LEALTADES
FAMILIARES
Las lealtades ciegas son un mecanismo que hace que un
individuo quede atado al sistema familiar, lo que le dificultará vivir una vida
propia y autentica. La mayoría de ellas son inconscientes, aunque puede haber
también un componente de conciencia involucrado en algunos casos.
Podemos encontrar la coerción externa, el sentirse
obligado o presionado por los miembros de la familia a seguir tal o cual
destino; la búsqueda de reconocimiento y aceptación de parte de ellos, que
otorga un sentimiento de pertenencia; el miedo a ser excluido del sistema
familiar si no se obedece; mandatos, culpas, creencias, etc. Entre varios
factores.
De este modo por lealtad no solo tendremos determinada conducta
o elección (de pareja, de vida, de profesión), sino que también cumpliremos un
rol que nos han adjudicado. Un rol es un guion que nos confiere la familia, que
el sistema necesita que cumplamos. Podemos ocupar el rol del hijo bueno, del
niño síntoma, de la oveja negra, del chivo expiatorio, del líder positivo, del
saboteador y muchos más.
Como si fuera una obra de teatro y a cada miembro le correspondiera
interpretar un personaje. Ese rol nos lo adjudica todo el sistema familiar,
pero también hay un proceso de aceptación por parte de nosotros. Podemos rehusar
interpretar ese libreto, lo que en muchos casos provocará un sentimiento de
culpa por no estar haciendo lo que nuestro sistema espera de nosotros.
Por lealtad nos mantenemos unidos al grupo y se
establecen las jerarquías, los contratos familiares. La lealtad es la sustancia
que cohesiona al sistema, al mismo
tiempo que aporta un sentimiento de hogar y lo que Bert Hellinger, creador de
las constelaciones familiares, denomino una buena conciencia.
La buena conciencia aparece cuando cumplimos con lo que
el sistema espera de nosotros, aunque nos perjudique directa o indirectamente y
presuponga un sacrificio o sufrimiento, y mala conciencia será el sentimiento
de culpa (consciente o inconsciente) provocado por todo acto de rebeldía hacia la
emancipación de esas normas, leyes y expectativas familiares.
Aquellos que cumplen con las expectativas familiares
(sean estas las que fueren) adquieren méritos. Por el contrario, los que se
rebelan y rehúsan ocupar ese papel que les fue adjudicado cargaran con deudas. Los méritos aportan
merecimientos y créditos, que más adelante serán permutados por otra cosa, como
un favor que se devuelve.
Asimismo, el que tiene méritos cree que los demás están en
deuda con él, ya que dio más de lo que recibió. Por el contrario, los que cargan
con deudas tendrán que cumplir ciertas obligaciones, vivirán con un sentimiento de culpa y tarde o
temprano pagaran de alguna manera esa deuda para dejar el sistema equilibrado.
Eso se ve en muchos casos en la relación de hermanos. Es
frecuente encontrar que un hermano pudo estudiar una carrera universitaria, sin
necesidad de aportar en el hogar, pero que años después otro hermano no corrió
con la misma suerte por las circunstancias familiares, debiendo renunciar a sus
proyectos para ayudar a la familia.
En este sistema se creó una deuda: el hermano mayor tomó
más de los padres que su hermano menor, gozó de un privilegio que el otro no
tuvo. Lo que he observado en muchos
casos es que de una manera u otra esta injusticia se salda y el sistema se
equilibra. Por ejemplo, el hermano mayor puede, sin saber porque, cederle parte
de su herencia a su hermano menor u ofrecerle dinero sin pedirle que se lo
devuelva (lo que se conoce como retribución sistémica). Por eso no es de
extrañar que las deudas que se generan entre hermanos se salden con las
herencias, en algunos casos en generaciones siguientes.