Para ser felices se necesitan muchas más cosas de las que pensamos. Hay que estar bien con uno mismo, quererse, ser capaz de luchar por lo que se quiere, aceptar los días malos cuando vienen, caer y saber levantarse uno y diez veces.
Se necesita mucho para ser feliz; sin embargo, llevamos bastante tiempo creyendo lo contrario. Decía Charles Dickens que el truco está en no buscar la felicidad, en verla como ese regalo que desenvolvemos de vez en cuando. Ahora bien, asumir este tipo de enfoques idealistas nos aleja de la auténtica realidad. Porque, al fin y al cabo, esta dimensión se relaciona de manera directa con la salud mental.
Que no nos engañen; las personas necesitamos trabajar y cuidar de muchos aspectos psicológicos para disfrutar de esa emoción. Feliz no es siempre esa persona afortunada que tiene una buena cuenta corriente y cinco propiedades a su nombre. En ocasiones aun teniendo todo lo que deseábamos y soñábamos no experimentamos ni un ápice de satisfacción, bienestar o alegría.
Es más, cuando nos señalan aquello de que la felicidad está en las pequeñas cosas del día a día resultará imposible verlas o apreciarlas si no estamos bien. Si en nuestro interior hay sufrimiento, el rumor de la angustia, el torbellino de la ansiedad o el peso de algún trauma. No importa que la vida nos de motivos para estar felices; si en nuestro interior hay caos, lo que pase fuera carece de sentido.
Se necesita mucho para ser feliz.
El psicólogo Mihaly Csikszentmihaly ya nos explicó en los 90 algo importante en su celebre libro Fluir, psicología de la felicidad, "La alegría que obtenemos del hecho de vivir, decía, depende directamente de cómo la mente filtre e interprete las experiencias cotidianas".
Por tanto, si esa mente no está bien (por las rezones que sean) no va a ser capaz de ver esa luz de ese maravilloso amanecer, ni apreciará la risa de su hijo, ni la armonía de los pequeños detalles vividos en pareja. La felicidad no se esconde en los pequeños actos cotidianos sino en el bienestar de una mente que los aprecia.
También, en ese cerebro capaz de focalizarse en lo que le envuelve, sin el velo de la depresión, sin el eco del sufrimiento pasado o la presencia de cualquier problema de salud mental. Se necesita mucho para ser feliz y no podemos descuidar la gran relevancia de nuestro equilibrio psicológico. Porque más allá de quién sea uno, de aquello que posea o de los placeres que le envuelvan, están esos pilares en los que se sustenta nuestra capacidad para trabajar por el propio bienestar. Y tengámoslo, claro, no son pocos.
Saber gestionar emociones para vivir mejor.
La felicidad es la más universal de las emociones, y sin embargo, la más esquiva. Lo es porque nuestra mente tiende con frecuencia a experimentar preocupación, miedo, ansiedad, etc. Por término medio, nos queda poco espacio para esa sensación de euforia tan reconfortante, para esa caricia que nos conecta con el lado más intenso de la vida.
Una primera lección que deberíamos integrar en nuestro repertorio de habilidades es la gestión emocional. Gracias a ella, entenderíamos que efectivamente es normal sentir tristeza, angustia o frustración de vez en cuando. La realidad cotidiana es compleja y es inevitable sentir esas realidades emocionales. Sin embargo, estas no pueden volverse crónicas. No pueden persistir semanas o meses.
Entenderlas, gestionarlas y canalizarlas nos permitiría sin duda ir dejando rincones más amplios para los instantes felices.
Autoestima, significado y propósito de vida: los tres colores básicos de la felicidad.
Todos queremos ser felices, pero desconocemos cuáles son los auténticos ingredientes de este santo grial. Feliz no es siempre el que más pertenencias tiene. Tampoco el que más amigos dispone. El auténtico bienestar se construye en el día a día a través de las siguientes dimensiones:
Cuidando la autoestima, recordando lo que necesitamos, tomando consciencia de lo que nos hace daño, marcando límites, trabajando por aquello que queremos y merecemos.
Dando un significado a nuestra vida, hallando un sentido a lo que somos, a lo que vemos....
Asimismo. es esencial también que clarifiquemos nuestros propósitos. Situar el horizonte cercano unas metas y objetivos realistas y concretos nos impulsa a levantarnos cada día, a seguir luchando.
Se necesita mucho para ser feliz....pero lo más importante es estar bien contigo mismo.
Se necesita mucho para ser feliz. Hay que dominar el difícil arte de estar bien con uno mismo. Hay que saber quererse, ser capaz de luchar por lo que se quiere, aceptar los días malos cuando vienen, aprender de ellos y permitirnos disfrutar de los momentos buenos cuando llegan. Porque sí, a menudo aparecen.
Ello no quita ni mucho menos una evidencia: estamos obligados a vivir circunstancias complejas, instantes en que las crisis y los problemas se abren bajo nuestros pies. Somos conscientes de que en ocasiones la felicidad parece más bien un ideal que una realidad. Sin embargo, esa dimensión tan reconfortante forma parte de nuestro repertorio emocional. Es parte misma de la vida.
Por ello, si estamos bien con nosotros mismos, si trabajamos las fortalezas psicológicas, gestionamos mejor el estrés y la ansiedad, transitaremos con mayor resolución por esos días de dificultad. El bienestar volverá tarde o temprano y, con él, esas pinceladas del color de la alegría.
Valeria Sabater
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