El cuerpo es un almacén de poder, pero
con demasiada frecuencia, nuestras creencias impiden el flujo de ese poder.
Nuestras creencias son un programa que afecta a la función celular.
Nuestro cuerpo es un maravilloso
sistema de auto-curación y auto-reparación y un milagro orgánico que aún
tenemos que aprender a apreciar. Está claro que nuestras células y órganos,
nuestra sangre y nuestros huesos funcionan con una inteligencia espontánea
basada en una familiar y cómoda cooperación.
Nuestras células, tanto a nivel
colectivo como individual, saben cómo hacer que nuestro cuerpo funcione y, si
hay algún problema, nuestro cuerpo nos lo hacen saber.
Detrás de cada enfermedad hay un
sentido y un porqué y, lo mismo se puede aplicar al dolor que la pueda
acompañar. Recordad que vuestro cuerpo refleja fielmente nuestras creencias.
Los sentimientos de victimismo, duda y preocupación envían mensajes a nuestras
células para denunciar la sensación de impotencia y carencia de poder y, de
manera obediente, nuestras células se alinearán con la señal, y seguirán sus
órdenes.
Por otro lado, elegimos confiar en
nosotros mismos, esa decisión consciente selecciona los códigos de la
conciencia a nivel subatómico, códigos que mantienen el posible patrón para
entroncar con nuevas versiones de nosotros. La elección de confiar en nosotros
mismos activa una versión de la vida basada en la creencia del poder personal.
Nosotros llevamos las riendas de nuestra vida.
Sentimientos de tolerancia, amor,
respeto, compartir, cuidar, amabilidad, honestidad, gratitud y perdón, no solo
fomentan una fuente moral, sino que aportan también la paz mental.
La elección de crear una experiencia
segura, honesta, respetuosa y placentera en todas las realidades depende
exclusivamente de nosotros mismos. Cuando abrazamos creencias que mejoran la
vida, una vitalidad diferente emana de forma física, y nuestro cuerpo físico
mejora. Un buen estado mental nos hace más receptivos a los efectos vibrantes
de las radiaciones cósmicas. Cuando esta energía entra en nuestros “chakras”,
nuestros sentidos se abren para percibir una nueva realización. La realidad es
fluida; y el tiempo y el espacio son flexibles y pueden cambiar según la
percepción del observador. Nuestros cambios de percepción en el aquí y ahora,
de hecho se expanden por las líneas del tiempo y transmiten nuestra elección de
nuevos códigos de conciencia. Es así como la sanación tiene lugar en las líneas
del tiempo.
La sanación de nuestros genes humanos
está relacionada con la liberación de viejos dolores y miedos atrapados, que
transforman antiguos patrones de pensamiento que albergan actitudes limitadoras
y aportan al cuerpo un estado de mayor conciencia. Preguntarnos “por qué
creamos algo” cambia las frecuencias de las ondas cerebrales para así poder
comunicarse con la mente cósmica.
En el campo de juego de la existencia,
cualquier sanación supone una reinterpretación de lo que creemos que nos ha
ocurrido.
Cuanto más atención prestamos, cuanto
más conocimiento tenemos para reconocer los mensajes de nuestro cuerpo,
especialmente “las sensaciones viscerales” procedentes del cerebro y que pasan
por el abdomen, más aprenderemos. El cuerpo no trabaja contra nosotros, pero
nosotros sí que trabajamos contra él, constantemente criticamos y nos evaluamos
a nosotros mismos, mientras nuestro cuerpo obedece cualquier orden que le
damos.
Cuando fuertes emociones acompañan a
creencias específicas, las órdenes emitidas siempre transmitirán una sensación
de urgencia que hace que la manifestación sea más rápida. Nuestra creencia de
que “no hay tiempo suficiente” conduce a una vida dominada por el estrés, y los
ataques al corazón aparecen.
Apegarse a un sentimiento de tener “el
corazón roto”, puede ejercer los mismos efectos. El corazón es el guardián del
tiempo del cuerpo; cada latido marca un ritmo que está en consonancia con el
cosmos, con el útero de la madre, con el centro del corazón galáctico.