martes, 22 de abril de 2014

LA FAMILIA DE LAS HADAS ALQUIMISTAS.





En el universo de las almas existe una familia muy especial: la de las hadas alquimistas. Estas almas encarnan en el planeta Tierra para espiritualizar la materia. Algunas de ellas están muy cerca de los Ángeles porque, aunque hayan encarnado, su energía no es muy densa, suelen ser bastante ligeras, les cuesta mucho integrar su envoltura física y se resisten a la encarnación.

En el mundo físico tienen el don de desmaterializar todo lo que tocan. Podrían atravesar las paredes con la envoltura física, lo cual explica sus problemas con las llaves o con los picaportes de las puertas, ya que olvidan que no las necesitan. Espiritualizan todo lo que tocan y elevan automáticamente su vibración. Ante una densidad, actúan mediante la difusión de ondas que emanan de su cuerpo, y esto nada más encarnarse, desde la más temprana infancia.

Estas almas dan la impresión de estar en la luna, como ausentes, igual que la imagen que tenemos de las hadas. Han elegido encarnarse, no porque les guste la densidad, sino porque su presencia contribuye a transmutar la materia, son auténticos transformadores vivientes. Su capacidad de volatizar las cosas sin darse cuenta, hace que tengan la sensación de perderlo todo. Su principal dificultad, al encarnarse, es precisamente eso; encarnarse.

Si consiguen conocerse mejor y saber quiénes son, pueden utilizar su poder en la sanación, en la comunicación, y en casi todos los oficios del mundo. Pueden transmutar todo lo que está a su alrededor, lo cual significa enfocarse en un estado vibratorio y activarlo de tal manera que pierda su identidad para fundirse con el principio divino. El amor es la clave definida de la transmutación.

¿Por qué están presentes estas almas en este cambio de milenio?

Porque son las encargadas de transmitirnos la siguiente enseñanza telepática, verbal energéticamente: “¡Despertad, queridas almas, pues podéis espiritualizar la materia!”.

Esta es la razón de su existencia y esta es su identidad real.

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