jueves, 26 de septiembre de 2019

SANAR LA HERIDA DE UNA TRAICIÓN





La traición es una de las experiencias más dolorosas que podemos vivir. No importa si se trata de la pareja, de los amigos o de un miembro de la familia. Siempre que quiebran nuestra confianza se abre una herida que tarda en sanar y que incluso a veces no sana nunca. Por supuesto, está herida es mayor cuando quien traiciona es alguien de nuestra confianza.

Ahora bien, no todas las decepciones pueden catalogarse como una traición. En realidad, todos los seres humanos les fallamos a los demás alguna vez. Hay situaciones en las que no somos capaces de estar a la altura de las circunstancias y terminamos causándole una desilusión a quienes amamos.

Sin embargo, la traición que duele y que marca es aquella que se lleva a cabo deliberadamente. A plena conciencia y por motivos realmente egoístas. La que proviene de quien no ha asegurado algo y a la hora de la verdad se comporta de una manera diferente, siendo consciente de que está faltando a su palabra.

Los diferentes tipos de traición

Hay diversos tipos de traición. Desde la traición a uno mismo, hasta aquella que es fruto de un complot urdido y llevado a cabo pacientemente en contra de otro. Cuando hablamos de este tema, generalmente pensamos en la traición amorosa. Sin embargo, esta no es la única que existe.
Todas las formas de traición tienen en común dos aspectos: la ruptura con algo establecido, implícita o explícitamente, de manera previa, por un lado. Y la defraudación de la confianza por el otro.
Se traicionan los acuerdos y las expectativas, las ilusiones y las promesas. Se traiciona con palabras y los actos.
Quien es traicionado prueba el más amargo sabor del engaño. Se siente burlado y minimizado. Sus sentimientos, pensamientos y expectativas han sido pasados por alto. Fue convertido en objeto dentro de los propósitos de otro. Esto es, fue cosificado y utilizado para algo de lo cual no era consciente. Por eso la traición es tan dolorosa y deja una marca tan fuerte.
Superar una traición.
El efecto más nocivo de una traición es dejar una profunda huella de desconfianza en quien fue defraudado, ya que este puede comenzar a desconfiar de todo el mundo, fruto de la experiencia vivida. Ese encontrarse con la doble cara de otra persona es un impacto de largo vuelo que, por lo general, no sana solo. De ahí que sea importante encontrar una vía para superar la traición.
Estas son algunas claves para lograrlo.
Evaluar la situación. Es importante matizar las circunstancias en las cuales se produjo la traición. Sobre todo, examinar con cuidado si hubo una intención deliberada de defraudar o no. Las intenciones SÍ cuentan.
No culparse. Aunque el traicionado sea la víctima, muchas veces cae en la tentación de reprocharse a sí mismo por lo ocurrido. De flagelarse, repitiéndose una y otra vez lo tonto que fue. No se debe asumir la responsabilidad que le corresponde a otro. Y, sobre todo, es importante ser bueno con uno mismo.
Aceptar lo sucedido. A veces también se cae en la negación o la regeneración por lo sucedido. Esto no deja avanzar. Lo mejor es aceptar lo que ocurrió y examinar si hay una solución o no.
Darse tiempo. La traición deja los sentimientos desechos muchas veces. Es bueno darse un tiempo para que el impacto inicial ceda y dé lugar a una visión más lúcida de lo sucedido.
Realizar un balance. Todos los seres humanos fallamos alguna vez. No hay que olvidar esto. Por duro que sea, es importante hacer un balance entre lo que esta persona ha aportado a nuestra vida y el peso real de su traición.
Busca el camino del perdón. Perdonar no significa aceptar sin consecuencias lo sucedido. Tampoco hacer como si nada hubiera pasado. Más bien se trata de reconciliarse con uno mismo y aprender a dejar atrás lo ocurrido.
Aunque la traición sea un trago amargo, no siempre tiene que dar lugar a un trauma que permanezca por toda la vida. La primera obligación de quien es traicionado es la de tratar de recuperar el equilibrio para seguir adelante. Lo que se debe evitar es que la equivocación de otro se convierta en el sello que marque el resto de nuestra vida.

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