Los cuerpos
mental, emocional y energético se reflejan en el escenario físico. Para
experimentar que somos uno con todo y que lo que es dentro es fuera.
El cuerpo mental es el que permite o dificulta la libre
expresión de las emociones. Todas las emociones tienen la misma estructura. Se
perciben como una ola de distinta intensidad que contiene el impulso para
quedar alineado inmediatamente con lo que está ocurriendo; tiene incluso la fuerza para
transformar el escenario en el que se encuentra la persona que la experimenta.
Después de expresarse completamente, la emoción se
extingue en el vacío, sin dejar rastro ni residuo en el cuerpo. Esto último
sucede de forma natural cuando el cuerpo
mental no impide la expresión de la emoción y se usa su impulso para expresarla
a través de un acto creativo.
Cuando el cuerpo mental considera que una emoción es
negativa trata de reprimir su expresión; en consecuencia, la emoción se queda
atrapada en el cuerpo energético, generando distorsiones en el campo energético
alrededor de la persona, hasta que es liberada.
Si la misma emoción es reprimida una y otra vez, es
decir, si en lugar de ser contenida en un evento aislado este mecanismo se
convierte en un patrón de comportamiento, la emoción puede acumularse en un
órgano o en una parte del cuerpo físico. Cuando se supere la resistencia física del órgano o de la parte del cuerpo
donde se acumula, se manifestará como un síntoma.
Las llamadas suaves se manifestaran mediante sensaciones
físicas de incomodidad, a través de situaciones y actividades que no suceden o
funcionan como nosotros esperamos y también mediante extravíos o pérdidas de
objetos.
La primera noticia corporal de que hay algo que requiere nuestra atención es
notar una sensación física de incomodidad. Esta llamada suave puede llegar a
convertirse en una emoción desbordante difícil de manejar que indica con
claridad que nos corresponde un crecimiento en esa área de nuestra vida.
Las llamadas suaves se manifestarán externamente en la
medida en que uno no esté atento a lo que ocurre dentro de su cuerpo,
reflejándose en los objetos o situaciones de nuestro alrededor, es decir, en la
realidad externa, que es lo que constituye nuestro cuerpo extendido.
Las llamadas más sencillas son las que se manifiestan en nuestro entorno
inmediato y que afectan a las cosas que nos pertenecen o que usamos
regularmente, y a las que asignamos valor o utilidad. Por ejemplo, el hecho de
que un aparato deje de funcionar es la metáfora de que algo en nuestra vida ha
dejado de funcionar.
Quizá refleje un aspecto de nosotros que seguimos usando
a pesar de que se ha quedado obsoleto, cuando en realidad ya no necesitamos esa
antigua forma de ver la vida. La metáfora podría estar relejando un patrón de
conducta, una forma automática de reaccionar o una creencia que quedo
anticuada.
Todas estas llamadas empujan a dar un paso adelante en nuestro camino,
yendo hacia lo nuevo y quizá hacía lo desconocido. Nos invitan a reconocer la
nueva persona en la que nos hemos convertido y contiene el regalo de aceptar
quiénes somos hoy, soltando con agradecimiento las creencias que en su día nos
sirvieron y que ahora ya no necesitamos.
Fuente: El Lenguaje
del Alma. Josep Soler
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