Muchas personas buscan la aprobación de su entorno con
desesperación. Sin ella son incapaces de tomar decisiones, de elegir por sí
mismas sin dudar y de sentirse seguras con elecciones. El problema es que esto
destruye la propia autoestima poco a poco, además de que intentar gustar y
agradar agota.
Como bien indica la publicación Habilidades sociales “la
necesidad de gustar a todo el mundo se considera una creencia o expectativa
irracional porque implica objetivos perfeccionistas e inalcanzables: es
imposible agradar a todo el mundo”.
Por este motivo, intentar gustar y agradar en muchos
casos solo genera impotencia. Las personas que se relacionan de esta manera
tienen que cambiar su forma de ser de forma drástica en función del contexto.
Esto genera una tensión que generalmente se manifiesta con ansiedad.
El esfuerzo de agradar que conduce al rechazo
Albert Ellis, padre de la teoría del ABC, consideraba que
buena parte de nuestro sufrimiento depende de nuestra interpretación de la
realidad, más que la realidad en sí. De esta manera, muchas de las creencias
irracionales que adoptamos son capaces de general mucho dolor. Así, al
cuestionarlas y eliminarlas mejoraremos nuestra vida mental y, por lo tanto,
también nuestra vida sensorial.
Curiosamente, cuando intentamos gustar y agradar a los
demás lo que recibimos, en la mayoría de las ocasiones, es rechazo. Un rechazo
que nos duele y que choca con la creencia de “si soy como los demás quieren, me
querrán”. Esta disonancia entre creencia, acción y la respuesta que recibimos
es lo que hace que nuestro dolor y sufrimiento se incrementen. Pero, en lugar e
probar a ser nosotros mismos, nos empecinamos más en hacerlo mejor. Es entonces
cuando intentar gustar y agradar agota.
Quizás puedan gustarnos en un primer momento las personas
serviles y que nos dan siempre la razón, pero también esta sensación agradable
de inicio no tarda en convertirse en rechazo por identificar en el otro un ser
artificial incapaz de plantear reto alguno. Este fenómeno es especialmente
marcado en algunas relaciones de pareja: al principio todo es genial, pero con
el paso del tiempo surge el hastío.
La cara oculta de
gustar y agradar
Gustar y agradar agota y es ahí cuando puede surgir su
cara oculta. Las personas que practican esta manera de buscar la aprobación de
los demás pueden sostener la situación durante un tiempo. Pero cuando sus
energías flaquean, entonces se ven inundados en una sensación de malestar de la
que no saben salir porque no cuentan con referencias propias. Un estado que, en
el plano conductual, se puede manifestar como agresividad.
Todos tenemos un límite para la simulación. Por mucho que
nos comportemos de manera complaciente con los demás, tarde o temprano
aparecerá la presión. La sensación de no poder representar más un papel que
agota, de esta manera una relación muy intensa puede enfriarse en un corto
espacio de tiempo.
Las personas muy preocupadas por agradar a los demás suele
ser también personas de todo o nada. Son incapaces de repartir su atención, así
que cuando se cansan de un foco, pasan a dedicársela a otro olvidando el
anterior. De responder como el mejor amigo a hacerlo como una desconocida.
Esta forma de actuar es bastante nociva. Muchas personas
la utilizan para manipular, sin embargo, otras lo hacen porque no saben
relacionarse de una manera sana y tienen la autoestima tan baja que piensan que
ahuyentaran a todo aquel que descubra su verdadera personalidad.
Trabajar la autoestima, cambiar aquello que podemos
cambiar y aceptar aquello que es este momento no podemos variar son pilares
sólidos para la independencia social. Una independencia que tiene mucho que ver
con la autonomía, un factor protector frente a la dependencia emocional.
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