viernes, 5 de enero de 2018

LIBERTAD




Cada día soportamos una carga que no deberíamos soportar. Tenemos miedo a fracasar, a no ser suficientes; nos sentimos  inseguros, cohibidos o llenos de ansiedad; tememos que la gente nos dé la espalda, que se aproveche de nosotros o deje de querernos, y todas estas cosas nos pesan enormemente.

Ese peso es el miedo a experimentar dolor, pena o angustia. Nos pasamos cada día de nuestra vida sintiendo ese peso, o bien tratando de protegernos para no sentirlo. Es una influencia tan habitual en nuestra vida que ya ni siquiera  somos conscientes de su dominio.

Tus sensibilidades internas te exponen, minuto a minuto, a una situación en la que sufres constantemente en un grado u otro, siempre estas intentando controlar tu entorno para evitar el sufrimiento, o preocupándote por sufrimientos futuros. Este estado es tan habitual que no puedes verlo, igual que el pez no ve el agua.

La gente está pensando  continuamente: “¿Qué va a pasar si me preguntan? ¿Qué es lo que debo decir? No me siento preparado y eso me inquieta mucho” U otros pensamientos similares. Todo este dialogo interno cargado de ansiedad denota sufrimiento: “¿Puedo confiar realmente en esa persona? ¿Y si me equivoco y se aprovechan de mí? Tengo pánico a volver a pasar otra vez por eso”. El hecho de pensar en ti mismo todo el tiempo evidencia el dolor psíquico que acarreas.

¿Por qué la mayoría de nuestros pensamientos versan sobre yo, mí o mío? Tienes ese tipo de pensamientos porque no te sientes bien por dentro, de modo que intentas sentirte mejor. Para acabar con este sufrimiento, primero tienes que reconocer que tu psique no está bien. A continuación debes aceptar que no tiene por qué estar en ese estado, y que puede estar sana.

No necesitas estar rumiando constantemente si has dicho una incongruencia o que es lo que la gente piensa de ti. Por el contrario, detente un momento y observa todo lo que diariamente le encargas a tu mente. Le dices: “Quiero gustar a todo el mundo. No quiero que hablen mal de mí. Quiero que lo que digo y hago sea agradable y aceptable para todos.  No quiero que nadie me hiera.” Y después le dices: “Ahora mente, encuentra el modo de hacer que todas estas cosas se hagan realidad, aunque para ello tengas que pensar día y noche sin parar”. Y por supuesto, tu mente se pone a la tarea, trabajando en ello constantemente.

Lo cierto, es que le has recomendado a tu mente una tarea imposible de  realizar. Si intentaras que tu cuerpo hiciera esfuerzos que es incapaz de soportar, sin duda enfermaría. Pues bien, esto es lo que provoca que tu psique este dañada. Los signos de que tu cuerpo está dañado son el dolor y la debilidad. Los signos de que tu psique está dañada son el miedo subyacente y el pensamiento neurótico incesante.

Algún día tendrás que despertar, y finalmente estarás tan aquietado y con tal silencio interno que empezaras a observar que el corazón reacciona incluso antes que la mente se ponga en marcha y todo se convertirá en corazón.

Y sentirás que ahora estas en el sendero, que las mismas cosas que antes te atrapaban te están liberando ahora. Y el hecho de liberarte de las ataduras de tu psique te dotara de la capacidad de conseguir libertad para tu alma.

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