La vida de algunas personas suelen ser fuentes
testimoniales formidables, ejemplos desafiantes y estimulantes. Este es el caso
del psiquiatra Víctor Frankl, quien, habiendo pasado varios años en los campos
de concentración nazi, pudo salir de ellos, como tantos otros supervivientes,
caminando con la cabeza erguida, entonando un rotundo “si a la vida, a pesar de
todo”.
Víktor Frankl supo enseguida que solo había tres formas
de salir de los campos: en forma de humo por las chimeneas de los crematorios o
lanzándose contra las alambradas electrificadas eran las dos primeras. Ahora
bien, si la idea era salir vivo, la única manera era descubrir un para qué hacer el esfuerzo de
sostenerse en medio de la humillación, el sufrimiento, la angustia y el
cautiverio. En su caso, fue sobrevivir para encontrarse con su esposa,
prisionera también en otro campo, una vez terminase la horrible pesadilla.
Millones de personas no lo lograron, pero muchos
pudieron salir del infierno dando por cierto que cuando tenemos un para qué, terminamos encontrando
algún cómo, incluso en medio
de las circunstancias más adversas.
El escritor Rudyard Kipling, dijo una vez: “Seis
horados servidores me enseñaron cuanto se; sus nombres son Cómo, Cuándo, Dónde,
Qué, Quién y Por qué”.
Por
qué, responde a la urgencia humana de encontrar respuestas
ante lo que nos pasa. Dónde,
nos hace comprender nuestro aquí y ahora. Qué,
nos indica que hacer. Quién,
nos responsabiliza. Cuándo,
ordena nuestros tiempos y ansiedades. Cómo,
es lo más difícil de resolver, ya que depende de cada uno. Viktor nos presenta
un séptimo servidor que nos ayuda a encontrar ese Cómo, habitualmente tan esquivo: Para qué.
A veces nos encontramos cautivos de nuestros propios
campos de concentración. Circunstancias no elegidas, sin alambres, pero con la
misma sombría condición de cautiverio. Estos “honrados servidores”, son nuestros liberadores.
Recapacitando, interiorizando, y siendo fieles al responder a cada uno de
ellos, nos ayudaran a encontrar el sentido profundo de nuestra vida.
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