lunes, 11 de noviembre de 2013

EL CUELLO, UN DESFILADERO POR EL QUE CORRE LA VIDA.



 
En el cuello se alojan la tráquea, el esófago y parte de la médula espinal, es un estrecho canal por el que pasan al mismo tiempo el aire, el alimento, el agua y la información. También contiene la laringe que produce la voz. El cuello es comunicación y relación en el interior y hacia el exterior. Junto con las vértebras cervicales, también representa la flexibilidad y la capacidad de ver lo que  hay detrás de nosotros.

No es de extrañar, que sea el cuello un punto anatómico donde se suele situar la angustia. Inconscientemente sabemos que podemos morir por él: Ahogados, descoyuntados, estrangulados, desfallecidos de sed, de hambre o paralizados por un golpe en la nuca. Las expresiones coloquiales hablan de manera figurada de lo que literalmente es: “me ahogo de pena”, “estoy de deudas hasta el cuello”, “me tiene con la soga al cuello”. Es también la unión y comunicación entre lo de arriba y lo de abajo; el cuerpo espiritual con el material. Desde arriba pasa el aire, los alimentos y las órdenes del cerebro. Desde abajo fluyen las emociones y los mensajes que el cuerpo envía al cerebro.

A más opresión, más problemas de integración entre ese ego y los demás. La persona que no acepta lo que siente en el cuerpo, puede vestir con cuellos apretados, bufandas y pañuelos que limiten toda la expresividad emocional que se aprisiona en su pecho. El extremo se alcanza cuando mantenemos una actitud interna inflexible, negándonos a cambiar bajo ningún concepto, lo que puede  obligarnos a llevar un collarín. La persona que está dispuesta a aprender y experimentar, que no se deja influenciar por actitudes negativas, como “no puedo, o no quiero”, no acumulara tensiones en el cuello, se sentirá seguro con sus ideas y sentimientos.

Podemos ver algunos ejemplos:

“El cabizbajo”; ofrece su nuca para seguir humildemente recibiendo “los golpes de la vida”.

“Caminar con la cabeza erguida”; es símbolo de la voluntad, llevarla muy levantada no hace ver que la persona quiere que todo se haga según su voluntad.

“Inclinar la cabeza hacia la izquierda”;  Abre la visión del campo visual derecho, el polo masculino, lo que hace a la persona más fuerte y determinante. Conecta con la mirada al mundo heredado del linaje paterno.

“Inclinar la cabeza hacia la derecha”; Abre la visión del campo visual izquierdo, el polo femenino, lo que hace la atmosfera más suave, sensitiva y da paso a la intuición. Se asoma al mundo desde la mirada del linaje materno.

Cualquier inclinación del cuello es limitante, el colmo de este desequilibrio produce tortícolis. El temor al ridículo, a la humillación, a expresarse, la sobrecarga y el agobio, puede conducirnos a tener dolores y problemas en el cuello.

Esta reflexión nos indica que el equilibrio y la apertura son las bases para vivir y comunicarnos de manera sana, tanto hacia el interior, como hacia el exterior. Debemos ser flexibles para tener en cuenta otras perspectivas, otros puntos de vista, otras maneras de ver y de hacer las cosas.

Artículo de Marcela Paz

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