diana, hermosa cazadora de los bosques de Dios, seguían los movimientos de la cierva. Cuando la ocasión surgía, ambas engañaban a Hércules, buscando frustrar sus esfuerzos: él perseguía a la cierva de un extremo a otro del paisaje, y las doncellas, con sutileza, le engañaban tantas veces como fuera posible.

Así, durante un año, el hijo del hombre  que es un hijo de Dios, siguió a la cierva de lugar en lugar, atrapando ligeros reflejos de su sombra, sólo para reconocer que en la espesura del bosque se había perdido de nuevo…

De colina en colina, y de bosque en bosque él la persiguió, hasta llegar a un tranquilo estanque, donde, a través de su reflejo, la vio de cuerpo entero, durmiendo plácidamente.
Con paso silencioso, extendida la mano y ojo inmutable, Hércules disparó una flecha hacia la cierva, hiriéndola en su pata. Se acercó a ella, pero ésta no se movía. Siguió acercándose, y la apretó entro sus brazos cerca de su corazón. Artemisa y Diana, seguían de espectadoras.

“La búsqueda ha terminado”, cantó en voz alta. “Dentro de la más espesa oscuridad fui conducido, y no encontré a la cierva. Dentro de los más oscuros bosques sorteé mi camino, pero no encontré a la cierva; y sobre las llanuras monótonas y las soledades áridas y los desiertos salvajes….A cada lugar donde yo llegaba, las doncellas desviaban mis pasos…..Pero yo persistí, y ¡ahora la cierva es mía! ¡la cierva es mía!.

“Eso no es verdad. ¡Oh, Hércules! La cierva no pertenece a un hijo del hombre, aunque este sea un hijo de Dios. Lleva la cierva a aquél Santuario distante donde moran los hijos de Dios y déjala allí con ellos”.

“¿Por qué oh Sabio Maestro?. La cierva es mía, por la larga búsqueda y el interminable viaje, y mía porque la sostengo cerca de mí corazón”,” ¿Y no eres tú un hijo de Dios aunque también un hijo del hombre?. ¿Y no es el Santuario también tu morada?. ¿Y no compartes tú la vida de los que moran allí dentro?. Lleva al Santuario de Dios a la cierva Sagrada, y déjala allí, ¡oh hijo de Dios!”.

Entonces Hércules cargó a la cierva hasta el Sagrado Santuario de Micenas, llevándola hasta el centro del lugar. Cuando la colocó a los pies del Señor, se dio cuenta de la herida de su pata producida por una flecha del arco que había tenido que usar. “La cierva es mía, dijo Hércules, la he traído por la proeza de mi brazo”.

Pero Artemisa, desde el atrio de ese lugar muy sagrado, oyó su fuerte grito de victoria y dijo: “No es así. La cierva es mía y siempre ha sido mía. Yo vi  su forma reflejada en el agua; oí sus pasos sobre los caminos de la tierra; yo sé que la cierva es mía, porque toda forma es mía”.

El Dios-Sol habló desde el lugar sagrado y dijo: “La cierva es mía, no tuya, ¡oh Artemisa!. Su espíritu permanece conmigo desde toda la eternidad, aquí en el centro del Sagrado Santuario. Tú no puedes entrar aquí ¡oh Artemisa!. Y sabes que yo digo la verdad. Diana, la doncella cazadora del Señor, puede entrar por un momento y decirte lo que vea”.
Por un breve momento, entró al Santuario Diana, la cazadora del Señor, y vio la forma de lo que era la Cierva, yaciendo delante del Altar, en apariencia muerta. Y con pena dijo: “Pero si su espíritu descansa contigo ¡oh Apolo!, entonces la cierva está muerta. La cierva está muerta por causa de un hombre que es un hijo del hombre, aún cuando es también un hijo de Dios”. ¿Por qué puede él entrar en el Santuario y nosotras debemos esperar fuera?”.
“Porque él sostuvo a la cierva en sus brazos, cerca de su corazón, y en el lugar sagrado la cierva encuentra descanso, y también el hombre. Todos los hombres son míos. La cierva es asimismo mía, no tuya. No del hombre, sino mía”. Y Hércules regresó a través del Portal en dirección al Maestro de su vida.

“He cumplido la tarea. Fue simple, excepto por la demora en el tiempo y la cautela de la búsqueda. No vacilé en el camino. La cierva está en el lugar sagrado, cerca del corazón de Dios, y, asimismo, en hora de necesidad, también cerca de mi corazón”.
“Ve a mirar nuevamente ¡oh Hércules! Entre los pilares del Portal” Así lo hizo y…. “El cervatillo está de nuevo sobre la colina, allí donde lo vi al principio”…
Y se oyó la voz del Maestro decir: “Muchas veces todavía los hijos de los hombres que son los hijos de Dios deben buscar al cervatillo de la cornamenta de oro y llevarlo al lugar sagrado”.

“El Cuarto Trabajo ha sido terminado, y por la naturaleza de la prueba y la naturaleza  de la cierva, el trabajo deberá ser repetido muchas veces, la búsqueda será frecuente. No lo olvides. Reflexiona acerca de la lección aprendida”.
El Tibetano
Hércules ya ha conseguido varias cosas a través de los Trabajos anteriores:
En Aries, halló la facultad de la mente y su control.
 En Tauro, el manejo del deseo desde el destello del espíritu, que es la capacidad de registrar la iluminación
En Géminis, la constatación de su dualidad: su parte mortal y su parte inmortal
Y ahora en Cáncer reconoce intuitivamente los reinos superiores, la intuición y se familiariza con el reconocimiento instantáneo de la verdad, potente factor en la vida de un liberado Hijo de Dios.

El Eje Cáncer-Capricornio es el eje del “Poder”: En Cáncer somos todo potencialidad, en Capricornio, consumación. Cáncer es llamado también “ataúd”, “sepulcro” ó “matriz”. Representa la muerte del Espíritu o la Matriz de la nueva consumación espiritual… Cáncer es llamado “la Puerta del Hombre”, ya que el Alma desciende a la Tierra a través de ella. Capricornio es llamado “la Puerta de los Dioses”, porque a través de ella, el Alma vuelve a ascender al Cielo. En Capricornio nace el “Salvador del Mundo”, es la Puerta al Mundo Espiritual.

Cáncer corresponde al Sagrado Cangrejo Egipcio del Zodíaco del Templo de Déndera. La palabra “escarabajo” significa “renacimiento”. El cangrejo vive mitad en la tierra y mitad en el agua, es por tanto el símbolo del Alma morando en un cuerpo físico, pero viviendo sobre todo en el agua, elemento emocional, sensible. La Luna es la madre de las formas, por ello Cáncer está dominado por la forma y ésta constituye un obstáculo. El cangrejo construye una casa y la lleva a cuestas todo el tiempo…Las personas del signo de cáncer son siempre conscientes de lo que han construido, y debido a su extrema sensibilidad, tienden a esconderse siempre. Por ello son difíciles de tratar, y tan elusivos que no es fácil definirlos o encuadrarlos.

La gran lección de este Trabajo es la siguiente:

“Por la gracia de Dios Todo se nos da,
pero no somos los amos de todo ello,
el poder Es de Dios.
Al “hijo del Hombre”, nada le pertenece;
al “Hijo de Dios”, todo se le da”.
“NO SE NECESITA POSEER, SINO SENTIR
QUE SE FORMA PARTE DE DIOS, dejar de
Amar unidireccionalmente, y entrar a VIVIR
EN EL AMOR”.




TRABAJO V DE HÉRCULES
LEO
“MATANDO AL LEÓN EN LA GRUTA DE NEMEA”
EL MITO

El Gran Presidente, observaba el reposo del cansado guerrero y vigilaba sus pensamientos. Él le dijo entonces al Maestro: El tiempo para un terrible trabajo se acerca ahora. Este hombre, que es un hijo de hombre y no obstante un hijo de Dios, debe ser preparado. Que mire las armas que posee y que pula brillante su escudo, y que sumerja sus flechas en una mezcla letal, pues horrible y espantoso es el trabajo que tiene por delante. Que se prepare”.

Pero Hércules, descansando de sus trabajos, no tenía noticia de la prueba que estaba por delante. Sentía fuerte su coraje. Descansaba de sus trabajos, y una y otra vez, más allá del Cuarto Portal, él perseguía a la cierva sagrada hasta el Templo del Señor. Llegó el tiempo en que la tímida cierva conocía bien al cazador que la perseguía, y, gentilmente, acudió a una orden suya. Así, una y otra vez, Hércules colocaba a la cierva sobre su corazón y buscaba el Templo del Señor. Así descansaba Él.

Delante del Quinto Portal se erguía Hércules, armado hasta los dientes, con todos los obsequios de guerra y de guerreros, y mientras él se erguía los vigilantes dioses observaban su firme paso, su ojo ansioso, su mano pronta. Pero en el fondo de su corazón se preguntaba: “¿Qué hago yo aquí?” “¿Cuál es la prueba y por qué busco pasar este Portal?”, y hablando así escuchaba, esperando oír una voz. “¡Qué hago yo aquí, oh Maestro de mi vida, armado, como Tú ves, con todos los pertrechos de guerra! ¿Qué hago yo aquí?”

“Una llamada ha sonado, Hércules, una llamada de profundo dolor, tus oídos externos no han respondido a esa llamada, y no obstante el oído interior conoce bien la necesidad, pues él ha oído una voz, sí, muchas voces, diciéndote la necesidad, el apremio de que tú te arriesgues. La gente de Nemea busca tu ayuda. Ellos están en profunda angustia. La noticia de tus proezas se ha hecho pública. Piden que tú mates al León que devasta su región, tomando sus víctimas entre los hombres”.

“¿Es ese salvaje ruido que oigo?-pregunto Hércules-, ¿Es el rugido de un León lo que oigo, en el aire vespertino?”. El Maestro dijo: “Ve, busca al León que asola la región situada en la parte más distante del Quinto Portal. La gente de esa asolada comarca vive silenciosamente, detrás de sus puertas, con cerrojo. No se aventuran a salir para hacer sus tareas, ni cultivan sus tierras, ni siembran. De norte a sur, de este a oeste, el León merodea, y, acechando, captura a todo aquél que cruza su camino. Su espantoso rugido se oye a lo largo de la noche, y todos están temblando detrás de sus puertas atrancadas. ¿Qué harás, oh Hércules? ¿Qué harás?.

Y Hércules, prestando oídos, respondió a la necesidad. En el lado más cercano del gran Portal que custodia firme la región de Nemea, dejó caer las armas de guerra reteniendo para su uso el garrote, cortado por sus manos de un árbol joven y primaveral.
“¿Qué haces ahora, oh hijo del hombre que eres asimismo un hijo de Dios?” ¿Dónde están tus armas y dónde tu fuerte protección?” “Este admirable conjunto de armas sólo me oprime, demora mi velocidad y obstruye mi marcha en el camino. No necesitaré nada, sino mi fornida maza, y con ella y mi intrépido corazón, yo iré por mi camino a buscar el León. Envía a decir a la gente de Nemea que voy por el camino, y diles que echen fuera su temor”.

De un lugar a otro pasó Hércules buscando al León. Encontró a las gentes de Nemea, escondidas detrás de sus puertas con cerrojo, excepto unos pocos fuera que se aventuraron a causa de la necesidad o la desesperación. Ellos andaban por el camino a la luz del día, aunque llenos de temor.

 Dieron la bienvenida a Hércules con alegría al principio, después con preguntas, cuando vieron su manera de viajar; sin armas, con escasos conocimientos de las costumbres del León, y nada excepto un quebradizo garrote de madera. “¿Dónde están tus armas, oh Hércules? ¿No tienes miedo? ¿Por qué buscas al León sin protección?. Ve a buscar tus armas y tu escudo. El León es feroz y fuerte, y a una gran multitud a devorado. ¿Por qué corres este riesgo?. Ve a buscar tus armas y panoplia de poder”. Pero silenciosamente, sin responder, el hijo del hombre, que era un Hijo de Dios, siguió su camino, buscando las huellas del León y siguiendo su voz.

“¿Dónde está el León?”- preguntaba Hércules- “El León está aquí” –llegaba la respuesta- “No, allí” se imponía una voz de miedo. “No es verdad” –replicaba una tercera voz-, “Yo escuché su rugido cerca de la desierta montaña esta semana”, “Y yo también, cerca de este valle donde estamos”. Y todavía otra voz decía: “Yo vi sus huellas sobre el sendero que caminé. De modo que, ¡Hércules! Escucha mi voz y síguele la pista hasta su guarida”.
Así prosiguió Hércules su camino, temeroso pero sin miedo. Estaba solo, y, no obstante acompañado, pues en las huellas que él seguía, era seguido. Durante días y noches él exploró el camino y prestó oídos al rugido mientras la gente de Nemea se agazapaba tras las puertas cerradas.

De repente vio al León. Estaba parado en la orilla de un espeso matorral de arbustos. Viendo a un enemigo que se acercaba y que parecía totalmente sin temor, el León rugió, y con su rugido los arbustos se sacudieron. Las gentes de Nemea huyeron, y Hércules permaneció inmóvil.

Hércules empuño su arco y su estuche de flechas y con mano segura y ojo experto, apuntó una flecha sobre el lomo del León. La flecha se dirigió directa al blanco, pero cayó a tierra y falló, no atravesó el lomo del León. Varias veces él disparó sus flechas sobre el lomo del León, hasta que no quedó ni una sola flecha en la caja. Entonces, el León se dirigió hacia él ileso y enfurecido de rabia, sin ningún temor. Arrojando su arco al suelo, el hijo del hombre, que es un hijo de Dios, se abalanzó con un alarido salvaje hacia el León, que estaba en el camino, cortando así su paso. Estaba asombrado de la proeza, con la que hasta entonces no se había enfrentado. Hércules avanzaba. Repentinamente, el León se dio la vuelta y se posicionó delante de Hércules, dentro de un matorral, en las laderas rocosas del camino de la abrupta montaña.

Y así continuaron los dos. De repente el León desapareció y no se le vio ni  oyó más. Hércules se detuvo, y permaneció silencioso. Buscaba por todas partes empuñando su garrote. De repente, se acercó a una cueva, y desde la cueva llegó un fuerte rugido, una voz salvaje sorda y retumbante, que parecía decirle que se detuviera si no quería perder la vida. Hércules permaneció quieto, gritando a las gentes de la región: “”!El León está aquí. Esperen la hazaña que haré!”. Y Hércules, que es un hijo del hombre, y, no obstante, es un Hijo de Dios, entró en la cueva y atravesó toda su extensión oscura hacia la luz del día y no encontró al León, sólo halló otra abertura, al fondo de la cueva, que conducía a la luz del día. Y mientras estaba allí, extrañado, ¡oyó al León detrás suyo, no delante!.
“¿Qué haré?”-se dijo Hércules-, “esta cueva tiene dos aberturas, y mientras ya entro por una, el León sale por la otra, y si entro por la otra, entonces saldrá por ésta. ¿Qué haré?. Las armas no me sirven. ¿Cómo matare a este León y salvaré a las gentes de sus dientes? ¿Qué haré?.

Y mientras buscaba el medio de hacer algo, y escuchaba el rugido del León, vio unos montones de leña y palos tirados por el suelo en gran profusión al alcance de su mano. Tirando de ellos hacia sí, agarrándolos con todas sus fuerzas, colocó el montón de palos y ramas dentro de la abertura que estaba cerca, y las amontono allí, bloqueando el camino a la luz del día, para entrar y salir, encerrándose él y el feroz León dentro de la cueva. Entonces, se dio la vuelta y enfrento al León.

Con sus manos apresó al León, estrechándolo apretadamente y ahogándolo. Cerca de su rostro tenía el resoplido y el resuello del León, pero sin embargo, él sostuvo su garganta y lo estranguló. Más y más débiles se volvían los rugidos de odio y temor; más y más débil se volvía el enemigo del hombre; cada vez más bajo se abatía el León, pero Hércules lo sostenía. Y así, Hércules mato al León con sus dos manos, sin sus armas, y con su propia y admirable fuerza.

Mató al León y lo despojó de su piel, mostrándola a las gentes que no podían entrar en la cueva. “! El León está muerto !”-gritaban-, “! El León está muerto ! Ahora podremos vivir y sembrar nuestras tierras. El León está muerto y grande es nuestro liberador, que es un hijo del hombre, y, sin embargo, es un Hijo de Dios, llamado Hércules”.

Así, Hércules retornó triunfante a Aquél que lo envió para probar su fuerza y para servir a aquellos que se encontraban en horrible angustia. Colocó la piel del León a los pies del Maestro de su vida, y obtuvo permiso para usar la piel para sí mismo.
 “La hazaña está hecha. La gente ahora es libre. No hay temor. El León está muerto. Con mis propias manos yo lo estrangulé y lo maté”.
“De nuevo, ¡oh Hércules! mataste un León. Otra vez lo estrangulaste. El León y las Serpientes deben ser matados repetidas veces. Bien hecho, hijo mío, ve y descansa en paz con aquellos que has liberado del temor, el quinto Trabajo ha terminado.  Voy a comunicarlo al Concilio.

Y de la Cámara del Gran Concilio salió la Voz: “YO SOY”.
El Tibetano
El Signo.
Leo es un signo de Fuego, de iniciativa, de coraje, fuerte y arrogante. En está constelación está la estrella sumamente brillante que es una de las cuatro estrellas reales de los cielos. Es llamada Regulus, el Gobernante, el Legislador, conteniendo en su significado el pensamiento de que el hombre puede ahora ser una ley en si mismo, pues él tiene dentro de sí, al rey o al gobernante. El hombre común está representado como el cuaternario por expresarse a través de sus cuatro cuerpos inferiores: físico, etérico, astral y mental inferior. Sin embargo el quinto cuerpo es el Causal morada del Alma, del ser divino en el hombre, del Rey Espiritual. 

Este quinto trabajo simboliza el control del Ego.
Sólo en Leo el Hombre se convierte en La Estrella de Cinco Puntas: se reconoce como Alma. Jung llamó a esto la “Individualización”: … y el Alma dice: “Yo Soy Eso, Eso Soy Yo”




TRABAJO VI.
VIRGO.

“APODERANDOSE DEL CINTURÓN DE HIPÓLITA”

EL MITO.

El Gran Presidente llamó al Maestro que vigilaba a Hércules. “El tiempo se acerca”, dijo, “¿Cómo se conduce el hijo del hombre que es un Hijo de Dios?, ¿Puede pasar ahora el sexto Gran Portal?”. Y el Maestro respondió: “Si”. Y entonces surgió la orden. “Levántate, Oh, Hércules, y pasa el sexto  Portal”.

En esas riberas habitaba la gran reina, la cual reinaba sobre todas las mujeres del mundo entonces conocido. Ellas eran sus vasallos y sus honorables guerreros. Dentro de su reino no se encontraba un solo hombre. Sólo las mujeres se reunían alrededor de su reina. Dentro del Templo de la Luna profesaban diariamente su culto, y allí, ellas hacían sacrificios a Marte, el Dios de la guerra. Ellas volvían de su visita anual al reino de los hombres, y dentro de los recintos del Templo, esperaban la orden de Hipólita, su reina, quien estaba de pie sobre las gradas del altar mayor, llevando el cinturón que le había dado Venus, la Reina del Amor.

Este cinturón era un símbolo de la unidad lograda a través de la lucha, el conflicto, la contienda, el símbolo de la maternidad y del Niño sagrado hacia quien toda vida humana realmente se vuelve.
“Ha llegado la noticia”-dijo ella-, “que por su camino viene un guerrero cuyo nombre es Hércules, un hijo de hombre y no obstante, un Hijo de Dios; a él le debo entregar este Cinturón Sagrado. ¿Obedeceré la orden, oh amazonas, o combatiremos la Palabra de Dios?”. Y mientras ellas escuchaban sus palabras y reflexionaban acerca del problema, nuevamente surgió una voz, diciendo que él estaba allí, con anticipación, esperando, sin apoderarse del Sagrado Cinturón de la aguerrida reina.

Delante del Hijo de Dios, quien era, asimismo, un hijo de hombre, se presentó Hipólita, la reina guerrera, Hércules combatió, y luchó con ella, sin escuchar las bellas palabras que ella se esforzaba por decirle. Hércules le arrancó el Cinturón que fue ofrecido en obsequio como símbolo de unidad y amor, de sacrificio y de fe. Aun apoderándose del Cinturón, él la mató, matando así a quién le daba lo que él quería. Y mientras permanecía junto a la reina agonizante, horrorizado de lo que había hecho, oyó hablar a su Maestro:
“Hijo mío: ¿Por qué matar lo que se necesita, lo que está cercano y es querido?, ¿por qué matar a quien amas, la dadora de dignos obsequios?, ¿por qué matar a la Madre del Sagrado Niño?.  Otra vez advertimos un fracaso. Otra vez no has entendido. Redímete ahora mismo, y busca otra vez mi rostro”.

Se hizo el silencio, y Hércules, llevando el cinturón sobre su pecho, buscó el camino hacia el hogar, dejando a las mujeres lamentándose, privadas de dirección y de amor.

Hércules fue nuevamente hacia las costas del gran mar. Cerca de la costa rocosa, vio a un monstruo del abismo, sosteniendo entre sus mandíbulas a la pobre Hesione. Sus agudos gritos y quejidos se elevaban al cielo y herían los oídos de Hércules, entregado a la pena y sin conocer el sendero que pisaba. Él se lanzó prontamente en su ayuda, pero ya era demasiado tarde. Ella desapareció dentro de la garganta cavernosa de la serpiente marina, ese monstruo de mala fama. Pero, olvidándose de sí mismo, este hijo de hombre, que es un Hijo de Dios, nadó contra las olas y alcanzó al monstruo, quien, volviéndose hacia Hércules con rápido ataque y fuerte rugido, trató de defenderse. 

Pero Hércules lo agarró y logró abrir su boca. Hacia abajo del rojo túnel de su garganta se lanzó Hércules, en busca de Hesione; encontrándola en lo profundo, dentro del vientre del monstruo. Él la tomo con su mano izquierda, y la sostuvo estrechamente, mientras con su fuerte espada abría camino desde el vientre hacia la luz del día. Y así la salvó, compensando de esta manera su previo y desafortunado acto de muerte. Pues así es la vida; un acto de muerte, un acto de vida, y así los hijos de los hombres, que son Hijos de Dios, aprenden la sabiduría, el equilibrio y la senda para caminar con Dios.

Desde la Cámara del Concilio del Señor, el Gran Presidente era espectador. Y desde su puesto, a su lado, el Maestro también contemplaba. Hércules pasó nuevamente a través del Sexto Portal, y viendo el Cinturón y a la doncella, el Maestro dijo: “El Sexto Trabajo está terminado. Tú mataste a quién te amaba, a quién te deba el poder que no reconociste. Tú rescataste a quién te amaba, a quién te necesitaba, y, así, de nuevo, los dos actos son uno. Reflexiona otra vez sobre los caminos de la vida, reflejándose en los caminos de la muerte. Ve y descansa, hijo mío”.
El Tibetano
El signo:

Desde algunos aspectos, Virgo (la Virgen) es el más antiguo de los signos zodiacales. A través de los siglos, ya sea Lilith o Isis, Eva o la Virgen María, todas retratan a la madre del mundo, pero es María quien finalmente sostiene al Niño en sus brazos. Y es en este signo donde el conocimiento de Cristo es concebido y nutrido a través del período de gestación, hasta que finalmente en Piscis, el signo opuesto, nace el salvador del mundo.

Hablando de este signo El Tibetano dice: “la simbología de Virgo atañe a todo el propósito del proceso evolutivo, que es proteger, nutrir, y finalmente revelar la oculta realidad espiritual. Esto, vela toda forma, pero la forma humana está equipada y dispuesta para manifestarlo de una manera diferente de cualquier otra expresión de la divinidad, y así hacer tangible y objetivo aquello a lo que aplicó el proceso creativo”.

Virgo es también llamada la “diosa de los caminos” porque como el principio de la Madre Sagrada, ella simboliza la materia y también es el custodio de la vida de Cristo. La misma constelación de Virgo tiene forma de copa con tres estrellas principales delineándola.

En el significado del Mito podemos ver:
Hércules y la reina representan a los polos masculino y femenino. Ambos tienen que aprender a armonizar la polaridad. Hércules no conoce el lado positivo de lo Femenino, por ello combate contra Hipólita sin vacilar, con excesiva brusquedad. No comprende el sentido del Cinturón de la Unión, que significa que dentro de la creación: TODO ES UNO Y UNO ES TODO. Por lo que no hacía falta pelear y matar a la reina, ya que es una parte de sí mismo en construcción.

Como el cinturón se lleva en la cintura, bajo el diafragma, vemos que representa a la consciencia femenina del Ego, no del Alma. Por eso vive en lucha con el hombre, y no en paz y armonía. Tendremos pues que superar los rasgos negativos de ambos aspectos, desarrollando al máximo los positivos. Cuando somos capaces de encontrar al UNO en todo y en todos, vemos que no existe la separación, todos formamos una unidad, pero al estar velada por la variedad de las formas, no lo vemos. Descubrir que el “otro” es igual a nosotros en esencia, es el primer paso para descubrir el verdadero AMOR.



 VII TRABAJO DE HERCULES
LIBRA
“LA CAPTURA DEL JABALÍ DEL ERIMANTO”
EL MITO.
El Gran Presidente dijo: “Otro trabajo aún debe ser llevado a cabo, Él necesita equilibrio,  juicio sano y preparación para una prueba mayor, y para futuro servicio a la raza de los hombres. Por eso, que se prepare con cuidado”. Fuera del Concilio, el Maestro llamo a Hércules: “Sal, hijo mío, y captura al jabalí; salva una región asolada, pero toma el tiempo de alimentarte”. Y Hércules, salió.

Y Hércules, que es un hijo de hombre, y no obstante, un Hijo de Dios, pasó a través del Séptimo Portal. El poder del Séptimo Signo pasó a través de él. No sabía que se enfrentaba a una prueba dual, la prueba de la rara amistad, y la prueba del coraje sin temor. El Maestro lo había instruido para buscar un jabalí, y Apolo le dio un arco flamante para usar. Dijo Hércules: “No lo llevaré conmigo en el Camino, por temor a matar. En mi último trabajo, en las riveras del mar, yo maté y destruí. Está vez,  no mataré. Dejo el arco”.
Y así, desarmado, excepto por su fuerte maza, trepó el acantilado de la montaña, buscando al jabalí, y viendo, a cada lado, visiones de miedo y terror. 

Subió más y más alto, y, entonces, se encontró con un amigo. En el camino se encontró con Folos, uno de un grupo de Centauros, conocido de los dioses. Se detuvieron y hablaron, y por un momento. Hércules olvidó el objeto de su búsqueda. Y Folos llamó a Hércules, invitándolo a abrir un tonel de vino, que no era suyo, ni tampoco pertenecía a Folos. Este gran barril, pertenecía al grupo de Centauros, y a los dioses que habían beneficiado al grupo de Centauros con el barril, dándoles la orden de que nunca debería ser abierto, salvo cuando los Centauros se encontraran todos presentes. El Tonel pertenecía al grupo.

Pero Hércules y Folo lo abrieron en ausencia de sus hermanos, llamando a Quirón, otro Centauro sabio, para que fuera y compartiera su jarana, Así lo hicieron, bebiendo juntos hasta embriagarse haciendo mucho bullicio. Esta gritería fue oída por los otros Centauros desde lugares distantes.

Los Centauros acudieron encolerizados, y una feroz batalla tuvo lugar, y a pesar de las sabias resoluciones, nuevamente el hijo del hombre, que era también un Hijo de Dios, se transformó en el mensajero de la muerte y mató a sus amigos, los dos Centauros con los que antes había bebido. Y mientras, los demás Centauros se afligían con fuertes lamentaciones. Hércules escapó a las altas montañas, y nuevamente reanudó su búsqueda.

Llego hasta los límites de la nieva, siguiendo las huellas del feroz jabalí; lo siguió hasta las alturas y el áspero frío, y sin embargo, no lo vio. La noche se fue acercando y una a una las estrellas salieron, y aún el jabalí se le distanciaba, y buscó dentro de sí mismo alguna maña sutil. Colocó una trampa con habilidad y sabiamente oculta. Entonces esperó en una sombra oscura la llegada del jabalí. Las horas pasaron, y él esperó hasta que se acercó el alba. El jabalí salió de su guarida buscando comida, impulsado por un hambre de días. En las sombras, cerca de la trampa, esperaba el hijo del hombre. El jabalí cayó dentro de la trampa y a su debido tiempo, Hércules liberó a la bestia salvaje, haciéndola prisionera de su habilidad. Lucho con el jabalí y lo dominó, haciéndolo ir por donde él le decía, por el camino que él deseaba.

Desde la cima nevada de la alta montaña bajó Hércules, gozoso en el Camino, conduciendo delante de él, por la senda que bajaba, al feroz pero domesticado jabalí. Por las patas traseras,  conducía al jabalí, y todos en la montaña reían al ver la escena: al tambaleante y cansado jabalí y al hombre que reía y cantaba.

Así ejecutó Hércules su Séptimo Trabajo, y regresó hacia el Maestro de su vida.
El Gran Presidente dijo:  “La lección del verdadero equilibrio ha sido aprendida. Aún falta una lección, de nuevo en el Noveno Portal el Centauro deberá ser encontrado y conocido, y rectamente comprendido”.

Y el Maestro dijo: “El Séptimo Trabajo está completado. El Séptimo Portal ha sido pasado. Considera las lecciones del pasado; reflexiona sobre las pruebas, hijo mío. Dos veces has matado lo que deberías amar. Aprende el por qué”.
Y Hércules permaneció dentro de las puertas de la ciudad y allí se preparó para lo que luego sucedería, la prueba suprema.
El Tibetano
EL SIGNO.

Libra nos presenta muchas paradojas, y marcados extremos. Se dice que es uno de los signos más difíciles de comprender. Es el primer signo que no tiene ni símbolo humano ni símbolo animal, excepto la figura que está sosteniendo la balanza de la justicia- una mujer cegada- cegada tal vez para que no le influya la visión exterior, y desde la intuición interior sea objetiva al impartir la justicia.

En este signo nos encontramos con los problemas del sexo y el dinero, ambos buenos servidores pero malos maestros, según el uso que se haga de ellos. El sexo es una compensación del hombre y la mujer para la producción de las formas, para la continuación de la vida evolutiva. El dinero es un medio de trueque, de compartir en la materia, a distancia.

El equilibrio de los pares de opuestos está agudamente definido: la balanza puede oscilar desde la parcialidad y el perjuicio a la justicia o el discernimiento: desde la insensible estupidez a la sabiduría entusiasta. El nativo de Libra se maneja pensando y equilibrando todas las cosas. Esta actitud lo hace aparecer frecuentemente fluctuante e indeciso, y en ocasiones suele ser extremista. Sabe que aquellos que son mirados como pilares de la sociedad pueden ser fariseos; y los modestos y humildes, la sal de la tierra; que aquellos que declaran lo excelentes que son con vehemencia, pueden ser los menos meritorios; que el sabio de palabra puede actuar como un necio, en definitiva, tiene claro que, la verdad puede manifestarse en la tierra de muchas e inverosímiles  maneras.

Como una laboriosa araña, el Libra está perpetuamente hilando hilos de relaciones, creando una sensitiva red de significados. El resultado de tal actividad es la síntesis, Permanece entre lo concreto y lo abstracto, tratando de relacionarlos  a los dos. Siempre hay una discrepancia, siempre la brecha entre el fin previsto y la meta lograda; y no obstante, la tela brilla luminosamente y asume un modelo de intrincada belleza.

“Libra es un signo de aire y está en la cruz cardinal que gobernará al próximo sistema solar, en este sistema gobierna el sendero de la iniciación”. Los principios fundamentales del signo son claros y sencillos; hablar derecho al corazón y sin oscuridad. Y la síntesis de sus nativos podría resumirse así: “Y el Verbo dijo: que se haga la elección: y desde su alma Libra contesto: “yo elijo el camino que conduce entre las dos grandes líneas de fuerza”.

Esta es la elegancia de Libra.
“Cuando nos consagramos al Espíritu, actuamos como el espíritu en términos de las necesidades humanas”.

El Tibetano



VIII TRABAJO DE HERCULES
 ESCORPIO
“DESTRUYENDO LA HIDRA DE LERNA”
EL MITO.

“La luz brilla ahora en el Octavo Portal”-dijo el –maestro-, “En el antiguo Argos hubo una sequía. Amimona suplicó la ayuda de Neptuno y éste le ordenó que golpeara una roca, y cuando ella lo hizo, brotaron tres corrientes cristalinas; pero pronto una hidra hizo allí su morada.

“Al lado del Rio Amimona está el infesto pantano de Lerna. Dentro de esta fétida ciénaga yace la monstruosa hidra, una calamidad en la comarca. Esta criatura tiene nueve cabezas y una de ellas es inmortal. Prepárate a combatir con esta repugnante bestia. No pienses que pueden servirte, medios ordinarios; destruyes una cabeza,  y dos crecen aceleradamente en su lugar”. Hércules esperaba con expectación.
“Yo sólo puedo darte una palabra de consejo”-dijo el Maestro-, “Ascendemos arrodillándonos, vencemos cediendo, ganamos renunciando. Ve, ¡oh hijo de Dios e hijo del hombre!, y vence”. Entonces Hércules pasó a través del Octavo Portal.

El estancado pantano de Lerna era una mancha oscura que desalentaba a todos los que llegaban a sus confines. Su hedor contaminaba toda la atmosfera en un espacio de siete millas a la redonda. Cuando Hércules se acercó, tuvo que detenerse, pues sólo el olor, casi lo venció. La cenagosa arena movediza era un peligro, y más de una vez Hércules rápidamente retiró su pie, temiendo que fuera succionado por la blanda tierra.

Finalmente encontró la guarida donde moraba la monstruosa bestia. Dentro de una caverna done reinaba noche perpetua, la hidra estaba oculta. De día y de noche Hércules rondaba el traicionero pantano, esperando el momento propicio en que la bestia saliera. El monstruo permanecía dentro de su fétida ciénaga.

Recurriendo a una estrategia, Hércules sumergió sus flechas en brea ardiendo y las hizo llover directamente dentro de la bostezante caverna donde moraba la horrible bestia. Una agitación y conmoción sobrevino al punto.

La Hidra emergió, con sus nueve encolerizadas cabezas, exhalando llamaradas. Su escamosa cola azotaba furiosamente el agua y el barro salpicando a Hércules. A tres brazas de altura se levantó el monstruo, una cosa de tal fealdad, que parecía que había sido hecha con todos los más impuros  pensamientos concebidos desde que empezó el tiempo. La Hidra se abalanzó sobre Hércules y buscó enrollarse alrededor de sus pies. Él se apartó, y le asestó un golpe tan demoledor que una de sus cabezas fue inmediatamente separada de su cuerpo, cayendo al pantano, pero, enseguida, dos nuevas cabezas crecieron en su lugar. Una y otra vez Hércules atacó furiosamente al monstruo, pero con cada asalto se volvía más fuerte, no más débil.

Entonces Hércules recordó las palabras de su Maestro: “Nos elevamos arrodillándonos, vencemos cediendo, ganamos renunciando”. Arrojando a un lado su garrote, Hércules se arrodilló, agarró a la Hidra con sus manos desnudas y la levanto en el aire. Suspendida en medio del aire, su fuerza disminuyó. De rodillas la sostuvo alto, por encima de Él, para que el aire y la luz purificadores pudieran tener su esperado efecto. El monstruo, fuerte en la oscuridad y en el pantanoso barro, pronto perdió su poder cuando los rayos del sol y el contacto del viento cayeron sobre él.

Se esforzó convulsivamente, pasando un estremecimiento a través de su repugnante figura. Más y más desfallecida se hizo su lucha hasta que fue vencida. Las nueve cabezas se inclinaron,  luego con jadeantes bocas y vidriosos ojos cayeron flojamente hacia adelante. Pero sólo cuando ellas yacían sin vida, Hércules percibió la mística cabeza que era inmortal.

Entonces Hércules cortó la cabeza inmortal de la Hiedra, y la enterró, silbando todavía ferozmente, debajo de una roca.

Retornando, Hércules se detuvo delante de su Maestro. “La victoria ha sido lograda”-dijo el Maestro-, “La Luz que brilla en el Octavo Portal, está ahora mezclada con tu propia Luz”.

El Tibetano.

EL SIGNO

Un antiguo libro dice: “Virgo es la hechicera, ella prepara los ingredientes que son pesados en la balanza de Libra, y en Escorpio el trabajo mágico es llevado adelante”.

Escorpio es un signo de Agua, aunque a veces parece que sea de Fuego, por lo intenso que es, por lo luchador y pasional que se manifiesta. Podría decirse que es “lava” el elemento con el que tiene mayor correspondencia, mitad líquido, y mitad fuego. Es su
intensa vida interior la que le hace estar siempre en constante conflicto y lucha psíquica. Y es también precisamente por estas continuas y profundas crisis internas el motivo por el cual puede evolucionar más rápidamente que cualquier otro, si sabe dirigir su vida hacia el terreno espiritual. La “muerte” es otra palabra que caracteriza al Escorpio. Los cambios drásticos, las rupturas emocionales, las transformaciones constantes, es el sino del ser en Escorpio. Nadie mejor que él puede penetrar en las profundidades del abismo y salir victorioso.

En el corazón de Escorpio encontramos a Antares, una de las cuatro estrellas reales, una estrella roja. Hay tres constelaciones conectadas con este signo: La primera es Serpens, la serpiente de la ilusión. La segunda es Ophiuchus, el hombre que lucha con la serpiente. El antiguo zodiaco representa a este hombre apresando a la serpiente con ambas manos y pisando sobre su corazón, que es la estrella roja del deseo. Mientras hace esto, mira hacia la constelación de Libra, la corona. Así tenemos a la personalidad, simbolizada por Ophiuchus, luchando con la serpiente de la ilusión, y con la corona a la que él aspira, sostenida delante de él. La tercera constelación es llamada Hércules y representa al aspirante el cual no está interesado en la corona, sino en el águila, el aspecto espíritu.  Escorpio se convierte en el símbolo del Águila cuando manifiesta su poder espiritual.

SIGNIFICADO DEL MITO.

La Hidra representa a la sombra junguiana, este monstruo mora dentro de las cavernas de la mente. En la oscuridad y el fango de los males acumulados del pasado prospera, profundamente alojada dentro de las regiones subterráneas del subconsciente, quieta o explotando en tumultuoso frenesí, la bestia establece su residencia permanente. Su existencia no se descubre fácilmente. Puede pasar mucho tiempo antes de que la persona se dé cuenta de que él está alimentando y sustentando a una criatura tan feroz.
Para vencerla Hércules hace tres cosas:
  1. Darse cuenta de su existencia, reconocerla a partir de la “discriminación”.
  2. Buscarla pacientemente, desde la “paciencia”.
  3. Vencerla desde la “humildad” para reconociendo sus defectos, sacar los viscosas fragmentos del inconsciente a la superficie y exponerlos a la luz de la sabiduría.
LAS NUEVE CABEZAS:
La tarea designada a Hércules tiene nueve facetas. Cada cabeza de la Hidra representa uno de los problemas que acosan a la persona que busca lograr el dominio de sí misma. 

Estos son:
Primer grupo. Los apetitos asociados: (Cuerpo físico)
                “        El deseo.
                “         La comodidad.
                “         El dinero.
Segundo grupo. Las pasiones del: (cuerpo astral)
                “        Temor.
                “         El odio.
                “         Deseo de poder.
Tercer grupo. Los vicios de la mente no iluminada: (cuerpo mental)
               “        El orgullo.
               “         El separatismo.
               “        La crueldad.

Vencer estas nueve Pruebas, matar a la Hidra significa haber entendido que la naturaleza del ego- la cabeza inmortal-, es necesaria para estar en contacto con la creación material, que es también divina, y la gran farsa a vencer es haber utilizado esta triple naturaleza para fines egoístas. Cumplido esto el Alma está preparada para mostrarle al Ego la senda de la Resurrección.



TRABAJO IX DE HERCULES.

SAGITARIO
“LOS PÁJAROS DEVASTADORES DE ESTINFALE”

EL MITO

Dentro del lugar  de Paz permanecía el Maestro, y habló a Hércules: “¡Oh, Hijo de Dios que eres también hijo del hombre!. He llegado el tiempo de hollar otro camino. Tú te hallas ante el Noveno Portal. Pasa por él y encuentra el pantano de Estinfale, donde moran los pájaros que hacen estragos. Descubre, luego, el camino  para hacerlos volar hacia su segura morada”, El Maestro se detuvo y agregó: “La llama que brilla más allá de la mente revela la dirección segura”. Y agregó: “La tarea aguarda. Tú debes pasar ahora a través del noveno Portal”.

Hacía adelante entonces marcho Hércules, y atravesó el Noveno Portal. Buscó durante mucho tiempo hasta que halló el Pantano de Estinfale. Allí, y a medida que él se acercaba, una multitud de pájaros graznaba roncamente, un coro amenazador y disonante.
Mirando de más cerca, vio que eran grandes y feroces, porque cada uno tenía un pico como de hierro y estaba afilado como una espada. Sus plumas también parecían como dardos de acero, y si caían, podían partir en do la cabeza de los fatigados viajeros.  Sus garras igualaban a sus picos en agudeza y en fuerza.

Tres pájaros, percibiendo a Hércules se precipitaron sobre él. Hércules se mantuvo en su lugar, y paro los ataques con la pesada maza que sostenía. A un pájaro lo golpeo resonantemente sobre el lomo; dos plumas cayeron verticalmente al suelo y temblaron mientras se hundían en la tierra floja. Finalmente los pájaros se retiraron.

Hércules permanecía delante del pantano, y reflexionaba acerca de cómo podría realizar la tarea asignada, como liberar al lugar de estas aves de rapiña.
Busco muchos medios para encontrar una manera de lograrlo. Al principio trató de matarlos con flechas, pero los pocos que mató no eran sino una fracción de los muchos que quedaban. Se elevaban en nubes tan espesas que ocultaban el Sol.

También se le ocurrió colocar trampas dentro del pantano, pero ni barca ni pie humano podían atravesar la ciénaga. Hércules se detuvo. Recordó entonces las palabras de consejo que se le habían dado. “La llama que brilla más allá de la mente revela la dirección segura”. Reflexionando por un largo tiempo, se le  ocurrió un método: él tenía dos címbalos muy grandes, que emitían un sonido sobrenatural, un sonido tan penetrante y tan desagradable que podía asustar a los muertos. Para el mismo Hércules era tan intolerable que se tapo ambos oídos con almohadillas.

A la hora del crepúsculo, cuando la ciénaga estuvo repleta de pájaros, Hércules regresó, golpeando los platillos bruscamente, una y otra vez. Un estruendo y un ruido tan estridente era aquello, que Hércules casi no podía soportarlo. Tal disonancia agresora de los sentidos no se había oído nunca antes en Estinfale.

Aturdidos y perturbados por tan espantoso ruido, las aves de presa se elevaron en el aire con ronco desaliento. Completamente perturbada la vasta nube de pájaros huyó con frenética prisa para nunca regresar. El silencio se difundió a través del pantano. Las horribles aves habían desaparecido. Se vio el delicado fulgor del Sol poniente, mientras este vacilaba en el paisaje que se iba oscureciendo.

Cuando Hércules regresó, el Maestro le saludó: “Las aves de rapiña han sido ahuyentadas. El trabajo está cumplido”.

EL SIGNO

Sagitario es la pequeña puerta hacia Capricornio. Hay dos puertas cósmicas: Cáncer , la puerta a la encarnación; Capricornio, la puerta al reino espiritual. Anterior a Capricornio está Sagitario, hablando de él como de “Una puerta más pequeña”. Podemos pensar en ella como la pequeña puerta al pie de la colina a través de la cual pasamos antes de escalar la montaña, y pasando a través de ella, demostramos nuestra capacidad para usar con justicia las flechas del pensamiento. Esa es la gran prueba.

Sagitario es el noveno signo, ha sido llamado la etapa de la crisálida; ya que allí el hombre no es ni una cosa ni la otra. En la crisálida se tiene la extraña triplicidad de la oruga, la crisálida y la mariposa. La oruga, reencarna cinco veces. Muda su piel cinco veces, y cinco es el número del hombre. Luego llega el momento en que en su vida hay un completo cambio, y de una cosa que se arrastra impulsada por el deseo, comiendo todo el tiempo llega a la etapa de la crisálida. Lo que sigue es un verdadero misterio; dentro del duro caparazón de la crisálida que ha construido la oruga, no hay más que una masa informe. Cada cosa aislada se ha disuelto, y en esa masa están los tres centros de la vida, y a causa de la acción recíproca entre esos tres puntos focales de energía, se efectúa un cambio, una reconstrucción, hasta que emerge del periodo de silencio, una maravillosa mariposa.

Hay tres constelaciones conectadas con el signo de Sagitario, las tres más hermosas:
Lyra, el arpa de siete cuerdas. Ara, el altar, Draco, la serpiente. En Sagitario el hombre ve la Verdad en conjunto, cuando usa rectamente las flechas del pensamiento. Todas las distintas verdades forman una verdad; eso es lo que se comprende en Sagitario, y nadie puede pasar por la puerta que esta al pie de la montaña, hasta que no haya visto dónde su pedacito de verdad forma parte del conjunto de mosaicos.

Sagitario ha sido llamado también el signo del espíritu de la justicia, originándose en las contiendas de los ocho signos previos. Cando “YO” este verdaderamente funcionando en Sagitario, habré aprendido a discriminar entre lo justo y lo injusto. Sabré lo que es justo por mí mismo, pero habré aprendido también esta lección; que mi justicia, puede ser injusticia para mi hermano, y la injusticia de mi hermano puede ser mi justicia. El mundo nunca evolucionara combatiendo, sino por el pensamiento justo, y será un proceso del alma.

LOS TRES PÁJAROS que ATACAN A HÉRCULES simbolizan:

El primero simboliza el palabrerío inconsciente que se practica durante tantas vidas.

El segundo, las informaciones reveladas a los otros para las cuales todavía no estaban preparados para escuchar.

El tercero, el hablar continuamente de sí mismo para enaltecerse en detrimento de los demás.

La palabra que el hombre pronuncia tiene un inmenso poder, ya que alcanza planos superiores al egoico, y, por tanto, es capaz de rediseñar cuanto esté en proceso de manifestación, ya que las entidades mentales, astrales o etéricas, “obedecen tales designios”.

Por eso la palabra puede convertirse en un ruido devastador….los pájaros. El sonido puede provocar el caos entre las fuerzas constructivas.

Dicen los Textos Antiguos que el Hombre es lo más ruidoso de la Creación. Los minerales y los vegetales no hacen ruido, los animales, en pocas ocasiones, y los devas son también muy silenciosos ¡¡sólo nosotros vibramos disonancias!!



TRABAJO X DE HERCULES.

CAPRICORNIO
“MATANDO A CERBERO, GUARDÍAN DE HADES”
-LA LIBERACIÓN DE PROMETEO-
EL MITO.

“La luz de la Vida debe ahora resplandecer dentro de un mundo de oscuridad”-dijo el Maestro-“El hijo del hombre, que es también el Hijo de Dios debe pasar a través del Décimo Portal”, En esta misma hora, Hércules se arriesgará”.

Cuando Hércules estuvo frente a él, éste le dijo: “Mil peligros has desafiado, ¡Oh Hércules!, y mucho se ha logrado. La sabiduría y la fuerza son tuyas. ¿Harás uso de ellas para rescatar al que está en agonía, una víctima de un enorme y persistente sufrimiento?”.

El Maestro tocó suavemente la frente de Hércules, y ante el ojo interno de éste surgió una visión. Un hombre yacía postrado sobre una roca; y gemía como si su corazón se rompiera. Sus manos y piernas estaban encadenadas; las pesadas cadenas que le ataban estaban amarradas a anillos de hierro. Un buitre, feroz y temerario, permanecía picoteando el hígado de la postrada víctima, y un escurridizo chorro de sangre manaba por su costado. El hombre alzaba sus manos esposadas y gritaba pidiendo ayuda, pero sus palabras retumbaban vanamente en la desolación y eran tragadas por el viento. La visión desapareció, y Hércules permanecía como antes, junto a su Maestro.

“El encadenado que has visto se llama Prometeo”-dijo el Maestro-, ha sufrido así durante años, y sin embargo no puede morir, pues es inmortal. Él robo el fuego del cielo, y por ello ha sido castigado. El lugar de su morada es conocido como el Infierno, el Hades, y se te pide ¡oh Hércules! Ser el salvador de Prometeo. Baja a las profundidades, y allí en los planos exteriores libéralo de su sufrimiento”.

Habiendo oído y comprendido, el hijo del hombre que era también un Hijo de Dios, se lanzó en esta búsqueda y pasó a través del Décimo Portal.

Hacía abajo, siempre hacía abajo, viajó dentro de los apretados mundos de la forma. La atmosfera se hacía sofocante, la oscuridad constantemente más intensa, y sin embargo, su voluntad era firma. El empinado descenso continuó durante mucho tiempo, y sólo, aunque no completamente a solas, él entró allí, y al buscar dentro, él oyó la voz plateada de la Diosa de la Sabiduría, Atenea, y las palabras fortalecedoras de Hermes. Finalmente llegó a ese envenenado río llamado Estigia,  un río que deben cruzar las almas de los muertos. Un centavo tenía que pagarse a Caronte, el barquero, para que pudiera conducirlas a la otra orilla. El sombrío visitante de la tierra de los vivos asusto a Caronte, quien, olvidando su paga, condujo al extranjero al otro lado.

Hércules había entrado por fin, en el Hades, una oscura y brumosa región, donde las sombras, o, mejor dicho, los cascarones de los muertos, se deslizaban por allí.
Cuando Hércules percibió a la Medusa, con su cabello entrelazado con serpientes silbantes, le lanzó su espada, pero no la hirió, sólo atravesó el aire vacío.

A través de senderos laberinticos, llegó a la sala del Rey que gobernaba el mundo subterráneo, el Hades. El Rey, torvo y severo, con semblante amenazador, estaba sentado tiesamente en su negro trono de azabache, mientras Hércules se aproximaba.

“¿Qué buscas tú, un mortal viviente en mis dominios?”, pregunto Hades. Hércules dijo, “Busco liberar a Prometeo”.

“El camino está vigilado por el Monstruo Cerbero, un perro con tres grandes cabezas, cada una de las cuales tiene serpientes enroscadas a su alrededor”, replicó Hades. “Si tú puedes vencerlo con tus manos desnudas, una hazaña que aún nadie ha realizado, puedes desatar al sufriente Prometeo”.

Satisfecho con esta respuesta, Hércules prosiguió. Pronto vio al perro de tres cabezas, y oyó su penetrante ladrido. Gruñendo, saltó sobre Hércules. Agarrando primero la garganta de Cerbero, Hércules lo estrechó en su puño como en un torno. Poseído hasta la furia frenética, el monstruo se sacudió, y finalmente, al apaciguarse su fuerza, Hércules lo dominó. Hecho esto, Hércules prosiguió, y encontró a Prometeo. Yacía sobre una losa de piedra, en agonizante dolor. Entonces, Hércules rompió sus cadenas y liberó a la víctima. 

Desandando sus pasos, Hércules regresó por donde había venido, y cuando alcanzó el mundo de las cosas vivientes, encontró allí a su Maestro.

“La Luz brilla ahora dentro del mundo de la oscuridad”-dijo el Maestro-“el trabajo está realizado. Descansa ahora, hijo mío”.
El Tibetano.

EL SIGNO.

Capricornio es el primer signo del elemento Tierra, es donde el alma entra mediante el cuerpo físico a conocer la materia. Es uno de los signos más difíciles de describir, ya que ni siquiera el símbolo ha sido nunca correctamente dibujado. Se dice que es de rodillas como Capricornio ofrece corazón y vida al alma, y es, sólo entonces  cuando al autoiniciado se le puede confiar los secretos de la vida y de los poderes superiores.

Al pie de la montaña, la cabra, (el materialista) busca alimento en lugares áridos. El chivo expiatorio, camino hacia arriba, encuentra las flores del deseo obtenido, cada una con su propia espina de saciedad y desilusión. En la cima de la montaña la cabra sagrada ve la visión y el iniciado aparece.

El regente de Capricornio es Saturno, y él es la clave para realizar un trabajo con los demás que nos permita llegar libres a Acuario, ya que mientras quede una sola Alma prisionera, no podemos ser libres. Prometeo simboliza a la humanidad encadenada a la roca de la materia.

El signo de la cabra es un signo universal e impersonal. Todos los trabajos de Hércules hasta aquí han estado comprometidos con su propia liberación. Ahora entramos en tres signos que no tienen relación con sus realizaciones personales, Él es libre; es un iniciado; un discípulo del mundo. Ha dado la vuelta al Zodiaco, ha aprendido las lecciones de los signos y trepado a la montaña de la iniciación; ha sufrido la transfiguración; es perfectamente libre y así puede trabajar universalmente en tareas que no tengan ninguna relación consigo mismo.




TRABAJO XI DE HERCULES

ACUARIO
LIMPIANDO LOS ESTABLOS DE AUGIAS.

EL MITO

Dentro del Lugar de Paz, el Gran Presidente emitía el resplandor de su elevado pensamiento. El Maestro se acercó.
“La llama única debe alumbrar a las otras cuarenta y nueve”, afirmo el Gran Presidente.
“Así sea”, respondió el Maestro. “Habiendo encendido su propia lámpara Hércules ahora puede traer la Luz a los demás”, No mucho después, el Maestro citó a Hércules.
“Once veces ha girado la rueda, y ahora tú estás delante de otro Portal. Por largo tiempo has perseguido la luz que vacilaba primero inciertamente, y luego crecía hasta ser un faro firme, y ahora brilla para ti como un sol en llamas. Vuelve ahora tu espalda a la claridad; vuelve sobre tus pasos; regresa hacia aquellos para quienes la luz no es sino un punto transitorio, y ayúdalos a hacerlos crecer. Dirige tus pasos hacia Augías, cuyo reino debe ser purificado de antiguos males”.

Así salió Hércules por el undécimo Portal en busca de Augías, el rey.

Cuando Hércules se aproximó al reino donde Augías era el soberano, un horrible hedor que lo hizo desfallecer y lo debilitó, asaltó su nariz. Se enteró de que durante años, el rey Augías no había hecho quitar el estiércol que su ganado dejaba dentro de los establos reales. También las praderas estaban tan llenas de estiércol que ninguna siembra podía crecer. En consecuencia, la pestilencia estaba recorriendo la región, haciendo estragos en las vidas humanas.

Hacia el palacio fue entonces Hércules y buscó a Augías para decirle que había venido para limpiarle los establos, pero el rey mostró desconfianza e incredulidad.
“¿Dices que harás esta enorme labor sin recompensa?”, manifestó suspicazmente el rey. No tengo fe en aquellos que hacen tales alardes. Algún artero plan has tramado, Oh Hércules, para arrebatarme el trono. Yo no he oído de hombres que busquen salvar al mundo sin una recompensa. En este momento, sin embargo, le daría la bienvenida a cualquier necio que buscara ayudar. Pero debemos cerrar un trato para que yo no sea reprendido como un Rey tonto. Si tú en un solo día, haces lo que has prometido, una décima parte de mi gran rebaño de ganado será tuya; pero si fracasas, tu vida y tu fortuna estarán en mis manos. Naturalmente, yo no pienso que puedas cumplir tu bravata, pero trata de hacerlo como puedas”.

Hércules entonces dejó al Rey. Erro por el desolado lugar, y vio una carreta con muertos apilados, las víctimas de la pestilencia.

Dos ríos, observo él, el Alfeo y el Peneo, corrían tranquilamente cerca de allí. Sentado en las riberas de uno de ellos, la respuesta a su problema relampagueo en su mente.
Con grandes esfuerzos él logro desviar ambas corrientes del curso que habían seguido durante décadas, y el Alfeo y el Peneo vertieron sus aguas a través de los establos llenos de estiércol del Rey Augías. Los impetuosos torrentes barrieron la inmundicia largamente acumulada. El reino fue purificado de su fétida lobreguez. En un solo día había realizado la tarea imposible.

Cuando Hércules, completamente satisfecho con el resultado, regresó donde estaba Augías, éste frunció el ceño: “¡Tú has tenido éxito por medio de un ardid!”-dijo lleno de ira-, “Los ríos hicieron el trabajo, no tú. Fue una artimaña para apoderarte de mi ganado, una conspiración contra mi trono. No tendrás la recompensa. Vete, retírate de aquí antes de que reduzca tu estatura en una cabeza”.

Así desterró a Hércules el encolerizado rey, y le dijo que nunca más pusiera el pie en su reino, so pena de una muerte súbita.

Habiendo realizado la tarea asignada, el hijo del hombre, que también era Hijo de Dios, volvió a aquél de quién había venido.

“Te has vuelto un Servidor del Mundo”-dijo el Maestro cuando Hércules se acercó- “Tú has progresado retrocediendo; has llegado a la casa de la Luz por otro sendero; tú has empleado tu Luz para que pueda brillar la Luz de los otros. La joya que otorga el undécimo Trabajo es tuya para siempre”.
El Tibetano

EL SIGNO.

El signo de Acuario es representado como un hombre sosteniendo un cántaro invertido. El hombre invierta el cántaro y de él salen dos chorros de agua, el río de la vida, y el rio del amor, y esas dos palabras, vida y amor, son las dos palabras que encarnan la técnica de la era de Acuario; no la forma, no la mente, sino la vida y el amor. Dos palabras que usamos constantemente, pero tras las cuales no sustentamos ningún concepto adecuado.

Cada Era Astrológica tiene su gran lección implícita, siempre a favor del desarrollo de consciencia de la humanidad.

Durante la Era de Tauro, el hombre tuvo que enfrentar a su naturaleza animal, a su deseo irrefrenable, por encima de todas las cosas.

En la Era de Aries, el Carnero, se mostró que el “sacrificio” de la naturaleza animal en el hombre tenía más sentido que la lucha contra ella.

La Era de Piscis, los Peces, nos ha aclarado que somos dualidad: Alma y Cuerpo, Cristo nos enseñó a unir ambas naturalezas.

La Era de Acuario tratará de mostrarnos cómo ser el Alma, a través de la purificación, el Alma estará al frente de la consciencia; no el ser humano, no el ego, estaremos enfocados en el reino Espiritual. El hombre se ha convertido en un Maestro Servidor, ¡ha aprendido a servir! Por eso puede ser un Maestro. Tras encender su propia lámpara, Hércules debe llevar ahora la Luz al Mundo, a los demás seres humanos, de aquellos que caminan entre tinieblas, aquellos que no encendieron su propia lámpara. 

Sea cual sea la tarea de servicio, lo importante es el grado de amor depositado en ella. Una vez realizada, hay que dejarla estar: el resultado no pertenece a este Servidor del Mundo.
Estas son las cualidades de un buen Servidor.

Servicio Desinteresado: No para librarnos de la rueda de encarnaciones, sino porque nuestra consciencia no está ya auto-centrada. No estamos interesados en nosotros mismos, sino en las aflicciones de nuestro prójimo, y, por ello, le ayudamos sin esfuerzo.

Trabajo de Grupo: Trabajar en Grupo es formar parte con humildad en cualquier tema de servicio al género humano. Durante la Era de Acuario, la comunicación entre los miembros del grupo será a través de la mente, porque sus miembros estarán perfectamente unidos.

Auto Sacrificio: Se trata de hacer “puro el yo pequeño, el ego”. Así el “yo” del grupo es puro también. Destruir los perjuicios individuales y pensar en términos de totalidad, de humanidad, de unidad…Esto es Acuario.

Que así sea.




TRABAJO XII DE HERCULES.

PISCIS
CAPTURA DE LA ROJA MANADA DE GERIÓN.

EL MITO

Dentro de la Cámara del Concilio, el Maestro reveló la voluntad de lo que debe ser: “Él está perdido, y encontrado; está muerto, no obstante vibrante de Vida. El servidor se vuelve el salvador, y regresa al Hogar”.

El Maestro reflexionó; luego requirió a Hércules. “Tú estás ahora delante del último Portal”, dijo el Maestro. “Un trabajo resta todavía antes de que el circulo se complete y sea alcanzada la liberación. Marcha hacía ese oscuro lugar llamado Eritia donde la Gran Ilusión está entronizada; donde Gerión, el monstruo de tres cabezas, tres cuerpos y seis manos, es señor y rey: ilegalmente él retiene una manada de bueyes rojizos. Desde Eritia hasta nuestra Ciudad Sagrada, tú debes conducir la manada. Cuidado con Euritión, el pastor, y su perro de dos cabezas Ortro”. El Maestro hizo una pausa. “puedo hacerte una advertencia”, -agrego lentamente-. “Invoca la ayuda de Helios”.

El hijo del hombre que era también un Hijo de Dios, partió a través del Duodécimo Portal. Iba en busca de Gerión.

Dentro de un Templo, él hizo ofrendas a Helios, el dios del fuego en el sol. Meditó durante siete días, y entonces le fue concedido un favor: un cáliz de oro cayó al suelo ente sus pies. Él supo dentro de sí mismo que este brillante objeto le permitiría cruzar los mares para llegar a la región de Eritia. Y así fue.

Dentro de la segura protección del Cáliz de Oro, él navegó a través de agitados mares hasta que llegó a Eritia. Hércules desembarco en una playa de este lejano país.
No mucho después, encontró la pradera donde la rojiza manada pastaba. Estaba guardada por el pastor Euritión y por Ortro, el perro de dos cabezas.

Cuando Hércules se aproximó, el perro se adelantó como una flecha hacía su blanco. Se abalanzó contra Hércules, gruñendo malignamente, dando feroces dentelladas con sus colmillos al descubierto. Pero con un golpe decisivo, Hércules derribó al monstruo.
Entonces, Euritión, temeroso del bravo guerrero que estaba delante de él, le suplicó que le perdonara la vida. Hércules le concedió su ruego. Conduciendo a la manada rojiza delante de él, Hércules volvió su rostro hacía la Ciudad Santa.

No había ido muy lejos cuando percibió una distante nube de polvo que rápidamente se agrandaba. Suponiendo que el monstruo Gerión venía en furiosa persecución, se volvió para enfrentarse al enemigo. Pronto, Gerión y Hércules estaban frente a frente. El monstruo le plantó cara soplando fuego y llamas por sus tres cabezas a la vez.

Gerión le lanzó a Hércules una lanza, que casi le rozo el costado, pero haciéndose ágilmente a un lado, Hércules esquivó el dardo mortal.

Teniendo tenso su arco, Hércules disparó una flecha que parecía incendiar el aire cuando la soltó, y golpeó al monstruo de lleno en su costado. Con tan gran ímpetu había sido disparada la flecha que los tres cuerpos del feroz Gerión fueron atravesados. Con un agudo y desesperante gemido, el monstruo se inclinó, y después cayó, para no levantarse nunca más.

Hacía la Ciudad Santa, entonces Hércules condujo al ganado colorado. Difícil fue la tarea, porque muchas veces alguna res se extraviaba, y Hércules tenía que dejar a la manada para ir en busca de los errantes  vagabundos.

Condujo a la manada a través de los Alpes, y hacía Italia. Por donde quiera que la injusticia hubiera triunfado, él asestaba un golpe mortal a los poderes del mal, y enderezaba la balanza a favor de la justicia. Cuando Erix, el luchador, lo desafió, Hércules lo derribó tan violentamente que allí quedó tendido. Asimismo, cuando el gigante Alcione arrojó a Hércules una roca que pesaba una tonelada, este la paró con su maza, y la lanzó de nuevo para matar a aquél que se la había enviado.

A veces se desorientaba, pero siempre regresaba, desandando sus pasos para seguir su camino. Aunque fatigado por este exigente trabajo, Hércules finalmente regreso. El Maestro esperaba su llegada.
 “Bienvenido, oh Hijo de Dios que es también hijo de hombre. La joya de la inmortalidad es tuya. Con estos doce trabajos tú has superado lo humano, y ganado lo divino. Has llegado al hogar para no dejarlo más. En el firmamento estrellado será escrito tu nombre, un símbolo para los luchadores hijos de los hombres, para su destino inmortal. Terminados tus trabajos humanos, tus tareas Cósmicas empiezan”.

Y desde la Cámara del Concilio llegó una voz que decía: “Bien hecho, Oh Hijo de Dios”.
El Tibetano

EL SIGNO

La primera constelación en Piscis es ese curioso racimo de estrellas llamado “La Faja”, que conecta los dos peces, un pez dirigido hacia el norte y otro nadando en el horizonte. El que se dirige hacia el norte, representa al aspirante que busca su camino evolutivo, mientras que el otro representa a la persona común.

La segunda constelación es Andrómeda, la mujer encadenada, en Piscis representa la materia subyugada.

La tercera constelación en Piscis es el Rey Cefero, esposo de Casiopea y Padre de Andrómeda, esta representa el Espíritu  o el aspecto del Padre.

El signo de Piscis marca un espacio triangular en los cielos, gobierna los pies y de ahí la idea de pisar el Sendero y alcanzar la meta que ha sido la fundamental revelación de la era de Piscis.

Existe en la naturaleza el reino humano y por encima de él hay otros reinos, el espiritual,  y el cósmico; por debajo de él están los reinos animal, vegetal y mineral. El trabajo de los inteligentes hijos de Dios es actuar como transmisores, a través de la mente, de la energía espiritual que unificara y hará avanzar a los reinos inferiores de la naturaleza.

Con este XII Trabajo de Hércules finaliza el ciclo zodiacal, en cada uno de los signos o Portales encontraremos enseñanzas para avanzar comprender nuestro propósito de vida. Que Así Sea.

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EPILOGO


Al terminar los Trabajos de Hércules añado algunas notas sobre los signos zodiacales (Portales), que pueden ser de utilidad para su comprensión y estudio, así como las palabras clave que determinan la expresión de la forma y la del espíritu o alma.

ARIES: El Carnero.

Es el primer signo del Elemento Fuego. Su Cualidad es la iniciación, los comienzos. La voluntad y el poder se expresan aquí a través de los procesos creativos. Su regente es Marte. Sus palabras clave son: Desde el punto de vista de la forma; “Que la forma sea buscada nuevamente”; desde el punto de vista del alma: “Surjo, y desde el plano de la mente, rijo”.

TAURO: El Toro.

Segundo signo del Elemento Tierra. Su cualidad: El deseo, la voluntad o el propósito dirigidos hacía la materia. Su regente es Venus. Y sus palabras clave son: Desde el punto de vista de la forma; “Que la fuerza sea perseverante”; desde el punto de vista del alma: “Veo, y cuando el ojo está abierto, todo se ilumina”.

GÉMINIS: Los Gemelos.

Es el tercer signo del Elemento Aire. Su cualidad: La dualidad, amor, sabiduría, y el control de cada par de opuestos. Su regente es Mercurio. Sus palabras clave son: Desde el punto de vista de la forma; “Que la inestabilidad haga su trabajo”; desde el punto de vista del alma; “Reconozco a mi otro yo, y en la declinación decrezco y resplandezco”.

CÁNCER: el Cangrejo.

Primer signo del Elemento Agua. Cualidad: Sensibilidad, identificación con la forma. Regente la Luna. Las palabras clave: Desde el punto de vista de la forma;  “Que rija el aislamiento, y no obstante la multitud exista”; desde el punto de vista del alma; “Construyo una casa iluminada y moro en ella”.

LEO, el León.

Leo es el segundo signo del Elemento Fuego. Su Cualidad: La sensibilidad conduciendo al conocimiento individual. Salida fuera del rebaño. Auto-conciencia. Auto-afirmación. Regente el Sol. Palabras clave: Desde el punto de vista de la forma: “Que otras formas existan, yo rijo”; desde el punto de vista del alma; “Yo soy Ese y Ese soy Yo”.

VIRGO, la Virgen.

Tercer signo de Tierra. Cualidad. El único servicio en Virgo es que ambos, la forma y el espíritu son nutridos, protegidos. Su regente es Mercurio. Las palabras clave: Desde el punto de vista de la forma: “Que la materia reine”; desde el punto de vista del alma: “Soy la Madre y el Niño. Soy Dios. Soy la materia”.

LIBRA, la Balanza.

Primer signo del Elemento Aire. Cualidad: El equilibrio. Un intervalo donde se conoce la dualidad, y donde la vida de la forma y el alma buscan estar equilibradas. Su regente es Venus. Las palabras clave: Desde el punto de vista de la forma: “Que se haga la elección”; desde el punto de vista del alma: “Elijo el camino que conduce entre las dos grandes líneas de fuerza”.

ESCORPIO, el Escorpión.

Segundo signo del Elemento Agua. Su cualidad: El conflicto. La prueba. El ensayo. El triunfo. Puntos de crisis. Momentos de reorientación. Punto decisivo en la vida de la humanidad y del individuo. Hércules se volvió el discípulo triunfante en Escorpio. Regente: Plutón. Palabras clave: “Que Maya florezca y rija el engaño”; desde el punto de vista del alma; “Soy el guerrero y surjo victorioso de la batalla”.

SAGITARIO, el Arquero.

 Tercer signo del Elemento Fuego. Cualidad: Dirección enfocada. Actividad unidireccional. En las primeras etapas, satisfacción del deseo; en las etapas posteriores, aspiración por la meta de la iniciación. Su regente es Júpiter. Palabras clave: Desde el punto de vista de la forma: “Que se busque el alimento”, desde el punto de vista del alma; “Yo veo la meta, alcanzo esa meta, y entonces veo otra”.

CAPRICORNIO, la Cabra.

Primer signo del Elemento Tierra. Cualidad: Características extremas de los peores y los mejores tipos. Ambición. Cristalización. Lucha superada. Transfiguración. Conciencia del iniciado. Regente, Saturno. Palabras clave: Desde el punto de vista de la forma; “Que la ambición rija y que la puerta permanezca muy abierta”. Dese el punto de vista del alma; “Estoy perdido en la luz suprema, aun así, vuelvo la espalda a esa luz”.

ACUARIO, el Aguador.

Segundo signo del Elemento Aire. Cualidad: Voluntad de servir, primero al yo inferior, luego al Yo superior. Servicio del mundo. Conciencia individual transmutada en conciencia de grupo. Regente: Urano. Palabras clave: Desde el punto de vista de la forma: “Que el deseo en la forma rija”; desde el punto de vista del alma: “Soy el Agua de Vida vertida para los hombres sedientos”.

PISCIS, los Peces.

Tercer signo del Elemento Agua. Cualidad: Fluidez dotada de conciencia instintiva. Mediumnidad. Mente polarizada no despierta. Intuición dormida. Muerte de la personalidad. Liberación del alma de la cautividad. Regente: Neptuno. Palabras clave: Desde el punto de vista del a forma: “Entra en la materia”, desde el punto de vista del alma: “Abandono el Hogar del Padre y al regresar, salvo”.







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