domingo, 5 de junio de 2022

TODO EL MUNDO ME CAE MAL.......



TODO EL MUNDO ME CAE MAL….

Cuando todo el mundo te cae mal puedes sentirte solo, aislado e incomprendido. Descubre a que se debe esto y cómo puedes empezar a sentirte mejor en compañía de los demás.

Para la mayoría de las personas, la vida social es una gran fuente de apoyo y gratificación. Disfrutan pasando tiempo con los otros, conociendo gente nueva y relacionándose. Sin embargo, hay para quienes supone una experiencia negativa y decepcionante.

“todo el mundo me cae mal”, “no logro conectar con los demás”, “me parecen crueles, vacíos y superficiales”. ¿Te sientes identificado con estas afirmaciones?

Entonces, veamos a qué puede deberse.

Es importante diferenciar entre quienes albergan estos sentimientos en momentos puntuales (tal vez por estar atravesando una situación difícil o por haber tenido un conflicto con alguien)  y quienes lo llevan sintiendo prácticamente toda su vida.

En el primer caso, podría ser una reacción natural y pasajera que no supone mayor problema. Sin embargo, en el segundo, es necesario indagar sobre el origen y buscar una solución.

Si sientes que todo el mundo te cae mal, es necesario que recuerdes que no hay nada malo en ti; tampoco necesariamente en los demás. Seguramente solo se trate de realizar ciertos ajustes en tu perspectiva y comportamiento para poder revertir esta situación.

Estas son algunas de las causas que pueden estarte llevando a sentirte así:

1. Elección del entorno.

Con frecuencia, las personas que sienten este rechazo hacia los demás son diferentes en algún grado. Tal vez poseen una sensibilidad especial, un carácter introvertido o unas aficiones o intereses poco comunes. Así, resulta difícil para ellos encajar con el grueso de la sociedad e identificarse con sus valores.

Si yo amo la naturaleza, la  lectura y la tranquilidad, y paso años de mi vida tratando de integrarme entre personas sumamente extrovertidas, fiesteras y activas, lo más normal es que termine saturado, abrumado y desgastado. Y que, además, termine experimentando rechazo hacía esos otros que no me comprenden y no me permiten ser.

Por esto, es fundamental que aprendamos a ser selectivos con nuestros entornos. Si todo el mundo me cae mal, tal vez deba “cambiar de mundo”, buscar mi tribu, conectar con personas afines en lugar de seguir tratando de mimetizarme con quienes nada tienen que ver conmigo.

Los demás no tienen por qué cambiar para complacerme, pero tampoco yo he de renunciar a mi esencia: la clave está en saber elegir con quién voy a relacionarme. Además, por supuesto, de salir sin dilación de entornos tóxicos en los que la manipulación emocional o la agresión de cualquier tipo estén presentes.

2. Pensamiento rígido, intolerancia y exigencia

Aunque nos cueste aceptarlo, hemos de reconocer que en ocasiones somos excesivamente rígidos a la hora de relacionarnos con otros. Sin darnos cuenta, albergamos una serie de sesgos cognitivos que nos invitan a interpretar la realidad de formas poco apropiadas.

Por ejemplo, podemos tener ideas extremas o poco flexibles sobre cómo deberían se las personas, cómo deberían ser las relaciones y de qué forma deberían transcurrir los acontecimientos. Así, cuando la realidad no se ajusta a estas expectativas rígidas, sentimos una frustración que no sabemos manejar. En este aspecto, resulta muy positivo trabajar la tolerancia y la flexibilidad mental. Hemos de abordar estas exigencias y ajustarlas, dejar de buscar tener el control y comenzar a aceptar las situaciones y las personas tal y como son. Esto no implica que debamos relacionarnos o simpatizar con todo el mundo, pero sí nos ayuda a deshacernos de esa rabia y ese juicio negativo que emitimos.

Cuando todo el mundo me cae mal, es difícil para mí ser compasivo y empático, pero es importante que haga este esfuerzo. Recuerda que las personas tan exigentes e intolerantes suelen serlo también consigo mismas (aunque no lo perciban), por lo que seguramente también te estés haciendo daño a ti con estas ideas férreas.

3. Ansiedad social y miedo al rechazo

Por último, cabe contemplar la posibilidad de que exista una ansiedad social de fondo que explique este sentimiento. A primera vista, parece contraintuitivo: en realidad, la ansiedad social se caracteriza por un deseo de establecer relaciones que se ve opacado por un gran miedo a ser juzgado y rechazado por los demás. Sin embargo, es frecuente que, como mecanismo de defensa, la persona termine sintiendo rechazo hacia los otros en primer lugar.

De algún modo, es más sencillo aceptar que los demás me caen mal, que no me gusta cómo son y que no quiero tener que ver con ellos, a asumir la posibilidad de que sean ellos quienes me rechacen a mí. Es una forma en la que nos auto-convencemos para no tener que hacer frente a ese temor que nos paraliza.

“No es que me dé miedo relacionarme con otros; evito hacerlo porque no me agradan”. De nuevo, la solución no pasa por establecer relaciones con todo el mundo, pero si por aceptar que este miedo existe y que es importante trabajarlo. Solo de este modo podremos verdaderamente escoger nuestros vínculos con libertad.

Si todo el mundo me cae mal, puedo buscar ayuda

Sentir este rechazo generalizado hacia otras personas difícilmente va a hacer que nos sintamos bien y, de hecho, es muy perjudicial. Como seres sociales, necesitamos relacionarnos con otros, recibir su apoyo y compartir experiencias vitales. Así, esta incapacidad para conectar puede aislarnos y llevarnos a sufrir profundos sentimientos de vacío y soledad.

No es necesario que cambies tu forma de ser, tus gustos, tus valores o ideales. Tampoco tienes por qué conectar con todo el mundo o encajar en el molde, pero sí es necesario que seas capaz de buscar tu espacio y construir vínculos significativos.

Y, para ello, posiblemente necesites el acompañamiento profesional. Un terapeuta puede ayudarte a indagar en el origen de tus sentimientos y dar los pasos necesarios para mejorar tu situación.

Elena Sanz

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