La verdad que incomoda y la mentira que consuela
(La necesidad de justificar lo injustificable)
A lo largo de la vida, todos nos hemos cruzado con personas que, en vez de asumir errores, eligen fabricarse una historia en la que nosotros somos los villanos. Nos culpan, nos desacreditan y, en ocasiones, nos condenan con una imagen que no nos representa. ¿Por qué sucede esto) ¿Por qué algunas personas prefieren creer un mentira en vez de enfrentarse a su propia verdad?
Este escrito trata sobre la necesidad humana de justificar lo injustificable, de cómo algunas personas distorsionan la realidad para no asumir su propia culpa. También abordaremos cómo liberarnos de esas percepciones ajenas sin caer en la trampa de querer demostrar lo indemostrable
La falsificación de la culpa cuando la realidad es incómoda
Imagina que alguien traiciona tu confianza, actúa con maldad o simplemente toma decisiones egoístas que te afectan. En lugar de aceptar la responsabilidad de sus actos, esa persona se siente incómoda con su propia conciencia. Pero en vez de lidiar con esa incomodidad, la transforma en una narrativa donde tú eres el malo de la historia.
Así es como nace la autoconvicción de la mentira
No pueden aceptar que han actuado mal, así que buscan un justificación.
Esa justificación necesita un villano, tú
Al creerse su propia historia, alivian su culpa
Y aquí es donde muchas personas caen en la trampa: intentan corregir esa imagen, intentan demostrar que son buenas personas, intentan limpiar su nombre frente a quien ya ha decidido mancharlo.
La fabula de las huellas de barro
Había una vez un hombre llamado Esteban, que vivía en un pueblo pequeño. Era un hombre trabajador y justo, pero un día, sin razón aparente, comenzaron a correr rumores sobre él.
"Dicen que ha robado en el mercado" murmuraban unos.
"Dicen que engaño a su mejor amigo" comentaban otros.
La historia había comenzado por una simple razón: un hombre influyente del pueblo le debía dinero a Esteban y no quería pagarle. en lugar de reconocer su deuda, esparció rumores para desacreditarlo.
Esteban, al principio, intento defenderse. Busco a quienes hablaban mal de él, trato de explicar la verdad, pero se dio cuenta de algo: cada palabra suya era tomada como una prueba de su culpabilidad.
Entonces un anciano sabio del pueblo le dijo: "Si caminas por un sendero lleno de barro y te resbalas, ¿Qué harás?" "Intentare limpiarme, por supuesto" respondió Esteban
"Sí, pero si intentas limpiarte con las manos sucias, solo te llenarás más de barro. a veces, lo mejor es seguir caminando y dejar que el viento y el tiempo hagan su trabajo"
Estaban entendió la lección. Dejo de intentar limpiar su nombre con aquellos que no querían escuchar y siguió con su vida. Con el tiempo, el mismo hombre que esparció los rumores cayó en su propia trampa, y la verdad salió a la luz sin que Esteban tuviera que hacer nada.
El aprendizaje: la imagen que otros tienen de ti no es tu responsabilidad
Este cuento refleja una verdad simple pero poderosa: no puedes controlar lo que los demás piensen de ti, solo lo que tú haces con tu vida. Cuando alguien distorsiona la realidad para justificar sus propias acciones, no está buscando la verdad, sino un alivio a su conciencia. Y tú no tienes que ser parte de su teatro.
Si intentas convencerlos, solo alimentarás su versión de la historia. Si te frustras, solo les das el protagonismo que buscan, Si te despegas de su opinión recuperas tu poder.
Reflexión final ¿Quién define quién eres?
Ahora te pregunto:
"Cuántas veces has tratado de corregir la percepción que otros tienen de ti?
"¿Por qué permitimos que la opinión ajena pese más que nuestra propia verdad?"
"¿Qué cambiaría si, en lugar de luchar contra las mentiras, simplemente viviéramos nuestra vida con dignidad y coherencia?"
La verdad no necesita defensa, solo paciencia, Y tarde o temprano, el barro se seca y el suelo vuelve a ser firme bajo nuestros pies.
Ricardo Mendoza
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