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sábado, 11 de julio de 2020
TEMPERAMENTOS
La tendencia a expresar una determinada emoción o estado de ánimo y su forma de actuarla o responder en el mundo se conoce como temperamento.
Del profundo conocimiento de la naturaleza humana que poseían los antiguos, surgieron los cuatro temperamentos básicos del ser humano: el colérico, el sanguíneo, el flemático y el melancólico.
R. Stenier basándose en esta división básica inicia una renovada visión de los temperamentos. Para Stenier el ser humano tiene unas cualidades que le vienen de la herencia (familia, pueblo, raza) y que se unen con el núcleo espiritual íntimo del ser humano. Mientras los animales evolucionan como especie, el ser humano evoluciona como individualidad, de ahí la importancia de los temperamentos.
Las personas que se inclinan hacia el carácter colérico, explica Steiner, tienen una voluntad firme, no son altas, aunque si anchas de espaldas. Mantienen una mirada firme y segura. El niño colérico apoya el pie y da el paso como si quisiera imprimir su huella firmemente en el suelo.
Las que se inclinan hacia el temperamento sanguíneo se caracterizan por su mirada alegre, son delgados y tienen el cuerpo elástico. Su paso es liviano y saltarín. Es el temperamento típico de la etapa infantil.
El niño sanguíneo es el que comprende las cosas con facilidad, pero las olvida al instante y es difícil mantener su interés por algo.
Las personas de temperamento flemático buscan su bienestar, su cuerpo engorda, se hinchan. Caminan arrastrando los pies, la mirada es más apagada.
Los de carácter melancólico no pueden dominar bien el cuerpo físico, éste le opone resistencia. Observando al melancólico veremos que la mayoría de las veces tiene la cabeza agachada, sin energía para mantenerla erguida y no elevan los ojos mientras la mirada es opaca.
Estos son los tipos fundamentales, pero se entiende que en la vida nunca se presentan en esta forma esquemática. Cada persona tiene un tipo básico mezclado con los otros.
Por ejemplo: el colérico tiene el peligro de dejarse arrastrar por su irritabilidad o naturaleza irascible, que no sabe gobernar. En el sanguíneo el peligro es que es muy cambiante o voluble. En el flemático puede haber una indiferencia hacía el mundo externo. El de temperamento melancólico corre el peligro de la depresión.
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