Hay momentos de la vida en donde el sello está en el
desconcierto. No es que sean “momentos malos”, en el estricto sentido. No es
que pases por grandes sufrimientos o graves problemas, sino que simplemente ves
pasar los días y sientes, muy en el fondo de ti, que no estás evolucionando,
que no creces. No avanzas, estás
atascado.
La nota predominante es la rutina- Cada día es muy
parecido al anterior y aunque no tienes que pasar por grandes sobresaltos,
tampoco logras entusiasmarte realmente con nada. No consigues activar tu fuerza
vital y tampoco tienes ganas de intentarlo.
Has llegado incluso a acostumbrarte a los problemas que
antes te inquietaban. Si tienes una relación mediocre o nociva, dejas de
pretender que sea mejor. Si tu trabajo no te satisface, te resignas y
sobrellevas lo que hay. Ni avanzas, ni retrocedes: estás atascado.
El estancamiento es un estado en el que no logras ponerte
en contacto con tus sentimientos y emociones más genuinas. De ahí que tampoco
sientas un verdadero impulso hacia la acción, hacia propiciar algún cambio que
te enriquezca y haga más significativo el hecho de vivir. Estas son las señales
que indican que te encuentras atascado:
No sientes entusiasmo. Haces todo como mecánicamente y
procuras no pensar mucho en ello. No quieres complicarte.
No quieres comprometerte con nada. Te limitas a cumplir
con lo que se te pide, tanto en el plano laboral, como en el plano personal.
Pero no quieres implicarte demasiado.
Eludes los desafíos. Frente a un posible reto, o a una
novedad, te haces a un lado. No te interesa ponerte a prueba, ni le ves sentido
a ello.
Sientes fatiga casi todo el tiempo. Una de tus frases
favoritas es “estoy cansado”. Y es verdad, físicamente te sientes sin energía-
Te parece que tu cuerpo es pesado y fácilmente caes en la somnolencia.
Tu rutina es demasiado estructurada. Haces casi todo, cada
día, de la misma manera. Los mismos horarios, el mismo recorrido, las mismas
conversaciones.
Rechazas todo lo nuevo. Cualquier novedad te parece una incomodidad
innecesaria. No quieres invertir tu esfuerzo en adaptarte a algo que
desconoces.
Sientes pereza y aburrimiento, de manera constante.
Bostezas mucho y anhelas que “te dejen quieto/a”, que nada te invite a
movilizarte. Casi todo te aburre, pero más te aburre pensar en un cambio.
Justificas tu actitud, incluso con mentiras. Construyes
una serie de “razones” falsas para sustentar tu inactividad y miedo al cambio.
Inventas excusas para justificar tu estancamiento.
SI NO AVANZAS,
DEVUELVETE.
Cuando pasas por una de esas etapas de estancamiento. Seguramente
hay un dejo de tristeza, o de ira, o de ambas, en el trasfondo de la situación.
El hecho de que estés atascado significa que, aunque no te des cuenta, hay
algún asunto por resolver en tu vida.
La depresión
encubierta es como un pequeño animal que roe constantemente y te roba energía
vital. Se trata de un rumor sordo que ejerce un gran peso sobre la percepción
del día a día. Como si le pusieras un velo gris a la realidad y contemplaras
todo a través de esa distorsión de color. Nada te parecerá suficientemente
interesante, porque no lo estás mirando directamente.
La ira, a su
vez, es una de las emociones más paralizantes. Cuando se queda enquistada en tu
interior, opera corroyendo las demás emociones. La ira reprimida te vuelve rígida,
sarcástica y negativa. Te lleva a sentir una especie de desprecio por todo lo
que te rodea y contribuye a que nada te despierte interés. Mina tus relaciones
con las demás personas y, a largo plazo, afecta tu salud.
Lo mismo ocurre con la culpa, que a veces se instala en tu
inconsciente. Cuando lo que no hiciste o no dijiste, o lo que hiciste y
dijiste, te genera arrepentimiento y eludes esa realidad, es probable que el
precio sea ver palidecer tus emociones y tus ganas de vivir.
Las etapas de estancamiento deben mirarse con cuidado. A
veces exigen solamente un proceso de toma de conciencia y un replanteamiento de
las condiciones en las que se vive. Otras veces, en cambio, son una señal de
que hay una crisis que comienza a desatarse.
Por eso, cuando sientas que no puedes avanzar, lo mejor es
que te devuelvas. Estás atado a alguna situación del pasado que no ha sido
superada del todo y que sigue incidiendo en tu presente. Es cierto que la vida
no es un jardín de rosas, ni una fiesta de todos los días.
Pero, por otro lado,
es en realidad lo único y lo más valioso que tienes.
Vivir sin vivir no es una opción. El tiempo de existencia
es muy corto como para desperdiciarlo en rutinas inútiles y relaciones
insatisfactorias. Tu paz y tu felicidad son el único objetivo por el que en
verdad debes jugarte a fondo. La quietud hay que dejarla a un lado. Si no avanzas….cambia.
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