martes, 19 de agosto de 2014

SUPREMACIA.


 


Ser sabio consiste en poder ser felices en el mundo tal como es, sin pretender cambiarlo como nos gustaría que fuera. Cuando juzgamos como buena o mala una situación confundimos la realidad con nuestra interpretación de ella. Si enfocamos nuestra mente en los conflictos, por la Ley de correspondencia, conflictivas serán también las experiencias que el mundo exterior nos brinde.

 

Los estudios realizados por el doctor Hans Jenny, médico y científico suizo,  sobre las relaciones entre materia y energía, le llevaron a comprobar que la mayor o menor complejidad molecular y evolutiva de un ser depende de las frecuencias de energía que reciba su cuerpo.

 

Una dimensión es la amplitud determinada de frecuencias vibratorias, que producen en la materia un diseño particular de patrones biológicos. Cambia la frecuencia, y el cuerpo muta en forma correspondiente.

Hemos notado que el tiempo se acelera más cada día, parece transcurrir más rápido, y es porque nuestras células han acelerado su pulso, para adaptarse al incremento del pulso de la Tierra, (frecuencia Schumann). Y de la velocidad de ese pulso depende nuestra percepción del tiempo.

 

El tiempo se ha ido acelerando, el pulso de la Tierra antes era una constante de 7.8 hertzios, ahora ha subido a 12, y tendrá todavía que elevarse a 13 hertzios. Cuando alcance ese punto, nos estabilizaremos en una octava superior de frecuencia, y se consolidara otra etapa de la creación, en una realidad diferente.

 

¿Pero qué nos ocurre físicamente cuando se elevan las frecuencias de luz que recibimos?  Un ser vivo recibe esta energía como nueva información, que molecularmente se codifica en el ADN y lo transforma. El primer paso del cambio es el caos, porque el modelo anterior debe disolverse, antes de que se pueda manifestar el nuevo. En el siguiente paso los patrones se reorganizan en un orden más complejo, produciendo organismos más perfectos. Los procesos de alteraciones físicas y emocionales, fluctúan cada vez que la frecuencia de la Tierra se eleva un grado más.

 

A nivel molecular, el cuerpo físico contiene ondas de energía que responden de inmediato a la interacción con frecuencias más elevadas, haciendo cambios en nuestros patrones biológicos. Las frecuencias elevadas, que están llegando a la Tierra, activan y aceleran la vibración de nuestras células, y ellas reaccionan irradiando calor hacia los espacios vacíos que las rodean.

 

Esta implosión despierta códigos dormidos del ADN, y expande la información nueva hacia los núcleos de otras células, las que también se activan. Así nuestro cuerpo es el escenario de una reconfiguración en cadena, que realizará una expansión de la conciencia.

 

En la Tierra, la interpretación de la realidad estaba anclada en la tercera dimensión, solo teníamos capacidad para percibir una franja muy estrecha de la creación. Nuestro cerebro tiene activado solo el 10% de su capacidad, las restantes posibilidades corresponden a frecuencias de otras dimensiones de luz, las cuales iremos integrando con la energía de luz que podamos asimilar.

 

Todos los calendarios en que vivimos hoy, hablan de que se dará un cambio definitivo en la VIDA DE LA TIERRA.: Mayas, Tibetanos, Chinos, Egipcios, etc., y coinciden en que, es el momento.

Si deseamos participar en esta aventura más allá de nosotros mismos, hay un cambio de configuración que debemos hacer, para conectarnos con la amplitud de onda que incluye a todo la creación.

Vivimos ahora un gran cambio, un salto cuántico a nivel de conciencia colectiva como especie humana.

 

La elección la tenemos que hacer cada uno de nosotros, nadar en la marea cósmica del cambio, o en contra de ella. El siguiente paso que viviremos, es el despertar cósmico que experimentaran nuestras células y códigos genéticos, cuando consigan alinearse al nuevo código de creación, en unidad con todo el universo.

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