NUESTRO APRENDIZAJE
Nuestro espíritu es un aprendiz de creador. Su único
objetivo es aprender a crear y, por lo tanto, debe respetar el progreso de
creación, tanto la propia como la de los
demás espíritus que están aprendiendo a la par de él.
Existen espíritus que tienen ya un gran poder de creación
y que son guías de otros. Cada uno de ellos aprende en el universo que va
creando y en el que todo es aprendizaje: no respetar el universo del otro, su
creación, lo remitirá a un aprendizaje
propio sobre su propia creación, para que comprenda lo que ello
significa.
Lo llamaremos equivocadamente “castigo divino” o “karma”,
pero no dejará de ser una “subcorrección” programada para adaptarnos al entorno
y comprender el aprendizaje.
A nivel humano esto se traducirá en la programación de
situaciones de alto contenido emocional, que llamaremos en este nivel “desgracias”
personales o enfermedades.
Es decir, que cuando respetamos el universo del otro, lo
que el otro ha creado, así sea una vida, una obra, una misión, una emoción, una
vivencia, una creencia, una enfermedad, una cura etc., en realidad alcanzamos
una comprensión evolutiva personal respecto a nuestro propio universo creado,
un reconocimiento de nuestro poder espiritual.
Cuando no lo hacemos hay que volver y volver a empezar
hasta que comprendamos lo que significa crear en conciencia.
Hasta tanto no se comprenda, no se evoluciona.
La creación queda entonces ligada a esas energías que
siempre hemos minimizado o, mejor dicho, que hemos sufrido o disfrutado sin saber exactamente
para qué estaban allí. Están allí para crear y la palabra está para dar nombre,
concepto y definición a lo creado.
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