domingo, 18 de julio de 2021

VOLVER A EMPEZAR



Volver a empezar después de una experiencia traumática.  

En ocasiones, la vida parece un caballo ingobernable que amenaza con tirarnos. Es entonces cuando la resilencia entra en juego: bien para volvernos a subir o para que no nos caigamos.

Volver a empezar. Todo un reto, sobre todo tras una experiencia traumática. Sin embargo, hay diferentes opciones para lograr dejar ver nuestra herida como destino final.

¿Cómo hacerlo?

A continuación, hablaremos sobre la resilencia, una maravillosa herramienta que nos ayudará a hacer frente a nuestros problemas. Para ello, nos sumergiremos en el fabuloso aporte de Boris Cyrulnik, el escritor del libro Los patitos feos: La resilencia: una infancia infeliz no determina la vida.

Volver a empezar, ¿cuál es su relación con la resilencia?

Cuando hablamos de volver a empezar, hacemos referencia a levantarnos tras una caída que puede resultarle fuerte y dolorosa en distintos niveles. Ahora bien, hacerlo es descubrir todo un mundo que no deja de ser desafiante y en algunas ocasiones atemorizante, pero que podemos afrontar con nuestros recursos.

Según Cyrulnik, neuropsiquiatra, psicoanalista y etólogo francés, la resilencia es "la resistencia que ofrece un cuerpo a la rotura por golpe o la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas".

La relación entre volver a empezar y resilencia es apasionante. En buena medida, gracias a ella podemos volver a levantarnos después de los momentos complicados. Es decir, al comenzar de nuevo, nos sobreponemos a los problemas de la mano de la resilencia.


Transformar el dolor

Volver a empezar después de una experiencia traumática es posible. Para ello debemos metamorfosear el dolor; es decir, convertirlo en nuestro motor para salir adelante, con más fuerza, mientras poco a poco vamos alzando el vuelo.
También necesitamos reestructurarnos. Hace falta, ir dotando de un significado más amable a esa experiencia traumática. Por ejemplo, viéndola como un aprendizaje. Para ello podemos hacer lo siguiente:

Soltarla.
Aferrarnos a esta experiencia nos hará daño. No quiere decir que la debamos olvidar, pero si, que dejemos fluir nuestra vida y no nos estanquemos en el pasado.

Expresar nuestras emociones.
A veces sepultamos la experiencia dolorosa y vuelve a salir con gran fuerza y nos desestabiliza. Es importante que dejemos fluir nuestras emociones. Para ello, debemos ser asertivos, gestionandolas para hacerlo en el momento y lugar adecuado.

Abrazar nuestros miedos. Recordemos que el miedo es una emoción adaptativa. Demosle las gracias y sigamos adelante. No es malo sentirla, pero si quedarnos atrapados en ella.
Amarnos. Significar darnos valor, también autoconocernos.

Vivir el momento presente.
Centramos demasiado en el pasado o en el futuro aleja nuestros sentidos del presente y de las oportunidades que se puedan presentar en él.

Cultivar la resilencia nos ayudará a volver a empezar. Si usamos nuestros recursos a nuestro favor será más sencillo. Podemos ver el camino como una gran aventura en la que nosotros somos los protagonistas, asumiendo nuestra responsabilidad en lo que nos sucede.
Para lograrlo, hace falta soltar nuestras armaduras, quitarnos nuestras máscaras, descubrirnos e ir en sintonia con lo que nos traiga armonía y sea saludable para nuestra salud social, emocional y física.

De patitos feos a cisnes.

¿Cómo dejar de vernos como patitos feos?.
Cuando nos sentimos desagradables, feos, impotentes, frustrados, como patitos feos también nos sentimos sin energía. Podemos estar en esta situación por diversos motivos, sea cual sea nuestra situación dolorosa. A veces, nos ocultamos en una gran capa de recuerdos; la misma que podemos utilizar para buscar nuestra metamorfosis.

Liberarnos de la culpa significa dejar atrás un gran lastre. También, hay otras estrategias en las que podemos sumergirnos. Veamos algunas, basadas precisamente en los aportes de Cyrulnik: Amabilidad patológica, ¡fuera! A veces somos amables en exceso, sobre todo, cuando nos olvidamos de nosotros, y nuestra bondad nos hace daño. Estar siempre para el otro, puede bloquearnos y alimentar nuestro dolor.

Más creatividad. La creatividad es un vehículo para la transformación. De hecho, nuestras angustias inconscientes pueden salir a través del arte, y luego poco a poco podemos hacerlas conscientes e ir trabajando en ellas.

El pasado como lección. Ver nuestras experiencias como aprendizajes, nos lleva a asumir el dolor de otra manera. Así, transformamos la herida, y se reestructura nuestro yo.

Fijémonos en nuestro desarrollo. La resilencia no es un proceso aislado. Actúa de la mano de todos los planos de nuestro desarrollo. De hecho, interactúan factores biológicos y de ambiente. Por ello, no debemos descuidar ninguno de estos planos.

La resilencia no es un conjunto de cualidades; es un proceso que se pone en marcha en las situaciones complicadas. También sabemos que hay diferencias individuales en este sentido, contando con la opción de mejorarla.

La resilencia es una ayuda importante a la hora de volver a empezar. Nos ayuda a transformar nuestras angustias en aprendizajes, al igual que impide que tiremos la toalla cuando se presenta la primera dificultad. Constituye una autentica ventaja; así que puede ser la motivación más apropiada para mejorar en este plano.





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