DEL CAOS NACEN LAS
ESTRELLAS
Las personas, como las
estrellas, también nos transformamos a partir del caos, de esa conjunción de
fuerzas donde no hay que perder el valor o la confianza en que tarde o
temprano, volveremos a brillar. Aún en la oscuridad podemos emerger con mayor
energía.
Dicen
que les estrellas nacen por azar. Son el espectacular resultado de
una conjunción de nebulosas, de un conglomerado caótico de gases, polvo y calor
que origina finalmente una fusión nuclear. Algo que en un principio está regido
por la combinación de distintas
fuerzas tiene un resultado maravilloso. Nuestra
transformación personal en el viaje de la vida sigue a menudo este mismo
proceso.
En su
arduo camino cósmico las estrellas también evolucionan y se
mantienen en nuestro cosmos, lidiando entre un tenso equilibrio entre la
gravedad y sus reacciones nucleares.
Los seres humanos
tampoco lo tenemos fácil y, aun así, miramos cada noche esos astros luminosos
suspendidos en el firmamento pensando que todo lo que hay ahí está en calma
regido por una templanza soñadora y envidiable.
Sin embargo, todos batallamos con nuestros
problemas, con nuestros desafíos personales. Más aún, pocos principios son tan universales en cualquier escenario como
el de la transformación, como esa propiedad presente en cualquier ser, en
cualquier astro o componente químico.
Es un proceso no
exento de miedos e inseguridades. Sin embargo, como bien decía Rollo May,
psicólogo existencialista, toda transformación nos libera y eso, es algo que se busca también
en terapia psicológica. Generar un cambio
para que la persona alcance el bienestar y se sienta libre para seguir realizándose.
La transformación personal: la estrella naciente en nuestro
interior.
Casi cualquier
cultura tiene en sus raíces algún símbolo que representa el proceso de
transformación personal. Carl Jung, fue sin duda uno de los referentes más
destacados en el estudio de ese legado simbólico que, casi de manera
inconsciente, tenemos todos arraigados en nuestra mente.
La imagen de una
oruga dando paso a una mariposa, por ejemplo, es una representación muy popular
del cambio y la propia transformación. La serpiente que cambia su piel sería
otra que todos identificamos con facilidad. Asimismo, las fases de la Luna
serían otra clara representación. Las estrellas antes citadas, conforman otra
buena referencia.
Sin embargo…¿a qué nos referimos realmente desde un
punto de vista psicológico cuando hablamos de “transformación”? Este es un
punto en el que conviene detenernos para entender mejor dicha idea.
Los periodos de crisis impulsan al cambio
La estabilidad, la quietud y la calma rara
vez impulsan una transformación personal. Nadie desea un cambio cuando lo que tiene le trae
satisfacción o, al menos, la calma por habitar en esa zona de confort donde lo
que se tiene se considera suficiente. Ahora bien, hay etapas vitales donde
surge la grieta de lo imprevisto y al poco, el desajuste. El temblor y el caos.
Las crisis las pueden traer las propias transiciones vitales. Pasar de la niñez a la adolescencia o de la adolescencia a la madurez
sería un ejemplo. También las ocasiones las pérdidas, las separaciones y
cualquier hecho de nuestro entorno que haga caer los cimientos de lo que
dábamos por seguro.
Todo trauma da paso, a menudo, a una necesidad: a la de una
transformación personal, a ese cambio donde
mudar la piel, donde modelar un yo más fuerte, más seguro de sí y luminoso.
Porque no nos olvidemos que todo caos es una conjunción de energías y al igual
que las estrellas con sus gases y sus fusiones, al final, surge un nuevo ser
más brillante capaz de iluminar la propia oscuridad.
La misma persona pero con nuevas “capas” psicológicas
Señalábamos al inicio
que uno de los propósitos de la terapia psicológica es generar cambios en las
personas para que alcancen el equilibrio, el bienestar.
Ahora bien, cuando
hablamos de transformación personal no nos ponemos como propósito cambiar a
alguien hasta lograr que asuma una nueva personalidad, con nuevos gustos,
nuevas metas y otros valores. En absoluto.
Una transformación implica seguir siendo los
mismos, pero con mejores recursos. Es añadir capas psicológicas para aplacar miedos y despertar templanzas.
Es hacer del caos interno que genera toda crisis una lección de aprendizajes
para clarificar qué necesitamos, qué merecemos y cuáles son nuestras prioridades.
Todo ejercicio de
transformación personal nos obliga a
habilitarnos en el lenguaje interno de las emociones, activar autoestimas a
edificar metas que nos guíen, que nos ilusionen hacia la consecución de un
futuro mejor.
Transformación personal es visualizar la persona
que deseas ser y trabajar en ella.
Toda transformación personal es un proceso
movilizador donde fluyen los pensamientos, las ansiedades, la presión del entorno, la sombra del
miedo y el sentido de esperanza. Es un conglomerado complejo que se adhiere a
nosotros a modo de crisálida, a modo de embalaje para que esa batalla interna
se vaya equilibrando poco a poco y día a día.
Ningún cambio es fácil ni se consigue en dos semanas o un mes. No
obstante, mientras continuamos en esa labor, es importante no perder de vista
una idea.
Valeria Sabater