Dejar ir implica
ser consciente de un sentimiento, dejarlo crecer, permanecer en él, y dejar que
siga su curso sin querer que sea diferente, simplemente dejar que el
sentimiento este ahí y centrarse en dejar correr la energía que está tras él.
El primer paso es
permitirte a ti mismo tener la sensación sin resistirla, expresarla, temerla, condenarla,
o moralizar sobre ella. Significa abandonar el juicio y ver que es sólo una
sensación. La técnica es estar con la sensación y de esta forma poder modificarla,
soltamos el querer resistir a la sensación, ya que es la resistencia la que la
alimenta. Cuando una sensación no es resistida desaparecerá a medida que la
energía que hay detrás de ella se disipe.
Al comenzar el
proceso, te darás cuenta de que tienes miedo o culpa por ciertos sentimientos;
habrá resistencias a sentirlos en general, el miedo al propio miedo es un claro
ejemplo de esto.
Cuando estés
dejando ir, ignora todo pensamiento. Céntrate en la propia sensación, no en los
pensamientos, ya que son interminables, se refuerzan a sí mismos y engendran
más pensamientos. Todo sentimiento negativo está asociado a nuestro miedo
básico relacionado con la supervivencia y todos los sentimientos no son más que
programas que la mente cree necesarios. La técnica de dejar ir deshace los
programas progresivamente, y el motivo subyacente tras los sentimientos se
vuelve más evidente.
Cuando nos
liberamos de apegos, podemos disfrutar de las cosas, pero no las necesitamos
para nuestra felicidad, hay una progresiva disminución de la dependencia de
todo y de todos fuera de nosotros mismos.
A veces cuando
trabajamos con el desapego de algo, nos damos cuenta de que vuelve a nosotros,
esto se debe a que todavía quedan residuos de él, hemos almacenado tantos
sentimientos a lo largo de nuestras vidas, que puede haber una gran cantidad de
energía reprimida que necesita salir y ser reconocida.
Los sentimientos
van y vienen, y con el tiempo te das cuenta de que tú no eres tus sentimientos,
sino que el verdadero TÚ se limita a contemplarlos. Entonces dejas de identificarte
con ellos. El TÚ que está observando y
que está consciente de lo que está surgiendo siempre sigue siendo el mismo. A
medida que te vuelves más y más consciente del testigo interior, empiezas a
identificarte con ese nivel de conciencia. Te conviertes progresivamente ante
todo en el testigo y no en el experimentador del fenómeno.
Pensaste que eras víctima
de tus sentimientos, ahora ves que no son la verdad acerca de ti mismo; sino
que son simplemente creados por el ego, ese colector de programas que la mente
ha creído erróneamente que son necesarios para la supervivencia.
Fuente “Dejar ir:
El Camino de la Entrega”
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