Nadie experimenta ni se mantiene en una situación de
malestar por gusto. Ni siquiera aquellos que llamamos “masoquistas”. En el
fondo, todos queremos estar en paz y ser tan felices como podamos.
Pero no siempre encontramos el camino para lograrlo. De hecho, ese camino se
vuelve mucho más complejo cuando no te gustas a ti mismo.
La mayoría de las personas no hemos nacido y crecido en
condiciones ideales. Y son muchos quienes han tenido que
enfrentarse a circunstancias muy adversas desde edades tempranas. Una de
las más recurrentes es haber crecido en un entorno hostil, donde no existía el
reconocimiento ni la valoración.
Cuando no te gustas a ti mismo, siempre hay que bucear en
ese pasado lejano. Allí están las razones para que hayas aprendido a
evaluarte negativamente. Para que no consigas dar valor a tus logros, ni
sentido a tus virtudes. Allí es donde se gesta esa semilla envenenada de querer
ser otro, vivir otra vida o, de alguna manera, escapar de lo que eres. Lo bueno
es que nunca es tarde para reparar esos daños y lograr reconciliarte con tu
ser.
Así se manifiesta la idea de que no te gustas a ti mismo
El problema cuando no te gustas a ti mismo es que termina
no gustándote nada. En realidad, el mundo siempre termina convirtiéndose en una
proyección de lo que llevamos dentro. Ahora bien, no es el mundo el que tiene
aspectos agradables o desagradables,
sino que somos nosotros quienes lo vemos de un modo u otro.
Si no te gustas a ti mismo, todo lo que tenga que ver
contigo termina siendo desagradable o poco valioso para ti. Lo usual es que te
animes y te desanimes con gran facilidad.
Siempre terminas encontrando en cada realidad algún aspecto que te lleva
a verlo con desencanto.
Inicias muchas cosas y no terminas ninguna porque el
entusiasmo se te acaba. Siempre encuentras la manera de que algún aspecto se
vea negativo. Muy grande, muy pequeño, muy lejos, muy cerca…Cualquier aspecto
que en principio resulta neutral, lo conviertes en algo negativo o sin valor. Y
no te das cuenta de ello. Simplemente te sientes mal y lo proyectas, sin que
esto sea deliberado. En realidad tienes una
herida abierta y estas sufriendo.
Qué pasa con tu
vida cuando nada te gusta
La inconformidad no es un hecho, sino un punto de vista.
El mundo y la realidad son lo que son. Cada ser humano le otorga un significado
a su universo. Nuestra perspectiva de la realidad habla mucho más de nosotros
mismos, que de cómo son las cosas en sí.
Uno de los aspectos más preocupantes de todo esto es que
sin darte cuenta, esto se convierte en
un hábito `para ti. Tu mente comienza a operar de forma automática. Funciona
como un sabueso que siempre está en busca del peor ángulo de todo. Como siempre
lo encuentras, esto alimenta tu idea de que el mundo y la realidad son algo
deplorable.
Sin darte cuenta, has elegido ese punto de vista para
abordar la realidad. Pero no lo has hecho por gusto. Simplemente es una manera
de lidiar con las huellas de un rechazo que logró lastimarte hasta la médula.
Tu desagrado hacia todo lo que te rodea es simplemente una forma de tramitar el
dolor de saber que no te gustas a ti mismo.
Qué hacer y qué no
hacer
Lo que eres, lo que sientes y lo que piensas probablemente
ha sido ignorado, descalificado o simplemente rechazado durante tu infancia, en
tu casa o en tu entorno inmediato. Y seguramente también se trató de un hecho
reiterativo.
De niño no podías entender lo que pasaba. Simplemente
creciste con la idea de que eras “malo” en todo o en parte. Es casi seguro que
quienes actuaron así contigo, tampoco se gustaban a sí mismos. Proyectaban
sobre ti su inconformismo. Estaban en una posición similar a la que tú estás
ahora. Veían lo malo a su juicio e ignoraban lo bueno. Es una cadena que se
vuelve interminable hasta que alguien decide ponerle límite.
Cuando no te gustas
a ti mismo, no logras tampoco otorgar significados positivos a lo que ves, lo
que oyes, lo que percibes, lo que llega a tu vida.
Lo ideal es que seas tú quien marque ese “hasta aquí”. Que
termines con esa historia de infelicidad, inconformidad y sesgo. Por supuesto,
todos tenemos aspectos reprobables. Sin embargo, en esencia poseemos un valor
que nada ni nadie puede poner en tela de juicio.
No somos más ni menos que
nadie. Tenemos derecho a cometer errores y también a ser felices. Es hora de
construir una nueva perspectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario