El sufrimiento reprimido es responsable de muchas enfermedades psicosomaticas y muchos otros problemas de salud. Pero si en lugar de suprimir la sensación, se le permite salir y se suelta, pasamos rápidamente del sufrimiento a la aceptación. La persistencia de una sensación se debe a nuestra resistencia a abandonarla.
Cuando aceptamos que podemos aguantar el sufrimiento, ya estamos entrando en el orgullo. Por el contrario, si tenemos el coraje de enfrentarlo y soltarlo, pasamos al nivel de la aceptación y finalmente a la paz.
La base psicológica de todo sufrimiento es el apego. El apego y la dependencia se producen porque nos sentimos incompletos. Por lo tanto, buscamos objetos, personas, relaciones, lugares y conceptos para satisfacer las necesidades internas. Como los utilizamos inconscientemente para satisfacer una necesidad interna, llegamos a identificarlos como propios, llegando a verlos como una autentica extensión de nosotros mismos.
Cuanto más energía emocional invertimos en el objeto o la persona, mayores son la sensación de pérdida y el dolor asociado al deshacer los lazos de dependencia. Dentro de cada persona coexisten el niño, el padre y el adulto. Cuando surge el sufrimiento, es bueno preguntarse: ¿" Quién origina este sentimiento dentro de mi, el niño, el padre o el adulto"?
El adulto interno también siente el sufrimiento, pero acepta lo inevitable.
Otra emoción asociada al sufrimiento y al duelo es la ira. La perdida de algo importante, con frecuencia, despierta una sensación de rabia, que puede ser proyectada sobre todo lo que nos rodea. La ira deriva de negarnos a aceptar que, en esta vida, todas las relaciones y las posesiones son transitorias.
Lo que es importante o reconfortante para nosotros se convierte en un apego permanente. En consecuencia, cuando esa ilusión se ve amenazada, experimentamos ira, resentimiento y autocompasión, sentimientos que pueden derivar en amargura y depresión crónica.
Es posible trabajar todos estos estados emocionales con mayor rapidez si asumimos la inevitalidad del sufrimiento. Podemos por tanto, tomar la decisión de dejar de resistirnos al dolor. En lugar de negarlo y resistirte, te sumerges en él y lo superas. Permitiéndote llorar y manifestar el dolor por la pérdida de cualquier apego al que tienes que decirle adiós.
Los aspectos creativos de tu mente desarrollaran oportunidades para que disfrutes de nuevas experiencias en tu vida, nuevas opciones de crecer y evolucionar acompañadas de una sensación de armonía, paz y vitalidad.
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