El síndrome de Eco tiene su origen en aquella ninfa de la
montaña que, castigada por Hera, repetía las últimas palabras de toda
conversación. En la actualidad, esta figura mitológica simboliza a muchas de
esas personas que luchan en su día a día por tener voz propia, por
visibilizarse….Algo que casi nunca logran porque tienen muy cerca a un
narcisista.
Uno de los términos más novedosos en el ámbito
psicológico es sin duda el del ecoísmo. Aunque la raíz de este término nos
evoque quizá ideas relacionadas con el medio ambiente, en realidad dicha
dimensión hunde sus raíces precisamente en aquella oréade del Monte Helicón
enamorada de un bello pastor llamado Narciso.
Fue el doctor Craig Malkin, profesor de psicología en la
Escuela de Medicina de Harvard y psicólogo clínico, quien introdujo por primera
vez la palabra ecoísmo en el libro “Redefinir el narcisismo: el secreto para
reconocer y hacer frente a los narcisista”. Tras esta publicación tanto el
público como la comunidad científica se interesó significativamente con ese
nuevo rasgo de personalidad que acababa de definir.
El ecoísmo hace visible a esa parte de la población que,
de algún modo, vive presionada o condicionada por una figura narcisista. Son
personas afectuosas y emocionalmente sensibles pero que sienten una gran
incomodidad cuando son el centro de atención. Temen expresar sus necesidades y
priorizar las de los demás, son perfiles pasivos y poco asertivos debido a la
presión de una pareja, unos padres o un entorno habitado por el narcisismo.
Síndrome de Eco: origen y características
En los próximos años oiremos hablar de este término con
frecuencia. El síndrome de Eco adquiere cada vez más interés entre el público
porque el comportamiento narcisista (y su efecto) se extiende de forma visible
en nuestros entornos.
De hecho, estudios llevados a cabo en la Universidad de
Bochum (Alemania) y publicado en la revista Public Library of Science, nos enseña que redes sociales
como Facebook nos permiten ver este aumento creciente.
Son por tanto muchas las personas que sienten cómo en su
día a día este tipo de perfil tiende a limitar su identidad y ante todo, su
autoestima. Por otro lado, si analizamos el propio mito de Eco nos daremos
cuenta de un aspecto singular. Esta ninfa era la más asertiva y brillante a la
hora de llevar una conversación. Todo el mundo quedaba rendido a sus pies ante
su oratoria, gracia e ingenio en la palabra
Tanto era así que el propio Zeus la utilizaba para
entretener a Hera mientras él aprovechaba para estar con otras mujeres. Así, el
día que la diosa se dio cuenta del engaño castigó a la Ninfa quitándole la voz.
Lo único que podía hacer era repetir las últimas palabras ajenas. Ahora bien,
cabe decir que el mayor tormento para Eco llegó cuando se enamoró de Narciso y
este se rio de ella por su singular característica.
Fue entonces cuando se sumió en la más profunda tristeza.
Ese rechazo, esa humillación fue más dolorosa que perder la voz. El ecoísmo
integra esa misma esencia. Todos pudimos ser en el pasado personas hábiles,
relucientes y fuertes en cuanto a valías psicológicas. Sin embargo, la
presencia de un narcisista puede anularnos por completo en un momento dado,
llevarnos a esa cueva del monte Helicón donde se refugió Eco.
¿Cómo es una
persona con el síndrome de Eco?
El síndrome de Eco no define solo a una persona con baja
autoestima o incluso con un problema de dependencia. Esta realidad psicológica
es más compleja.
Son personas con
una gran sensibilidad emocional.
Saben escuchar a los demás, son muy empáticos. Sin
embargo, no se sienten cómodos ni seguros expresando sus necesidades a los
demás.
No aprecian sus valías y rara vez reconocen sus logros.
Son esas personas que no toman iniciativas por no molestar
a otros, que declinan proyectos si piensan que pueden suponer algún tipo de molestia
o problema para los demás.
El síndrome de Eco tiene a menudo su origen en una
infancia donde alguno de los progenitores tenía una personalidad narcisista.
Sus necesidades emocionales y personales fueron desentendidas e incluso
negadas.
Ahora bien, hay un aspecto crucial que define también a
estas personas: son muy conscientes de lo que les ocurre. Tienen grandes luchas
internas, intentan imponerse, buscan recuperar su voz, poner límites dejar
claras sus necesidades. Sin embargo no siempre lo logran y ello les aboca a
tener constantes conflictos internos.
A su vez, es común que los ecoístas mantengan relaciones
afectivas con narcisistas. Hay una retroalimentación entre ambos perfiles, ahí
donde unos nutren y otros reciben y donde rara vez hay una plenitud o
satisfacción real en la pareja.
¿Es el síndrome de
Eco un trastorno psicológico?
El síndrome de Eco no es un trastorno psicológico. Este es
un aspecto que conviene dejar claro. El ecoísmo es solo un rasgo, un rasgo que
conforma un tipo de mecanismo de supervivencia poco hábil y que puede resumirse
del siguiente modo: “si yo quiero estar seguro y recibir afecto, debo pedir lo
menos posible y dar todo lo que pueda”.
Esta idea se articula por efecto de una infancia basada en
ese tipo de apego inseguro donde un
narcisista enterró todas las necesidades emocionales del niño. Poco a
poco aprenden a no tener voz, a vivir en silencio, a no molestar en exceso pero
a ser esa figura clave para que otros narcisistas puedan desplegar sus
artimañas.
Todos podemos emerger de estas cuevas personales. Eco se
sirvió de Némesis para pedir venganza, sin embargo, no hace falta llegar a
estos extremos. Porque el castigo que recibió Narciso no ayudó a que la Ninfa
recuperara su oratoria, su maravillosa habilidad para comunicar a través del
don de la palabra.
Basta solo con trabajar la autoestima, con entender que
merecemos ser visibles, tener voz, expresar necesidades y nutrirnos de afecto y
dignidad a nosotros mismos. Porque a veces, tampoco viene mal hacer como ese
bello pastor y mirar nuestro reflejo para recordar cuánto valemos.
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