Estamos tan acostumbrados a las sensaciones internas de
ansiedad que nos parecen normales, sin darnos cuenta que el nivel de tensión
que acumulamos en nuestro organismo es superior al que puede tolerar. Este
error de cálculo, nace del
desconocimiento de nuestras limitaciones corporales, no sabemos qué tiempo
necesitamos de descanso, distracción, entretenimiento y relax para funcionar
bien. Nos hemos mal-educado a ser sacrificados y sufridores, anteponiendo la
ambición y la competitividad a nuestra propia tranquilidad personal. También con demasiada frecuencia escondemos
nuestras frustraciones, y esto hace que nuestro organismo, en especial, nuestro
sistema nervioso, este forzado a trabajar al máximo. Esto es lo que desencadena
el pánico, que solemos llamar crisis
de ansiedad.
Al llevar un ritmo
excesivo, sentimos cansancio e intentamos frenar, descansar un rato, mirar la
tele, tumbarnos y, de pronto nos damos cuenta de que no podemos, estar
relajados, el sistema nervioso está demasiado alterado para bajar de tan arriba
a tan abajo en un instante. En un segundo percibimos está dificultad anómala,
podemos observar el efecto de la taquicardia (acaloramiento en la parte central
del cuerpo, aceleración respiratoria), nuestra respiración se vuelve incómoda,
y los mecanismos del control del ritmo respiratorio hacen paradas bruscas,
dándonos la sensación de quedarnos sin aire. Se nos activan todos los
mecanismos de alarma en el cuerpo, y sentimos un miedo terrible, ¿pero a qué?,
no lo sabemos, y el nivel de ansiedad sigue subiendo, provocándonos más
efectos; temblor de piernas, sensación de vértigo, rigidez de nuca, visión borrosa,
sensación de irrealidad etc. Parece mentira que si acudimos al médico, después
de las pruebas oportunas nos diga que no era nada grave, solo era un ataque de
ansiedad. Con lo mal que nos encontrábamos, y claro después el miedo a que nos
repita, creándonos otro punto más de estrés.
Lo importante cuando
una persona padece estados de ansiedad y miedo, es que trate de comprender que “excesos”
está cometiendo en su vida. De esa forma puede tomar medidas adecuadas para prever
la crisis.
Bajo ningún concepto
debe de preocuparse por lo que le puede pasar, no debe anticipar situaciones,
no estar continuamente auto-observándose, no caer en el alarmismo, procurar no
enfadarse ni deprimirse etc.
La mayor conducta
contraproducente es la evitación de situaciones en las que uno cree que podría
suceder el ataque. Esta conducta produce el miedo a padecer una crisis, al
considerar la persona que esta indefensa por encontrarse: sola, lejos de su
entorno, con gente que no conoce, con persona ante las cuales quiere quedar
bien etc. No podemos olvidar que
el
pensamiento sobre la ansiedad, produce ansiedad, creando una atención sobre el
problema que lo agranda y con la sensación de que no podemos evitar lo que nos
ocurre.
¿Qué hacer? ¿Qué pasos
seguir?.
1-
Hacer análisis clínicos que determinen como esta
nuestra salud.
2-
Una vez descartado
cualquier trastorno de carácter orgánico (trastornos endocrinos, circulatorios,
tensión arterial etc.) Habrá que hacer una reflexión acerca de cómo estamos viviendo,
y que medidas de salud podríamos tomar; descanso, alimentación, ejercicio,
diversión, cambio de actitudes.
3-
Llevar una vida normal, La causa de nuestras crisis son
internas, no externas, de manera que no tenemos que protegernos del exterior,
sino analizar nuestro interior.
4-
Evitar todo tipo de anticipación o pensamiento que nos
genere el crecimiento de la ansiedad, lo que haría que tuviéramos mayor
inseguridad. Lo correcto es VIVIR, y cuando nos ocurra X, hacer lo siguiente: En
el momento en que nos invada el pensamiento de “lo que nos puede ocurrir”,
decirnos que no nos va a pasar nada, que es solo producto del miedo, que el
miedo no nos hará morir, y que todo “bajara” si no lo alimentamos.
Respirar
hondo y aguantar el aire contando tranquilamente, uno, dos, tres, cuatro,
entonces expulsaremos el aire suavemente, y repetiremos la operación varias
veces. Centrar nuestra visión en algo externo; un cuadro, una matrícula de
coche, porque ese ver-fuera nos ayudara a equilibrarnos. También conviene oír-fuera,
que sonidos escuchamos, que canción suena, como oigo mi propia voz y tocar
alguna cosa de forma que mis canales sensoriales se dirijan hacia el exterior.
Todo esto nos sirve para comprobar que estamos “funcionando” y nuestro estado
mejorara notablemente.
Esperar
los minutos necesarios para relajarnos, no encerrarnos en pensamientos como ¡otra
vez!, ¡esto es espantoso! ¡Soy débil! Y cosas por el estilo que lo único que
hacen es aportar un nivel de adrenalina a la corriente sanguínea generando más
ansiedad. Está totalmente prohibido deprimirse, esto lo que hace es alimentar
al “enemigo”, es vez de eso hay que animarse con todo lo que uno pueda,
haciendo cosas que compensen el mal sabor de boca dejado por cualquier crisis
(actividades lúdicas, buena música, buena lectura, la buena conversación o el
goce estético
de las cosas).
Hay
que recordar que tomarse las cosas con humor es el mejor método para solucionar
cualquier tipo de problemas de salud y de la vida en general. Así que….. a
vivir y a disfrutar de los buenos momentos que nos da la vida.