“Aferrarse a la ira es como agarrar un carbón caliente, con la intención de
tirarlo a alguien más.
Tú eres el que se quema.” Buda
Tú eres el que se quema.” Buda
Cuando tenemos algún tipo de enfrentamiento con otra
persona, o nos hacen o dicen algo que no
nos gusta, solemos quedarnos con un sentimiento en nuestro interior que se
puede convertir en rencor si no sabemos gestionarlo. No es fácil pasar página
ante lo que consideramos un agravio, y puede, que intentemos convencernos de
que no nos afecta, de que estamos por encima del rencor, pero cuando pasa un
tiempo, ante cualquier cosa que nos haga recordar el evento, o la situación que
lo produjo; el rencor está ahí.
Si recapacitamos y nos observamos, nos daremos cuenta de
que guardarnos rencores, acordarnos de disputas, y darle vueltas a las
discusiones que hayamos podido tener perjudica gravemente; ¿A quién?, pues a
nosotros mismos. Estos sentimientos los sentimos directamente en nuestro
cuerpo, y se convierten en un bloqueo o una sensación como un hormigueo
incomodo en nuestro plexo solar, que es el centro energético relacionado con
las emociones.
Si no somos conscientes de esto, si no practicamos la
autoobservación, alimentaremos estos sentimientos con pensamientos que
justifiquen y nos lleven a tener más rencor, pensando en lo mal que lo hizo la
otra persona, en cómo nos pudo hacer algo así, lo cual nos llevara a romper y
separarnos definitivamente de la persona que consideramos causante de nuestro
enojo. Todos estos pensamientos y emociones, drenarán nuestra energía vital, dejándonos
sin fuerzas y, expuestos a cargar con cualquier “virus” que se encuentre a
nuestro alrededor.
Por el contrario, si sabemos gestionar nuestros rencores,
si aceptamos la situación y conseguimos ver más allá de la ofensa, nos
sentiremos libres, relajados, sin bloqueos, y sentiremos nuevamente la
presencia de nuestra energía vital activa en todo nuestro cuerpo, especialmente
en nuestro corazón.
Desde esta visión, es mucho más fácil empezar a sentir
aceptación hacia los demás, y por supuestos hacia nosotros mismos. Aprender
poco a poco a hacerlo de verdad, desde el corazón, ya que si lo hacemos
encarando las situaciones desde el esfuerzo de aceptar a los demás inspirados
por el común conocimiento de que “perdonar es algo bueno”, esto parece muy
noble, pero nos puede costar muy caro, ya que el esfuerzo nos puede resultar
infructuoso.
Cualquier hecho que ocurre a nuestro alrededor, nos es de
utilidad para conocernos, para sanar y gestionar situaciones pasadas, siendo la
otra persona un facilitador que nos muestra algo que debemos sanar. Y afrontar
las cosas con serenidad, nos ayudara a sincerarnos con la otra persona,
haciéndole ver que su actitud nos ha
lastimado, quizás porque nos ha abierto heridas del pasado. Lo mejor, es
intentar decir lo que sentimos, compartirlo con el otro, abriéndonos a él desde
el corazón. Es el miedo el que nos hace cerrarnos y no decir nada, y es el Amor
es que nos ayuda a abrirnos y compartir.
Puede ser que al sincerarnos, la otra persona no quiera
saber nada, eso suele ser un mecanismo de defensa para evitar hacerse cargo de
sus propias acciones. En ese caso, será el viaje de la otra persona el trabajar
sus rencores. No nos preocupemos si al principio nos resulta difícil
gestionar nuestros enfados, generalmente
crecemos en espirales ascendentes, y nos parece que repetimos y volvemos a
pasar por las mismas situaciones, pero no es así, siempre estamos avanzando,
sanando y evolucionando.
Carmen.
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