domingo, 17 de marzo de 2019

DENTRO DE TI HAY UN NIÑO.......





DENTRO DE TI HAY UN NIÑO QUE SIGUE SUFRIENDO

La identidad y el yo comienzan en un punto y terminan en otro. Tampoco es una realidad fija, que se establece y se queda ahí. Nos habitan múltiples identidades, que afloran o se inhiben en función de las circunstancias. Por eso, muchas veces los problemas adultos no tienen que ver con tu situación actual, sino con el reflejo de un niño que sigue sufriendo en tu interior.

La infancia es una etapa determinante en la vida del ser humano. Y lo es porque constituye la base sobre la cual se edifica toda la estructura psíquica de las personas. Cualquier experiencia tiene mayor impacto en los primeros años, ya que imprime una actitud, una creencia o un comportamiento más o menos estable, hacia nosotros mismos y hacia el mundo.

Cuando un adulto lleva en su interior un niño que sigue sufriendo lo manifiesta de diferentes maneras. Adopta ese tipo de conductas que llamamos “infantiles”, muchas veces de forma peyorativa. Lo cierto es que no lo pueden evitar. Hay una parte de ellos mismos que no logra madurar.

Las señales de que hay un niño que sigue sufriendo en tu interior.

Un elemento fundamental para detectar si hay un niño que sigue sufriendo en tu interior es revisar la relación que tienes con las figuras de autoridad. Estas, de un u otro modo, representan a tus padres de manera inconsciente. En principio, nos relacionamos con esas personas de una manera esencialmente similar a como lo hacíamos con las figuras parentales que nos criaron.

Si le temes más de lo normal al profesor, al jefe, al gerente o a quien de uno u otro modo representa un mando, probablemente habita un niño que sigue sufriendo en tu interior. También cuando te importa demasiado la aprobación de esas personas, al punto que te sientes inmensamente frustrado si ellos muestran alguna señal de rechazo.

Otro aspecto muy revelador es la actitud que asumes frente a los problemas. Si no te sientes capaz de enfrentar una dificultad y sales huyendo, o te invade un profundo deseo de llorar, esto se convierte en un indicativo de que hay algo por resolver en tu infancia. También cuando tu primera reacción es buscar ayuda. O cuando agachas la cabeza y no sientes que tengas fuerzas para defenderte de un ataque.

¿Cómo se formó la herida que aún duele?

Los buenos padres también se equivocan. Los no tan buenos padres, mucho más. Cuando hay un niño que sigue sufriendo en tu interior es porque llevas el sello de un sentimiento de carencia en la infancia. Esa carencia a su vez, se convierte en un peso psicológico invisible, que se manifiesta en situaciones como las que hemos descrito y en todas aquellas que ponen a prueba tu fortaleza.

Básicamente, hay una sensación de no haber sido suficientemente amado, o suficientemente protegido. Esto dio lugar a un miedo, que sigue acompañándote aún en la vida adulta. Miedo a ser muy frágil y, por lo tanto, incapaz de valerte por ti mismo. Incapaz de reafirmarte frente al mundo.

A veces simplemente se trataba de que tus padres debían trabajar y no disponían de tiempo para ser una presencia sólida e tu vida. En otras ocasiones tiene que ver con que eran inestables y no sabías qué podías esperar de su conducta. También, por supuesto, tiene que ver con padres amenazantes y agresivos que generaron violencia física o psicológica en tus primeros años.

El autocuidado y la autoestima

Sea por lo que sea, finalmente el punto es que has llegado a una edad adulta y a veces te comportas como un niño que sigue sufriendo. Te asaltan y te invaden los miedos. No terminas de convencerte de que ere capaz. Tampoco sabes cómo protegerte o hacerte respetar por los demás. Pero es imposible volver atrás, entonces, ¿qué hacer?

Llegados a este punto, la mejor alternativa es trabajar por compensar esas carencias empleando tus propios recursos. Tu tarea es hacerte cargo de ese niño que sigue sufriendo. Algo así como adoptarlo y trabajar para sanar sus heridas. Esto significa autocuidado. Estar atento a sus necesidades para satisfacerlas, como lo harías con un niño.

En últimas, deberías convertirte en los padres protectores, solícitos y llenos de afectos para ese niño que sigue sufriendo. Ser bueno con él. Escucharlo. Otorgarle la atención que merece. Darle tiempo, no ser exigente, ni severo con él.

Esto te ayudará a hacer las paces con el pasado y poco a poco te conducirá a reducir esa sensación de indefensión o fragilidad que te limita.

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