jueves, 25 de julio de 2019

SUBCONSCIENTE Y AUTOESTIMA





Prácticamente en todas las grandes tradiciones espirituales y filosóficas a  menudo aparece de alguna manera la idea de que la mayoría de los seres humanos recorren su vida como sonámbulos. La ilustración se identifica con un despertar. La evolución y el progreso se identifican con una expansión de la consciencia.

Percibamos la consciencia como la suprema manifestación de la vida. Cuanto más elevada sea la forma de consciencia, más avanzada será la forma de vida. Subiendo en la escala evolutiva desde el momento en que aparece la consciencia por primera vez en la Tierra, cada forma de vida tiene una forma de consciencia más avanzada que la forma de vida del peldaño inferior.

A la forma de consciencia típicamente humana, con su capacidad de formación de conceptos y de pensamiento abstracto, le damos el nombre de mente. Como hemos visto, somos seres para quienes la consciencia (a nivel conceptual) es volitiva. Esto significa que el diseño de nuestra  naturaleza contiene una opción extraordinaria: la de buscar la consciencia o de no hacerlo (o evitarlo activamente), la de enfocar nuestra mente o no hacerlo (u optar por defender  a un nivel de consciencia inferior).

En otras palabras, tenemos la opción de ejercitar nuestras facultades o de subvertir medios de supervivencia y de bienestar. Esta capacidad de dirigirnos por nosotros mismos es nuestra bendición y, en ocasiones, nuestra carga.

Nuestra mente es nuestro instrumento básico de supervivencia.
Si se traiciona ésta, se resiente la autoestima.

Si no aportamos un adecuado nivel de  consciencia a nuestras actividades, si no vivimos de manera consciente, el precio inevitable  es un mermado sentido de eficacia personal y de respeto de uno mismo. No podemos sentirnos competentes y valiosos si conducimos nuestra vida en estado de confusión mental. La forma más simple de crear confusión a nuestra mente es evadir los hechos que nos causan problemas.

Mediante las miles de elecciones que realizamos entre pensar y no pensar, ser responsables de nuestra realidad o sustraernos a ella, establecemos un sentido del tipo de persona que somos. Rara vez recordamos conscientemente estas elecciones. Pero estas se acumulan  en lo profundo de nuestra psique, y la suma es esa experiencia que denominamos “autoestima”.

La autoestima es la reputación que llegamos a tener
para con nosotros mismos.

No todos tenemos la misma inteligencia, pero no es de la inteligencia de lo que se trata. El principio de vivir de manera consciente no está afectado por los grados de inteligencia.

Vivir de manera consciente significa intentar ser consciente de todo lo que tiene que ver con nuestras acciones, propósitos, valores y metas----al máximo de nuestras capacidades, sean cuales sean éstas----y comportarnos de acuerdo con lo que vemos y conocemos.


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