Buena
parte de tus sufrimientos, estrés y ansiedad se almacenan en tu cuerpo. La
inteligencia somática es la competencia que nos permite conectar y comprender
todo aquello que sucede en nuestro organismo y, en consecuencia, en nuestra
mente.
El coeficiente intelectual
somático es una competencia de bienestar mental que todos deberíamos
desarrollar. Se relaciona con la interocepción
(escuchar al propio cuerpo), con esa capacidad para tomar contacto con la
información que nos envía el cuerpo sobre lo que sucede en su interior. Es
también el arte de saber habitar en ese envoltorio que nos contiene y al que a
menudo tanto descuidamos.
Por
ejemplo, las emociones se manifiestan mediante un correlato fisiológico. Lo que sentimos, aparece mucho antes en el
estómago, los músculos, la piel y el corazón que en la propia mente en forma de
pensamiento. Esas reacciones son poderosas y reveladoras, pero en este
mundo tan apresurado y lleno de estímulos externos, apenas tenemos tiempo de
escuchar los mensajes somáticos.
Hacerlo,
conectar con el propio cuerpo, nos permite desarrollar mucho más la conciencia.
Es favorecer una necesaria unión entre cuerpo y mente para desarrollar ese otro
tipo de inteligencia que tanto contribuye a nuestro bienestar. Porque saber lo que sucede en el organismo, es
comprender lo que quieren decirte tus emociones.
El coeficiente intelectual
somático: la verdad está en tu cuerpo.
La inteligencia somática o
el coeficiente intelectual somático no es un concepto nuevo. Sin embargo, está
adquiriendo cada vez más relevancia en la actualidad. Se integra dentro de esas
perspectivas que buscan promover un conocimiento más profundo del yo. Ahí donde
el cuerpo, la mente y las emociones conforman una entidad completa, inseparable
y también reveladora.
Para
comprender este enfoque, pensemos en algo un instante. La cultura occidental se focaliza en exceso en todo lo relativo al
intelecto. Damos por sentado que la mejor competencia del ser humano es su
inteligencia. Es ella la que marca la diferencia, la que nos permite llegar
lejos en la vida y resolver casi cualquier tipo de problema.
Sin
embargo, como bien sabemos, también la competencia emocional es relevante y
configura otro marcador poderoso de inteligencia. Ahora, debemos introducir una
tercera variante, y es la referente a la interocepción,
a la conexión íntima con todo aquello que sucede en el organismo.
Porque,
aunque estemos siempre focalizados en
aquello que sucede en nuestra cabeza, lo cierto es que vivimos en un cuerpo
que, a menudo, no atendemos como se merece.
El auge de las terapias
somáticas
Los
conocidos como enfoques somáticos han ganado peso en los últimos años. Ahí tenemos, por ejemplo, la terapia de
experiencia somática desarrollada por el doctor Peter Levine, orientada a
tratar los traumas psicológicos. El objetivo es situar el foco de atención en
esas sensaciones corporales vinculadas a eventos y sentimientos dolorosas del
pasado, y que la persona debe reconocer y abordar.
Una
investigación de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Instituto
internacional de Curación de Trauma avalan la utilidad de esta estrategia. La meta es favorecer ese coeficiente
intelectual somático capaz de favorecer la conciencia corporal y los mecanismos
de autorregulación emocional.
Por
otro lado, también podemos destacar el método terapéutico creado por el
filósofo y psicoterapeuta Eugene Gendlin, quien fue discípulo de Carl Rogers.
Su propósito era favorecer la sabiduría
corporal, para lograr así integrar emoción y razón en un diálogo profundo. Solo
cuando favorecemos un autoconocimiento sobre lo que nos sucede física y
emocionalmente, logramos dilucidar lo que necesitamos.
Salir de tu cabeza para
entrar en tu cuerpo
Jon
Kabat Zinn, el profesor de medicina que popularizo las prácticas de meditación
en la ciencia occidental, nos proponía con frecuencia algo muy concreto.
Debemos salir de nuestras cabezas para conectarnos a nuestro cuerpo a través de
la respiración. Esto, insistía, nos permitirá sentirnos más presentes y
también, focalizados con nuestras necesidades.
De
algún modo, para desarrollar un auténtico coeficiente intelectual somático
debemos hacer esto mismo “salir” más veces de nuestra mente. Establecer cierta
distancia del rumor mental, las
preocupaciones y las negatividades, nos facilitaría escapar de la psique para
entrar en ese cuerpo físico que tanto tiene que explicarnos.
Cómo desarrollar tu
coeficiente intelectual somático
Lo
más probable es que cada vez que sufres cefaleas o dolor muscular, te tomes un
analgésico y procures descansar un poco. Nada más. Sin embargo, no siempre te detienes un momento para
preguntarte qué quiere decirte tu cuerpo. Porque te está gritando, pero tú
no lo escuchas, no lo oyes decir que, a veces, tras esas molestias, están el
estrés, la tristeza, la preocupación, la angustia….
Es
momento de hacer cambios y desarrollar un poco más tu coeficiente intelectual
somático. Estas son sencillas claves que pueden ayudarte:
Toma conciencia de dónde
se acumula la tensión en cada parte de tu cuerpo. Hay días en que tu sistema parasimpático está
más reactivo y notas mayores molestias en el estómago, en tus músculos y
respiración. Procura conocer a qué se deben esas sensaciones. Tras ellas puede
haber un correlato emocional.
Tu mente
a menudo, es como un mono que se balancea. Procura detener su movimiento
incesante, pídele que se calle. Después, focalízate
en cada sensación física que percibas, en tu cabeza, cuello, pecho, abdomen,
piernas, en tu respiración… Esto te permitirá relajarte.
“Escanea”
tu cuerpo cada vez que vayas a tomar una decisión. Procura relajarlo, solo
entonces lograrás un estado de calma idóneo para trazar mejores ideas y
estrategias de actuación.
Por
último, y no menos importante, no dudes en salir a caminar a diario. Utiliza
ese tiempo para meditar, para lograr que mente y cuerpo estén en armonía,
conectados y en movimiento. La vida se
ve mucho más clara cuando te sientes conectado con cada área de tu ser: intelecto,
emociones y organismo.
Valeria Sabater
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