EL SINDROME DE ICARO. O LA AUTOCRITICA SILENCIADA
El síndrome de Ícaro tiene un trasfondo triste. Aqueja,
casi siempre, a personas con talento que, sin embargo, no aprecian realmente
sus capacidades. Al final, terminan como Ícaro, con alas de cera que hacen
emprender vuelos peligrosos.
El síndrome de Ícaro hace referencia al narcisismo.
Algunas personas, por exceso de confianza, terminan fracasando en el logro de
sus objetivos. Esta condición se presenta sobre todo en algunos individuos con
un talento especial. Por lo general se presenta en quienes forman parte de
círculos de poder político, económico, deportivo o artístico, entre otros.
Es común el término “quemado” para referirse a estas
personas que estuvieron cerca de alcanzar la cúspide pero no lo consiguieron.
La confianza en uno mismo es no solo una virtud, sino también una gran ventaja
en el mundo social. Sin embargo, cuando tal confianza no se apoya en bases
firmes, puede dar lugar al síndrome de Ícaro o falsa percepción de las propias
capacidades.
El
mito de Ícaro
En la mitología griega, Dédalo era considerado el
arquitecto e inventor más destacado de su época. Por eso, el rey Minos le
encargó la tarea de construir un laberinto para encerrar a sus enemigos y
enfrentarlos al Minotauro de Creta.
Para que la construcción del laberinto permaneciera en
secreto, el rey Minos decidió mantener en cautiverio a Dédalo y a su hijo
Ícaro. Por esta razón, Dédalo decidió construir unas alas con plumas
entrecruzadas y pegadas con cera para escapar volando de la isla.
Dédalo le aconsejo a su hijo que no volara demasiado alto
porque el calor del Sol podría derretir la cera de sus alas y provocar su
caída. El buen Ícaro emprendió el vuelo, tomó confianza y, cegado por el
orgullo y atraído por el poder del Sol, se acercó demasiado. Sus alas se
derritieron y se precipitó al vació para ahogarse en el mar.
La
cercanía con el poder
El poder embriaga y cubre con un velo que hace difícil
practicar el ejercicio de la autocrítica. De ahí la imposibilidad de escuchar y
corregir los errores. En el síndrome de Ícaro no se escucha y menos si se trata
de consejos de los demás.
La cercanía con el poder político, económico o de otra
índole viene acompañada de tentaciones ante las cuales es fácil sucumbir, sobre
todo las personas jóvenes. Por un lado, están dispuestos a lo que sea con tal
de encontrar la oportunidad de sus vidas, por lo que ponen todo su empeño, por
otro, el grado de inmadurez que los acompaña los lleva a tomar decisiones
equivocadas respecto a su futuro.
Un
talento mal encaminado
El síndrome de Ícaro es el talento mal encaminado lo que
se convierte en virtud y desgracia para alcanzar sus metas. De un lado,
funciona como algo que les permite destacar de los demás y sobresalir. De otro,
la ambición desmedida y el desconocimiento de los propios límites son lo que
terminan conduciéndolos al fracaso.
En este sentido,
existe un factor adicional que juega un papel importante; se trata de la falta
de experiencia. Por tanto. Existe cierta ingenuidad y falta de previsión a la
hora de asumir retos, sin considerar los eventuales riesgos.
Algunas
características del síndrome de Ícaro
A menudo, quienes presentan el síndrome de Ícaro se
caracterizan por su arrogancia. Igualmente están convencidos de que son únicos
y sus capacidades no pueden ser igualadas por nadie. Al mismo tiempo, muestran
una sumisión desmedida hacia sus superiores en la escala jerárquica. Hacen esto
porque lo consideran un requisito indispensable para conseguir una elevada
posición social o económica.
En el fondo, existe un fuerte sentimiento de impotencia
para poder lidiar con su bajo nivel de autoestima. Muchas veces son inconscientes,
caprichosos y pueden describir comportamientos impredecibles erráticos.
El
pez grande devora al pez chico
Al síndrome de Ícaro pertenecen las personas egoístas que
piensan en función de sus propios intereses para alcanzar sus propósitos. Sin
embargo, al mismo tiempo son ingenuos por prestarse para asumir los riesgos que
les indican sus jefes.
Así las cosas, es muy común que reciban de estos jefes un
trato especial rodeado de mimos, y tolerancia, además de pasar por alto sus fallos.
De ahí que sean caprichosos y con cierto grado de indisciplina.
Por desgracia, para cuando notan sus fallos o errores
suele ser demasiado tarde y sus alas terminan chamuscadas, por lo que se
precipita al vacío. Esto ocurre de manera similar a la del mito de Ícaro, que después
de volar muy alto, terminó cayendo al vacío.
Origen
del síndrome
El síndrome de Ícaro suele surgir como resultado de la
falta de atención por parte de los padres durante la infancia temprana. Es decir
que de niños buena parte de sus logros fueron ignorados o desaprobados por sus
progenitores.
Esta situación lleva a que al ser adultos se sientan
confundidos y no tengan claridad acerca de quiénes son y mantengan una escala
de valores incoherente. No se sienten cómodos con lo que son, así que están en
una permanente búsqueda de autoafirmación.
Igualmente, es frecuente que no sientan aprecio por sus
colegas o personas con cargos inferiores al suyo. Las relaciones que establecen
con los demás obedecen con los demás obedecen a un fin práctico. Una
perspectiva equivocada que tiene fatales consecuencias.
Edith Sánchez
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