Como
librase de los tomadores emocionales.
Los tomadores emocionales son agujeros negros que todo lo
atrapan. Nos drenan con sus demandas, nos desgastan con sus comportamientos,
con su no conciencia de agravio, de la manipulación o el daño personal.
Hay padres tomadores, parejas tomadoras, amigos y hasta
hijos tomadores a los que concedamos el poder del abuso y el expolio de nuestra
autoridad y dignidad.
Decía Mark Twain con un toque de ironía que el principio
de dar y tomar exige ser lo bastante hábil como para dar una cosa y llevarse
diez a cambio. Ahora bien, algo que nos explican expertos como Adam Grant,
profesor de la universidad de Pensilvania y autor del libro “Give and Take” es
que los tomadores no existirían sin los dadores.
Es decir, en ocasiones somos nosotros mismos quienes
caemos en esa espiral de ese intercambio no recíproco, nosotros quienes
permitimos que la balanza se incline siempre hacia un mismo lado.
Los tomadores tienen una firma distinta: les gusta obtener
más de lo que dan. Inclinan la reciprocidad a su favor, anteponiendo sus
propios intereses a las necesidades de los demás.
No se trata ni mucho menos de buscar culpables. Se trata
solo de tomar conciencia de que en todo tipo de interacción existe un
intercambio. Las personas ofrecemos nuestro tiempo, darnos ideas, aliento,
consejos, nos apoyamos en los demás y los demás se apoyan en nosotros.
Ahora bien, hay quien tiene la inherente capacidad de dar
luz, de dar ese sustrato que siempre nutre, que siempre alienta e impulsa al
resto. Lo hacen sin darse cuente, porque los dadores innatos entienden la vida
de este modo.
Sin embargo, al lado de un dador siempre existirá un
tomador. Alguien que se ira empoderando cada vez más al verse servido, alguien
que (y no olvidemos esto) suele tener siempre un “radar” para identificar a más
dadores y alimentarse de ellos sin perjuicio alguno.
Los tomadores
emocionales, ¿nacen o se hacen?
Ante la pregunta de si los tomadores emocionales nacen o se hacen, cabe decir que
no existen estudios concluyentes que nos aclaren este dato. Ahora bien, el
pediatra e investigador William Sears, conocido por sus trabajos sobre el apego
parental introdujo en los años 90 el término “niños de alta demanda”.
Según este experto, hay bebés que llegan al mundo con unas
necesidades emocionales más intensas. Son pequeños con dificultades para conciliar
el sueño y cuya crianza suele ser mucho más compleja y exigente.
Esta podría ser una explicación al por qué hay personas
más orientadas a recibir que ofrecer, más posicionadas en ser atendidas que en
dar atención. Sin embargo, son muchos los expertos en el tema que abogan por
otra idea.
Otro enfoque no menos interesante y hasta revelador. Los
tomadores emocionales son personalidades narcisistas. Es más, en 1979, los
profesores Robert Raskin y Calvin S. Hall desarrollaron una escala para medir
identificar la personalidad narcisista y en ella quedó en evidencia este mismo patrón
tóxico y agotador.
Los tomadores emocionales representan una cara más del narcisismo.
Hay un sentimiento de superioridad en ellos que los válida para ser el centro
de atención. Para tomar el control de toda conversación. Para tener la
exclusividad en cualquier iniciativa, la autoridad en cualquier proyecto, la
atención en cualquier circunstancia y el perdón en cualquier agravio. Ellos son
ese agujero negro que todo se lo lleva y que despoja a los demás de toda energía,
derecho y autoestima.
La mayoría de nosotros somos dadores en nuestras
relaciones de amistad y de pareja. Así, y puesto que nosotros lo somos damos
por sentado que los demás también lo son y por ello nos cuesta tanto reconocer
a los tomadores emocionales. Mientras ellos tienen un radar para reconocer al
dador nosotros carecemos de ese detector.
¿Cómo puedo
defenderme de los tomadores emocionales?
Lo señalábamos al inicio. Los dadores emocionales son muy
hábiles para reconocer al dador. Sin embargo, quien está acostumbrado a darlo
todo a cambio de nada, quien entiende una relación como un intercambio sincero
recíproco de afectos y atenciones, no es nada hábil para detectar el tomador
narcisista.
Veamos por tanto
qué debemos hacer para defendernos de este perfil de personalidad.
Escucha a tu cuerpo
Los tomadores emocionales generan malestar. Es posible que
al principio no seamos conscientes de su actitud, de sus artimañas e intenciones.
Sin embargo, lo que sí percibiremos es la contradicción en nuestro interior, la
sensación de agotamiento físico, el cansancio cuando pasamos tiempo con esa
persona...
No idealices ni
busques justificaciones
Cuando alguien realiza algo que nos incomoda, que nos provoque
malestar o que nos genera contradicción, lo que hacemos a continuación es
justificarlo. Nos decimos que tal vez sea el estrés, que lo haya hecho sin
pensar y que al poco, se dará cuenta y nos pedirá perdón.
Idealizamos a esa persona porque es nuestra pareja,
nuestro amigo o hermano. Idealizamos porque amamos sin darnos cuenta que
estamos alimentando a un tomador.
Debemos ser capaces
de desactivar los filtros que colocamos a la realidad para ver a los demás tal
y como son.
Recuerda lo que
mereces y házselo saber: sé asertivo
Podríamos sugerir aquí que la mejor estrategia para
defendernos de los tomadores emocionales es poner distancia. Sin embargo, no
siempre es posible no es tampoco lo más inteligente. El tomador narcisista debe
ser consciente del efecto de sus actos y para ello, nada mejor que hacerle ver
nuestros límites, que demostrarle cuales son (y pueden ser) las consecuencias
de sus actos.
Quien se antepone
ante cualquier circunstancia y en cualquier momento, tarde o temprano deja de
ser una prioridad.
Quien piensa que
merece más que nadie, tarde o temprano recibirá la indiferencia.
Debemos practicar la tolerancia “cero” con quien se ha
acostumbrado a boicotear nuestros límites. Por ello, y haciendo uso siempre de
la asertividad, les haremos ver siempre lo que no toleramos, lo que
necesitamos, lo que estamos dispuestos a dar y lo que esperemos recibir a
cambio.
Para concluir señalar solo que en esta materia, lo mejor
es estar prevenidos y saber reconocer a tiempo a quienes llegan dispuestos a
desgastarnos, a quitarnos felicidad. Como decía Shakespeare, una onza de
prevención nos libera de una libra de dolor.
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