La mayoría
de nosotros estamos estancados tratando de imponer nuestro punto de vista al
mundo. Llevamos con nosotros creencias acerca de lo correcto y lo incorrecto, y
nos aferramos a ellas durante años. Decir “Tengo razón” proporciona consuelo,
pero no felicidad. Nunca ha sido feliz nadie al demostrar que tenía razón, el
único resultado es el conflicto y la confortación, pues la necesidad de tener
razón exige que alguien esté equivocado.
Lo correcto
es lo que se ajusta a nuestra percepción, vemos el mundo como somos, y los
demás lo ven como son ellos. Tener este conocimiento es liberador, pues a
medida que se expande nuestra conciencia se ensancha la realidad, desvelándonos
un enorme potencial oculto.
Los
conflictos surgen porque no comprendemos que hay tantos puntos de vista como
personas. Vivimos en un universo que refleja que somos, algo que deberíamos valorar,
pero en vez de eso, estamos atareados defendiendo la pequeña parte que nos
corresponde. En nuestras relaciones con los demás, nos llevamos bien con
quienes están de acuerdo con nuestro punto de vista. Sentimos una conexión
íntima; nos sentimos afirmados con su presencia. Luego se rompe el encanto;
resulta que la otra persona tiene muchas opiniones y creencia con las que no coincidimos
en absoluto. En ese momento se desata la guerra entre lo correcto y lo
incorrecto, al tiempo que se despliega el sendero hacia la infelicidad.
A medida que
profundizamos en la experiencia de no necesitar tener razón, nuestra mente se
tranquilizará. Se reducirá nuestra obsesión por etiquetar a los demás, por las
evaluaciones, los análisis y los juicios. Todas esta cosas son parte de la batería
del ego, y funcionan de manera excelente para desatar discusiones y guerras,
pero no para establecer la paz.
Irónicamente,
las situaciones que satisfacen a nuestro ego hacen que nuestro verdadero ser sea
profundamente desdichado. No hay alegría en el mando, no hay amor en controlar
a otros, no hay expansión en defender la separación entre lo correcto y lo
incorrecto. Sin embargo, la historia del ego es tan seductora que miles de personas
intentamos alcanzar la felicidad utilizando estos medios. Podemos incluso
desarrollar una autodisciplina perfecta, y ejercer poder sobre los demás, pero
al hacerlo sacrificamos nuestro verdaderos ser.
Para encontrar
nuestro verdadero ser, debemos rendirnos a él, y la mejor manera de hacerlo es rendirnos
a otra persona. Eso no significa que el ego se someta a otro ego, eso sería una
derrota, se trata de compartir con los demás la verdad, acerca de nosotros
mismos. Hay que vivir la vida espontáneamente… lo que ocurra a continuación…
eso es LO CORRECTO.
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