Los sellos distintivos del coraje son el conocimiento y
el sentimiento “yo puedo”. Es un
estado positivo en el que nos sentimos seguros, hábiles, vivos, capaces de amar y de dar. Nos sentimos
centrados, equilibrados, felices, independientes y autosuficientes. En el
coraje hay una gran cantidad de energía, acción, capacidad para dejar ir, para
“estar ahí”, para ser espontáneos, comprometidos, En este estado, podemos ser
muy eficaces en el mundo.
El coraje de dejar ir
El nivel de coraje es muy útil en el mecanismo de la
entrega y la rendición. En el estado de coraje, sabemos que podemos observar
nuestros sentimientos. Ya no debemos temerlos, podemos gestionarlos, somos
capaces de aprender a aceptarlos y a estar libres de ellos. “estoy dispuesto a correr
riesgos, a dejar los viejos puntos de vista y a explorar otros nuevos”. “Estoy dispuesto a ser feliz, me siento
predispuesto y capaz”.
A menudo es fácil dar el salto desde cualquiera de los
sentimientos inferiores hasta el coraje,
simplemente, afirmando nuestra valentía para observar y gestionar los
sentimientos. Con la mera voluntad de observarlos y gestionarlos, aumenta la
autoestima.
Por ejemplo, si tenemos un temor y no estamos dispuestos
a mirarlo, nos sentimos mermados y nuestra autoestima disminuye. Si estamos
dispuestos a examinar ese miedo, a reconocer su presencia, a ver cómo ha
inhibido nuestra vida y a comenzar a entregarlo. La autoestima aumenta, sin
importar si el miedo desaparece o no.
Todos sabemos que se necesita valentía para afrontar el miedo. Apoyamos a las personas que se
enfrentan a sus temores y tratan de hacer algo al respecto. La valentía es una
de las características de la nobleza y hace que una persona sea verdaderamente
grande.
A pesar de toda su programación negativa, y a pesar de su
miedo, la gente valiente avanza por la vida sin ninguna garantía y sin saber
siquiera si las cosas van a mejorar. Así que el coraje aumenta nuestra
autoestima y nos brinda el respeto de los demás. A su debido tiempo, los
temores subyacentes, que requieren coraje para superarlos disminuyen hasta tal
punto que entramos en la aceptación.
Asumir
el propio poder.
En el nivel de coraje el énfasis está en el hacer. Ya
sabemos que somos capaces de atender a las propias necesidades y las de los
demás, y sabemos que, si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo podemos lograr
lo que queremos. Por lo tanto, quienes están en el nivel del coraje son los
hacedores del mundo.
Como solo podemos dar lo que ya tenemos, las personas con
coraje pueden apoyar y alentar a los demás. Esto se debe a que son capaces
tanto de dar como de recibir, y el equilibrio entre el dar y el recibir se
produce de manera natural.
Los niveles de conciencia anteriores al coraje se ocupan
principalmente de ganar; de adquirir. Ahora, es este nivel, hay mayor poder y energía.
Somos capaces de dar a los demás, porque ya no lo vemos como medios para
recibir ayuda o apoyo, o para sobrevivir.
En el estado del coraje sentimos nuestro poder, fortaleza
y autoestima. Sabemos que podemos marcar la diferencia en el mundo, y no solo
obtener algo de él.
Como consecuencia de la confianza, nos preocupa mucho menos
la seguridad. El énfasis ya no está en lo que la gente tiene, sino en lo que
hace y en aquello en lo que se ha convertido.
Se está dispuesto a correr riesgos y a soltar las
anteriores seguridades. Existe la
voluntad de crecer y beneficiarse de nuevas experiencias. Esto incluye la capacidad
de admitir los errores sin caer en la culpa y la autorrecriminación. Nuestra autoestima
no disminuye al observar las áreas que necesitamos mejorar. Somos capaces de admitir
que hay problemas sin sentirnos disminuidos.
En
definitiva, dedicamos energía, tiempo y esfuerzo a mejorar, haciendo todo lo
posible para cambiar de paradigma.
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