martes, 29 de diciembre de 2020

LA BELLEZA DE LAS DESPEDIDAS


Todo termina. Todo aquello a lo que queremos está en este mundo únicamente durante un tiempo muy corto. Deseamos darle la espalda a este hecho tan hermoso, intentando no pensar en ello y decimos que es "deprimente", "negativo" o "demasiado tenebroso". Pronunciamos palabras de ánimo, como : "¡Venga! ¡Anímate!" tratando de descartar todo final de nuestra vida --como si los finales fuesen nuestros enemigos--, enterrando en el lodo el dolor, la tristeza, los anhelos, los miedos, el temor a la eternidad, distrayéndonos con las mil cosas con las que nos ocupamos diariamente.

Recurrimos a los lugares comunes, a los tópicos, al "pensamiento positivo" y a las religiones basadas en el mido y en las promesas de segunda mano. Nos negamos a mirar cara a cara a la naturaleza y a sus antiguas y misteriosas formas de operar. Luchamos por controlar nuestras vidas con más ferocidad aún, agotamos nuestras energías intentando salvarnos de algo de lo  que no podemos salvarnos.

Y sin embargo, acechando bajo toda esa frivolidad, bajo nuestras distracciones, bajo todos nuestros intentos por controlar lo Incontrolable, la ansiedad sigue retumbando en nuestro interior; ese miedo antiguo a lo profundo, el fantasma de la perdida, la incertidumbre de que todo muere, casi siempre cuando menos lo esperamos, cuando menos lo queremos, cuando menos preparados estamos para ello.

Pero, tal y como todos los maestros espirituales nos han recordado a lo largo de los siglos, la muerte no es más que una parte del gran ciclo de la vida, y la impermanencia está incrustada en el mismo corazón de nuestra experiencia relativa como seres humanos; nada es cierto ni seguro aquí salvo la incertidumbre, no hay ninguna otra promesa salvo "lo que es", e ignoramos peligrosamente el ciclo del ascenso y descenso de todo lo que existe.

El Buda enseñaba que todo está ardiendo, incluso Jesucristo miró directamente a los ojos de la muerte y de la destrucción. Todos, en mayor o menor medida, tenemos que afrontar la muerte para poder valorar la vida, para sentirnos realmente vivos, para conocer nuestro verdadero lugar en la inmensidad del cosmos.

En realidad evitamos la contemplación de la muerte para eludir nuestro propio sufrimiento, nuestra propia desolación. Sin embargo, permitir que nuestro corazón estalle en pedazos, que se ablande, sumergirnos profundamente en el conocimiento de que todo pasará, puede ser en realidad ese gran portal que buscábamos hacia el despertar.

Sencillamente dejamos de darlo todo por sentado; dejamos de vivir en el "mañana" y volvemos la atención hacia este día lleno de vida; dejamos de buscar la felicidad en el futuro, de aferrarnos a las promesas de los demás, y comenzamos a penetrar en una felicidad mucho mayor que permanece anclada en la presencia, en la verdad. Una felicidad que permite que todo llegue pero también que todo termine, que acepta las pequeñas muertes a medida que se van produciendo día a día: las decepciones, las pérdidas, las expectativas frustradas las despedidas.

Lo inesperado se convierte en nuestro mejor amigo, en un compañero constante. Nos abrimos a todo lo agridulce, a la fragilidad y a la total vulnerabilidad, al precioso regalo que es cada momento, a cada encuentro con un amigo, con un amante, con un extraño.

Así, cada momento se vuelve sagrado. divino, porque podría ser el último. Y esto no es algo que resulte deprimente para nuestro corazón, sino que es liberador, enriquecedor, porque ahora eres libre --libre para vivir de verdad, para amar, para reír y para entregarte completamente a la existencia--. Ahora cada pequeño instante compartido con tu pareja, con un amigo, con tu madre, con tu padre, con tu amado hijo, es percibido como algo infinito, eterno.

 Permitimos que nuestro corazón se abra tal y como está abierto hoy, acogiendo la pérdida en la grandiosidad del amor, manteniéndonos muy juntos unos a otros mientras recorremos la senda de la vida, aprendiendo a cuidar y a querer nuestra forma física a pesar de que esté ardiendo, de que sea efímera, de que ya se esté terminando incluso cuando comienza. Como nos recuerda Eckhart Tolle, incluso el sol morirá.

Todo es una ilusión, pero ilusión no significa "irreal" o " no existente", sino "transitorio", "lúdico", muriendo eternamente en nuestra presencia, incapaz de aguantarse en pie durante mucho tiempo y precisamente por eso adorable, hermoso, valioso, digno de ser acogido en nuestros brazos tal y como es. 

Al mirar a la muerte cara a cara descubrimos una felicidad que no depende de las formas y, así, comenzamos a perder el miedo básico que tenemos a vivir. Encontramos s Dios --la presencia del amor; la luz, la consciencia, la eternidad-- en medio de nuestro día a día ordinario, en las ganancias y en las pérdidas, en los placeres y en los sufrimientos, en la tristeza y en la más profunda de las alegrías que forman parte de la locura y la hermosura de la experiencia humana.

El verdadero amor está contenido en el seno de la contemplación de la pérdida de un ser querido, del mismo modo que todas las bienvenidas contienen en su seno su propia despedida, del mismo modo que el cielo contiene a los planetas y el universo contiene tanto el nacimiento como la muerte de todos los soles lejanos.

Amigo mío, te amo, pero no siempre voy a estar aquí con está forma, ni tú tampoco. Sin embargo, ahora, estamos juntos, y eso es lo único que importa.....

 Fuente: Jeff Foster. La senda del reposo.

sábado, 26 de diciembre de 2020

SE NECESITA MUCHO PARA SER FELIZ



Para ser felices se necesitan muchas más cosas de las que pensamos. Hay que estar bien con  uno mismo, quererse, ser capaz de luchar por lo que se quiere, aceptar los días malos cuando vienen, caer y saber levantarse uno y diez veces.

Se necesita mucho para ser feliz; sin embargo, llevamos bastante tiempo creyendo lo contrario. Decía Charles Dickens que el truco está en no buscar la felicidad, en verla como ese regalo que desenvolvemos de vez en cuando. Ahora bien, asumir este tipo de enfoques idealistas nos aleja de la auténtica realidad. Porque, al fin y al cabo, esta dimensión se relaciona de manera directa con la salud mental.

Que no nos engañen; las personas necesitamos trabajar y cuidar de muchos aspectos psicológicos para disfrutar de esa emoción. Feliz no es siempre esa persona afortunada que tiene una buena cuenta corriente y cinco propiedades a su nombre. En ocasiones aun teniendo todo lo que deseábamos y soñábamos no experimentamos ni un ápice de satisfacción, bienestar o alegría.

Es más, cuando nos señalan aquello de que la felicidad está en las pequeñas cosas del día a día resultará imposible verlas o apreciarlas si no estamos bien. Si en nuestro interior hay sufrimiento, el rumor de la angustia, el torbellino de la ansiedad o el peso de algún trauma. No importa que la vida nos de motivos para estar felices; si en nuestro interior hay caos, lo que pase fuera carece de sentido.

Se necesita mucho para ser feliz.

El psicólogo Mihaly Csikszentmihaly ya nos explicó en los 90 algo importante en su celebre libro Fluir, psicología de la felicidad, "La alegría que obtenemos del hecho de vivir, decía, depende directamente de cómo la mente filtre e interprete las experiencias cotidianas".

Por tanto, si esa mente no está bien (por las rezones que sean) no va a ser capaz de ver esa luz de ese maravilloso amanecer, ni apreciará la risa de su hijo, ni la armonía de los pequeños detalles vividos en pareja. La felicidad no se esconde en los pequeños actos cotidianos sino en el bienestar de una mente que los aprecia.

También, en ese cerebro capaz de focalizarse en lo que le envuelve, sin el velo de la depresión, sin el eco del sufrimiento pasado o la presencia de cualquier problema de salud mental. Se necesita mucho para ser feliz y no podemos descuidar la gran relevancia de nuestro equilibrio psicológico. Porque más allá de quién sea uno, de aquello que posea o de los placeres que le envuelvan, están esos pilares en los que se sustenta nuestra capacidad para trabajar por el propio bienestar. Y tengámoslo, claro, no son pocos. 

Saber gestionar emociones para vivir mejor.

La felicidad es la más universal de las emociones, y sin embargo, la más esquiva. Lo es porque nuestra mente tiende con frecuencia a experimentar preocupación, miedo, ansiedad, etc. Por término medio, nos queda poco espacio para esa sensación de euforia tan reconfortante, para esa caricia que nos conecta con el lado más intenso de la vida.

Una primera lección que deberíamos integrar en nuestro repertorio de habilidades es la gestión emocional. Gracias a ella, entenderíamos que efectivamente es normal sentir tristeza, angustia o frustración de vez en cuando. La realidad cotidiana es compleja y es inevitable sentir esas realidades emocionales. Sin embargo, estas no pueden volverse crónicas. No pueden persistir semanas o meses.

Entenderlas, gestionarlas y canalizarlas nos permitiría sin duda ir dejando rincones más amplios para los instantes felices.

Autoestima, significado y propósito de vida: los tres colores básicos de la felicidad.

Todos queremos ser felices, pero desconocemos cuáles son los auténticos ingredientes de este santo grial. Feliz no es siempre el que más pertenencias tiene. Tampoco el que más amigos dispone. El auténtico bienestar se construye en el día a día a través de las siguientes dimensiones: 

Cuidando la autoestima, recordando lo que necesitamos, tomando consciencia de lo que nos hace daño, marcando límites, trabajando por aquello que queremos y merecemos.

Dando un significado a nuestra vida, hallando un sentido a lo que somos, a lo que vemos....

Asimismo. es esencial también que clarifiquemos nuestros propósitos. Situar el horizonte cercano unas metas y objetivos realistas y concretos nos impulsa a levantarnos cada día, a seguir luchando. 

Se necesita mucho para ser feliz....pero lo más importante es estar bien contigo mismo.

Se necesita mucho para ser feliz. Hay que dominar el difícil arte de estar bien con uno mismo. Hay que saber quererse, ser capaz de luchar por lo que se quiere, aceptar los días malos cuando vienen, aprender de ellos y permitirnos disfrutar de los momentos buenos cuando llegan. Porque sí, a menudo aparecen.

Ello no quita ni mucho menos una evidencia: estamos obligados a vivir circunstancias complejas, instantes en que las crisis y los problemas se abren bajo nuestros pies. Somos conscientes de que en ocasiones la felicidad parece más bien un ideal que una realidad. Sin embargo, esa dimensión tan reconfortante forma parte de nuestro repertorio emocional. Es parte misma de la vida.

Por ello, si estamos bien con nosotros mismos, si trabajamos las fortalezas psicológicas, gestionamos mejor el estrés y la ansiedad, transitaremos con mayor resolución por esos días de dificultad. El bienestar volverá tarde o temprano y, con él, esas pinceladas del color de la alegría.

Valeria Sabater

  

lunes, 14 de diciembre de 2020

NO TENER SENTIMIENTO DE CULPA


Los adultos somos responsables,  o al menos deberíamos serlo, de  nuestros actos. Cuando nos hacemos y sentimos responsables, el sentimiento de culpa está de más. el sentimientos de culpa a nivel social se ha utilizado para controlar y manipular, bien por las fuerzas sociales o por los grupos religiosos. Cuando nos sentimos culpables y "pecadores" somos facilmente manipulables. 

Según los psicoanalistas la culpa es una reacción a los impulsos que se consideran socialmente inaceptables. No debemos olvidar que en consecuencia, un hecho que hace sentirse culpables a los miembros de una sociedad o cultura, es aceptado como normal en otra sociedad con otra cultura diferente.

Muy diferente de este sentimiento de culpa es el que puede sentir una persona que sabe que no ha obrado bien, según su propia ética o conciencia, no por la moral social o cultural que nos impone normas que muchas veces persiguen el beneficio de los que mantienen ese control sobre los demás. En este caso el sentimiento de culpa me permite aprender una conducta ética, más allá de los patrones familiares y sociales "incorporados" o aceptados en nuestra vida.

Según Jorge Bucay en el fondo  de una persona culpable hay una persona exigente. La persona que es exigente consigo misma proyecta esa exigencia en los demás. Cree que los demás son exigentes con ella. Se identifica con los comentarios reales o imaginarios que le llegan de los demás, y los interpreta como exigencias hacia ella. Les parece justa esa exigencia verdadera o supuesta y creen que el otro tiene razón al decirles eso. Se acusa y se penaliza autoagrediendose por no agredir al otro, haciéndose daño a sí misma porque esa es la manera de pagar la culpa.

Según ese mismo autor, si en la persona que se siente culpable se reorienta la agresividad dejará de sentirse culpable. Debemos darnos cuenta de que la culpa es una mala salida de la rabia o agresividad no expresada. Además, con el sentimiento de culpa la persona que se siente culpable puede también manipular a los demás.

La culpa puede ir acompañada de otra emoción: la vergüenza. Sentimos vergüenza por lo que hemos hecho o hemos dejado de hacer, por lo que hemos dicho o hemos dejado de decir.

Es frecuente la tendencia a echar fácilmente la culpa a los demás cuando tenemos conflictos de relación: de esa manera no nos sentimos responsables ni sentimos culpa.

Grinberg habla de dos tipo de culpa: una persecutoria, en la que la culpa se proyecta fuera del sujeto, como mecanismo de defensa, para así esconder aún más la culpa real ante sí mismo; otra depresiva, en la que la culpa se vive una y otra vez en movimiento constante de reversión sobre sí mismo. A veces culpamos a los demás y otras veces nos culpamos a nosotros mismos.

A veces cuando una persona manifiesta sus sentimientos de culpa, intenta atraer la atención, el cariño y la compasión de los demás. Otras veces los sentimientos de culpa nos llevan al autosacrificio, al "servicio de los demás", y de esa manera hacemos penitencia para lavar nuestros pecados y la sensación de no ser buena persona.

Dejemos de lado nuestros sentimientos de culpa y aceptemos la responsabilidad de nuestras acciones libremente elegidas según las circunstancias que vivimos.

Dice Osho: "El miedo aceptado se convierte en libertad; el miedo negado, rechazado, condenado, se convierte en culpabilidad...Es el miedo a la muerte. Todos los temores son el temor a la muerte. Y el miedo a la muerte es el miedo a la aniquilación.


sábado, 12 de diciembre de 2020

VIVIR CON MÁS ENERGÍA


A veces no sabemos por qué nos sentimos cansados  o por qué nos sentimos capaces de cualquier cosa. La clave está en las mitocondrías. ¡Cuídalas y rebosarás de energía!

Tu capacidad para moverte y para pensar, todo lo que haces requiere un aporte de energía. esta energía se produce en las mitocondrías, unas organelas ubicadas en el interior de cada célula, que actúan como verdaderas centrales eléctricas capaces de fabricarla para que el cuerpo y la mente funcionen correctamente y sin problemas.

ADN mitocondríal. Las miticondrías son un milagro de la evolución, de la vida. Hace millones de años, cuando el oxigeno comenzó a aumentar en la atmósfera, se produjo una simbiosis entre una célula que no podía metabolizarlo y una bacteria que si lo hacia. Esta bacteria es el origen de las miticondrías, que se reproducen por su cuenta dentro de cada célula y tienen su propio ADN nuclear (sus 37 genes, por cierto, se heredan esencialmente de la madre).

Esenciales para tu vitalidad. En el funcionamiento del cuerpo las mitocondrías desempeñan un papel crucial, pues son las encargadas de transformar los nutrientes de los alimentos en energía en forma de ATP (Trifosfato de adenosina), molécula que se conoce como "la moneda energética" del organismo.

Proceso de combustión. Para esta transformación es imprescindible la participación del oxigeno y son las mitocondrías las que tienen la capacidad de utilizarlo para quemar literalmente los nutrientes de forma controlada. Gracias a este proceso tenemos energía para abastecer las necesidades de todos los órganos, realizar todas las actividades que nos proponemos y sentirnos bien.

Mantener la salud. Por eso disponer de una buena cantidad de mitocondrías funcionalmente competentes es indispensable para gozar de salud física y mental. Los estudios realizados en los últimos años nos revelan que unas mitocondrías sanas contribuyen a la prevención del cáncer y las enfermedades neurodegenerativas, y retrasan el envejecimiento.

Controlan el metabolismo. Sabemos que una de las diferencias más importante entre una célula normal y una célula tumoral es la forma en que respira, es decir, la manera en que genera energía. Lo descubrió Otto Warburg en 1920, cuando demostró que el daño en las mitocondrías se relacionaba con la aparición de Cáncer. Hoy sabemos que las mitocondrías no solo producen energía en condiciones normales, sino que, además, indican a las células cuando reproducirse y cuando morir.

Enemigos de las mitocondrías.

Evita que fallen. Nos interesa mantener unas mitocondrías sanas. Para ello debemos evitar ciertos factores que pueden inducir el fallo mitocondríal, entre los que se cuentan virus, bacterias, tóxicos como el alcohol, el tabaco, los fármacos innecesarios, radiaciones y otros contaminantes ambientales, mutaciones genéticas y estrés crónico. Todos estos agentes producen alteraciones en las mitocondrías que propician procesos tumorales, enfermedad cardiovascular, síndrome metabólico, disfunciones del sistema inmunitario, alteraciones de la salud mental, fatiga, autismo o depresión.  

Frenar su oxidación. La producción de energía en la mitocondría conlleva la generación inevitable de radicales libres que pueden dañar el propio ADN de la mitocondría o el ADN de la célula. Pero podemos proteger las mitocondrías con un estilo de vida adecuado y una alimentación que proporcione todos los nutrientes que necesita para contrarrestar los efectos negativos de los radicales libres. De esta manera mantendremos niveles elevados de energía, bienestar y salud.

¿En el origen de la fatiga crónica?

Los traumas físicos o psíquicos y el estrés pueden provocar que el organismos entre en modo de "ahorro energético", lo que afecta al funcionamiento de las mitocondrías y se aprecia en síntomas como el cansancio.

A nivel celular, los científicos están investigando la relación entre el funcionamiento de las mitocondrías, encargadas de producir energía en cada célula de nuestro cuerpo y nuestra sensación de cansancio o de vitalidad.

Los estudios del doctor Robert Naviaux de la Universidad de California en San Diego, indican que trastornos como el sintoma de fatiga crónica y la esclerosis múltiple pueden ser desencadenados por infecciones o traumas físicos o psíquicos que actúan como estresores sobre las mitocondrías.

En una situación de estrés, las mitocondrías "deciden ahorrar energía" para favorecer la supervivencia, entrando en un estado similar al letargo o a la hibernación.

La forma de evitar este "letargo mitocondrial" es no mantener la producción  excesiva y sostenida de adrenalina, cortisol y otras hormonas relacionadas con el estrés y que puedan perjudicar el funcionamiento de las mitocondrías y, por otra  parte, proporcionarles los nutrientes, la actividad y el descanso que necesitan.

viernes, 11 de diciembre de 2020

ACEPTAR PARA SANAR

 


Llevas mucho tiempo descuidando tus emociones, tus necesidades y universos internos. Es momento de validar lo que sientes para aceptarte como persona y empezar a realizar cambios que reviertan en aquello que mereces: calma, equilibrio y bienestar.

Tener al alcance de nuestra mano unas buenas estrategias de validación emocional es como tener a nuestra disposición un botiquín de primeros auxilios. Si la vida te trata mal, te aplicas esa tirita que alivia el dolor y que te recuerda que solo ha sido un mal día, no una mala existencia. Si la tristeza te abraza, haces uso de esa pomada calmante con la que entender que toda emoción tiene su propósito y que entenderla te permitirá transitar mejor por ese momento.

El arte de la validación no se orienta solo hacia las personas que nos rodean. Sabemos que es esencial reconocer los sentimientos ajenos, las necesidades y particularidades de aquellos a quienes queremos. Hacerlo mejora las dinámicas relacionales; es cierto. Sin embargo, es bueno no descuidar la relación más decisiva de todas: la que tenemos con nosotros mismos.

No cometemos ningún error si decimos que la falta de validación interna constituye el mayor problema en materia psicológica. Avanzamos por el mundo casi a la deriva, sin saber cómo hemos llegado a esas islas de sufrimiento. ¿Por qué siento este desánimo? ¿Es que hay quizá algo malo en mí?

Las personas somos como barcos transatlánticos cargando sobre nosotros cúmulos de nudos emocionales, ideas irracionales y relatos no resueltos que nos hunden día a día en la infelicidad. Nada es tan decisivo como trabajar esas necesidades internas.

“Estás dramatizando, no te pongas así por eso, no vale la pena sufrir por lo que te han dicho, todo lo sobredimensionas…” Buena parte de nosotros hemos recibido en piel propia este tipo de frases y comentarios desafortunados. A veces sucede. Son muchos los que crecen en un entorno familiar pobre en caricias emocionales, distorsionado en lo que se refiere a cómo educar a un hijo en madurez psicológica.

Estudios, como los realizados en la Universidad Wayne State de Michigan, señalan la trascendencia que puede tener en el desarrollo del niño el papel de la validación emocional por parte de la madre. La atención constante a las realidades emocionales del hijo y su reconocimiento favorece el desarrollo de la autoconciencia y es un predictor del buen desarrollo de la personalidad de los pequeños.

Así, en caso de no recibir este tipo de “píldoras” afectivas y validadoras en edades tempranas, es común no dárnoslas tampoco a nosotros mismos. La falta de refuerzos emocionales externos nos convierte en desconocedores de este proceso. Y esto nos aboca a infravalorarnos, a caer en relaciones dañinas, aumentando el riesgo de trastornos de ansiedad o depresiones.

Profundicemos un poco más

¿Qué es la autovalidación?

Validar tus emociones no pasa por ponerte una capa de optimismo infundado. Tiene más que ver con un diálogo emocional inteligente, hábil y compasivo que te permita trabajar en las siguientes  dimensiones:

La autovalidación es aceptar nuestra experiencia interna: emociones, sentimientos y pensamientos.

Ahora bien, aceptación no es ver como positivo o adecuado todo pensamiento o emoción que pase por la mente. Por ejemplo, yo puedo experimentar rabia al ver cómo mi compañero de trabajo logra el ascenso y yo no. Sé que ese estado interno no es correcto, pero lo acepto y lo valido para entender lo que me ocurre y transformar esa situación. “Siento rabia y envidia, pero en lugar de quedarme encapsulado en este estado debo esforzarme más para superarme y alcanzar nuevos logros”.

Validar pensamientos y emociones nos permite manejarlos mucho mejor.

Una vez que conectamos mejor nuestras realidades internas, logramos conocernos para desarrollar nuestras habilidades personales.

Validarte: ¿Cómo hacerlo?

La validación es un concepto esencial dentro de la práctica psicológica. Forma parte de todo contexto clínico y es, por ejemplo, una de las herramientas más básicas en la terapia dialéctico-conductal (DBT)

Marsha Lineham, creadora de este enfoque terapéutico, señala lo siguiente: “la validación por parte del terapeuta implica hacer ver al paciente que sus respuestas emocionales tienen sentido y son entendibles dentro de su historia y contexto actual”.

Ahora bien, ¿de qué manera puedes empezar a validarte? Estas serían algunas estrategias que nos aporta la propia doctora Lineham.

Debemos aprender a estar presentes. Tomar conciencia de la emoción que sentimos aquí y ahora es clave de salud. Por lo general, estamos habituados a dejar para después el malestar que sentimos hoy.

Reconocer, etiquetar y aceptar. Todo pensamiento, sensación, emoción y sentimiento debe reconocerse, para después ponerle nombre y darle espacio. No podemos reprimirlo, la aceptación es liberación para comprender lo que sentimos.

¿Por qué siento esto y de dónde viene? Todo proceso mental tiene un origen y parte de un contexto. Si me siento decepcionado a pesar de tener un buen trabajo, es posible que en realidad yo siempre haya deseado otra cosa, otra ocupación.

Aceptar sin juzgar. No debemos ser nuestros peores jueces ni nuestros peores enemigos. Todo lo que sentimos es válido. Transformar, canalizar y concienciarnos. Toda emoción y todo pensamiento reclaman algo y nos informa de algún hecho concreto. Una vez que comprendamos su mensaje es momento de pasar a la acción, de generar cambios para lograr el equilibrio y el bienestar. En caso de no lograrlo por nosotros mismos, tomaremos conciencia de la necesidad de solicitar ayuda.

Para concluir, todos estos procesos para validarte a ti mismo requieren tiempo, voluntad y práctica. Aceptamos, cuidamos y decirnos que no hay nada malo en nosotros es un ejercicio de salud psicológica que debemos empezar a practicar.

Valeria Sabater

domingo, 6 de diciembre de 2020

EL AMOR COMO ARTE DE VIVIR


 "El amor no es un sentimiento fácil para nadie", advierte el psicólogo y humanista Erich Fromm. Amar significa incorporar otra vida a nuestra existencia, fundir la carne y el corazón, dilatar nuestra experiencia, ser dos sin renunciar a nuestra identidad. El amor no consiste en encerrarse en una burbuja con la persona amada, sino en abrirse al mundo y al conocimiento. Amar implica arriesgarse, abandonando la seguridad que proporciona la rutina.  "El amor es un arte", no una transacción.

Erich Fromm nació y creció en una familia de judíos ortodoxos. De joven, leía el Talmud  y se planteó incluso ser rabino. Dos acontecimientos traumaticos despertaron en su interior el deseo de hallar explicaciones más allá del ámbito religioso. Cuando solo tenía doce años, se suicido una joven pintora amiga de sus padres. Descubrió que nada de lo que le habían enseñado hasta entonces servia para comprender por qué se había producido esa tragedia.

Su desconcierto aumento dos años más tarde con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Erich que había nacido en la ciudad alemana de Fráncfort en 1900, no pudo entender el odio contra ingleses, franceses, rusos, norteamericanos y otras nacionalidades. De nuevo se pregunto: "¿Por qué?". La ira aventada por el conflicto bélico le pareció inaceptable e irracional.

Fromm estudió Derecho y Sociología, pero ambas disciplinas le dejaron insatisfecho, pues no le proporcionaron las respuestas que esperaba. Su matrimonio con la psicoanalista Frieda Riechmann le acerco a las teorías de Freud y propició su ruptura definitiva con la religión.

En 1934 huyó de la Alemania nazi, que había suprimido los derechos y libertades de la población judía. Se traslado a Estados Unidos.

Clásicos del pensamiento.

Autor de una prolífica obra, tres de sus libros son verdaderos clásicos del pensamiento: El miedo a la libertad, El arte de amar y ¿Tener o ser?.

El miedo a la libertad apareció en 1941, cuando el totalitarismo nazi parecía una fuerza imbatible. Fromm señala que la aparición de la conciencia racional rompe "la unión originaría con la naturaleza, característica de la existencia animal". El sentimiento de estar solo, escindido, empuja al ser humano a someterse a cualquier clase de autoridad (política, afectiva, religiosa) para vencer su aislamiento.

Fromm llama a esta actitud "masoquismo", que es el comportamiento opuesto al "sadismo", cuyo objetivo es dominar al otro. Ambas conductas son patológicas y fallidas, pues lo único que puede liberar al ser humano de la soledad es el amor. El apego al suelo, la sangre, la autoridad o el grupo posee un carácter "incestuoso", ya que es una regresión orientada a no afrontar los riesgos de la libertad y el peso de la responsabilidad.

Durante siglos, se han proclamado que la obediencia es una virtud, pero Fromm opina que desobedecer nos hizo humanos, libres, responsables, creativos, inconformistas. "El pecado original, lejos de corromper al hombre, lo hizo libre, fue el comienzo de su historia" El mito de Prometeo, que desafió a los dioses, robándoles el fuego, indica el camino que debe seguir el ser humano para continuar evolucionando. 

La libertad es el fruto de la desobediencia. De hecho, la pervivencia de la especie depende de la capacidad de decir "no". La humanidad se destruirá a sí misma si "obedece a las arcaicas pasiones del miedo, el odio y el ansia de posesión". Fromm piensa que las naciones democráticas disfrutan de una libertad real, positiva, pero amenazada por la manipulación mediática, la publicidad esclaviza a los seres humanos, creándoles necesidades artificiales y rebaja la discusión política a mero espectáculo. 

El arte de amar se publicó en 1956, cosechando un éxito colosal. Explicaba que el verdadero amor no consiste en ser amado, sino en amar. Y no debe confundirse con el "enamoramiento" o fascinación que nos produce una persona física y socialmente atractiva. En la sociedad de consumo se tiende a mercantilizar las relaciones sociales y sentimentales. 

Amar no es poseer un objeto, sino adentrarse en la intimidad de otra persona sin expectativas irracionales que conducirían inevitablemente al fracaso. amar no es enredarse en un frenesí sexual irreflexivo, sino caminar hacia la unión interpersonal: "El sexo sin amor solo alivia el abismo que existe entre dos seres humanos de forma momentánea". El amor no es sumisión ni dominancia, sino libertad y autonomía. 

El amor es una forma de crecimiento personal que nos hace más humanos y solidarios: "Si amo a otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que sea". No todas las formas de amar son iguales, sin embargo Fromm estudia el amor entre padres e hijos, el fraternal, el erótico, el amor a uno mismo y a Dios.

¿Tener o ser? se publicó en 1976, cuando la economía mundial empezaba a tambalearse por la crisis del petróleo. El libro es una feroz crítica de la sociedad de consumo, donde se valora al ser humano por lo que tiene y no por lo que es. Fromm formula la utopía de una "Ciudad sel Ser" cuyo fundamento es "la alegría de dar y compartir, no la ambición de acumular y explotar". La auténtica libertad consiste en la "disponibilidad de renunciar a todas las formas de tener para ser sin fisuras" Fromm, que había vivido en México, propone como ejemplo a las comunidades indígenas, con un inexistente sentido de la propiedad. Los bienes se consideran comunales y se usan en función de las necesidades colectivas.


viernes, 4 de diciembre de 2020

DICIEMBRE 2020



Diciembre es el último mes de un año que nos ha zarandeado a todos, la humanidad se ha dado cuenta de que el hombre es vulnerable, que un pequeño virus puede ser capaz de exterminarnos y que solo nos queda un camino; cambiar. 

Aunque a veces nos inunde el desanimo, tendremos que dejar atrás lo aprendido y reinventar un nuevo modelo de vida más humano y mas respetuoso con el planeta.

El Universo nos da ánimos y este mes de Diciembre nos "regala" dos lluvias de estrellas; el día 13 y 14 nos visitaran las Gemenidas, estos dos días sera cuando se puedan ver mejor ya que estarán en todo su apogeo. También podremos observar el asteroide Faetón a simple vista.

El 14 de Diciembre, habrá un eclipse de Sol que oscurecerá el Sur del Océano Pacifico, el centro de Chile, el centro de Argentina y el Sur del Océano Atlántico.

El día 21 de Diciembre, en España tendrá lugar el Solsticio de invierno a las 11:02 horas. Tendremos entonces el privilegio de contemplar la alineación de Júpiter y Saturno, los "dos grandes" de nuestro Sistema Solar, dando lugar a lo que ya se denomina la "Gran Conjunción". Tener a estos planetas irradiando al unisono su energía me produce una gran sensación de esperanza, Saturno es el Gran Maestro y unido a Júpiter el Gran  Benefactor nos ayudarán a seguir el camino de la evolución. 

El 21 y 22 de Diciembre tendremos la lluvia de estrellas de las Ursidas, viene de la Estrella Beta Ursae Minoris, sus destellos serán visibles durante una semana. Cuando veo una lluvia de estrellas siempre pienso que nos traen algo bueno, que "siembran" en los mundos por donde pasan Paz, Amor y Luz. Quizas digáis que soy una soñadora, pero es lo que yo deseo para todo el mundo, y los deseos si te unes al universo se convierten en realidad.   

Carmen.

jueves, 3 de diciembre de 2020

CAMBIANDO UN MUNDO SOÑADO



Has conocido tanto la alegría como la tristeza, el mayor éxtasis y el mas profundo de los dolores. A veces la alegría ha sido tan intensa que te a roto el corazón, y otras veces la tristeza ha sido tan abrumadora que has llegado a sentir una extraña e inesperada alegría en su centro. En ocasiones la felicidad y el desconsuelo han resultado indistinguibles y te han recordado lo que hay más allá de ambas: Tu imperturbable presencia.

Amigo mío, el mundo te ha dado mucho más de lo que jamás pudieras imaginar, y ahora estás dispuesto a devolverle algo a cambio. Deseas ser una fuerza sanadora, creadora; quieres resultar edificante y subir el ánimo de los demás. Sin embargo, cuando estás solo te asaltan demasiadas dudas. 

¿Cómo puedes cambiar el mundo sin ofrecer resistencia al estado en el que se encuentra actualmente?  ¿Cómo puedes transformar el planeta mediante el amor y la aceptación y no a través  de la intolerancia y la guerra? ¿Deberías mostrar tu rabia, posicionarte en un bando concreto, convertirte en un misionero enfurecido o vivir como un buscador exhausto perpetuamente insatisfecho para poder llevar a cabo la transformación creativa que persigues? ¿Es ese el mejor uso que puedes hacer de tus talentos y capacidades? ¿De verdad quieres vivir en el miedo, en la rabia y la culpa?

Se produce una gran sanación cuando nos realineamos con el universo tal y como es pero a la vez mantenemos en nuestro corazón la imagen de cómo sabemos que podría ser y, simplemente dejamos de compararlos a ambos.

Mantén la vista puesta en el objetivo, pero sin oponerte al momento presente. Esta es la gran paradoja de la transformación y el secreto para cambiar el mundo sin cambiarlo en absoluto. 

A la mente le resulta imposible entender lo creativas, inteligentes compasivas y espontaneas que pueden llegar a ser las acciones que surgen de una posición de total aceptación del AHORA. No puede comprender cómo el hacer puede brotar sin esfuerzo del no hacer.

La aceptación no es tolerancia o pasividad; la aceptación te hace estar radicalmente vivo y comprometerte apasionadamente con este sorprendente mundo soñado.

Fuente: La senda del reposo. Jeff Foster