Cambiar
de estado de ánimo facilita la transformación de nuestras reacciones
emocionales, porque en el nivel de evolución en el que
el ser humano actual se encuentra, detrás
de toda emoción reactivada, existe siempre un pensamiento rudimentario o
elaborado, consciente, inconsciente o eventualmente supraconsciente.
El sistema emocional está constituido de energía bruta
sin ninguna diferenciación al principio. Es el contenido de nuestra mente
(inferior o superior, consciente e inconsciente según el nivel de evolución de
la persona) el que orienta esta energía en un sentido u otro.
Está muy de moda trabajar sobre las emociones negar la
importancia de la mente, rechazar incluso la aceptación de la más mínima acción
de la mente en este trabajo, por miedo a que se utilice instantáneamente esta
apertura para reprimir o negar las emociones, como ocurre con frecuencia.
Ahora bien, hay una confusión lamentable que quita a las
mejores intenciones mucha eficacia en el trabajo. Es cierto que nosotros no
queremos utilizar esta parte inferior de la mente consciente o inconsciente,
que niega y reprime las emociones. Sin embargo, a fin de transformar las
emociones, debemos trabajar sobre la transformación misma de nuestro sistema
mental, es decir, sobre nuestro nivel de consciencia y aprender a utilizar la
energía mental eficaz y armoniosamente para dominar nuestras emociones.
Desconfiamos en general del proceso de transformación de
las emociones por miedo de la mente porque en alguna parte hay una confusión.
La confusión viene de que no establecemos la diferencia entre reprimir y dominar. Dominar quiere decir hacerse suyo, apropiarse.
Dominar sus emociones quiere decir
apropiarse, con la ayuda de nuestra mente despejada, de la potencia y la energía
de nuestras emociones a fin de utilizarlas
conscientemente para nuestro bienestar y el de las personas que nos rodean.
Dominar es ser capaz de utilizar la energía de una
emoción según nuestra propia voluntad y nuestra propia intención, o la voluntad
y la intención de nuestro YO. Reprimir es
mantener bloqueada la energía emocional
en alguna parte de nuestro cuerpo físico y de los otros cuerpos. Todos sabemos
en este caso, cuántas dolencias psicológicas crea y cuántas enfermedades físicas
provoca.
Todas las tradiciones esotéricas describen el proceso de
liberación y de iluminación como la luz del YO reflejándose en la mente
apaciguadora, y clara que, a su vez, influye sobre el sistema emocional.
El trabajo de concentración, de rigor, de comprensión y
de disciplina mental facilita el dominio real de las emociones cuando la sustancia
mental utilizada es de calidad superior. Pero también es verdad que el mismo
trabajo, hecho a partir de la mente inferior, corre el riesgo de aportar mucha
más represión que liberación. De ahí proviene la confusión. Es importante
clarificar la diferencia.
El problema no está en la utilización de la mente. El
problema es saber qué parte de la mente se utiliza.
Si utilizamos la mente inferior preprogramada por
nuestros miedos y traumatismos pasados, es muy probable que no hagamos más que
empeorar las cosas. Si utilizamos la
mente superior, tendremos a nuestra disposición un instrumento potente y eficaz
para transformar nuestras emociones y aportar
paz y serenidad reales tanto a nuestro interior como al exterior.
Es un proceso de conciencia que impregna la intuición y el
conocimiento directo del YO en nuestra experiencia vital.
Es verdad que la mente es una traba cuando está muy poco
desarrollada y sí pre-programada por las experiencias traumáticas del pasado,
pero se transforma en una puerta maravillosa cuando se encuentra liberada y
esclarecida.
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