lunes, 31 de octubre de 2022

DÉFICIT DE RESPONSABILIDAD




Trastorno por déficit de "responsailidad"; ¿en qué consiste?

Todos conocemos a más de una persona irresponsable. Son esas figuras en las que no se puede confiar, ni delegar tareas, ni todavía menos trabajar o hacer vida con ellas. Frustran, enfadan y hasta desesperan. Porque la madurez del ser humano se mide también por su capacidad  para ser responsable de sí mismo, sabiendo que toda acción tiene consecuencias.

Sin embargo, hay quien parece tener una capa de impermeabilidad sobre sí mismo. Todo le resbala, todo lo esquiva e incluso sitúa la culpabilidad en espaldas ajenas ante todo lo malo que le sucede. Bien es cierto que esta competencia, la responsabilidad personal, se educa y todo niño y adolescente no la desarrolla hasta bien entrada la primera juventud.

Lo hace justo cuando su corteza prefrontal finaliza su maduración y se ejerce un mejor control de los impulsos. Ahora bien, hay adultos que evidencían una falta de responsabilidad excesive y persistente, hasta el punto de derivar en conductas atamente problemáticas. No solo son incapaces de asumir las riendas de su propia vida, sino que además sus acciones perjudican a su entorno. Estamos ante un tipo de realidad clínica que vale la pena conocer.

Trastorno por déficit de "responsabilidad"; ¿cómo se manifiesta?

Todos podemos evidenciar cierta irresponsabilidad en un memento dado y no por ello tener un comportamiento patológico. Porque a veces, detrás de quien elude cumplir con sus tareas o esquiva las obligaciones, puede haber desde un periodo de ansiedad hasta simple agotamiento. También sentir cierto desinteres por aquello que le rodea y necesitar, simpemente, reformular sus metas.

Ahora bien, nuestro bienestar psicológico depende de manera directa de esta capacidad, la de ser responsables. Un estudio de la Universidad de Queensland, por ejemplo, destaca los beneficios de implementar cursos en la escuela para educar en dicha competencia y mejorar el desarrollo social y emocional de los adolescentes.

Pensemos, por ejemplo, que quien vive de las excusas, quien culpabiliza al mundo de sus errores y es incapaz de asumir deberes, está condenado al ostracismo social. El trastorno por déficit de responsabilidad define a quien evidencia un patrón consistente de irresponsabilidad en cualquier ámbito de su vida. 

¿Cómo reconocerlo?

Este perfil de comportamiento evidencia un abanico muy amplio de conductas. Esto es así por un hecho muy concreto. El trastorno por déficit de personalidad no es una categoría clínica por sí misma, no aparece en ningún manual de diagnóstico. Se trata de una característica que confluye con el trastorno antisocial de la personalidad y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

Así, y por lo general, podremos ver lo siguiente en estas personas:

Desafian a toda forma de autoridad.

Evidencian comportamientos evitativos.

Son impulsivos

Tendencia a escudarse en las mentiras y las excusas para justificar su irresponsabilidad.

Irresponsabilidad persistente en todo escenario de su vida: personal, social, laboral, familiar, etc.

Baja energía, ausencia de motivación.

Sufren problemas financieros.

Búsqueda de refuerzos y gratificaciones instantaneas.

Abandono de los estudios y constante inestabilidad laboral.

Problemas para aianzar relaciones sólidas y significativas.

Falta de remordimiento cuando cometen una acción que ha causado daños  a otras personas.

Baja empatia.

Nula resistencia a la frustración.

Gestión emocional deficiente.

Su personalidad demuestra rasgos claramente narcisistas.

¿A qué se debe este tipo de personalidad tan problemática?

La falta de responsabilidad permanente es una característica asociada a un patrón de personalidaad muy concreto. Uno que evidencia un perfil ciertamente problemático. El doctor Raffaello Antonio lo describe como la sintomatología de otras afecciones de salud mental del DSM-5-TR. Son las siguientes:

Trastorno antisocial de la personalidad (TAP).

Trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

Los trstornos del estado de ánimo, como la depresión o la ansiedad.

Algo que debemos comprender sobre los problemas mentales es que no son entidades únicas y delimitadas. Por lo general, muchas condiciones psicológicas son poliédricas, es decir, evidencian varias caras y más de una comorbilidad. En este caso, hay quien conjuga una resregulación del estado de ánimo con la impulsividad, con la resistencia a la autoridad y la nula capacidad para sentir remordimientos.

En este caso, la conducta antisocial es la que sitúa a esa persona en el abismo de una patología psiquiátrica más compleja. Ahora bien, si nos preguntamos el porqué del desarrollo de este tipo de perfil, la respuesta no es sencilla. En ocasiones, puede haber un desencadenante genético y factores biológicos. Sin embargo, no podemos dejar de lado la importancia del entorno y el tipo de crianza.

La egosintonía y la dificultad en el tratamiento

Quien no se hace responsable de su comportamiento, difícilmente asumirá que tiene un problema que debe ser tratado. El mayor desafío enquien evidencia un trastorno de déficit por responsabilidad es un egosintonía. Es decir, estas personas se sienten en completa sintonía con su ego, no tien ningún conflicto interno y no desean cambiar nada de lo que ya son.

De este modo, cuando estamos ante alguien cuya conducta está en absoluta armonía con sus pensamientos, deseos y valores, rara vez le verá sentido al hecho de acudir a terapia. Para estos individuos, el problema lo tienen los demás, nunca ellos. Así, en estos casos, es muy común que terminen cometiendo algún acto delictivo y tengan que acudir a un programa de rehabilitación o de intervención social por un mandato judicial.

En estos casos, puede resultar útil recurrir tanto  a la terapia individual como la grupal. El enfoque congnitivo-conductual, así como la modificación de conducta, les facilitará poder dar paso a conductas más positivas, integradas y responsables. También es importante ofrecerles herramientas de gestión de emoiones, así como de la regulación de impulsos y la resistencia a la frustración de impulsos y la resistencia a la frustración.

No obstante, suelen ser casos altamente complejos. Lo mejor es favorecer desde bien temprano la conducta responsable en los niños. Solo así tendrán un mejor control sobre sus vidas y disfrutarán de un mayor bienestar social y emocional.

Valeria Sabater 

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