martes, 9 de junio de 2020

LA TIERRA EN ESTADO TERMINAL




Solo una reacción cívica global puede impedir su colapso.

Nuestro planeta está en estado terminal debido a la acción humana: su agonía será complicada para nuestra especie, enfrentada al reto de preservar la vida e impulsada a construir un futuro más armónico en el que todo deberá cambiar…….

Nuestro mundo está en una situación parecida a la que vivimos cuando un ser querido se encuentra hospitalizado. Los médicos se acercan, nos muestran radiografías y resultados de diferentes pruebas, y nos dicen que nuestro pariente está muy grave. No afirman que va a morir, pero se muestran pesimistas.

Este es el diagnóstico del estado del mundo que los miembros del Comité Científico del Club Nuevo Mundo realizaron, en una reunión especial sobre la crisis de nuestra civilización.

Según este diagnóstico, el planeta manifiesta todos los síntomas propios de un estado terminal: sus océanos se están quedando sin oxígeno, las especies que lo mantienen con vida desaparecen a  velocidad  vertiginosa, su atmósfera está seriamente contaminada, la fiebre le sube cada vez más y puede alcanzar temperaturas que lo llevarían al colapso.

Además, se ha desconfigurado completamente: su modo de vida ha devenido anacrónico, es incapaz de mantenerse en equilibrio y ha engendrado desigualdades internas que hacen inviable la prolongación de la vida. El diagnostico se completa con la constatación de que el planeta está abandonado a su suerte: nosotros, a los que la evolución nos ha dotado de la capacidad de gestionar sus recursos naturales, somos los responsables últimos de la crisis planetaria y de su eventual desenlace.

La gestión forestal podría salvarle la vida: genera empleo, reduce el riesgo de incendios, aumenta los caudales hídricos, mejora la biodiversidad, provee de bio-productos y aumenta la resiliencia ante el cambio climático.  Sin embargo, la Covid-19 representa una advertencia: ha precipitado la metástasis y desvelado nuestra fragilidad sanitaria. También ha enseñado que los tiempos de reacción se agotan.

El coronavirus es solo un síntoma: en el fondo nos enfrentamos a una crisis de la vida…

Vida amenazada.

La vida, una proeza de la evolución que se inició hace 3800 millones de años, sólo 700 millones de años después de la formación de nuestro planeta, está a punto de desaparecer de este hormiguero de la Vía Láctea que es la Tierra. El ser humano, que solo lleva 2 millones y medio de años de evolución, y que en comparación con los demás cuerpos celestes, por sus dimensiones físicas, es tan insignificante como una bacteria terrestre, está a punto de poner fin al experimento cósmico de la vida en este rincón del universo.

Atónitos ante la agonía del planeta, nos planteamos si todavía hay algo que podamos hacer para impedir el colapso sistémico que supondría la desaparición de nuestra especie.

Momentos complicados

Descubrimos que: Lo primero que debemos hacer es asumir la gravedad del momento y recuperar la confianza en el futuro.

Lo segundo, que debemos cambiar nuestra manera de pensar y de vivir porque la cultura en la que estamos nos conduce al abismo; considera al ser humano como la cumbre de la evolución con el derecho a someter a la naturaleza en todas sus formas.

Lo tercero, debemos organizarnos como sociedad civil para preparar la supervivencia porque los momentos que vienen son complicados.

La agonía del planeta no será tranquila, advierten los científicos, sino turbulenta en episodios como:

Temperaturas incompatibles con la vida
Rediseño de litorales
Abundantes catástrofes naturales
Desertización
Enfermedades zoonóticas
Migraciones masivas
Conflictos entre potencias

Reacción cívica

No podemos seguir esperando que las instituciones solucionen las cosas, porque su cultura les impide apreciar la gravedad de la crisis planetaria y obrar en consecuencia. Debemos ayudarles a que hagan mejor su trabajo, pero al mismo tiempo poner en marcha iniciativas cívicas que resuelvan los problemas prácticos que habremos de afrontar.

El mayor reto

La vida que nos ha proporcionado la evolución se enfrenta al mayor reto de su historia:

Usar nuestras facultades superiores, nuestros talentos y la capacidad de amar que hemos desarrollado, para impedir que desaparezca del sistema solar, único sitio del universo conocido donde tenemos constancia de que exista.

Como todo gran reto, la respuesta empieza por lo más pequeño y simple, el cambio personal, la decisión de mejorar las cosas, la organización de respuestas y servicios coordinados, primero a pequeña escala y luego a dimensiones más amplias.

Nuevos escenarios

Y también debemos despedirnos del mundo que fue: nada volverá a ser como antes después de lo que está pasando….

También deberemos imaginar y construir nuevos escenarios que eviten experiencias pasadas, de poder o violencia, los dos pilares que han vertebrado la evolución humana hasta ahora. Debemos conseguir una mejor organización social y económica, otra manera más armónica de entender las relaciones humanas, la economía y la política, el derecho, la ciencia y la tecnología, si queremos preservar la vida.

Puertas abiertas

Estas son las conclusiones de las dos jornadas que los miembros del Club Nuevo Mundo vivimos junto a los miembros del Comité Científico, para conocer el estado de nuestro hogar planetario. Nuestras puertas están abiertas para seguir acogiendo personas, proyectos e iniciativas que quieran reaccionar a la crisis global y estén dispuestas a contribuir a este esfuerzo colectivo aportando lo mejor de sí mismos.

Somos conscientes de que solos no vamos a conseguirlo, y de que los retos nos trascienden completamente. Pero también tenemos la determinación de no permanecer impasibles ante la crisis y de contribuir a la refundación del mundo.

No sabemos si lo conseguiremos, pero pensamos que nuestro deber y nuestra responsabilidad hoy es intentarlo.

Por, Eduardo Martínez y Alicia Montesdeoca.

  


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