Ser sabio
consiste en poder ser felices en el mundo tal como es, sin pretender cambiarlo
como nos gustaría que fuera. Cuando juzgamos como buena o mala una situación
confundimos la realidad con nuestra interpretación de ella. Si enfocamos
nuestra mente en los conflictos, por la Ley de correspondencia, conflictivas
serán también las experiencias que el mundo exterior nos brinde.
Los
estudios realizados por el doctor Hans Jenny, médico y científico suizo, sobre las relaciones entre materia y energía,
le llevaron a comprobar que la mayor o menor complejidad molecular y evolutiva
de un ser depende de las frecuencias de energía que reciba su cuerpo.
Una
dimensión es la amplitud determinada de frecuencias vibratorias, que producen
en la materia un diseño particular de patrones biológicos. Cambia la
frecuencia, y el cuerpo muta en forma correspondiente.
Hemos
notado que el tiempo se acelera más cada día, parece transcurrir más rápido, y
es porque nuestras células han acelerado su pulso, para adaptarse al incremento
del pulso de la Tierra, (frecuencia Schumann). Y de la velocidad de ese pulso
depende nuestra percepción del tiempo.
El tiempo
se ha ido acelerando, el pulso de la Tierra antes era una constante de 7.8
hertzios, ahora ha subido a 12, y tendrá todavía que elevarse a 13 hertzios.
Cuando alcance ese punto, nos estabilizaremos en una octava superior de
frecuencia, y se consolidara otra etapa de la creación, en una realidad
diferente.
¿Pero qué
nos ocurre físicamente cuando se elevan las frecuencias de luz que
recibimos? Un ser vivo recibe esta
energía como nueva información, que molecularmente se codifica en el ADN y lo
transforma. El primer paso del cambio es el caos, porque el modelo anterior
debe disolverse, antes de que se pueda manifestar el nuevo. En el siguiente
paso los patrones se reorganizan en un orden más complejo, produciendo
organismos más perfectos. Los procesos de alteraciones físicas y emocionales,
fluctúan cada vez que la frecuencia de la Tierra se eleva un grado más.
A nivel
molecular, el cuerpo físico contiene ondas de energía que responden de
inmediato a la interacción con frecuencias más elevadas, haciendo cambios en
nuestros patrones biológicos. Las frecuencias elevadas, que están llegando a la
Tierra, activan y aceleran la vibración de nuestras células, y ellas reaccionan
irradiando calor hacia los espacios vacíos que las rodean.
Esta
implosión despierta códigos dormidos
del ADN, y expande la información nueva hacia los núcleos de otras células, las
que también se activan. Así nuestro cuerpo es el escenario de una
reconfiguración en cadena, que realizará una expansión de la conciencia.
En la
Tierra, la interpretación de la realidad estaba anclada en la tercera
dimensión, solo teníamos capacidad para percibir una franja muy estrecha de la
creación. Nuestro cerebro tiene activado solo el 10% de su capacidad, las
restantes posibilidades corresponden a frecuencias de otras dimensiones de luz,
las cuales iremos integrando con la energía de luz que podamos asimilar.
Todos los
calendarios en que vivimos hoy, hablan de que se dará un cambio definitivo en
la VIDA DE LA TIERRA.: Mayas, Tibetanos, Chinos, Egipcios, etc., y coinciden en
que, es el momento.
Si
deseamos participar en esta aventura más allá de nosotros mismos, hay un cambio
de configuración que debemos hacer, para conectarnos con la amplitud de onda
que incluye a todo la creación.
Vivimos
ahora un gran cambio, un salto cuántico a nivel de conciencia colectiva como
especie humana.
La elección
la tenemos que hacer cada uno de nosotros, nadar en la marea cósmica del
cambio, o en contra de ella. El siguiente paso que viviremos, es el despertar
cósmico que experimentaran nuestras células y códigos genéticos, cuando
consigan alinearse al nuevo código de creación, en unidad con todo el universo.
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