El nivel 2 está determinado por la dualidad. En él se
presenta la diferenciación en todo su esplendor: la simbólica (el fenómeno y su
significado), la del bien y el mal, la de lo masculino y lo femenino. Es un nivel
dominado por las emociones y las pasiones, intensamente creativo, abiertamente
sexual.
Si la sexualidad del número 1 se basaba en la
procreación, con el número 2 comienza el erotismo, el amor romántico, la poesía
de las rosas y el vino.
El número 2 es un ser emocional, y todo lo vive de
acuerdo con un sistema binario que separa la realidad en lo maravilloso y lo
horrendo, el paraíso y el infierno. Su amistad con los demás es de la que pone lágrimas
en los ojos, su amor es apasionado. No hay mayor alegría ni felicidad
comparable a la del número 2.
Pero ¡Ay de aquellos que no pertenecen a la élite de sus
favoritos!. Es tan devoto de sus amigos como implacable con los que no le
gustan. Es una persona de favoritos y odiados en todo; tiene colores favoritos,
comidas, canciones, playas etc., Y luego están las cosas horribles.
En su mundo nada es neutro o indiferente: todo lo juzga
de acuerdo con su apasionada naturaleza, hecha de afinidades y rechazos. Por
supuesto, todo lo suyo es lo mejor, y lo que no es suyo es, horrible,
insoportable y ridículo.
El 2 no está
interesado en absoluto en la objetividad: es apasionadamente subjetivo, hasta
el punto de que es incapaz de darse cuenta de su falta de objetividad. Solo
entiende las relaciones personales basadas en la emoción, de modo que tiene que hacerse amigo de sus
compañeros de trabajo- o bien enfrentarse a ellos a muerte y considerarlos
enemigos.
Es esa persona que se “hace amigo” de todo el mundo,
incluso de los que conoce de forma casual y que posiblemente no volverá a ver
jamás. Es el clásico nepotista, que mete a toda su familia en la empresa donde
trabaja. El que funciona con enchufe y recomendados, el que hace favores y el
que pide favores.
Es el mafioso, el que no confía en las leyes, ni el
estado no la autoridad. El que organiza negocios por su cuenta, el que se niega
a pagar impuestos, el que engaña siempre que puede y está convencido, por lo
tanto, de que todo el mundo engaña, (lo cual justifica sus actos)
El número 2 se encuentra a sus anchas en el terreno del
arte. La novela, la pintura, la poesía, el teatro, la danza, la música etc.,
Todo surge en este nivel.
La energía sexual es la felicidad del cuerpo, los
movimientos alegres de nuestros miembros, las oleadas de sensaciones de la
piel. Es también las delicias y las torturas de la percepción y de los
sentidos, de las sensaciones del placer, del dolor y del deseo. El 2 utiliza está energía
no como animal que busca cubrir sus necesidades físicas, sino como esplendor
humano y canon de la belleza.
La energía sexual tiene un lado creativo tanto como otro
salvaje. Las orgias pueden ser de placer o de muerte. La imaginación inventa
las más bellas obras de arte pero también armas nuevas y torturas nuevas. La
imaginación enferma crea sistemas represivos y de minuciosa crueldad.
Hemos hablado de la crueldad salvaje del número 1; pero
el número 1 carece de imaginación y de refinamiento y no es sádico. El sadismo,
y el masoquismo son formas enfermas de relacionarse con el propio cuerpo, de
hallar placer en la humillación y el castigo, y corresponden al nivel 2 de la conciencia
en sus niveles más bajos e instintivos.
La energía vital que hay en nosotros, solo puede tener
una finalidad: elevarnos por encima de nuestra naturaleza salvaje.
Esto es precisamente lo que hace el arte, y también el
amor en nosotros. El amor romántico es un amor sexual, y no podría no serlo.
Cuando nos enamoramos, amor y deseo son inseparables. No solo amamos a “una
persona”, sino que amamos la totalidad de esa persona, su alma y su cuerpo.
Sin embargo a través del amor, ese amor físico se
espiritualiza. No se trata de olvidarse de la carne o de renunciar a ella, como
hace el monje, sino de unir en nosotros “el espacio que hay entre dos contradicciones”
y comprender que la belleza que vemos con nuestros ojos es la forma exterior de
una belleza invisible.
Cuando examinamos la obra de los místicos, encontramos en
ellos una excepcional capacidad imaginativa, es decir una libido hiperactiva.
Tomemos el ejemplo de nuestro mayor místico, San Juan de la Cruz. Sus tres grandes poemas, el “Cántico
espiritual”, la “Noche oscura del alma” y “Llama de amor viva” son apasionados
cantos de amor, poesía de los sentidos y de la belleza, de la naturaleza y de
la pasión.
El “Cántico”, su obra maestra y la obra central de la poesía
en español, describe el encuentro amoroso de una mujer que busca a su “esposo”
a través de la naturaleza, realizando actos de brujería (intenta descubrir el
rostro amado en una fuente o en un espejo), se transforma en un ciervo, y se
encuentra con su amado en una cueva, en un huerto o en una bodega, donde se
entrega a él.
Come y se recrea, bebe y se embriaga perdiendo todo pudor y camina desnuda sin importarle lo que pueda
pensar nadie. Vuela, remontándose por las alturas y contempla la naturaleza que
se extiende en valles e islas a través del océano hasta la lejana América, el
cuerpo de su amado. Toda la Tierra extendida ante ella y la luz del amanecer es
el cuerpo desnudo de su amado, que es el mundo y que es Dios.
Todo esto es energía sexual transformada, y no conozco
ejemplo más claro de cómo el nivel 2 que es capaz, a través del lenguaje sublimado
del arte, de llevar la sangre a su
contraparte sutil, y de transformar la Tierra en colmenar de lo invisible, al
ascender la energía desde el plexo del sexo al plexo del corazón.
Esta es la
gran serpiente de la imaginación realizando su tarea. Es la serpiente convirtiéndose
en pájaros.
El nivel 2 es el centro de energía femenina, que está
relacionada con la sexualidad y el cuerpo. Es la energía del amor, del vínculo,
de la danza. Todavía no es el amor incondicional y elevado del número 4, que es
el amor verdadero que no elige, y que no tiene una contrapartida de rencor o de
odio, pero es el que nos llevará hasta el corazón. El nivel 3, por su parte, es
el centro del poder masculino.
Fuente construir un alma. Andres Ibañez.
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