domingo, 12 de mayo de 2019

MENTE Y SUEÑO




Cuando la Biblia dice: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios", es cierto tanto desde el punto de vista chamanístico como desde el científico. El sonido es perecido a la luz y posee el mismo poder generador que ésta. El sonido es energía que vibra a distintas velocidades. La energía pura tiene diversas cualidades: sonido, color, temperatura, movimiento, memoria y conciencia.

La vida también posee estas cualidades. Einstein, en su teoría del universo, comparó la energía con la masa y la velocidad de la luz. Los toltecas hicieron una observación parecida, aunque con otras palabras: "Todo es luz. Todo lo que conocemos se basa en la luz".

Desde un punto de vista etéreo, la vida humana en la Tierra fue creada para soñar. Los seres humanos creemos la realidad que percibimos en sueños, por tanto, todo lo que nuestros sentidos nos muestran no es sino una manifestación de nuestro sueño.

La transformación de energía en el sueño empieza con la materia. Recreamos la luz que percibimos reflejada de un objeto material como una imagen en el interior de nuestros ojos, siempre de modo indirecto. En este proceso también participan nuestras emociones. Las imágenes que recreamos en nuestra mente a partir de la luz reflejada se procesan a través de nuestras emociones, y esta actividad desarrolla nuestra mente.  Nuestra mente está formada por emociones, como nuestro cuerpo lo está por átomos.

Al nacer, el niño no tiene mente. Tiene la fase física (el cerebro), pero es inmaduro y, por tanto, deberá aprenderlo todo. El cerebro es un complejo de computadores en blanco. No es consciente. Aunque el recién nacido posee la memoria celular de la evolución y algunas emociones, no tiene la mente para crear el sueño.

El niño nace con todo el conocimiento del Universo, pero no puede pensar. Sólo sabe. Su ADN contiene el conocimiento silencioso de la vida. El sistema neuronal funciona en cuanto se desarrolla en el útero , pero antes de nacer no está en contacto directo con la luz exterior, sólo la percibe indirectamente a través de la madre; así pues, hasta que nace, la información que le llega es insuficiente.

Durante unos cuantos años después de nacer, el niño sigue libre como un animal salvaje. Todavía no está culturizado y, por tanto, no ha aceptado el sueño que su familia, la religión y la cultura le transmiten. Una vez que el niño lo esté, el desarrollo de su mente experimentará las emociones que se derivan del castigo y la recompensa.

Poco a poco, el niño aprende todas las normas del sistema que hereda y aprende a comportarse de un modo concreto. Aprehende el sueño de su sociedad, pero no lo elige.

Al final de la Era de Piscis, constatamos que nuestro sueño colectivo es un infierno, que nos ha envenenado tanto a nosotros como a la Tierra y, suponemos, también al universo. Por el bien de ambos, el sueño humano va corrigiéndose a medida que pasamos a la Era de Acuario. Cambiar nuestro sueño es un paso evolutivo adelante. Con cada era zodiacal, o cada Sol en términos aztecas, la evolución avanza. 

La evolución se dirigió durante milenios hacia el desarrollo de la capacidad humana de pensar, soñar y crear realidad. El siguiente paso es crecer más allá del temor, hacía la práctica del amor. El amor genera energía creativa benigna. Estamos descubriendo la frecuencia energética del amor y sus ventajas en la curación, la educación, la política y la espiritualidad.

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