TE QUISE HASTA QUE MI AMOR PROPIO DIJO: “NO ES PARA TANTO”
Dejé caer las vendas de mis ojos, me quite las cadenas de mi corazón y hasta
los tacones para ponerme a tu altura. Entonces lo vi: no eres el amor de mi
vida, ni el de un día, ni el de un momento: solo alguien que me hizo creer que
yo no era nada, cuando en realidad, lo soy todo.
Darnos cuenta de que “tú
no eres para tanto nI yo soy para tan poco” es sin duda todo un acto de
revolución personal. Un acto de valentía y de reafirmación de la autoestima que
nos dignifica. Sin embargo, hemos de admitir que no todo el mundo dispone de
este tendón psíquico y emocional capaz de poner un límite entre el amor propio
y la dependencia. Entre la dignidad y la renuncia.
“Al amor propio se
le hiere, pero nunca se le mata”
Henry de Montherlant.
Sabemos que la palabra “amor propio” está en auge. Que
son muchos los libros, manuales y cursos que nos repiten casi a modo de mantra,
aquello de “nadie puede establecer una relación saludable sino se quiere
primero a sí mismo”. Ahora bien, no por mucho conocer la fórmula la aplicamos
del modo más correcto.
El amor propio no se construye solo a través de un
libro o reflexionando sobre él. No es una entidad pasiva, todo lo contrario. El
amor propio es un estado de aprecio absoluto por uno mismo que crece a partir
de las acciones a su vez, edifican nuestra salud física y emocional. Es una dimensión
dinámica que suele experimentar también algunos altibajos.
No eras para tanto y sin embargo, te di todo mi universo.
Los astrónomos comentan que en el universo acontecen
fenómenos muy similares a nuestras relaciones afectivas. Solo a modo de
ejemplo: existe una nebulosa llamada Henize 2-428, que vista desde el telescopio
fascina por su singular belleza y peculiar
misterio. En realidad, esta nebulosa es la unión de dos enanas blancas,
dos viejas estrellas en la última etapa de su vida, languideciendo.
Ahora bien, lo curioso de esta pareja es que se orbitan
mutuamente cada cuatro horas. Erigen un baile letal pero increíblemente bello
donde tarde o temprano, acabarán colapsando. De algún modo, también nosotros,
sin ser cuerpos celestes desplegamos este juego de fuerzas. Sabemos que hay amores
destinados a ser poco más que polvo de un recuerdo, y sin embargo, los
alimentamos. Orbitamos en ese amor malsano, en esas ondas gravitacionales donde
colgar la autoestima de una arandela para que se la lleve el viento.
Puede que ese amor no fuera para tanto, pero hasta que
nos damos cuenta, hasta que la dignidad nos pesa más que la claudicación, las lágrimas
y la dependencia no abriremos los ojos. Sin embargo, hemos de tenerlo bien
claro, no hay que alimentar el culto al sacrificio. Porque ningún universo
puede aplastar así como así nuestra individualidad, nuestro amor propio,
nuestra luz única y excepcional.
La receta del amor
propio:
Visualicemos por un momento el amor propio de una forma
muy concreta: como un esqueleto, el nuestro. Nos confiere soporte, fuerza,
resistencia y nos garantiza un movimiento armónico y correcto para
desenvolvernos en el día a día. Si este esqueleto tiene la tibia o el fémur
roto, necesitaremos muletas o sillas de ruedas. Seremos dependientes.
Esta dimensión personal necesita de un soporte vital
excepcional. No obstante, sabemos que de vez en cuando, tiene sus altibajos, su
desgaste y el consecuente dolor. De ahí que valga la pena tener en cuenta los
componentes que integran esa receta para mantenerlo en “buen estado”.
Pilares para
consolidar el amor propio:
El primer pilar es
sin duda la coherencia personal. Es otro termino que muchos defienden y pocos
aplican, porque se necesita, por encima de todo, valentía. Con coherencia nos
referimos a la necesidad de mantener una correlación entre lo que sentimos y lo
que hacemos. Entre lo que pensamos y lo que expresamos.
A veces, es mejor
priorizar lo que necesitas frente a lo que quieres. Por ejemplo: puede que
ahora mismo hayas terminado una relación de pareja. La soledad y la amargura te
desesperan y lo que quieres con urgencia es encontrar a alguien que alivie esos
vacíos. Ahora bien… ¿piensas de verdad que es eso lo que necesitas e estos
momentos?
Pones límites es
saludable. En inglés se utiliza un término curioso llamado “frenemies” que
se traduciría como “amienemigos”. Designa a esas personas que habitan a nuestro
alrededor vestidas como amigos pero que en realidad, son dañinos, son enemigos.
Frenar estos vínculos e interacciones es algo vital.
Vive
intencionadamente, no aceptes términos medios ni migajas. El amor propio
necesita determinación, no le valen los amores a medias, ni las risas de día y
las lágrimas de noche. Tampoco los “te quiero con condiciones”.
Vivir con
intención es entender que para ser feliz hay que tomar decisiones, y no
orbitar erráticamente alrededor de los demás como un cuerpo celeste que tarde o
temprano acabará colapsando para desaparecer.
Aprendamos a brillar, a tener luz propia, voz firme y un
corazón digno y valiente para atraer aquello que de verdad merecemos.
Fuente: Valeria Sabater.
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