lunes, 3 de enero de 2022

EL SÍNDROME DE ÍCARO



EL SINDROME DE ICARO. O LA AUTOCRITICA SILENCIADA

El síndrome de Ícaro tiene un trasfondo triste. Aqueja, casi siempre, a personas con talento que, sin embargo, no aprecian realmente sus capacidades. Al final, terminan como Ícaro, con alas de cera que hacen emprender vuelos peligrosos.

El síndrome de Ícaro hace referencia al narcisismo. Algunas personas, por exceso de confianza, terminan fracasando en el logro de sus objetivos. Esta condición se presenta sobre todo en algunos individuos con un talento especial. Por lo general se presenta en quienes forman parte de círculos de poder político, económico, deportivo o artístico, entre otros.

Es común el término “quemado” para referirse a estas personas que estuvieron cerca de alcanzar la cúspide pero no lo consiguieron. La confianza en uno mismo es no solo una virtud, sino también una gran ventaja en el mundo social. Sin embargo, cuando tal confianza no se apoya en bases firmes, puede dar lugar al síndrome de Ícaro o falsa percepción de las propias capacidades.

El mito de Ícaro

En la mitología griega, Dédalo era considerado el arquitecto e inventor más destacado de su época. Por eso, el rey Minos le encargó la tarea de construir un laberinto para encerrar a sus enemigos y enfrentarlos al Minotauro de Creta.

Para que la construcción del laberinto permaneciera en secreto, el rey Minos decidió mantener en cautiverio a Dédalo y a su hijo Ícaro. Por esta razón, Dédalo decidió construir unas alas con plumas entrecruzadas y pegadas con cera para escapar volando de la isla.

Dédalo le aconsejo a su hijo que no volara demasiado alto porque el calor del Sol podría derretir la cera de sus alas y provocar su caída. El buen Ícaro emprendió el vuelo, tomó confianza y, cegado por el orgullo y atraído por el poder del Sol, se acercó demasiado. Sus alas se derritieron y se precipitó al vació para ahogarse en el mar.

La cercanía con el poder

El poder embriaga y cubre con un velo que hace difícil practicar el ejercicio de la autocrítica. De ahí la imposibilidad de escuchar y corregir los errores. En el síndrome de Ícaro no se escucha y menos si se trata de consejos de los demás.

La cercanía con el poder político, económico o de otra índole viene acompañada de tentaciones ante las cuales es fácil sucumbir, sobre todo las personas jóvenes. Por un lado, están dispuestos a lo que sea con tal de encontrar la oportunidad de sus vidas, por lo que ponen todo su empeño, por otro, el grado de inmadurez que los acompaña los lleva a tomar decisiones equivocadas respecto a su futuro.

Un talento mal encaminado

El síndrome de Ícaro es el talento mal encaminado lo que se convierte en virtud y desgracia para alcanzar sus metas. De un lado, funciona como algo que les permite destacar de los demás y sobresalir. De otro, la ambición desmedida y el desconocimiento de los propios límites son lo que terminan conduciéndolos al fracaso.

 En este sentido, existe un factor adicional que juega un papel importante; se trata de la falta de experiencia. Por tanto. Existe cierta ingenuidad y falta de previsión a la hora de asumir retos, sin considerar los eventuales riesgos.

Algunas características del síndrome de Ícaro

A menudo, quienes presentan el síndrome de Ícaro se caracterizan por su arrogancia. Igualmente están convencidos de que son únicos y sus capacidades no pueden ser igualadas por nadie. Al mismo tiempo, muestran una sumisión desmedida hacia sus superiores en la escala jerárquica. Hacen esto porque lo consideran un requisito indispensable para conseguir una elevada posición social o económica.

En el fondo, existe un fuerte sentimiento de impotencia para poder lidiar con su bajo nivel de autoestima. Muchas veces son inconscientes, caprichosos y pueden describir comportamientos impredecibles erráticos.

El pez grande devora al pez chico

Al síndrome de Ícaro pertenecen las personas egoístas que piensan en función de sus propios intereses para alcanzar sus propósitos. Sin embargo, al mismo tiempo son ingenuos por prestarse para asumir los riesgos que les indican sus jefes.

Así las cosas, es muy común que reciban de estos jefes un trato especial rodeado de mimos, y tolerancia, además de pasar por alto sus fallos. De ahí que sean caprichosos y con cierto grado de indisciplina.

Por desgracia, para cuando notan sus fallos o errores suele ser demasiado tarde y sus alas terminan chamuscadas, por lo que se precipita al vacío. Esto ocurre de manera similar a la del mito de Ícaro, que después de volar muy alto, terminó cayendo al vacío.

Origen del síndrome

El síndrome de Ícaro suele surgir como resultado de la falta de atención por parte de los padres durante la infancia temprana. Es decir que de niños buena parte de sus logros fueron ignorados o desaprobados por sus progenitores.

Esta situación lleva a que al ser adultos se sientan confundidos y no tengan claridad acerca de quiénes son y mantengan una escala de valores incoherente. No se sienten cómodos con lo que son, así que están en una permanente búsqueda de autoafirmación.

Igualmente, es frecuente que no sientan aprecio por sus colegas o personas con cargos inferiores al suyo. Las relaciones que establecen con los demás obedecen con los demás obedecen a un fin práctico. Una perspectiva equivocada que tiene fatales consecuencias.

Edith Sánchez


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