miércoles, 31 de octubre de 2018

LA AUTOESTIMA Y EL EGO





La autoestima y el ego son dos caras de la misma moneda. Las personas que tienen una buena autoestima, tienen el ego bajo control, las que tienen un ego desbordante, suelen tener una baja autoestima. Lo curioso es que lo que exteriormente vemos nada tiene que ver con lo que sucede en el interior.

¿Quién se creería que alguien con ego pudiese tener una baja autoestima?

En este aspecto entran conceptos como la falsa autoestima, los intentos por enmascarar todo ese dolor que sentimos por dentro y que nos avergonzamos de desear exteriorizar y muchas otras circunstancias que provocan que las personas se muevan entre estas dos caras: la autoestima y el ego.

“Las personas con un gran ego necesitan ser el centro de atención, ansían reconocimiento y les preocupa muy poco lo que sientan los demás. Por el contrario, una saludable autoestima nos permite respetar nuestros propios deseos y también los de los demás”

-Andrew Matthews-

La falsa autoestima

Hay personas que parecen que tienen un gran nivel de autoestima, pero en el fondo, tienen un fuerte egocentrismo y baja autoestima. Confunden la autoestima y el ego. Todo el tiempo hablan de ellas y de sus logros y cuando las cosas salen mal suelen utilizar justificaciones externas son reconocer su responsabilidad. Estas personas básicamente tienen una gran inseguridad en ellas mismas y tienen que buscar cómo hacer que eso no se note.

Así, suelen pensar que vulnerabilidad es lo mismo que debilidad y se olvidan de que, como todos, pueden cometer errores y equivocarse, de tal forma que esto no debería ser motivo para sentirse mal ni amenazadas por lo que otras personas puedan pensar de ellas.

Que no asuman su responsabilidad no sólo les impide hacer una autocrítica que les permita ser adaptativas, sino que muchas veces también impide que sientan la necesidad de pedir disculpas cuando cometen un error.

“Las personas que más se resisten son aquellas que han desarrollado un enorme ego y a la vez autoestima”

-Katiusca Goldcheidt-

Personas con una autoestima alta y sana

Por otro lado, las personas que tienen una alta autoestima no hablan tanto de sí mismas y de sus logros, sino que saben escuchar y se alegran con los logros de los demás. Aprenden de ellos, desde la humildad y sin hacer alarde ya que para ellas los logros y los errores forman dos caras de la misma moneda.

Estas personas cuando se equivocan saben pedir perdón y no se justifican, sino que aceptan y aprenden de los errores que cometen. Y esto las fortalece, ya que se van superando y mejorando. No dejan que el ego tome el mando. Saben discernir entre la autoestima y el ego y ponerle límites a este último.

Siempre es bueno, de cuando en cuando, hacer una reflexión sobre nosotros mismos para ver cómo estamos actuando y cómo queremos actuar. Así, reconocer que no somos perfectos es el primer paso para lograr una alta autoestima, ya que cuando nos equivocamos podemos levantarnos y aprender de los errores.

También es algo positivo registrar cómo nos sentimos cuando conseguimos un logro importante. Habitualmente vamos a estas orgullosos y nos vamos a sentir contentos, pero en este punto es importante que ese orgullo sea sano, que no nos sintamos omnipotentes y el centro del universo, sino que aprendamos que los logros facilitan el camino hacia una sana autoestima. 

Sin embargo, si creemos ser más de lo que somos podemos caer en las garras del ego. Así es como confundimos la autoestima y el ego.

“El ego es una casa pequeña. El ser esencial es un gigante que habita en ella”
-Alejandro Jodorowsky-

En la película El Guerrero Pacifico, el sabio le dice al joven algo que debemos recordar permanentemente, “no eres mejor que nadie, pero tampoco menos”. Esto habla de una autoestima alta sana. Sabemos que no somos mejores no peores que los demás, sino diferentes. Sabernos con talentos distintos nos va a ayudar a desarrollar un alto nivel de autoestima y a forjar mejores relaciones y una vida más feliz.



sábado, 27 de octubre de 2018

VENCER EL MIEDO





EL MIEDO

Todos estamos familiarizados con las múltiples caras del miedo. El miedo nos ha paralizado y congelado, con las palpitaciones y la aprehensión que lo acompañan. En las formas más leves del miedo simplemente nos sentimos incomodos. En las más graves, nos volvemos asustadizos, cautelosos, tensos, asustadizos, inexpresivos, inseguros etc. Podemos tener miedo a todo…incluso al propio miedo.

Uno de los bloqueos que impide el desarrollo emocional es el miedo a lo que se encuentra sepultado en el inconsciente, Carl Jung llamo la “sombra” a esa zona que no estamos dispuestos a ver y de la que no queremos apropiarnos. Dijo que el Yo no puede ser sano y pleno a menos que se vea y se reconozca la sombra.

Esto significa que sepultado dentro de cada uno, en lo que Jung llamó el “inconsciente colectivo” está todo lo que no gusta admitir sobre uno mismo. El humano medio, dijo Jung, prefiere proyectar su sombra sobre el mundo, condenarla y verla como el mal, pensando que su problema es combatir el mal en el mundo.

En realidad, el problema no es otro que reconocer la presencia de tales pensamientos e impulsos. Al reconocerlos, se vuelven silenciosos y ya no nos dominan inconscientemente.
Una vez vista y reconocida, la sombra ya no tiene ningún poder. De hecho, solo nuestro miedo a esos pensamientos e impulsos les da poder. Cuando nos familiaricemos con nuestra sombra, ya no tendremos que proyectar nuestros temores sobre el mundo y se evaporaran rápidamente.

Uno de los obstáculos para familiarizarse con los temores de la propia mente es el miedo a las opiniones de los demás. El deseo de aprobación recorre nuestras mentes en una fantasía constante. Se necesita mucha energía para tener sepultada la sombra y suprimir los múltiples miedos. El resultado es que nuestra energía se agota. En el nivel emocional esto se expresa como una inhibición de la capacidad de amar.

En el mundo de la conciencia, lo semejante atrae a lo semejante, por lo que el miedo solo atrae más miedo, e igualmente el amor atrae amor. Cada miedo exige energía adicional para crear un dispositivo de protección. Así, al final, toda nuestra energía se consume en medidas defensivas.

La voluntad de observar el miedo y trabajar con él hasta liberarnos nos aporta recompensas inmediatas. Por lo que consiguiendo cambiar el miedo por amor nos hará ser más felices y armonizar el Universo.


viernes, 26 de octubre de 2018

EL PASADO......




EL PASADO ES LO QUE FUIMOS, NO LO QUE SOMOS.

Todos recordamos nuestro pasado, a veces para reencontrarnos, a veces para recordar nuestras vivencias y otras veces para saber quiénes somos. Es necesario diferenciar que nuestra historia tiene una relevancia importante en nuestro presente, pero también ese pasado que nos creemos no es más que una construcción nuestra.  Es cierto que el pasado nos da identidad, pero no define lo que somos hoy.

Somos nosotros los que seleccionamos y elegimos los recuerdos que extraemos de él, poniendo atención a algunos aspectos mientras dejamos por fuera a otros. Es necesario comprender el error sobre el cual se cimienta esa creencia, teniendo en cuenta que lo que recordamos es solo una parte de lo que vivimos, por lo tanto, no nos define.

No somos nuestro pasado sino lo que hicimos y hacemos para mejorarlo, seguir adelante y reconstruirnos. Esa actitud es la que nos define, la que muestra quienes somos en realidad y la que nos acompañara a lo largo de nuestra vida. Solo nuestro presente puede definirnos, es en el momento actual donde nuestras acciones y nuestros pensamientos determinan quienes somos.

“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”
-José Saramago-
Lo que fuimos
Nuestros pensamientos se sitúan casi en el 70% de las veces en el pasado. El pasado es un archivo que tenemos y debería servirnos como aprendizaje para afrontar nuevas situaciones similares a las que ya hemos vivido. Nos mortificamos por el pasado, reviviendo una y otra vez en nuestra mente acontecimientos negativos que han sucedido.
Nos arrepentimos de lo que hemos hecho, de lo que no hemos hecho, de lo que hicimos y de lo podríamos haber hecho mejor. Todos estos pensamientos nos llevan al sufrimiento y al malestar, maniatándonos, impidiéndonos ser y actuar en los momentos que estamos viviendo.
Lo que somos.
Hipócrates, el padre de la medicina, dijo: “Los hombres deben saber que del cerebro, y sólo de él, vienen las alegrías, las delicias, el placer. La risa y también el sufrimiento, el dolor y los lamentos. Y por él, adquirimos sabiduría y conocimiento y vemos, y oímos y sabemos lo que está bien y lo que está mal, lo que es dulce y lo que es amargo.
Y por el mismo órgano, nos volvemos locos y deliramos y el miedo y el terror nos asaltan. Es el máximo poder en el hombre. Es nuestro interprete de aquellos elementos que están en el aire.”
Cuando el cerebro está conectado en el presente es más difícil que tengamos pensamientos desajustados sobre el pasado o sobre el futuro. Solo podemos ser lo que somos en el momento presente. Cuando nuestro cerebro está el 100% en algo nos liberamos de situaciones de tensión, dejando a un lado los pensamientos involuntarios y enfocándonos en lo que está sucediendo o estamos haciendo en este preciso momento.
La gran ventaja de ser conscientes de lo que somos en el momento presente es que nuestra mente no se ve distraída por el pensamiento negativo. En general, cuando la concepción de lo que somos se pierde en recuerdos y preocupaciones vivimos más angustiados y nos despistamos más. Sin embargo, cuando nos enfocamos en lo que somos y no en lo que fuimos somos más felices y productivos.
“A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas. Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea·
-Thomas Szasz-

sábado, 20 de octubre de 2018

SENTIMIENTOS Y MECANISMOS MENTALES





La expresión y la represión. Estas son las formas más comunes de tapar los sentimientos y dejarlos a un lado.

En la represión, esto sucede inconscientemente; en la supresión, ocurre de modo consciente. No queremos que nos molesten nuestros sentimientos y, además no sabemos qué hacer con ellos. Sorteamos el sufrimiento que nos producen y tratamos de seguir funcionando lo mejor posible. Elegimos los sentimientos que serán suprimidos o reprimidos en conformidad con los programas conscientes o inconscientes que llevamos con nosotros por costumbre social y educación familiar.

Luego, la presión de los sentimientos suprimidos se manifiesta como irritabilidad, cambios de humos, tensión en los músculos del cuello y la espalda, dolores de cabeza, calambres, trastornos menstruales, colitis, indigestión, insomnio, hipertensión, alergias y otras condiciones somáticas.

Reprimimos un sentimiento cuando nos produce tanta culpa y miedo que ni siquiera podemos afrontarlo. Apenas amenaza con emerger, es lanzado instantáneamente al inconsciente. Más adelante, el sentimiento reprimido será gestionado de diversas maneras para asegurar que siempre se mantenga fuera de la conciencia.

De los mecanismos utilizados por la mente para mantener el sentimiento reprimido, la negación y la proyección son quizás los más conocidos, ya que tienden a ir juntos y a reforzarse mutuamente. La negación deriva en bloqueos importantes de las emociones y la maduración. Generalmente, es acompañada por el mecanismo de la proyección.

Como consecuencia de la culpa y el miedo, reprimimos el impulso o el sentimiento y negamos su presencia en nosotros. En lugar de sentirlo, la proyectamos sobre el mundo y los que nos rodean. Experimentamos la sensación de que les pertenece a “ellos”. Entonces ellos se convierten en el enemigo, y la mente busca y encuentra justificación para reforzar la proyección.

La culpabilidad se sitúa en las personas, los lugares, las instituciones, los alimentos, las condiciones climáticas, los acontecimientos sociales…y todo lo que se encuentra fuera de nosotros mismos. La proyección es el principal mecanismo utilizado en el mundo de hoy. Es responsable de todas las guerras, los disturbios y los desórdenes civiles, incluso se anima a odiar al enemigo para convertirse en un “buen ciudadano”.

Mantenemos nuestra autoestima a costa de los demás y, con el tiempo, esto deriva en descomposición social. El mecanismo de la proyección subyace a los ataques, la violencia, la agresión y demás formas de destrucción social.

Expresión. Mediante este mecanismo, el lenguaje corporal canaliza, verbaliza o afirma la sensación, que se representa en un sinfín de demostraciones grupales. La expresión de las emociones negativas permite dejar salir únicamente la suficiente presión  interna para que el resto del contenido pueda ser suprimido. Es muy importante entender este punto, porque, en nuestra sociedad de hoy, muchas personas creen que expresar sus sentimientos las libera de ellos, los hechos demuestran lo contrario.

La expresión de un sentimiento, en primer lugar, tiende a propagarlo y darle mayor energía. En segundo lugar, siempre se trata de la expresión de solo una parte, y esto permite que el resto sea suprimido y se mantenga al margen de la conciencia.

El equilibrio entre supresión y expresión varía en cada individuo, ya que depende de aspectos como su educación infantil, las normas culturales y las costumbres. Si volcamos nuestros sentimientos negativos en los demás, lo experimentaran como un ataque y, a su vez, se verán forzados a suprimir, expresar o escapar de estos sentimientos.

 Por lo tanto, la expresión de la negatividad produce el deterioro de las relaciones. Una alternativa mucho mejor consiste en asumir la responsabilidad para los propios sentimientos y neutralizarlos.

Entonces solo permanecen y se expresan los sentimientos positivos.

Escape. Es la evitación de los sentimientos a través de la diversión. Esta evitación es la columna vertebral de la industria del entretenimiento y de la fabricación de bebidas, también es la vía del adicto al trabajo. 

El escapismo, evitar tomar conciencia de nuestro interior, es un mecanismo tolerado socialmente. Podemos evitar el propio yo y tapar los sentimientos a través de una interminable variedad de búsquedas, muchas de las cuales se convierten en adicciones a medida que crece nuestra dependencia de ellas.

A las personas les aterroriza la idea de enfrentarse a sí mismas. Incluso temen un momento de soledad. De ahí las actividades constantes y frenéticas; la interminable socialización, hablar, enviar mensajes de texto, escuchar música…etc

Muchos de estos mecanismos de escape son erróneos, estresantes e ineficaces. Requieren enormes cantidades de energía mantener el control sobre la creciente presión de los sentimientos suprimidos y reprimidos. Se produce una progresiva pérdida de conciencia, de creatividad, de energía y de auténtico interés por los demás. El crecimiento espiritual se detiene y, finalmente, se desarrollan enfermedades físicas y emocionales.
Por encima de todo, el escape tiene el efecto de incapacitar para amar verdaderamente y confiar en otra persona, lo que produce aislamiento emocional y odio hacia sí mismo.

¿Qué sucede cuando en lugar de esto, nos liberamos de un sentimiento?

La energía que está detrás de ese sentimiento es entregada instantáneamente y el efecto es la descompresión. La presión acumulada disminuye a medida que lo vamos soltando, de inmediato nos sentimos mucho mejor. La fisiología del cuerpo cambia. Hay mejoras detectables en el color de la piel, la respiración, el pulso, la presión sanguínea, la tensión muscular, la función gastrointestinal y la composición química de la sangre.

En un estado de libertad interior, todas las funciones del cuerpo y de cada órgano se corrigen hacia la normalidad y la salud. Se experimenta un aumento inmediato en la potencia muscular. La visión mejora y la percepción del mundo y de nosotros mismos cambia para mejor. Nos sentimos más felices, más cariñosos y más relajados.


domingo, 14 de octubre de 2018

CERRAR CICLOS ADECUADAMENTE




Cuando hablamos de ciclos nos referimos a esos procesos de la vida que comienzan, se desarrollan y concluyen. Así, aunque en la práctica nada termine del todo realmente, es importante aprender a cerrar ciclos cuando se agota el proceso, para seguir adelante y evitar quedarnos estancados.

Para ello, antes de nada hay que saber diferenciar entre el hecho de cerrar ciclos y el de tener una pérdida. El cierre de grandes etapas de la vida supone pérdidas e implica duelos, pero no tiene el carácter súbito o profundamente doloroso que comportan las pérdidas como tal.

Ahora bien, lo importante de cerrar ciclos es que incide de manera directa en lo que se hará en un futuro. Si el ciclo, sea cual sea, permanece abierto, interfiere con el avance personal. Es como dejar una llave que gotea sin repararla y esperar a que esto no incida en el costo económico y ecológico del agua.

 Veamos cuáles son algunos de esos caminos para cerrar ciclos.

Para cerrar ciclos, lo primero es dejar ir.

Los seres humanos tendemos a aferrarnos a lo conocido, por más negativo que sea. La costumbre es una fuerza muy poderosa que nos impulsa a mantenernos en la inercia. Se percibe como si fuera más fácil soportar lo malo conocido, que emprender la aventura de lo bueno por conocer.

Suele haber una resistencia a cerrar ciclos. Hay una parte de nosotros que quisiera seguir en lo mismo y no experimentar ninguna incertidumbre frente a lo nuevo.

De ahí que la primera tarea sea la de dejar ir. Un ciclo se cierra cuando el proceso ya se completó y solo quedan restos del mismo. El cierre solo puede hacerse de manera consciente. Es posible que ya no haya algo a qué aferrarse, pero mentalmente seguimos conectados a ello. Dejar ir es una forma de reconocer la nueva realidad.

Despedirse y hacer un balance.

Aunque cerrar ciclos se refiera a abandonar realidades que nos hacen daño, siempre originara un duelo. Por lo tanto, es necesario permitirnos vivir esa tristeza que traen consigo los finales y despedirnos de esa realidad que está por desaparecer. La mejor manera de hacerlo es construyendo una memoria sobre lo vivido.

Los ciclos no se cierran metiendo la cabeza en la tierra como un avestruz. Ni dando la espalda a lo que sucede para evitar sentirnos mal. Lo mejor es repasar, paso a paso. Cada una de las vivencias que formaron parte de ese proceso. Identificar el comienzo, los momentos más relevantes y las sensaciones que experimentamos.

A partir de esto se puede hacer un balance, una evaluación de las vivencias positivas, y también complicadas, que hubo en ese ciclo. Qué se aprendio y que no. Qué aporto a nuestro crecimiento y cómo contribuyo a nuestras limitaciones. Esta es la mejor manera de decir adiós.

El momento de emprender.

El principal objetivo de cerrar ciclos es ponernos en paz con el pasado inmediato, para seguir adelante son que lo vivido afecte, no invalide nuestro presente. Todo final implica también un comienzo. Ese comienzo debe ser el foco de nuestra atención y nuestro interés.

Lo nuevo no tiene por qué asustarnos.

 Es normal que implique un desequilibrio inicial, pero en relativamente poco tiempo comenzara a revelar sus bondades. Movernos de lo conocido a lo incierto siempre tiene un toque de aventura y supone aprendizajes, sorpresas y, por supuesto, adaptaciones. La mayoría de las veces, los cambios nos dan mucho más de lo que nos quitan.

Hay que abrazar al cambio como a un nuevo amigo. Hay que ver un nuevo ciclo como la oportunidad para poner en práctica lo aprendido en el anterior y para ampliar lo que ya sabemos, pulir lo que está en bruto o dar un viraje para crecer.

Cerrar ciclos es vital para nuestra salud mental. De no hacerlo, vamos a sentirnos atiborrados y confundidos frente al futuro. A lo que se fue, hay que darle una sepultura de primera y decirle adiós. 

A lo nuevo hay que recibirlo con los brazos abiertos y una bienvenida en el corazón.




PROYECCIÓN PSICOLÓGICA





La proyección psicológica conforma en ocasiones relaciones basadas en la crítica y el abuso. Reconocer los conflictos y emociones internas antes que culpabilizar a los demás por esas frustraciones es clave para nuestro bienestar psicológico.

La proyección psicológica es un mecanismo de defensa que utilizamos con frecuencia. Lo hace, por ejemplo, quien siendo incapaz de enfrentar sus emociones, conflictos y estados anímicos internos convulsos, los vuelca sobre los demás en forma de críticas y dinámicas dañinas. Es pensar que el defecto lo tienen otros, pero nunca uno mismo.

Por otro lado, también puede darse ese tipo de `proyección que sin ser dañina, cae en el idealismo. Pensemos por ejemplo en esa época de inocencia y juventud en que estábamos enamorados de alguien. De algún modo, y caso inconscientemente, atribuimos a esa persona rasgos y virtudes que no se correspondían totalmente con la realidad. Ensalzábamos su bondad, su bondad, su preocupación, sus aciertos y grandes atributos por ese halo de perfección que la propia mente se encargaba de proyectar.

El amor es en ocasiones un contexto muy propicio en el cual desarrollar la proyección psicológica. Ahora bien, cabe decir, eso sí que el verdadero problema sucede cuando se pone en práctica una proyección claramente negativa. Ahí donde la persona ejecuta tiene unas evidentes carencias emocionales, arrojando sobre otros pensamientos habitados por la rabia, la frustración etc.

Hablemos hoy sobre los sentimientos de culpa y de cómo en ocasiones, lejos de asumirlos y afrontarlos, se apuntan al exterior con la intención de herir a los demás. A los que tienen más cerca, a los que supuestamente, más aprecian.

La proyección distorsiona la realidad en beneficio propio

Empecemos poniendo un ejemplo. Tu pareja es una persona insegura que teme al compromiso. Lejos de asumir esa realidad, empieza a castigarte a ti, asegurándote que no le pones las cosas fáciles. Que siempre estás dándole muestras de desconfianza y de claro deseo de hacerle daño.

El problema no esta es ti, está en él/ella. Ahora bien, lejos de afrontar que tiene un problema de autoestima y autoconfianza, te castiga poniendo en evidencia cosas que no son verdad. Te dispara su rabia con afilados dardos, y proyecta sus emociones negativas en tu persona porque de ese modo consigue todas estas dimensiones.

Ignorar el problema y atribuirlo a los demás.

Liberarse de esa carga interna y dejarla en el exterior, en las personas que están a su alrededor.
Generando culpa en los demás consigue una posición de poder: “YO NO tengo el problema”, lo tienen los DEMÁS, el mundo es quien debe moverse a mi alrededor, no yo.
Al interpretar que son los demás quienes tienen el verdadero problema, logran distorsionar de tal modo su realidad que llegan a creerla. A creer su fantasía, su error, negando así sus verdaderas carencias.

Origen de los mecanismos de la proyección psicológica

Las raíces de la proyección psicológica se nutren de las teorías psicoanalíticas. Sin embargo, enfoques como la Gestalt han hecho de esta dimensión psicológica uno de sus puntos más importantes. Veámoslo a continuación.

Sigmund Freud

La teoría de la proyección psicológica fue desarrollada por Sigmund Freud. Fue durante su práctica clínica cuando percibió algo interesante: muchos de sus pacientes ponían en voces o figuras ajenas sentimientos que ellos mismos experimentaban pero que no se atrevían a admitir. Lejos de asumir o desentrañar esas emociones o pulsiones internas acusaban a los demás de esos mismos estados.

Más tarde, otros psicoanalistas relevantes como Jacques Lacan, relacionaron el fenómeno de la proyección a la neurosis. Sea como sea, dentro de este encuadre siempre se destacó la dificultad para hacer ver a las personas este mecanismo. Los pacientes no siempre están preparados para volver al interior aquello que en un momento se coloca sobre los demás.

Las excusas, esos recursos tan comunes en nuestro día a día, son también un tipo de proyección psicológica. A menudo con ello, además de negar evidencias, llegamos a culpabilizar a otros de no poder llevar a cabo ciertas cosas porque no somos capaces de evidenciar un hecho interno.

La psicología Gestalt.

“Cuando proyectamos no sabemos que estamos proyectando. Mucho menos nos imaginamos que somos un proyector. Entonces,  la proyección consiste en la tendencia de hacer responsable al ambiente de lo que se origina en el SÍ Mismo” Esta frase fue enunciada por uno de los máximos responsables de la psicología Gertalt.

Para este enfoque una de sus principales finalidades es sin duda facilitarnos la realización personal. Para ello, debemos ser plenamente conscientes de cada proceso, emoción, realidad personal y conflictos que hay en nuestro interior.

Las proyecciones psicológicas son en esencia estados no aceptados e incluso reprimidos que hay que “liberar”.

Por tanto, para despertar el potencial humano hay que tocar esas cuevas internas, darles luz y transitar de la mano con esas emociones complejas. La aceptación favorece la libertad y el crecimiento.

¿Cómo romper la proyección psicológica?

El tema de la proyección psicológica es realmente complejo. Y tristemente frecuente. En ocasiones,  muchas personas que sufren malostratos físicos y psicológicos siguen proyectando en sus parejas una imagen positiva. ¿Por qué rezón? Porque de ese modo se autoprotegen de la realidad.

“Si mi pareja siente celos es porque me quiere”. “Mi pareja en el fondo me quiere, en ocasiones comete errores, pero es la persona que más se por mí”. Proyectar estas ideas es caer en una distorsión de la realidad donde su mundo es más inocuo. Ahí donde no aceptar la realidad con toda su crudeza, ahí donde toda persona valiente, debería poder reaccionar y defenderse.

¿Qué debemos hacer?

Comprender que lo que proyectamos en los demás es en realidad un mecanismo de defensa. Un salvavidas en el cual acogernos para no admitir algo determinado.

Hay que comprender que proyectar culpa y rabia en quienes están a nuestro alrededor no va a conseguir más que generar más emociones negativas. Caeremos en un círculo vicioso donde esa falsa “sensación de poder”, nos ocasionara a largo plazo una dura caída.

Si eres tú quien sufre esa proyección por parte de otra persona, hazle ver claramente cómo te sientes. Adviértele que ese comportamiento, no se podrá mantener durante mucho tiempo. Que te sientes mal, humillado/a y manipulado/a.

Entiende también que en el momento en que la persona asuma que su proyección psicológica esconde en realidad una carencia personal, hará que pierdan su “sensación de control”. Al darse cuenta sufrirán una especie de caída personal en la cual, necesitaran ayuda y apoyo para “reconstruirse”. Para afrontar dichos problemas, dichas carencias.

Pero en general no es nada fácil aceptar que todos proyectamos en alguna ocasión. A veces lo hacemos sin darnos cuenta, pensamos que el defecto está ahí fuera y no en nosotros mismos. Pensar que la persona que amamos es poco más que una criatura perfecta, por ejemplo…..

Todos tenemos defectos, todos tenemos carencias. Lo ideal, seria actuar siempre con humildad y objetividad…..Porque al fin y al cabo, todos somos bellísimos seres imperfectos que intentamos sobrevivir en un mundo complejo para ser felices.



domingo, 7 de octubre de 2018

DECEPCIÓN





QUE LA DECEPCIÓN TE ABRA LOS OJOS PERO NO TE CIERRE EL CORAZÓN

Si existe algo que puedes dar por seguro en la vida, es que en algún momento te decepcionarás. Alexander Pope dijo “bendito quien no espera nada porque nunca se decepcionará”. Sin embargo, dado que resulta extremadamente difícil no formarse expectativas, la decepción tocará a tu puerta tarde o temprano. 

La decepción es una forma de tristeza, que a menudo se experimenta con la sensación de pérdida. Se trata de una brecha dolorosa entre nuestras expectativas y la realidad. Existen tantas decepciones como esperanzas y expectativas. Aunque las decepciones que más duelen suelen provenir de las personas cercanas y significativas. 

¿Cómo usar la decepción para abrir los ojos? 
Solemos ver la decepción desde una perspectiva negativa, lo cual es comprensible ya que cuando nos sentimos desilusionados vemos la vida a través de un prisma gris. Sin embargo, la decepción también puede convertirse en una maestra de vida. Aunque puede ser desagradable, la decepción nos brinda una información valiosa sobre las creencias que alimentamos sobre nosotros mismos, las otras personas y lo que nos haría verdaderamente felices. La decepción puede ayudarnos a abrir los ojos. 
Por tanto, la próxima vez que sufras una decepción, en vez de quedarte atascado en ese estado, piensa en lo que puedes aprender de esa situación. Plantéate estas preguntas: 

1. ¿Qué? ¿Crees que solo una cosa puede hacerte feliz o satisfacerte? 

A veces nos obsesionamos con una cosa, creemos que solo si tenemos eso podremos ser felices o sentirnos satisfechos y, si no lo alcanzamos, nos sentimos decepcionados y caemos en la tristeza más profunda. Sin embargo, si supeditamos nuestra felicidad o satisfacción a una sola cosa, tendremos un grave problema. Si no somos felices con lo que tenemos, es probable que tampoco lo seamos con lo que alcancemos, simplemente porque la felicidad es un estado interior. 

2. ¿Quién? ¿Crees que solo una persona puede cumplir tus deseos? 

A veces pensamos que cuando encontremos a nuestra media naranja, las estrellas se alinearán y viviremos felices para siempre. Buscamos en esa persona una serie de características y nos formamos expectativas muy elevadas, por lo que cuando chocamos con la realidad, terminamos decepcionados. ¿Quizá estás esperando demasiado de la otra persona? ¿Quizá albergas expectativas que esa persona no puede satisfacer? 

Recuerda que la verdadera satisfacción debe partir de ti, no depender de alguien más. No pienses que los demás deberían interesarse por ti, ayudarte o comprometerse contigo. En su lugar, pregúntate qué puedes hacer por esas personas. 

3. ¿Cuándo? ¿Estableces un límite de tiempo para obtener lo que quieres? 

Nuestras expectativas están influenciadas por las normas sociales. Sin darnos cuenta, seguimos reglas implícitas que indican cuándo debemos cumplir determinados objetivos. Como resultado, ponemos nuestros objetivos en una línea de tiempo y si no los conseguimos, sentimos que hemos fracasado. Encontrar a la media naranja, terminar la carrera, tener éxito profesionalmente… En su lugar, debemos comprender que todos somos únicos y que seguimos un ritmo diferente. Compararnos y apresurarnos solo conducirá a la decepción y a que malinterpretemos las señales de la vida, que a veces no nos dice “no”, sino tan solo “espera”. 

4. ¿Cómo? ¿Crees que solo existe una manera correcta de hacer las cosas? 
Aunque hayamos proyectado hasta el más mínimo detalle, la vida siempre se encarga de inyectar una dosis de caos. Pensar que existe un único camino para lograr tus objetivos o que solo hay una manera correcta y adecuada de hacer las cosas nos conducirá, inevitablemente, a la decepción. Está bien tener un guion, pero no debemos olvidar que siempre hay espacio para la improvisación. 

Si la vida no funciona según nuestros planes, significa que debemos cambiar, adaptarnos a las nuevas circunstancias y elaborar un plan nuevo. Llorar sobre la leche derramada no servirá de nada. De hecho, Abraham Maslow descubrió que las personas autorrealizadas tienen la extraña habilidad de distinguir entre los medios y los fines; es decir, tienen la vista fija en sus metas manteniéndose abiertas a las diversas oportunidades que pueden surgir. Son conscientes de que existen diferentes formas de llegar. 

No uses la decepción como un ladrillo para construir muros emocionales 
Debemos tener especial cuidado con la decepción porque puede convertirse en los ladrillos con los cuales construimos muros emocionales. Cuando una decepción ha sido muy grande o hemos acumulado pequeñas desilusiones, podemos sentirnos tan defraudados y traicionados, que construimos un muro a nuestro alrededor. 

Es cierto que ese muro nos protege de futuras decepciones, sobre todo en el plano de las relaciones amorosas, pero también nos impide volver a ilusionarnos, amar y vibrar. Por eso, debemos asegurarnos de sanar la herida emocional y no quedarnos atascados en la desilusión.
Debemos usar las decepciones como oportunidades para aprender y crecer, no como excusas para cerrarnos al mundo.
Jennifer Delgado