Un ego que desea algo de otra persona, representa algún tipo de
papel a fin de satisfacer sus “necesidades”. Por lo general no somos
conscientes de la importancia de los “personajes” que representamos, algunos
son sutiles; otros son francamente manifiestos, salvo para la persona que los
representa.
Algunos papeles representados por el ego, sólo tienen por objeto
atraer la atención de los demás, ese es su alimento, después de todo, es una
forma de energía psíquica, y al ignorar que la fuente de toda energía está en
el interior, la busca externamente.
El ego busca cualquier forma de atención, como el reconocimiento,
la alabanza, la admiración, o sencillamente ser notado de alguna manera,
necesita lograr que se reconozca su existencia.
La persona tímida que teme despertar la atención de los demás no
carece de ego. Tiene un ego ambivalente que teme a la vez que desea la atención
de los demás, el temor es que la atención adopte la forma de desaprobación o
critica. La timidez suele ir de la mano con un concepto negativo de uno mismo,
la idea de ser inadecuado. Toda noción conceptual de ser (verme a mí mismo de
tal o cual manera) es ego, trátese de un concepto predominante positivo (soy el
mejor) o negativo (no sirvo para nada).
Detrás de todo concepto positivo de uno mismo, está el temor de no
ser lo suficientemente bueno. Detrás de todo concepto negativo de uno mismo se oculta el deseo de ser el
mejor de todos, o mejor que los demás.
Detrás de la sensación de superioridad del ego seguro de sí mismo
y de la necesidad de conservar esa superioridad, está el temor inconsciente a
la inferioridad. Y al revés, el ego tímido, que se siente inferior, tiene un
fuerte deseo de ser superior. Muchas personas fluctúan entre la sensación de
inferioridad y de superioridad, dependiendo de las situaciones o de las
personas con quienes entran en contacto.
Algunos egos, cuando no logran despertar alabanzas y admiración,
se contentan con otras formas de atención y representan los papeles necesarios
para obtenerlas. Uno de los personajes representados con mayor frecuencia es el
de la víctima, la cual busca la simpatía, la compasión, o el interés de los
demás por sus problemas, “yo y mi historia”.
La víctima es uno de los componentes de muchos patrones egotistas,
como renegar, sentirse ofendido, injuriado etc. Claro está que uno vez que nos
identificamos con una historia en la cual nos hemos asignado el papel de
víctimas, el ego no desea poner fin a sus “problemas”, porque son parte de su
identidad. Si nadie desea escuchar nuestra historia, podemos repetírnosla
mentalmente una y otra vez para sentir compasión por nosotros mismos, y poseer
la identidad de ser una persona maltratada por la vida, por los demás, por el
destino, por Dios etc.
En las primeras etapas de una relación, es bastante común que las
personas representes personajes con el fin de atraer y retener a quien el ego
perciba que ha de ser la persona que “me dará felicidad, me hará sentir
especial y satisfará todas mis necesidades”. “Representaré el papel de quien
deseas que yo sea, y tú desempeñaras el papel de quien yo deseo que seas”.
Este es el acuerdo tácito e inconsciente. Sin embargo, representar
personajes implica un gran esfuerzo que no se puede mantener indefinidamente.
¿Qué queda cuando se abandonan los personajes?.
En la mayoría de los casos no queda todavía la verdadera esencia
de ese ser, sino lo que cubre su verdadera esencia: el ego desnudo privado de
sus máscaras, con su cuerpo de dolor y sus frustraciones, que ahora se
convierten en ira dirigida principalmente contra la pareja, por no haber
cumplido sus expectativas.
En la mayoría de los casos, nos volvemos adictos a otra persona, o
mejor, a la imagen que hemos fabricado de ella. No tiene nada que ver con el
verdadero amor, el cual no conoce la carencia.
Fuente Eckhart Tolle.
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