domingo, 15 de septiembre de 2019

LA TRANSFORMACIÓN





Lo que está surgiendo ahora no es un nuevo sistema de creencias, una nueva religión, ideología espiritual o mitología. Estamos llegando al final, no solo de las mitologías, sino también de las ideologías y los sistemas de creencias.

La vida, ya sea de una especie o de una forma individual, muere, o se extingue, o se impone por encima de las limitaciones de su condición por medio de un salto evolutivo siempre que se ve enfrentada a una crisis radical.

Esto se da cuando ya no funciona la forma anterior de ser en el mundo o de relacionarse con otras formas de vida y con la naturaleza, o cuando la supervivencia se ve amenazada por problemas aparentemente insuperables.

Se cree que las formas de vida que habitan este planeta evolucionaron primero en el mar.

Cuando todavía no había animales en la superficie de la tierra, el mar estaba lleno de vida. Entonces, en algún momento, alguna de las criaturas se aventuró a salir a la tierra seca. Parece poco probable que una especie se hubiera aventurado en semejante ambiente desconocido y se hubiera sometido a una trasformación evolutiva a menos que alguna crisis  la hubiera obligado a hacerlo.

Quizás pudo suceder que una gran zona del mar hubiera quedado separada del océano principal y que el agua se hubiera secado gradualmente con el paso de miles de años, obligando a los peces a salir de su medioambiente y evolucionar.

El desafío de la humanidad en este momento es el de reaccionar ante una crisis radical que amenaza nuestra propia supervivencia.

La disfunción de la mente humana egoísta, reconocida desde hace más de 2.500 años por los maestros sabios de la antigüedad y amplificada en la actualidad a través de la ciencia y la tecnología, amenaza por primera vez la supervivencia del planeta.

Hasta hace muy poco, la transformación de la conciencia humana (señalada también por los antiguos sabios) era tan sólo una posibilidad a la cual tenían acceso apenas unos cuantos individuos aquí y allá, independientemente de su trasfondo cultural o religioso.

No hubo un florecimiento generalizado de la conciencia humana porque sencillamente no era todavía una necesidad apremiante.

Una proporción significativa de la población del  planeta no tardará en reconocer, si es que no lo ha hecho ya, que la humanidad está ante una encrucijada desgarradora: evolucionar o morir….
Un porcentaje todavía relativamente pequeño pero cada vez más grande de personas ya está experimentando en su interior el colapso de los viejos patrones egoístas de la mente y el despertar de una nueva dimensión de la conciencia. Lo que comienza a aflorar no es un nuevo sistema de creencias ni una nueva religión, ideología espiritual o mitología. Estamos llegando al final no solamente de las mitologías sino también de las ideologías y de los credos.

El cambio viene de un nivel más profundo que el de la mente, más profundo que el de los pensamientos.

En efecto, en el corazón mismo de la nueva conciencia está la trascendencia del pensamiento, la habilidad recién descubierta de elevarse por encima de los pensamientos, de reconocer al interior del ser una dimensión infinitamente más vasta que el pensamiento.

Por consiguiente, ya no derivamos nuestra identidad, nuestro sentido de lo que somos, de ese torrente incesante de pensamientos que confundimos con nuestro verdadero ser de acuerdo con la vieja conciencia.

Es inmensa la sensación de liberación al saber que no somos esa “voz que llevamos en la cabeza”

¿Quién soy entonces?

Aquel que observa esa realidad. La conciencia que precede al pensamiento, el espacio en el cual sucede el pensamiento, o la emoción o la percepción.

Si no cambian las estructuras de la mente humana, terminaremos siempre por crear una y otra vez el mismo mundo con sus mismos males.

El ego no es más que eso: la identificación con la forma, es decir, con las formas de pensamiento principalmente.

Si es que hay algo de realidad en el concepto del mal (realidad que es relativa y no absoluta), su definición sería la misma: identificación total con la forma: las formas físicas, las formas de pensamiento, las formas emocionales.
El resultado es un desconocimiento total de nuestra conexión con el todo, de nuestra unicidad intrínseca con “todo lo demás” y también con la Fuente.

Este estado de olvido es el pecado original, el sufrimiento, el engaño. ¿Qué clase de mundo creamos cuando esta falsa idea de separación total es la base que gobierna todo lo que pensamos, decimos y hacemos?

Para hallar la respuesta basta con observar la forma como los seres humanos se relacionan entre sí, leen un libro de historia o ven las noticias de la noche.
¿Cuál es el papel de las religiones convencionales en el surgimiento de la nueva conciencia?

Muchas personas ya han tomado conciencia de la diferencia entre la espiritualidad y la religión. Reconocen que el hecho de tener un credo (una serie de creencias consideradas como la verdad absoluta) no las hace espirituales, independientemente de cuál sea la naturaleza de esas creencias.
 
En efecto, mientras más se asocia la identidad con los pensamientos (las creencias), más crece la separación con respecto a la dimensión espiritual interior. Muchas personas “religiosas” se encuentran estancadas en ese nivel.
Equiparan la verdad con el pensamiento y, puesto que están completamente identificadas con el pensamiento (su mente), se consideran las únicas poseedoras de la verdad, en un intento inconsciente por proteger su identidad.

No se dan cuenta de las limitaciones del pensamiento

A menos de que los demás crean (piensen) lo mismo que ellas, a sus ojos, estarán equivocados; y en un pasado no muy remoto, habrían considerado justo eliminar a esos otros por esa razón. La apertura a gran escala de la espiritualidad por fuera de las estructuras religiosas es un acontecimiento completamente nuevo.

Quienes no logran ver más allá de la forma se encierran todavía más en sus creencias, es decir, en su mente. En la actualidad estamos presenciando un surgimiento sin precedentes de la conciencia, pero también el atrincheramiento  y la intensificación del ego. Pero el ego está destinado a disolverse, y todas sus estructuras osificadas, ya sea de las religiones o de otras instituciones, corporaciones o gobiernos, se desintegraran desde adentro, por afianzadas que parezcan.

Las estructuras más rígidas, las más refractarias al cambio serán las primeras en caer.

Y son muchas otras las sorpresas que nos esperan…..

Por  Eckhart Tolle


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