LOS REYES MAGOS Y LA ASTROLOGIA.
“Un grupo de venerables sabios atraviesan a lomo de camello por
las arenas del desierto. Los guía una estrella de plata clavada en los
cristalinos cielos del levante. Aunque discretos y cautelosos, le confían a
algún viajero nabateo o moabita el propósito de su travesía: van en busca de un
niño nacido en Judea, un rey y sacerdote anunciado en las antiguas profecías
del Avesta. Fascinados por la luz de aquel astro rutilante, se dirigen
con presentes de oro, incienso y mirra para rendir honores a los pies del mesías.”
La historia de los Reyes Magos aparece en el segundo capítulo del
Evangelio de Mateo. Dice el relato:
Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey
Herodes, he aquí, unos magos del oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde
está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente
y hemos venido a adorarle. Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda
Jerusalén con él. Entonces, reuniendo a todos los principales sacerdotes y
escribas del pueblo, indagó de ellos dónde había de nacer el Cristo. Y ellos le
dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: “Y tú
Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la más pequeña entre los príncipes
de Judá; porque de ti saldrá un gobernante que pastoreará a mi pueblo Israel”.
Entonces Herodes llamó a los magos en secreto y se cercioró con ellos del
tiempo en que había aparecido la estrella. Y enviándolos a Belén, dijo: Id y
buscad con diligencia al Niño; y cuando le encontréis, avisadme para que yo también
vaya y le adore. Y habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí, la estrella que
habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo
sobre el lugar donde estaba el Niño. Cuando vieron la estrella, se regocijaron
sobremanera con gran alegría. Y entrando en la casa, vieron al Niño con su
madre María, y postrándose le adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron
obsequios de oro, incienso y mirra. Y habiendo sido advertidos por Dios en
sueños que no volvieran a Herodes, partieron para su tierra por otro camino.
(Mateo 2:1-12)
Los primeros astrólogos de la historia fueron los sacerdotes en Mesopotamia. La astrología se extendió después más allá, llegando a ser una ciencia sagrada para los egipcios, griegos, romanos, árabes y hebreos, ya que conectaba las tradiciones religiosas con una visión espiritual del cosmos. No sería razonable concebir la llegada de Jesús de Nazaret sin que los pueblos circundantes se remitieran a su propio saber astrológico para advertir un hecho históricamente tan relevante, y los magos persas, que no eran perezosos a la hora de escudriñar el firmamento, tuvieron la ocurrencia de enviar una insólita misión diplomática ante un hecho astrológico de relevancia.
Entonces ¿Qué era la estrella de Belén?
Entre el grupo de las hipótesis verificables está la presunción de que fuera un cometa. En la tradición, los cometas han sido portadores de malos augurios y eran muy temidos por la población en general. Los astrólogos los interpretaban según el sector zodiacal en que aparecían por primera vez, y de acuerdo con el color de su brillante cabellera, pero en muy raros casos podían ser entendidos como un anuncio positivo.
Otra elucubración, esta vez proveniente del campo científico, es
que se tratase de una nova. La aparición de una nueva estrella —de allí su
nombre— es un fenómeno inusual y muy llamativo que puede producirse por el
estrepitoso aumento de luminosidad de una estrella variable, previamente
invisible al ojo desnudo, o por el estallido de un sol lejano. Su fulgor
resultaría especialmente relevante para los astrólogos de antaño, pero
lamentablemente esta hipótesis no cumple con un criterio fundamental, exigible
a la estrella de Belén. Las novas no se mueven ni se detienen en el cielo como
describe el versículo 9 del segundo capítulo de Mateo, por lo que podemos
descartar completamente esta posibilidad.
La tercera hipótesis, es que se tratase de una importante
conjunción planetaria. En el campo de la
astrología mundana —aquella dedicada al estudio y predicción de los grandes
acontecimientos mundiales— la más importante es la gran conjunción de Júpiter y
Saturno que ocurre aproximadamente cada 20 años. Ella determina los sucesos
globales a lo largo de 2 décadas, siendo observada con mucho cuidado por los
astrólogos desde hace por lo menos 3 mil años. Y sucede que en el año VII a. C.
la gran conjunción de Júpiter y Saturno en Piscis fue triple, ya que los
movimientos retrógrados de ambos planetas los llevaron a separarse y volverse a
unir tres veces. Pero lo más destacado es que mientras esto ocurría, todos los
planetas clásicos, con excepción de Saturno, más las dos luminarias del Sol y
la Luna, se encontraban en sus respectivos domicilios zodiacales.
La gran conjunción de Piscis configuró una carta astral
sorprendente. Encontrar a los planetas en sus respectivos domicilios zodiacales
es un suceso extraordinario que no volverá a repetirse sino dentro de miles y
miles de años. Para un astrólogo esto equivale a encontrar la piedra filosofal.
En medio del movimiento perpetuo del tiempo, un orden semejante sólo puede ser
comparable al del Arquetipo desde el que fueron creadas todas las cosas.
Semejante configuración astrológica posee una armonía que potencia las
fortalezas y dignidades de los astros, siendo el momento propicio para el
nacimiento de un alma excepcional, pues reúne las dignidades de realeza,
sacerdocio y divinidad representadas por los tres presentes que portaban los
Reyes Magos. Esta disposición celeste, que de paso podríamos considerar como la
carta natal de Jesús de Nazaret, ocurrió un 22 de agosto del VII a. C. Es al
afamado astrónomo alemán Johannes Kepler (1571-1630) a quien le debemos haber
notado por primera vez, en la edad moderna, esta peculiar distribución de los
astros.
A la medianoche de aquel 22 de agosto, la unión de Júpiter y
Saturno cruzo el meridiano local de Belén, alcanzando su punto de mayor
elevación en el cielo. Producto de la alternancia entre movimiento directo y
retrógrado de los dos planetas, la conjunción avanzó, se detuvo, retrocedió y
se detuvo otra vez, cumpliendo con lo narrado en el Evangelio de Mateo. El
signo de Piscis, donde se produjo este fenómeno, representa a la región de
Judea dentro del esquema de correspondencias de la astrología mundana tradicional.
Por lo tanto, nuestros magos persas seguirían la “estrella” hasta esa zona de
Palestina.
El tránsito y culminación de Júpiter, astro de la realeza, lo
llevó hasta el signo de Aries un 18 de diciembre del año VI a. C., conduciendo
a los magos hasta Belén, al permanecer estacionario antes de volverse directo,
lenguaje astrológico con el que se expresa lo mismo que en Mateo: la “estrella”
se detuvo sobre el lugar donde se encontraba el niño.
Los sacerdotes persas estaban familiarizados con los mitos y profecías
de los hebreos. Esperaban la venida de un mesías restaurador universal
profetizado tanto en el sagrado libro de Avesta como en la tradición oral
persa. Los Magos educados en el saber de su propia religión y cultura buscaban “al
rey de los judíos” esperando a un “salvador” descrito en sus profecías. Como
dominaban la astrología es de suponer que habían encontrado señales del
advenimiento del restaurador espiritual.
La fecha de navidad
establecida oficialmente por la Iglesia es en realidad la antigua festividad
romana del Sol Invictus, que celebraba el aumento de la luz solar tras el
solsticio boreal de invierno. Montar la navidad encima fue una manera de reemplazar el popular festival
pagano del Sol con el nacimiento de Cristo, una encarnación de los mitos
heróico-solares en clave hebrea. El relato bíblico cuenta que los pastores de
Belén acudieron al llamado nocturno de un ángel, dirigiéndose hasta el pesebre.
En diciembre, la noche en Palestina es tan fría que ningún pastor saldría con
sus rebaños. En agosto sí que lo hacen frecuentemente, incluso en nuestros
días.
No se puede dudar de la historia de Cristo, ya que existen sólidos
indicadores astrológicos que avalan el nacimiento de un ser extraordinario, en
cuya vida se cumplieron las prefiguraciones mitológicas de incontables
naciones, no sólo las profecías del pueblo hebreo. Nosotros tenemos la posibilidad
de indagar sobre este tema, y saber que las tradiciones son creencias y las
creencias con el tiempo pueden volverse realidades. Felices Reyes Magos.
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