Dependiendo del momento que estamos
atravesando, tienden a acumularse a nuestro alrededor determinado tipo de
personas, que de un modo u otro, parece que atraemos, muchas veces sin ser
conscientes. Personas que te quieren o te hieren una y otra vez, de la misma
manera, en distintas circunstancias. Vamos a reflexionar porque nos ocurre
esto.
La mochila:
Todo el mundo lleva una mochila llena de
ideas preconcebidas de lo que es la realidad, construidas en base a nuestras
experiencias, sobre todo las adquiridas en nuestra infancia.
Estas pueden ser algunas
de ellas:
Una infancia carente de
amor:
Si de manera general, en mi infancia me vi privada de amor
en algún sentido, lo más probable es que entendiera que no soy un ser digno de
ser amado, y por ello, trataré de buscar en mi vida personas o situaciones que
lo confirmen.
De este modo aparecerán relaciones en las
que habrá un verdugo y una víctima (que soy yo) porque es el tipo de relación
que conozco, con el que me manejo bien, el que ya sé cómo empieza y cómo acaba.
Por supuesto no es algo que hagamos conscientemente, pero de una manera
intuitiva, conocemos el panorama y es fácil dejarse llevar cuando no se hace un
trabajo de consciencia y reflexión.
Una infancia saludable:
Si por el contrario, de manera general, disfruté de una
infancia amorosa, lo más seguro es que en la edad adulta busque experiencias y
emociones cercanas al amor. De una manera También intuitiva, huiré rápidamente
de todas aquellas personas que no me quieren bien o con las que sufro, porque
lo que conozco es el amor, lo que me resulta familiar es querer y que me
quieran.
Se llama profecía
autocumplida. Buscamos una y otra vez personas, circunstancias y hechos que
nos confirmen que la realidad es como yo la veo, o como me enseñaron que era.
Pero la mecánica cuántica y la física moderna sugieren que no hay una realidad
última de las cosas, que el mundo no es
de una manera determinada, sino que se comporta con distintos patrones
dependiendo del observador que la observa.
Patrones
repetidos:
Cuando en nuestra infancia hemos vivido experiencias
traumáticas, sobre todo provenientes de nuestros padres, lo más seguro es que,
en la edad adulta, repitamos los mismos patrones. Es posible entonces que
muchas de las personas de las que me rodeo ahora, me hagan sentir o yo les haga
sentir:
Inseguridad-Miedo-Baja
autoestima-Torpeza-Vulnerabilidad.
Existen teorías, según las cuales, atraemos las energías
que nos son semejantes, pero lo más probable es que elijamos aquello que nos
resulta familiar.
¿Cómo elegir a las
personas que nos convienen?
El objetivo parece claro, lo que no es tan fácil es
empezar a dar los primeros pasos, ¿Cómo cambiar la opinión que tenemos de
nosotros mismos? ¿Cómo detectar a las personas dañinas? ¿Cómo darnos cuenta de
los actos inconscientes con los que nos autodestruirnos sin darnos cuenta?
La tarea no es sencilla, pero podemos aplicar algunas
costumbres, prácticas y reflexiones que nos pueden ayudar a mejorar la calidad
de nuestras relaciones y afianzar, poco a poco, nuestra propia estima.
Empezando a
caminar.
Primer paso: la
paciencia.
Decir adiós al sentimiento de culpabilidad tiene mucho
que ver con la paciencia, sobre todo, cuando se trata de derrumbar edificios
mentales que hemos construido y consolidado durante toda nuestra vida. No puedo
culparme cada vez que cometo un error, lo importante es detectar el error
cuanto antes, y poner en práctica aquellas actitudes que lo remedien.
Segundo paso: La
consciencia.
Vivir el presente, poner toda nuestra atención en las
cosas que ocurren, y tratar de hacerlo mirando las cosas como son, sin
inventarlas. No es buena idea poner todo mi empeño en fantasear con que las
personas son como yo quiero que sean, sino en tomarme el tiempo de conocerlas y
percibir cómo me siento con ellas.
Tercer paso:
escucharnos.
Puesto que partimos de la base de que quizá nuestra mente
está algo enturbiada con las ideas que “construimos” en la infancia, ¿Qué
podemos hacer? Podemos escuchar nuestras
sensaciones. Mirar sin tapujos las sensaciones y emociones que me producen
las personas que entran o que ya están en mi vida. Estas son algunas de las
reflexiones que puedes hacerte:
¿Me hace sentir segura o insegura?
¿Me siento bien después de verla o siento desasosiego?
¿Me demuestra su amor con actos, o solo con palabras?
¿Siento que es alguien que ESTA cuando lo necesito?
¿Es alguien que se muestra abiertamente, o siento que hay
lugares oscuros y difusos, aunque no sepa definirlos ni explicarlos?
¿Me muestro abiertamente o me justifico en todo lo que
hago?
¿Nuestra relación fluye de manera natural o de manera
forzada?
Puede que tu mente te engañe con algunos argumentos, pero
las sensaciones que se perciben con el corazón nunca engañan. La respuesta no
es siempre clara, pero de manera general, es necesario observar con precisión
hacia qué lado se inclina la balanza.
Cuarto paso:
alejarnos de las personas que nos hieren.
A veces es difícil alejarnos de alguien cordialmente,
aunque eso sería lo ideal, no siempre es posible. En ocasiones es necesario
poner punto final con una confrontación directa, sobre todo cuando se trata de
personas expertas en manipular situaciones, expertas en convencernos de su
cariño con palabras y demostrar con actos todo lo contrario.
De modo que cuando se habla de alejarse cordialmente, se
trata de sentir amor dentro, despedirse internamente, en el corazón, sin rabia,
sin ira, sin dolor, aunque sea a través de una confrontación directa.
Estas son dos
formas de hacerlo:
Perdonar, aunque
sea sin comprender. Es decir reflexionar sobre el hecho de que todos
llevamos encima nuestra propia mochila y que nuestros argumentos,
circunstancias y decisiones solo nos
afectan a nosotros. Que cada persona tiene sus propios motivos y no es
necesario comprenderlos. Solo tenerlo en cuenta.
Decir adiós de
todos modos:
Aunque podamos intuir o comprender los motivos que pueden
llevar a una persona a hacernos daño, incluso aunque nos compadezcamos de ella
porque entendemos que alguna situación dolorosa le hizo ser como es, debemos
decirle adiós de todos modos. En primer lugar porque puede que esa persona no
se haya dado cuenta, o no tenga intención de cambiar en ningún sentido. Y en
segundo, porque lo que busco es ser feliz. No tengo control sobre lo que hacen
los demás, pero si lo tengo respecto a lo que hago yo. No puedo forzar a nadie
a que sea como yo quiero que sea. Pero lo que sí está en mi mano es elegir a las
personas que me hagan feliz.
Dónde encontrar a
la gente apropiada:
Una buena manera de encontrar gente afín a nosotros es
estando alerta. Otra opción es explorar los lugares apropiados. Si lo que
quieres es rodearte de gente intelectual que aporte nuevos conocimientos a tu
vida, tendrás que buscarla en conferencias o charlas organizadas por gente
intelectual. Si es tu vida espiritual lo que te importa, será fácil que
encuentres gente con la que compartir tus puntos de vista en clases de yoga o
en encuentro de metafísica.
Intentaremos querernos tanto que nadie sea capaz de
hacernos daño. No se trata de un camino sencillo, sin embargo, es importante
reflexionar sobre ello, y poner todo de nuestra parte para intentar acercarnos,
un paso más, hacia la felicidad y el amor. Si ponemos nuestra voluntad en
conseguir la felicidad, seguro que lo lograremos.