domingo, 27 de marzo de 2022

¿QUÉ SON LAS EXPECTATIVAS?



“Las mejores cosas de la vida son inesperadas porque no teníamos expectativas”, Dijo Eli Khamarov, y no le faltaba razón. La felicidad suele ser proporcional a nuestro nivel de aceptación e inversamente proporcional a nuestras expectativas.

Las expectativas están presentes en nuestro día a día, acechándonos con su  carga de ilusiones y pretensiones. Pero cuando no se cumplen –algo que puede ocurrir a menudo- resbalamos hasta caer en el agujero de la frustración, el desengaño y la desilusión.

¿Qué son las expectativas? Su significado.

Las expectativas son creencias personales sobre los sucesos que pueden ocurrir – o no. Son suposiciones de cara al futuro, anticipaciones basadas en aspectos subjetivos y objetivos. De hecho, las expectativas se desarrollan a partir de una compleja combinación de nuestras experiencias, deseos y conocimiento del entorno o de las personas que nos rodean.

Las expectativas varían desde una pequeña posibilidad de ocurrencia hasta una ocurrencia casi segura. Algunas expectativas tienen un carácter automático ya que están alimentadas fundamentalmente por nuestros deseos, ilusiones y creencias, por lo que las alimentamos sin ser plenamente conscientes de su origen y sin contrastar cuán realistas son.

¿Cuáles son las funciones de las expectativas?

La principal función de las expectativas es prepararnos para la acción. Si nos anticipamos mentalmente a lo que pueda ocurrir, podemos preparar un plan de acción para que la vida no nos tome por sorpresa. De hecho, la mayoría de nuestras decisiones no se basan exclusivamente en los datos objetivos –como nos gusta creer- sino en las expectativas que albergamos sobre los resultados de esas decisiones.

Eso significa que cada decisión es, de cierta forma, un acto de fe. Detrás de cada decisión se esconde la confianza en que nuestras expectativas sobre las consecuencias de nuestra elección ocurrirán. El problema es que esperar que algo suceda no hará que suceda, de manera que cuando las expectativas son poco realistas pueden terminar jugándonos malas pasadas y, en vez de ayudarnos a prepararnos mentalmente, nos abocan a la frustración.

Si creemos que el simple hecho de albergar ciertos deseos, hará que ocurran, estamos alimentando un pensamiento mágico y sentando las bases para la decepción. Todos hemos alimentado expectativas en ciertas circunstancias poco realistas, como estas:

La vida debería ser justa. La vida no es justa, a las “personas buenas” les suceden cosas malas. Esperar que podamos librarnos de los problemas y dificultades solo porque somos “buenos” es un ejemplo de expectativa poco realista que solemos alimentar.

Las personas tiene que entenderme.  Todos sufrimos en cierta medida el Efecto del Falso Consenso, un fenómeno psicológico según el cual solemos pensar que un gran número de personas piensan como nosotros y que tenemos razón. Pero no siempre es así, cada quien tiene su punto de vista y no tiene que coincidir con el nuestro.

Todo saldrá bien. Es una frase que nos decimos a menudo para infundirnos confianza, pero lo cierto es que si no nos aseguramos de que las cosas salgan bien poniendo manos a la obra, nuestros planes podrían torcerse en cualquier momento.

La gente debería comportarse bien conmigo. Esperamos que las personas sean amables y estén dispuestas a ayudarnos, pero no siempre será así. A algunas personas no les caeremos bien y a otras simplemente no les importamos. Debemos asumirlo.

Puedo cambiarlo. Solemos pensar que podemos cambiar a los demás, una expectativa bastante común en las relaciones de pareja. Pero lo cierto es que el cambio personal debe provenir del interior, de una motivación intrínseca. Podemos ayudar a un persona a cambiar, pero no podemos cambiarla.

Las ventajas de dominar tus expectativas

Asumes la responsabilidad por tus decisiones

Las expectativas no son hechos, son simples probabilidades, comprender esta diferencia, que no es meramente terminológica, nos permitirá tomar las riendas de nuestra vida. Eso significa que, si deseas que ocurra algo, debes asumir una actitud proactiva y dar los pasos que sean necesarios para que ese deseo se convierta en realidad, no esperar pacientemente a que los demás adivinen qué quieres o esperas de ellos.

Las personas que no se sientan a esperar a que los demás cumplan con sus expectativas, sino que luchan por lo que quieren, no suelen adoptar el papel de víctimas o mártires, sino que se encargan de hacer que las cosas sucedan.

Separas tus deseos de tus deberes

La mayor parte del tiempo funcionamos en piloto automático asumiendo la “mentalidad de la manada”; es decir, nos dedicamos a cumplir con nuestros deberes. Sin embargo, los deberes no son más que las expectativas que nos han impuesto los demás, ya sea la familia o la sociedad.

Cuando no cumplimos nuestros deberes, nos sentimos culpables. Pero si cumplimos con ellos esperamos una recompensa y cuando esta no llega, nos enfadamos y desilusionamos. En cualquier caso, siempre llevamos las de perder porque estamos inmersos en un estado emocional negativo permanente. Sin embargo, deshacernos de nuestras expectativas también implica comprender que no necesitamos satisfacer las expectativas de los demás. Y se trata de un proceso liberador a través del cual entras en contacto con tus verdaderos deseos y pasiones, que son dos ingredientes fundamentales para lograr lo que te propones en la vida.

Disfrutas más del presente

No cruces el puente hasta que no llegues a él”, aconseja un refrán inglés. Necesitamos comprender que las expectativas están conformadas por retazos del pasado, que nos han servido para realizar la predicción, y por deseos para el futuro pero no contienen ni una pizca de presente, que es lo único que realmente tenemos. Las expectativas sin acción solo sirven para encerrarnos en la trampa del futuro, nos limitan al papel del ajedrecista que está sentado a la espera del movimiento de su adversario, mientras por su mente pasan todas las posibles jugadas para contraatacar.

Además, a menudo las expectativas se convierten en unas gafas que nos impiden ver el mundo con claridad. Al esperar algo, podemos desaprovechar otras oportunidades, como si estuviéramos en el andén de una estación esperando un tren que nunca llega y, mientras tanto, dejamos que los otros se marchen. Al contrario, tener expectativas realistas nos permite vivir en el presente, construirlo y aprovechar las oportunidades que este nos brinda.

¿Cómo ajustar las expectativas?

Controla la mente expectante. En el budismo se hace referencia a la “mente expectante” para referirse a aquellas personas que esperan algo, pero no ponen manos a la obra para lograrlo. Desde esta óptica, las expectativas serían tan inútiles como una danza india para llamar la lluvia. De hecho, son contraproducentes porque cuando no se cumplen, solo sirven para generar dolor y sufrimiento, irritación y tristeza. ¿La solución? Controlar esa mente expectante. Podemos lograrlo abriéndonos más a la incertidumbre y al discurrir de la vida, viviendo las situaciones sin anticipar un resultado.

Diferencia las expectativas realistas de las poco realistas. Las expectativas nos ayudan a prepararnos para el futuro, por lo que podemos usarlas a nuestro favor, solo necesitamos aprender a diferenciar las expectativas realistas, esas que tienen grandes probabilidades de convertirse en realidad, de aquellas poco realistas que se basan casi exclusivamente en nuestros deseos. Debemos tener en cuenta que “las expectativas poco realistas son resentimientos premeditados”, como dijera Steve Lynch, ya que existen grandes probabilidades de que no se cumplan. Esperar que una persona haga algo a nuestro favor que vaya en contra de sus intereses es poco realista. En cambio, esperar que esa persona haga algo a nuestro favor que también le favorece es una expectativa más realista.

Comunica tus expectativas. Creer que una expectativa no verbalizada nos traerá lo que deseamos es un pensamiento mágico y poco realista. En realidad, es muy probable que una expectativa no expresada no se cumpla. Por tanto, si esperamos algo de los demás, no debemos esperar que nos lean el pensamiento, lo mejor es comunicar nuestras expectativas, explicarles lo que deseamos y conocer su disposición para ayudarnos.

Prepara un plan B. Comunicar nuestras expectativas no siempre es suficiente para que estas se hagan realidad. Entre nuestros planes y su consecución influyen muchos factores que escapan de nuestro control, por lo que lo más inteligente es tener preparado un plan B. Como dijera el escritor Denis Waitley: Espera lo mejor, planea para lo peor y prepárate para sorprenderte”. Esa es la actitud.

Fuente: JENNIFER DELGADO SUÁREZ

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