lunes, 11 de marzo de 2019

CUANDO NADA TE GUSTA......





Nadie experimenta ni se mantiene en una situación de malestar por gusto. Ni siquiera aquellos que llamamos “masoquistas”. En el fondo, todos queremos estar en paz y ser tan felices como podamos. Pero no siempre encontramos el camino para lograrlo. De hecho, ese camino se vuelve mucho más complejo cuando no te gustas a ti mismo.

La mayoría de las personas no hemos nacido y crecido en condiciones ideales. Y son muchos quienes han tenido que enfrentarse a circunstancias muy adversas desde edades tempranas. Una de las más recurrentes es haber crecido en un entorno hostil, donde no existía el reconocimiento ni la valoración.

Cuando no te gustas a ti mismo, siempre hay que bucear en ese pasado lejano. Allí están las razones para que hayas aprendido a evaluarte negativamente. Para que no consigas dar valor a tus logros, ni sentido a tus virtudes. Allí es donde se gesta esa semilla envenenada de querer ser otro, vivir otra vida o, de alguna manera, escapar de lo que eres. Lo bueno es que nunca es tarde para reparar esos daños y lograr reconciliarte con tu ser.

Así se manifiesta la idea de que no te gustas a ti mismo

El problema cuando no te gustas a ti mismo es que termina no gustándote nada. En realidad, el mundo siempre termina convirtiéndose en una proyección de lo que llevamos dentro. Ahora bien, no es el mundo el que tiene aspectos  agradables o desagradables, sino que somos nosotros quienes lo vemos de un modo u otro.

Si no te gustas a ti mismo, todo lo que tenga que ver contigo termina siendo desagradable o poco valioso para ti. Lo usual es que te animes y te desanimes con gran facilidad.  
Siempre terminas encontrando en cada realidad algún aspecto que te lleva a verlo con desencanto.

Inicias muchas cosas y no terminas ninguna porque el entusiasmo se te acaba. Siempre encuentras la manera de que algún aspecto se vea negativo. Muy grande, muy pequeño, muy lejos, muy cerca…Cualquier aspecto que en principio resulta neutral, lo conviertes en algo negativo o sin valor. Y no te das cuenta de ello. Simplemente te sientes mal y lo proyectas, sin que esto sea deliberado. En realidad  tienes una herida abierta y estas sufriendo.

Qué pasa con tu vida cuando nada te gusta

La inconformidad no es un hecho, sino un punto de vista. El mundo y la realidad son lo que son. Cada ser humano le otorga un significado a su universo. Nuestra perspectiva de la realidad habla mucho más de nosotros mismos, que de cómo son las cosas en sí.

Uno de los aspectos más preocupantes de todo esto es que sin darte cuenta,  esto se convierte en un hábito `para ti. Tu mente comienza a operar de forma automática. Funciona como un sabueso que siempre está en busca del peor ángulo de todo. Como siempre lo encuentras, esto alimenta tu idea de que el mundo y la realidad son algo deplorable.

Sin darte cuenta, has elegido ese punto de vista para abordar la realidad. Pero no lo has hecho por gusto. Simplemente es una manera de lidiar con las huellas de un rechazo que logró lastimarte hasta la médula. Tu desagrado hacia todo lo que te rodea es simplemente una forma de tramitar el dolor de saber que no te gustas a ti mismo.

Qué hacer y qué no hacer

Lo que eres, lo que sientes y lo que piensas probablemente ha sido ignorado, descalificado o simplemente rechazado durante tu infancia, en tu casa o en tu entorno inmediato. Y seguramente también se trató de un hecho reiterativo.

De niño no podías entender lo que pasaba. Simplemente creciste con la idea de que eras “malo” en todo o en parte. Es casi seguro que quienes actuaron así contigo, tampoco se gustaban a sí mismos. Proyectaban sobre ti su inconformismo. Estaban en una posición similar a la que tú estás ahora. Veían lo malo a su juicio e ignoraban lo bueno. Es una cadena que se vuelve interminable hasta que alguien decide ponerle límite.

Cuando no te gustas a ti mismo, no logras tampoco otorgar significados positivos a lo que ves, lo que oyes, lo que percibes, lo que llega a tu vida.

Lo ideal es que seas tú quien marque ese “hasta aquí”. Que termines con esa historia de infelicidad, inconformidad y sesgo. Por supuesto, todos tenemos aspectos reprobables. Sin embargo, en esencia poseemos un valor que nada ni nadie puede poner en tela de juicio. 

No somos más ni menos que nadie. Tenemos derecho a cometer errores y también a ser felices. Es hora de construir una nueva perspectiva.


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