La ira crónica y no reconocida y el resentimiento resurgen en nuestra vida como depresión, que es ira dirigida contra uno mismo. Si la ira se instala en el subconsciente, puede resurgir como enfermedades psicosomáticas. A menudo se mencionan las migrañas, la artritis y la hipertensión como ejemplos de ira crónica reprimida. Estos síntomas suelen aliviarse en cuanto la persona aprende a soltar su ira.
A la mente le gusta que pensemos que existe la "ira justificada", que toma la forma de indignación moral. Si examinamos esta indignación moral, veremos que se apoya en la vanidad y el orgullo. Nos gusta pensar que tenemos la razón en una situación y que los demás están equivocados. Esto nos da una satisfacción barata y pasajera.
Pero el precio que pagamos por la ira y el resentimiento crónicos es la enfermedad y la muerte prematura. Hemos de ser conscientes de que, sin saberlo, nos convertimos en coleccionistas de injusticias. Estamos programados inconscientemente para creer que coleccionar injusticias es normal
En contraste con este patrón habitual, destructivo y debilitante, la técnica de dejar ir nos libera de mantener un recuento preciso de los males que nos han hecho. Nuestro tiempo y atención se liberan para contemplar la belleza y las oportunidades que nos rodean.
La ira nos ata, no nos libera. Nos conecta a otra persona y la mantiene en nuestra vida. Estamos atrapados en el patrón negativo hasta que abandonamos la energía de la ira y las pequeñas recompensas de la justa indignación, los agravios y el deseo de venganza. Es posible que no sea la misma persona la que reaparezca una y otra vez en nuestra vida. Aparecerán otras con la misma capacidad para desencadenar nuestra ira y resentimiento.
Esto se repetirá hasta que, finalmente, gestionemos la ira. Entonces, de repente, las personas con esa capacidad desaparecerán de nuestra vida.
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